Prólogo
Cuando se detuvo, descubrió que tenía una ceja partida y que la sangre caía por su rostro hasta su ojo izquierdo, impidiéndole ver con normalidad. Además de eso, el dolor en su estómago y en sus costillas casi le impedía mantenerse parado. Vio que su compañero estaba casi en las mismas condiciones. Tenía un ojo morado y se sostenía el costado derecho mientras se tambaleaba y tosía.
Daniel se acercó a él y le jaló por la muñeca para hacerle caer en el piso a su lado. Su compañero (que se hacía llamar Sig) soltó una maldición mientras se soltaba de su agarre. Le clavó una mirada de color gris, un gris tan claro como los de un gato, que Dan supuso que eran lentillas (sabía que sus ojos eran negros) y frunció el ceño. Daniel suspiró y se limpió la sangre del ojo, sólo para poder sostenerle la mirada. Después volvió a jalarle por la muñeca, lo atrajo a su rostro y lo besó. La saliva de Sig seguía teniendo un sabor extraño que no parecía ser ni dulce ni salado, sino una combinación de ambas.
Daniel lo soltó y lo miró a los ojos. Su expresión ceñuda no había cambiado en nada.
-Bueno, ¿y ahora qué?- preguntó.
-No sé- contestó Daniel. Sin quererlo una sonrisa por demás estúpida se había formado en su rostro.
-Esto te va a traer problemas- dijo Sig -Nos traerá problemas- corrigió y agregó- Eso, sólo si estas pensando en hacerlo de verdad.
Daniel se rascó la parte de atrás de la cabeza.
-Si no fuera así, no te hubiera besado- contestó.
Le sonrió y estiró una mano para tocar el morado que se estaba formando debajo de su ojo derecho.
-Esto si te va a dar problemas. Imagínate, el perfecto rostro de S-I-G deformado.
-Hace falta mucho para que un golpe tuyo pueda deformarme.
Sig tomó la mano que le acariciaba y la apretó en la suya.
-Dan- dijo y antes de que Daniel alcance a decir “si”, Sig ya lo estaba besando.
Le sostuvo ambas muñecas con una mano y lo hizo caer en el piso. Daniel suspiró cuando Sig se separó un poco. Sig se mordió el labio, en su clásica muestra de impaciencia y bajó el rostro para delinear con su lengua el cuello de Dan, la mano que tenía libre se coló bajo la camiseta deportiva que llevaba puesta Daniel y le acarició el torso, subiendo lentamente.
Cuando Daniel se dio cuenta de lo que ocurría liberó sus manos y se incorporó, apartando a Sig de su cuerpo.
-Esto sí que va a ser un problema- dijo.
-¿Por qué?- preguntó Sig esbozando una falsa sonrisa inocente y acercándose al rostro de Dan.
-Ni creas que voy a ir debajo- contestó, apartando a Sig, de nuevo.
-¿Y se supone que yo lo haga?
-Bueno…
-¿Y por qué no tú?- preguntó Sig, frunciendo el ceño.
-¿Y por qué no tú?- le respondió con un tono afectado- Tú eres el que parece una chica…
-¿Eso en qué forma ayuda a decidirlo? No jodas y déjame continuar.
-No. No así, por lo menos- Daniel sonrió y cogió un mechón del cabello castaño dorado de Sig entre sus dedos- No creo que esto lleve a ninguna parte.
Sig suspiró.
-Esto es tan estúpido- dijo, pasando una mano por su rostro- ¿qué hacemos? ¿Lo jugamos a piedra, papel y tijera?
-Parece una buena idea.
-Idiota.
Ambos sonrieron y volvieron a besarse. Dan mordió el labio inferior de Sig, que dejó escapar un jadeo y enredó una mano en el cabello contrario, antes de cortar el beso y dirigir sus labios al lóbulo de la oreja izquierda de Dan. Lo mordió un poco antes de sentir como Daniel lo tumbaba al piso y se estiraba encima de él, pasaba sus manos por encima de su camiseta negra y lamía su cuello.
-Joder- jadeó Sig, cuando las manos de Dan acariciaron su piel directamente al mismo tiempo que mordía su garganta.
-¿Quieres rendirte?- preguntó Dan contra su oído.
-Piérdete- contestó.
El sonido de un celular distrajo a Sig de su intento de golpear a Dan.
-Es el mío- dijo. Daniel lo dejó levantarse con un bufido hastiado y lo observó sentado en el piso, mientras Sig tiraba de uno de los aros en su oreja derecha y contestaba.
- Tengo que irme- dijo cuando colgó el celular.
-¿Era de la banda?
Sig asintió, cogió los lentes oscuros que había olvidado hace unos minutos y salió del apartamento.
-Nos vemos después.
Daniel lo despidió con un gesto de la mano y se quedó mirando las cosas que habían tirado mientras peleaban. Esto se iba a convertir en una situación muy problemática, pero ya no quería hacer nada por evitarlo.
Pensó en la palabra amor y la desechó de su cabeza. Se imaginaba a Sig riéndose ante la sola mención del romance. Pero era obvio que algo sentía por Sig. Decidió que se quedaría con la definición de Sig, era algo como “lo más importante o lo segundo más importante”.
Daniel rió entre dientes y se levantó, volvió a limpiar la sangre de la herida de su ceja. Busco un maletín deportivo que estaba algo sucio y se dirigió a su cuarto, de donde sacó un par de camisas, un par de buzos, shorts y un par de chimpunes. Metió todo en el bolsón y se cambio de ropa, se limpió la herida con alcohol y se coloco una crema cicatrizante. Su entrenador le iba a dar un gran regaño cuando lo viera llegar así, pero por lo menos, esta vez tenía pensado hacer bien el entrenamiento, cosa que no había hecho en los últimos meses.
Su vida había estado desbalanceada. Ahora sentía que las cosas volvían a estar en equilibrio y todo era por Sig. Pensó en Sig y una corriente eléctrica le atravesó el cuerpo. Iban a tener que arreglar el asunto de “quien debajo” y rápido. Pensó en Sig de nuevo y recordó que era el vocalista de una de las bandas de rock más importantes del medio. Si le sumaba que él era uno de los nuevos valores de uno de los equipos con más hinchada en Inglaterra, entonces tenía una situación bastante problemática.
Pero por ahora no se iba a preocupar por esos detalles. Pensó en Sig de nuevo y recordó su rostro formando una sonrisa amenazante mientras le decía que si causaba que su equipo pierda iba a hacerle la existencia miserable.
No pensaba defraudarlo.