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Declaraciones de un chico corriente por Narukun

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Notas del fanfic:

Pues eso... últimamente estoy muy emotivo y me da por escribir patuchadas de estas... ¿Será el verano? ¿O quizás sea el reloj biológico?

Nuevamente como en el anterior fic (el único que dejaré fuera de esta serie) solo busco expresarme y que, quizás, los que me leáis, me conozcáis un poco más.

Disclaimer: Naruto es de Masashi Kishimoto.

P.D.: Pongo finalizado ya que no sé cuando terminaré de hacer estos one-shots.

Notas del capitulo:

Sé que esta historia es muy muy parecida a la anterior. Por eso nuevamente repito que solo quiero expresarme.

Resúmen:

Naruto va todos los días a la biblioteca tan solo por una razón, verle a él.

Una obsesión que se convierte en una adicción.

 

Aquí estoy, otro día más. No me gusta la biblioteca, no me gusta estudiar. Me gusta el silencio, pero aborrezco los pequeños ruidos que rompen la calma. Odio madrugar y odio no poder trasnochar. Solo hay una cosa que me anima a hacer todo lo anterior. Es un alegría que todos los días entra por la puerta, la cual yo observo desde una mesa sentado.

Ahora mismo estoy con el libro abierto en mis manos pero sin ojear ni una sola página, estoy esperando a que aparezca, ya no debe quedar mucho tiempo. Llevo aquí desde las nueve de la mañana, hora en que abre la biblioteca, y hasta las diez no suele aparecer. Yo siempre llego antes para poder coger el mejor sitio posible, el punto en el que puedo ver todo el lugar.

Ya está ahí, por fin ha llegado, puedo ver como abre la puerta y entra directamente. Qué chico mas lindo, no puedo evitar quedarme mirándole, menos mal que no ha posado nunca su mirada en mí. Puedo ver su cabello oscuro erizado por detrás y con dos mechones cayendo a ambos lados de la cara. Tiene una espalda ancha y una estrecha cintura, quedando así la parte baja de su camiseta, cayendo holgadamente por todos lados, separada ampliamente de su cuerpo. Al darse la vuelta observo como ésta ondea, y al llevar también los pantalones bajos, deja ver parte de su ropa interior y espalda. ¿Por qué los chicos harán esto? No hacen más que ponerme malo.

Ya se está alejando y termina por sentarse en una mesa alejada a la mía. Ya me he olvidado completamente del libro, lo tengo delante de mis narices pero solo lo uso para disimular. Observo como se sienta de espaldas a mí.

–Oye, Naruto, qué lo vas a gastar –oigo como me dicen en susurros al oído.

Mierda, es Sai, se me olvidaba que estaba aquí. Vuelvo a centrar la mirada en mi libro, esta vez de verdad, pero no leo ni una sola línea. Mi pensamiento está dirigido hacia ese chico.

No puedo evitarlo y vuelvo a bajar el libro y levantar la mirada, lo busco pero no lo encuentro, ya no está. Ojeo a mi alrededor y no lo hallo en ningún lado. Maldita sea y maldito Sai. Intento fisgar un poco más desde mi posición y veo como todavía están sus cosas sobre la mesa, por lo que no se ha ido del todo, volverá.

Más contento ahora, continúo estudiando. Pero pronto mi ánimo va decayendo y mi aburrimiento comienza a aflorar. Han pasado un par de horas y él no aparece. Quiero verle. Sai nota mi nervioso pero no dice nada, mejor así.

Vuelvo a echar otro de mis pequeños vistazos y lo veo aparecer por detrás de una de las librerías. ¿Lleva todo este tiempo conectado a uno de los ordenadores que ofrece la biblioteca? Debería habérmelo imaginado. Veo como vuelve hasta su sitio y comienza a recoger las cosas. ¡Qué mala suerte tengo, se va!

No puedo quitarle ojo de encima, es lo último que voy a ver hoy de él y no quiero desaprovecharlo. Contemplo como termina de agrupar todas sus pertenencias y se va de la estancia. Ahora puedo aprovechar lo que queda de tiempo con energía renovada.

Pronto llegan las dos de la tarde, hora de irse, esto va a cerrar. Y lo único en que puedo pensar es en que quiero que llegue el día de mañana para volverlo a ver. Y así paso el día, con esta idea en la cabeza.

Vuelven a ser las nueve de la mañana y otra vez estoy aquí en la biblioteca con Sai. Él no tiene nada que estudiar, solo viene aquí a dibujar y a hacerme algo de compañía. Y yo como siempre, vengo aquí a estudiar, o algo por el estilo, no estoy seguro de si lo hago en serio.

La primera hora me la paso estudiando con ganas, pero conforme van llegando las diez me voy olvidando y centro mi mirada en la puerta, como cada día. Pasa el tiempo, pasa el tiempo y nadie aparece. Dan las once y nada, Sai comienza a decirme que se aburre pero no le hago caso. Las doce y Sai me dice que se va, que ya no tiene nada más que hacer, me pregunta si no me voy yo también ya que no estoy haciendo nada. Le respondo que no, que me quedo. Y con esto último dicho me quedo aquí solo, sin hacer nada.

No tengo ganas de estudiar, solo quiero verle aparecer, necesito que me alegre la mañana, bueno, ya es más de mediodía, así que la tarde. Sin embargo, sigue pasando el tiempo y no aparece. Mi nerviosismo aumenta, creo que soy un adicto.

Finalmente, otro día más, llega la hora del cierre. Me voy de la biblioteca, hoy no se ha presentado. ¿Y si no aparece más? Éste es un pueblo para pasar las vacaciones por lo que cabe la posibilidad de que no lo vuelva a ver. Debí haberle dicho algo algún día. No sé, saludarlo, lo que sea. Quizás hacerle una foto.

Me vuelvo a mi casa y me tumbo abatido en el sofá. Así paso la tarde, pensando en lo que podría haber hecho y no hice por miedo.

Y vuelve a pasar otro día, hoy no tengo pensado ir a la biblioteca, pero a las nueve, como un reloj, tengo a Sai en mi puerta, esperando a que me arregle y nos vayamos juntos, y hasta que no lo consigue no para.

Decido vestirme e ir a estudiar, aunque realmente hoy es el día en el que menos ganas tengo de hacerlo. Llegamos allí y cogemos asiento en la mesa de siempre. Cual es mi sorpresa cuando al sentarme me doy cuenta de que el chico que vengo a ver todos los días está sentado justo enfrente de mí, en mi misma mesa.

Abro mi libro y me tapo rápidamente la cara roja de sorpresa que he puesto al verlo. Él no se ha dado cuenta, está también leyendo un libro, lo tiene apoyado sobre la mesa y lo mira fijamente. No ha reparado en nosotros. Dejo también mi libro sobre la mesa y observo lo que lee, en una esquina del papel tiene puesta la palabra Sasuke, ¿se llamará así?

Bueno, eso no puedo saberlo... un momento, se acerca una chica para hablar con él.

–Sasuke –le susurra al oído.

Pues parece que sí se llama así.

–Dime.

Su voz... creo que jamás me cansaría de oírla.

–¿Hasta cuándo te vas a quedar en este pueblo?

–Hasta que terminen las vacaciones, un mes, más o menos.

Pronto la chica se va, pero yo ya me he quedado ensimismado con mis pensamientos. Todavía quedan varias semanas hasta que se vaya.

Soy un adicto a verle, a tenerle cerca. Realmente no necesito nada más, y tengo mucho tiempo para disfrutarlo.

 

Notas finales:

Bueno... aquí no hay mucho que decir.

Simplemente daros las gracias por tomaros las molestias de leeros los desvaríos de alguien como yo.


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