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A Modern Myth por Mary-chan6277

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Notas del fanfic:

El título del fic, como siempre, no me pertenece a mi... es una hermosa canción de 30 Seconds to Mars que les invito escuchen :) y... esta basado ligerament ene l universo d Trinty Blood... pero MUUUUUY ligerament, osea, el nomre de "terranos" y "Matusaleos" no salió d mi mente xD

Notas del capitulo:

ya había publicado este fic antes, por si alguien lo leyó y se le hac conocido... pero como siempre mi inseguridad me obligó a borrarlo una pocas horas después d publicado (lo siento, soy demasiado insegura de mi misma hahahaha xD)

==> en fin, sin más preámbulos, el fic:

 

1

Santino estaba sentado en la barra del bar con las manos apoyadas sobre la superficie de madera. La luz tenue, y el olor a cigarrillo le ponía ciertamente enfermo, y ni hablar de la escandalosa música y las voces que trataban de oírse sobre su volumen. Simplemente exasperante.

 

Pidió al mozo una jarra de cerveza con una simple frase, y empezó a beberse el contenido en largos sorbos que alternaba con miradas de desprecio hacia el estrecho lugar en dónde un montón de cuerpos se presionaban entre sí en danzas cadenciosas.

 

Observó a cada una de las personas del lugar detenidamente, buscando en su fuero interno señas de alguna anormalidad, pero a pesar de que esforzó la vista para divisar algo entre las centellantes luces de colores que se hacían necesarias en la pista de baile, no encontró nadie que mereciera su atención, por eso decidió retirarse, tanto trabajar le estaba enloqueciendo. 

 

Suspiró pesadamente, y dejó un billete sobre el mostrador que el mozo observó sorprendido.

 

—Quédese con el cambio— dijo poniéndose el abrigo negro que llevaba esa noche, saliendo de nuevo a las frías calles desoladas de la ciudad.

 

Se subió a su Ferrari último modelo que había dejado abandonado descaradamente en la acera de enfrente del bar. Encendió el motor que ronroneo suavemente, y condujo hacia su casa sin mirar hacia los lados.

 

La ciudad era realmente tenebrosa en la noche, en dónde las sombras eran cómplices de los seres que manejaban las finanzas, y la política del mundo.

 

Santino se preguntaba de vez en cuando en qué momento había pasado. Cómo era que los humanos habían perdido el poder sobre sus propios dominios, y más impresionante aun, cómo era que una nueva raza había resurgido de los mitos y leyendas urbanas para robarse todo los que ellos consideraban su mundo.

 

Santino era un hombre de treinta y cuatro años que no los aparentaba, pero si los demostraba. Había tenido una vida tranquila, buenas calificaciones en su época de colegio, y una familia feliz forjada por él mismo. Había trabajado como ingeniero de sistemas en una compañía al norte de la ciudad durante años. Tenía una casa considerablemente grande en el sector más caro, tres carros diferentes que alternaba cada día dependiendo el humor en que se encontrara, y todas las cosas que se le pudieran antojar a un hombre de su edad.

 

Santino era un hombre normal, y feliz. Se sentía afortunado de haber tenido una vida tan plena, y desde que su esposa había dado a luz a un pequeño niño de ojos grises y cabellos rojizos, igual que los suyos, Santino sentía que había superado su tope de dicha, y que no habría podido añorar nada más que no fuera tener a su hijo en brazos, y besar a su esposa antes de dormir.

 

Pero el sueño se convirtió en pesadilla pocos meses después.

 

El resurgimiento de una nueva raza tomó a los humanos por sorpresa. Los viejos libros de antiguos inspirados empezaron a desaparecer de las vitrinas en busca de soluciones, pero las cruces, las estacas y las cabezas de ajo no eran suficientes para detener a estos seres que parecían bajados del cielo por su belleza excepcional.

 

Y una noche, regresando a su casa en su Audi A8 de color azul oscuro y brillante, Santino se encontró con dos cuerpos inertes tirados en el jardín.

 

—Santino…— intentó decir la esposa, y el aludido en seguida se acurrucó junto a ella, tomándole la mano desesperado por hacer algo, llorando como nunca antes lo había hecho en su vida adulta. —Santino, no llores— dijo como pudo en un murmullo— Te amo.

 

Esta no fue ni la primera, ni la última muerte que se presento. El caos empezaba a hacer presa de toda la ciudad, y el presidente intentaba implantar soluciones y seguridad obsoletas contra unas criaturas que eran mucho más fuertes que ellos, y que los veían solamente como ganado y alimento. Y nada más.

 

Santino nunca se vio haciendo otra cosa que no fuera presionando teclas en su computador, mirando la pantalla luminosa, e intentando solucionar los problemas que se presentasen con el sistema. Nunca imaginó tener que prepararse para empezar una cacería, pero tampoco podía quedarse de brazos cruzados, mientras veía que la humanidad estaba siendo destrozada cruelmente luego de años de evolución, y sintiendo como sus deseos de venganza se hacían más intensos en su interior.

 

Piel pálida, ojos luminosos, ángeles de la muerte que se mueven entre las sombras.

 

La primera regla era nunca olvidar que cualquiera a tu alrededor podía ser uno de ellos. El vecino de la casa de al lado, el tendero del bar, hasta la secretaria de tu oficina. Todos podían ser culpables.

 

Santino se dedicó a investigar. Averiguó que los vampiros se llamaban a sí mismos Matusaleos, y se referían a los humanos despectivamente como simples Terranos.

 

Santino empezó su matanza noche tras noche. Sus últimos días de oficina habían desaparecido, ahora era un justiciero silencioso que se movía como una sombra entre las calles desiertas para cercenar cabezas y apuñalar corazones sin piedad con la katana que su suegro le había regalado el día de su boda.

 

Esa noche en especial se sentía frustrado y cansado. Conducía su auto a una velocidad suicida porque lo único que deseaba en ese momento era llegar a su casa y acurrucarse en una cama vacía que se había prometido nunca volver a compartir con nadie.

 

Había estado dándole caza desde hace días a uno de esos monstruos que se desvanecían con el aire. Había intentado atraparlo por más de tres semanas, y justo esa noche, había estado a punto de lograr su cometido, pero el muy hijo de puta había escapado con una sonrisa en el último momento; y por eso había terminado en un bar de mala muerte ahogando sus penas en un buen vaso de alcohol.

 

Por lo general Santino no hubiera sido tan persistente por tanto tiempo. Sabía cuáles eran sus capacidades, y entendía perfectamente que contra Dante, ese maldito vampiro, no tenía la más mínima oportunidad.

 

Dante era un vampiro distinto de todos los que había visto antes. Era de un clan privilegiado, y su sangre era de las más puras que existía en el mundo.

 

Santino perdía el control con solo mirarlo. Tenía los ojos de un maravilloso color gris, y el cabello negro como el ónix lo llevaba largo hasta más debajo de la cintura, como rasgo característico de su clan.

 

Santino ya no sabía por qué le perseguía. Si era en realidad su deseo de venganza contra todos esos monstruos que alguna vez le arrebataron lo más preciado de su vida, o era que el deseo de verlo era más grande que sus ansias de matanza.

 

Dante se lucía cada vez que Santino estaba cerca de él. Lo cautivaba con sus encantos de demonio, hacían cosas que estimulaban la imaginación de Santino hasta puntos inimaginables, y le sonría de esa manera tan suya, tan sencilla y tan sensual que dejaba entrever sus incisivos de depredador.

 

Debía admitirlo. Dante era una criatura hermosa y grácil. Parecía perfilado en mármol como una antigua estatua griega. Hasta sus asesinatos los cometía con gracia, intentando que el humano sufriera lo menos posible mientras el disfrutaba de su deliciosa sangre.

 

Santino sabía que el motivo por el que quería matarlo era para poder sacarlo de sus pensamientos.

 

2

Abrió los ojos e intentó no demostrar ningún signo de alarma, o cualquier otra emoción a su atacante nocturno.

 

—Tu cabello huele a lavanda— dijo el vampiro con una sonrisa, tomando entre sus dedos un mechón del cabello rojizo de Santino, y acercándolo a su nariz para disfrutar del fresco aroma. —Y tu piel también huele delicioso— dijo acercando ahora su nariz al cuello del mortal, que tensó todos los músculos de su cuerpo al sentir al vampiro tan cerca, violando su espacio personal.

—¿Te atreves a venir a mi propia casa?— le espetó enfadado y confundido por los sentimientos que crecían dentro de su pecho.

—¿Y me lo preguntas?— inquirió con tono burlón. El sonido de la voz de Dante le turbaba los sentidos al pelirrojo que estaba aprisionado entre las piernas del vampiro contra el lecho. —Hoy me dejaste escapar, supuse que debía agradecértelo de alguna manera. —una sonrisa se perfiló en sus labios que eran tan blancos como el resto de su piel, y Santino empezó a sentir como la sangre le hervía por las venas. —Sé que me deseas, por eso me dejaste ir, ¿verdad?— preguntó, alisándose el cabello con una de sus manos de porcelana.

—Desde que mataron a mi esposa, me prometí jamás volver a amar a nadie.— le dijo evitando todo contacto visual. Santino temía que si le miraba a los ojos Dante pudiera ver la verdad oculta en su alma, la verdad que el tanto intentaba ocultarse a sí mismo. —Además,— agregó como para convencerse— tienes todos los encantos que una mujer busca en un hombre, de eso estoy seguro, pero yo no soy una mujer, así que es imposible.

—Te dejaré ser el dominante si es que temes que se arruine tu reputación— respondió reclinándose sobre el rostro del Terrano, dejando que su cabello largo acariciara los brazos desnudos de Santino.

—¿Y por qué harías algo como eso?— interrogó— Esa reacción tan compasiva no es digna de ti, un vampiro de sangre pura, tan egocéntrico y hermoso como todos los demás. No vas a permitir que te domine un simple humano como yo.— Dante analizó las palabras que acababa de escuchar, y se río suavemente.

—Santino, he vivido mucho más de lo que tú. — Dijo, delineando con sus dedos el rostro del mortal.— Me conmueve tu amor por mí, me siento alagado de que alguien me ame realmente, y tú me gustas. Está bien hacer sacrificios de vez en cuando— miró a Santino a los ojos una vez más, como pidiendo permiso, y luego presionó sus labios contra los de su contrario con pasión y lujuria.

 

Santino no salía de su asombro. Esa declaración había derribado sus barrearas mentales más fácil de lo que había creído, y todo su ser se deleitaba ante el pensamiento del increíble placer que ese cuerpo delicioso le podría proporcionar.

 

¿Qué era lo que sentía?, ¿en verdad era amor?

Durante toda su vida de mortal había creído que su amor verdadero y único había sido Elice, pero lo que sentía cuando Dante lo tocaba era algo totalmente distinto y excitante.

 

Las manos del vampiro parecían quemarle en cuanto acariciaban su piel con sutileza. Sus labios tenían un leve sabor dulce que Santino no sabría describir con claridad, solo sabía que le encantaba, y quería más.

 

El mortal abrió la boca, y una batalla frenética entre sus lenguas se dio lugar. Dante se dejó dominar tal y como lo había prometido, y permitió que Santino enredara sus dedos en su cabello negro.

 

Se separaron luego de unos minutos tomando un poco de aire antes de juntar sus bocas que se buscaban con ansias. Dante deslizó sus manos bajo la camisa del pijama del humano. Se deleitó con el calor que emanaba su carne mortal, y pellizcó suavemente las tetillas sacando un hermoso gemido de los labios de Santino.

 

Pronto la ropa que ambos llevaban puesta quedó reducida a prendas desperdigadas en todas direcciones de la habitación.

 

La pasión de ambos cuerpos se iba consumiendo, mientras Santino cambia las posiciones, buscando tener dominio total sobre el vampiro que le había atormentado durante tanto tiempo.

 

Llenó de besos el torso desnudo del Matusaleo. Su piel sin poros ni imperfecciones se sentía delicada al tacto, y estaba tan fría que al mortal le dieron ganas de calentarla.

 

Santino lamió los botones rosas de Dante, haciendo que el vampiro empezara a respirar con dificultad mientras se retorcía de placer sobre las sábanas.

 

El mortal empezó a acariciar las partes bajas del Matusaleo, tomando su miembro entre una de sus manos, y empezando a acariciarlo de arriba a abajo, marcando un ritmo suave que le hacía perder el control al pelinegro.

 

Luego fue su boca la que reemplazó a su mano. Dante no dejaba de dejar escapar dulces gemidos. Sabía que a Santino le complacía escucharlos, así que no hacía el menor esfuerzo por acallarlos.

 

El pelirrojo siguió moviendo su lengua deliciosamente hasta que el vampiro se vino en su boca, y muy al contrario de lo que hubiera creído, la esencia de Dante tenía un sabor dulzón que se le antojó exquisito, así que tragó toda su semilla encantado.

 

El Matusaleo intentaba recuperar el aire, pero antes de que pudiera reaccionar Santino volvía a tomar sus labios ávidamente, mientras se posicionaba entre las piernas de porcelana de su contrario.

 

Uno de sus dedos bajó hasta la entrada, y presionó suavemente. Era más que evidente que no era la primera vez que Dante estaba en posición de sumiso, por lo que Santino no se retuvo más, y le penetró de una sola estocada, dejando salir un suspiro de placer. 

 

El vampiro le abrazó por el cuello, y Santino le rodeó por la cintura con los brazos para traerlo más cerca.

 

Sus caderas empezaron a imponer un ritmo que empezó despacio, y luego, se convirtió en una danza frenética que le proporcionaba un placer inimaginable a ambos.

 

Los dos suspiraban y gemían el nombre del contrario. Sus labios se buscaban inconscientemente, y sus manos buscaban tocar toda la piel que tuvieran a su alcance.

 

Santino y Dante querían prolongar el momento lo mayor posible. Todo ese placer era sólo momentáneo, pero querían hacerlo duradero.

 

La luna fue la única testigo de sus actos, profanando Santino el lecho que había jurado que no sería para nadie más que Elice; y Dante rehuía de sus obligaciones como Matusaleo.

 

Ambos eran un escape mutuo y complementario. Llegaron al clímax juntos, y se desplomaron sobre el lecho respirando pesadamente, buscando desesperadamente un poco de aire.

 

Dante se quedó dormido casi de inmediato, antes de dirigirle una mirada complacida su compañero de pasiones.

 

Santino, por su lado, quiso contemplar un minuto el rostro durmiente de su vampiro. Sonrío al ver que sus labios habían adquirido color, y sobre la piel blanca de su cuello habían quedado sus marcas de posesividad.

 

—¿Qué es lo que estoy sintiendo?— se preguntó, antes de caer rendido a los brazos de Morfeo.

 

3

Santino despertó a las primeras horas de la mañana, en cuanto el reloj sobre su mesita de noche sonó como siempre para indicarle que un nuevo día había comenzado.

 

Observó al vampiro profundamente dormido a su lado, y se preguntó si esa no era la oportunidad perfecta para acabar con su existencia… pero el pensamiento fue rechazado tan pronto como apareció.

 

Se levantó de la cama, y cerró las cortinas de la habitación, y cubrió al vampiro para que estuviera más cómodo.

 

—¿Estás cuidando de mi?— le preguntó entre abriendo los ojos en cuanto se percató de que unas manos mortales le acariciaban suavemente el cabello, el rostro y los labios hinchados por los besos carnales de la víspera pasada. —increíble, un cazador de vampiros protegiéndome del sol.

—Aun te odio— le dijo sin creerlo.

—Eso no es lo que dice tu corazón.— respondió con una sonrisa burlona, sabiendo que había atraído a sus garras al humano que había elegido.

 

Dante tomó la muñeca de Santino entre las suyas.

—¿Quisieras ser mío por siempre?— preguntó mostrando sus colmillos.

 

Santino lo observó, teniendo un debate interno consigo mismo para poder decidir. Sabía que su respuesta sería definitiva e irreversible.

 

Si decía que no, era posible que lo perdiera para siempre, pero si decía que si debía dejar de lado todas sus convicciones y la vida mortal que tanto había atesorado.

 

—Dante…— robó un pequeño besó de los labios del Matusaleo, y lo miró con la duda reflejada en los ojos— Has lo que quieras— le respondió fríamente, sabiendo que era mejor una eternidad con la persona amada, que una vida limitada y aburrida como mortal.

 

 

Epílogo

¡Dante!, ¿qué demonios significa esto?— preguntó molesto el nuevo vampiro viéndose en el espejo. —¡Lo tenías todo planeado!

—Deja de mirarme con esa cara, necesitaba un consorte para poder acceder a mi nuevo cargo.— dijo como si nada— Además, a ti te queda mejor ese vestido que a mi.— agregó con una risita.

— Hijo de…¡Te voy a matar!

—Inténtalo— sonrió, desapareciendo ante sus ojos, escapando de su ira.

 

Santino respiró enojado, y soltó un largo suspiro intentando calmarse.

 

Se miró de nuevo al espejo y se observó con el vestido blanco que le cubría los pies que habían calzado también con zapatos de tacón.

 

—¿Qué clase de costumbres extrañas tienen estos sujetos?— se preguntó en voz alta cerrando los ojos, frotándose la frente exasperado.  —Bueno, de vez en cuando, hay que hacer sacrificios. 

 

Notas finales:

Este fue otro de mis intentos con los originales hahahaha espero que haya quedado medianamente decente xD

Espero les haya gustado!!

Los reviews son bien recibidos: alagos, insultos, críticas... lo que sea, recibir comentarios me hac muy feliz :D

En fin, muchas gracias x tomarse el tiempo de leer :)


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