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Videocassette por chibiichigo

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Notas del capitulo:

Pues, heme aquí de nuevo, pequeños saltamontes. 

Disculpen la tardanza, pero últimamente he estado agobiada (tres semanas de clases y mi médico ya me dijo que me estoy enfermando por el estrés) en fin...

Espero que disfruten el capítulo. 

Capítulo 3.Rewind

Escucha… Tsk, qué complicado. No contestas mis mensajes y… Carajo, Gaara, eres una mierda de persona, pero coges demasiado bien.

Sasuke

*

Fin del mensaje. Para repetir, presione…

 

Le azoró escuchar el recado en la contestadora, pero se esforzó por disimularlo. Quería bufar de hastío al mismo tiempo que sonreír con sobrades, pero no le era posible hacer ambas al mismo tiempo, ni se consideraba suficientemente capaz de jerarquizarse. Su control sobre sus propios sentimientos —bastante primitivos, cabe aclarar— rayaba en lo inexistente.  

Borró el mensaje inmediatamente después de sobreponerse a la impresión que lo embargaba: ¿Qué diablos había orillado a Sasuke Uchiha a creer que dejar un mensaje era una buena idea? Sencillamente no lo comprendía.  No quería saber nada de él, y lo peor es que ni siquiera tenía un motivo que pudiese ser dicho en voz alta por su alto grado de patetismo.

Si era congruente con sus pensamientos y sus ideas, Sasuke Uchiha había sido la única persona que había logrado satisfacerlo en absolutamente todos los aspectos físicos, y todo habría sido perfecto si él no hubiese abierto la caja de Pandora. Había entrado en la intimidad del moreno de manera imprudente y sin intenciones de hacerlo, pero no podía borrar ya nada, particularmente la impresión de hastío que se había quedado tan hondo en su ser que incluso pensar en sus ébanos cabellos lo ponía irascible.

Por un momento deseó no haber notado las irreales similitudes con el que había sido su pareja—sexual, pero pareja al fin— pero descartó todo ello porque no podía volver el tiempo atrás. Se había apabullado al ver la pared que él mismo había construido alrededor de sí, el que lo separaba del Uchiha, y notar las malsanas similitudes que tenían. Lo había hecho ver que no era tan único ni tan  anormal como llevaba toda su vida planteándose y eso lo tornaba aburrido y decepcionante por partes iguales. Tal vez había sido su culpa por idealizar a ese par de glúteos como algo indómito desde el principio, colocando a ese hombre como parte ajena a sí con tal ahínco que ahora no soportaba la idea de su monótona realidad. A sus ojos, Sasuke Uchiha ya no era más el enviado selecto de un dios voyerista que gozaba indiscriminadamente, sino un vil y vulgar narciso amoral y adicto al sexo duro que no intenciones de acoplarse a una sociedad mediocre y sumergida en su propia mierda. Tan parecido a él que resultaba poco novedoso después de un rato y abrumador en todos los sentidos que concernían a su amor propio.

 

 

No le sorprendió saber que nada en el universo había cambiado porque el azabache y él no estuviesen juntos en una cama. El Sol seguía iluminando, los profesores seguían impartiendo su cátedra como si no hubiese un mañana y él seguía impertérrito ante la vida. Lo único que, quizás, pudiese ser considerado como una modificación era su temperamento, a flor de piel debido a su abstinencia y a la perspectiva que habían planteado frente a sus ojos. Se aburría de lo referente a las clases con más rapidez que siempre, y constantemente se encontraba impacientado por todos los abortos de humano con los que tenía que coexistir muchas horas al día.

No podía negar que, de vez en vez, mientras pasaba celulosa letrada, le venían a la mente algunas imágenes con el Uchiha como protagonista. Podía sentirlo en la piel y deleitarse de la sensación que sólo él era capaz de proferirle entre las sábanas, cosa que no hacía más que aumentar exponencialmente su ímpetu sexual. Pero había determinado que no volvería a caer en esa red tejida a base de libido porque no tenía la intención de seguir experimentando la tediosa sensación de estarse follando a alguien que era exactamente como él, pero en otro cuerpo. Aquello podría caer en el narcisismo patológico.  

Había ocasiones en que su mente divagaba sobre asuntos relacionados al tema con tal vehemencia que hacía que todo pareciese elucubrado para auto-convencerse de su decisión. No eran muchas esas ocasiones, ni tampoco comprendían un universo de epifanías jamás relatadas en las cuales encontrara su lugar en el juego de poker del universo. Por el contrario, eran aspectos de la vida cotidiana más común, esbozos de lo que podía ser traducido como un error de tiempo y lugar, que se habían conjuntado para que los dos hijos desagradecidos de un dios pecador se encontrasen fugazmente. Podía recordar cuando, por accidente, lo había mirado a través de la ventana, girando con cierta dosis de descuido un lápiz entre sus dedos. Se veía tan arrogante, soberbio y jactancioso que al instante supo de la poca conveniencia que tendría acercarse a él. Y sin embargo lo había hecho, sólo porque había logrado despertar en él cierta dosis de morbo.

Sacudió ligeramente su cabellera. No comprendía por qué se desgastaba en alusiones inútiles y recuerdos fútiles, ni el motivo por el cual le costaba tanto sacar a esa maldita rata de pelo negro de sus pensamientos. Le irritaba pensar en él y le frustraba el hecho de que fuese hasta cierto grado inevitable. Por ello su humor se había vuelto tan volátil y ácido, como si le hicieran masticar cálculos biliares. Pero  estaba decidido a no pensar más en ello, así que retomó su actividad.

—Tiempo sin verte— escuchó la voz parsimoniosa que últimamente le causaba nauseas y estremecimientos al mismo tiempo.

Fingió estar interesado en su lectura, que se había convertido en un montón de palabras inconexas e incongruentes de golpe, y lo ignoró lo mejor que pudo. No quería hablar con él, en absoluto. Era probable que terminara estrellando el lomo de su recién adquirido árbol de bolsillo en su nariz, sólo por servirle como punto de inflexión para su enojo.

—Esperaba más de ti, Rojo—no sonaba tanto a reproche como a burla malintencionada.

Apretó un poco más las yemas contra el libro. Sentía como poco a poco su sangre se calentaba y se dirigía por partes iguales a sus dos cabezas, eventualidad que no resultaba nada afortunada cuando lo que quería era prenderlo en fuego. Inspiró profundamente, intentando controlar toda clase de respuesta fisiológica que pudiese tener y dando prioridad a su cerebro.

—¿Qué quieres? — pese a que su timbre seguía siendo indiferente, no pudo suprimir su incomodidad.

—Que me expliques qué carajos te sacó de mi cama después del mejor polvo de nuestras vidas— el tono solemne que le había imprimido a su voz no dejaba de parecerle digno de potar.

—Nada en especial—la frase pareció cobrar un tragicómico sentido literal en ese momento. Efectivamente, por nada en especial.

—Veo… Olvidé que para ti es perfectamente normal ser “enigmático”.

El taheño frunció el entrecejo y bufó hastiado.

—Olvidé  que tenía qué darte explicaciones de mis actos.

—Deberías, al menos por cortesía.

Gaara se quedó descolocado con esa frase y frunció el ceño con evidente molestia.  Si su función era ejercer como amante, no podía exigir de pronto explicaciones “por cortesía”. ¡Qué desfachatez la suya, como si no fuese obvio! Guardó sus cosas e inició su andar. Esperaba que el moreno se diese cuenta por sí mismo que la conversación—y las noches de orgasmos—habían terminado. No quería saber nada de él, ni entablar pláticas insulsas e infructuosas que no le llevaban a nada. Mientras más pronto regresara todo a su sitio, mejor para él.

—No te vayas—exigió el otro, tomándolo por el brazo—. Dime la verdad.

—Me aburrí de ti.

Simple, puro y llano, descargando toda la ponzoña que llevaba guardada. Volteó a mirarlo, quería regocijarse en el malsano placer de verlo sufrir, como si con eso se reivindicara como el mejor narciso. Porque no podía mentirse, había sido sólo sexo, sin ningún otro interés hasta que se vio reflejado en unos ojos que no eran los suyos.

Se le quedó viendo, haciendo gala de la misma parsimonia de siempre mientras esperaba un derrumbe silencioso del orgullo del moreno. Al momento en que las palabras habían escapado de su boca, una extraña mezcla de venenos se había agolpado en su estómago, haciéndole temer por su propia estabilidad mental. Quería gozar el momento, hacerlo sufrir como si con eso se reivindicase ante sí mismo.

—Qué mal mientes— media sonrisa soberbia se asomó de los labios del Uchiha—, si tienes miedo de mí, deberías decirlo.

Gaara se quedó descolocado, con los ojos fuera de sus órbitas, destilando un odio inenarrable hacia el más alto. Porque él, Sasuke, le había puesto nombre a aquello que se gestaba incontenible en su interior y que crecía junto con su ira. Estaba francamente aterrado de no saberse único, de haber encontrado a alguien con quien no fuese del todo ajeno pese a sus burdos intentos por distorsionar su realidad, pero lo que lo perturbaba más todavía, era la perspectiva que el idiota Uchiha lo hubiese descifrado antes que él. Lo jodía enormemente que lo supiera y que pudiese expresar lo que él no se atrevía siquiera a formularse. Pero lo odiaba sólo por un motivo: tal vez ya no sería capaz de quitárselo de la cabeza.

No quiso decir nada más, ni dar razones que no concernían a la situación. Pero necesitaba escapar, irse a algún lugar donde pudiese respirar tranquilo, sin la maldita opresión que ejercía sobre él la melena azabache.

Esa maldita melena azabache.

Notas finales:

¿Qué tal? Espero que les haya gustado. 

Espero ansiosa sus comentarios, ya que estoy un poco disgustada por el parasitismo en mis historias. Tengo muchos lectores y cada vez menos personas dispuestas a compartir sus impresiones. Por favor, intenten solucionar eso. 

Para conocer más cosas sobre el capítulo, los invito a leer: Desde mi ficción, mi LJ. Ahí es donde tengo planeado explicar el porqué se llama así el fic y, además, mis impresiones del capítulo. 

Tengan un buen día y recuerden ¡Falta menos para el viernes!


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