Por las calles de la ciudad, caminaba un chico con apariencia de cansado. Camisa de botones blanca a medio abrochar, alrededor de su cuello una corbata negra de seda. Vaqueros oscuros ajustados, quizás demasiado, para un profesor.
Su aspecto no dejaba indiferente a aquellos que pasaban por su lado, alguna que otra jovencita le seguía con la mirada cuando cruzaba por su lado. Pero nuestro joven profesor parecía no darse cuenta de aquello que le rodeaba, estaba tan sumido en sus pensamientos que ni miraba por donde iba.
-Debería de pasarme por el supermercado- era lo único que pasaba por la mente del profesor.
Casi sin percatarse de ello ya se encontraba en la puerta de los grandes almacenes
sin saber realmente lo que deseaba comprar. Se detubo unos instantes a observar el lugar y sus alrededores. Un edificio de ocho plantas se elevaba ante él, decorado con grandes ventanales posiblemente para ahorrar algo de energía.
La mayoría de la gente salía de aquel lugar cargada de bolsas, estábamos a principio de mes y eso se notaba. Por fin, nuestro protagonista decidió entrar, inmediatamente notó la tension en el ambiente. El local estaba plagado de mujeres de todas las edades.
-No por favor dime que no estamos en estas fechas- casi con miedo miró a su alrededor confirmando sus sospechas -rebajas- suspiró cansado, no era suficiente tener que soportar a sus revoltosos alumnos todo el día, sino que ahora tendría que lidiar con una manada de mujeres enfurecida...
Decidió caminar sin rumbo alguno alejandose de las principales zonas de rebajas, pero al parecer, el supermercado entero se había puesto bajo las garras del descuento. Sin saber como, había llegado a la zona de juguetes, al parecer allí estaba todo en calma, se vio de frente en la zona de peluches, tenía que admitirlo le encantaban esos muñecos peludos. Su faceta infantil nunca desaparecería, era parte de su caracter.
Dió unas vueltas por las estanterias, admirando los distintos peluches, llegando a una en concreto donde sólo quedaba un lindo peluche, un lobo grisaceo con un curioso cascabel al cuello, de pequeño tamaño. Lo tomó en sus manos, al tacto era realmente suave, sus ojos amarillos resaltaban sobre su pelaje.
-Me lo llevo- no sabía lo que era pero quería llevarse ese peluche.
Se diridió al mostrador con el lobito entre sus manos, mientras caminaba unas niñas pasaron a su lado, susurrando y riéndose. Un sonrojo se hizo presente en las mejillas de nuestro chico mientras aceleraba el paso. Una vez allí pagó en efectivo mientras la cajera lo miraba con curiosidad. Aquello estaba empezando a frustrarle, pero no cambió de idea. Con el peluche aún en sus brazos salió de aquel lugar rumbo a su casa donde le esperaban exámenes por corregir.
-¡Por fin en casa!- se acostó sobre su sofá de cuero negro, reposando el peluche sobre su trabajado abdomen -¿y ahora que voy a hacer contigo amigito?- miró con detenimiento al peluche percatándose de que este estaba un poco sucio algo que no había pensado en la tienda
-Seguro que te apetece estar limpito- dicho esto se encaminó al cuarto de baño, era una habitación mas bien pequeña, un típico baño japones se desvistió, descubriendo su torso musculado y hermosa figura. Soltando el moño que tenía hecho dejó lucir su larga melena castaña. Su compañero peludo se encontraba sobre un pequeño banco justo donde lo había colocado.
-Creo que será mejor que te quite ese cascabel- quedando de puntillas cogió el peluche en sus manos desatando el lazo de tela que lo sostenía. Casi istantáneamente después de retirarlo una nube de vapor llenó a estancia. Una vez se hubo disipado, pudo ver que lo que había delante de él no era precisamente un peluche, sino un hombre, más alto que él, de cabello plateado, desordenado. Cuerpo atlético, abdominales marcados, una cintura suculenta...
-¡Esta desnudo!- los ojos del moreno no podían dejar de recorrer el cuerpo de aquel extraño. Hasta que se dió cuenta de que él se encontraba en las mismas condiciones. ¿Qué haría?