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Videocassette por chibiichigo

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Notas del capitulo:

Bien, mi fic favorito llega a su fin. Espero que les guste, sinceramente es el trabajo que más me ha gustado.

Capítulo 4.Replay

 

 

Gruñó por lo bajo, cosa que se estaba volviendo costumbre. Estaba solo, y eso, por algún extraño motivo, no lo inspiraba como antes. Seguía prefiriendo utilizar alguna de las maniobras evasivas cada vez que alguno de los lerdos que habían llegado a la Universidad sólo para tener ocupación durante las mañanas, pero el espadazo al ego que le había proferido el idiota, mentecato, anodino, impío, pelele – y demás adjetivos –de Sasuke Uchiha, seguía manando ponzoña. Porque le había hecho darse cuenta de que él no era único, era parecido a alguien más: a él.

Sacudió su cabeza discretamente, procurando no levantar las miradas de los humanos-monos amaestrados, y trató de sacarlo de sus pensamientos. Pero no era posible, porque se había vuelto una terrible piedra en el zapato, la marea que no lograba hacer cambiar de dirección por mucho que se esforzase, el terrible vórtice donde el mundo incursionaba en su vida privada. Y odiaba esa sensación como a nadie en todo el cosmos.

Entró en su aula de clases, todavía desocupada, y tomó un asiento junto a la ventana. Era lo mejor que le quedaba por hacer, en vista de que leer se había vuelto más que una terapia, un nuevo método de tortura mental: ¿Habría Sasuke leído ese libro? ¿Se encontraría un ejemplar de la obra en aquel estante de la sala de su apartamento? ¿Qué opinión tendría sobre la narración empleada?  En fin, que las preguntas que se agolpaban incómodas en su cabeza no daban oportunidad  siquiera a desentrañar el significado detrás de la tinta.

— “Idiota Uchiha, ¿por qué carajos tenías que arruinar todo siendo tan tú, no, tan YO.”— comenzó a divagar, con cierto dejo de amargura y recelo, mientras miraba los jardines interiores de la institución. Lo volvía loco, total y absolutamente obsesionado con el tema. Y, es que, era probabilísticamente imposible encontrar a semejante sujeto dentro de su microuniverso y fijarse en él de una manera tan sexual, pero compenetrando esos deseos de trasgredir todos los preceptos morales.

—“Pero no puedes interesarte por nada que no forme parte de ti…”—recordó una cátedra impartida en un simposio al que se había visto obligado a asistir. Al principio, esa frase se volvió como una máxima de vida, tomando el sentido que Gaara atribuía como adecuado, pero había algo que no estaba embonando adecuadamente. Él no sabía de las abrumadoras similitudes entre su pareja (o ex-pareja) sexual y él mismo, o no se había percatado en un inicio.

Se sintió ligeramente nauseoso. ¿Por qué diablos no se había dado cuenta antes? No era como si las señales, tan obvias como anuncios fosforescentes, aparecieran y desaparecieran a placer. Tal vez él era quien no había querido verlas antes... Pero, ahora que ya las veía, ¿qué haría?

Sabía que no se trataba de mero aburrimiento lo que le había alejado tan brutalmente de alguien que le resultaba por completo detestable. Había sido ese hastío generado por la amenaza de no ser él el único dueño de su identidad. Y, claro, la manera más limpia de protegerse era apartándose y sacándolo de su vida, conservando su monotonía… O, por lo menos su subconsciente lo había manejado así, lejos de la intervención de su consciencia. Con lo que, claramente, no había contado, era con que el moreno no era tan poco avispado como para no notarlo…

Y ahora tenía un problema todavía más acuciante: Estaba consumiéndose de ansias por estar con él, por demostrarse el mejor narciso y sacárselo de la mente de una buena vez, o mimetizarse en la comodidad de unas sábanas y unos amarres. Sí, era imperioso encontrarse con el Uchiha de nuevo y zanjar la maldita cuestión… porque ya no podía vivir ni con su presencia ni con su ausencia.

Se daba asco a sí mismo.

—“¿Dónde cojones quedó tu orgullo, Gaara?” —se reprendió mentalmente.

Pero sabía que lo haría. No valía siquiera el esfuerzo de engañarse. Tenía que hablar con el idiota de Sasuke Uchiha y  decidir qué camino tomaría su existencia: Porque podía agradarle o desagradarle, pero no existirían puntos medios ni indiferencias superfluas.

Giró su vista hacia la biblioteca, preguntándose por qué nadie habría realizado algún estudio sobre cómo eliminar cualquier clase de emoción del cerebro, y dejar todo como el simple proceso racional de las máquinas. Al menos las máquinas deberían tener más tranquilidad.  Y ahí, en uno de los árboles de cerezo cerca de la puerta, se encontraba el motivo de su tragedia, una tragedia que ni Sófocles, ni Shakespeare habrían logrado plasmar.

En un arrebato de desesperación, tan poco típico de él, se levantó y recogió sus cosas. Fue entonces que notó que la sala comenzaba a llenarse, y que el profesor caminaba a paso de plomo para cerrar la puerta. Pero no tenía tiempo ni ganas de quedarse, no en esa ocasión. Tomó el pomo de la puerta segundos antes que el catedrático y, percibiendo una oleada de desagrado y desinterés, salió. Si se sorprendió la clase, o si los cuchicheos no cesaron en toda la hora, no era asunto que le concerniese.

 

—¡Eh, Uchiha de mierda!— llamó, casi jadeando. El otro volteó a verlo sin una pizca de conmoción, alegría o tristeza. Para ser exactos, sin ninguna emoción.

Se limitó a quedarse ahí, clavado en su sitio, procurando entender qué era lo que estaba haciendo, y expectante a una respuesta que, por primera vez en su protocolario existir, no había considerado.

—¿Qué se te ofrece? — contestó en un tono tan formal que logró encender un poco de la inexplicable rabia del carmesí. Odiaba cuando el retintín condescendiente mancillaba las palabras de la gente, como si  él fuese un retrasado mental o algo así. Crispó los puños discretamente, dentro de sus bolsillos.

—Tengo algo que decirte— anunció, como si fuese el acto más solemne que había, pese a que su ira trasminaba su mirada e impregnaba sus frases del agridulce hedor.

—En este momento no puedo— señaló a un pequeño grupo de personas sentadas en una mesa junto a él. Gaara se sintió como un imbécil por no haberlos visto antes, ¿qué le ocurría? Estaba tan habituado a ignorar a la gente que ni siquiera se daba cuenta cuando estaban presentes, seguro era eso.

—Pero con gusto podemos quedar por la tarde— mencionó el de mechones ébano bajando la voz.

—No, tiene que ser ahora— la insistencia de su voz lo azoró incluso a él. Se sentía como un niño pequeño, y eso le estaba dando ganas de cortarse la lengua y desangrarse hasta perder el conocimiento. Calculó rápidamente que, si cortaba de cuajo la lengua, tardaría cinco minutos en perder el conocimiento y poco más de veinte en morir. Eso sonaba indescriptiblemente tentador…  Se repitió a sí mismo que debía permanecer sereno, pero su corazón marchaba rápido a causa de la ansiedad y de la adrenalina que le causaba la incertidumbre de su pecho.

—Perfecto, en el pequeño café de la Plazoleta Principal a las seis.

Antes de dar opciones a réplica, el azabache tomó su asiento y comenzó a consultar unos libros. Gaara se sentía humillado, pisado y relegado a migajas: Él era quien se abría de piernas para su deleite… estaba varios escalones por arriba de ellos en la escala jerárquica y prioritaria del Uchiha.

Se marchó sin hacer mayores ceremonias, procurando que su rigidez en la mandíbula no reflejara las ganas que sentía de tirarle todos los dientes al de los cabellos de puercoespín. Si por él fuese, Sasuke Uchiha y todos sus ancestros y futuros descendientes se podían ir a tomar por culo… Pero no, tenía que conservar la calma. No podía explotar, aunque se sentía a punto, sólo por la petulancia del ébano; lo requería para entender todo lo que se gestaba en su mente, para dejar de consumirse por su malsano ego.

Necesitaba un poco de espacio y de aire fresco,  lo mismo que alguna manera sensata de pasar su tiempo hasta la hora de la reunión. Y pensar, sí, necesitaba pensar mucho y analizar los pasos que daría en la conversación. No podía permitir que se saliera de control, como había pasado minutos antes, ni tampoco improvisar con la esperanza de que todo cayese poco a poco, por su propio peso, en su sitio. Se tenía que preparar para la partida de ajedrez más importante de su vida, donde él y sus rojos cabellos comprendían desde sus peones hasta su reina y su rey.

 

 

Llegó antes de tiempo a la reunión, como si intentase con ello que los minutos transcurriesen más rápido. Se sentía estúpido, y la piel le escocía sólo de augurar horas y horas de plática insulsa con el Uchiha… porque ¿qué pasaría si sus elucubrados planes mentales iban mal? No, eso no era posible.

—Gaara—lo llamó la potente y aterciopelada voz que hacía que los vellos de su nuca se erizaran.

Se giró, y ahí estaba él, el Romeo fallido, vuelto más el antihéroe que cualquier otra clase de alteración literaria. Aunque, si tenía que darle crédito a las ideas superfluas que lo embargaban, el pantalón que tenía hacía que su trasero se viera incluso más turgente y respingón. Y se le acentuaba la parte delantera…

Un tirón debajo de su cierre lo hizo odiarse con toda la profundidad del océano. Se sentía fatal y asqueado frente a Sasuke… y aún así, a su verga lo único que le importaba era cubrir su primera necesidad (mear iba después).

Volvió a su posición con un poco de recato, intentando disimular la erección que iba en aumento debajo de la mesa. En definitiva, ése era de los pocos momentos en que era preferible no tener ni pizca de libido, pero no podía evitarlo. El cuerpo de Sasuke, lo terso de su piel y lo potente de su miembro…

“Joder”

—Y, ¿de qué querías hablar conmigo? — una sonrisa lisonjera se adueñó de la mitad de su boca, como si la burla de su propia pregunta fueran producto de la irreparable necesidad de echarle algo en cara.

—Te pareces a mí— soltó, acartonado.

Escuchó sus palabras como si fuesen las de alguien más. En definitiva, sonaba mucho mejor dentro de su cabeza, donde su estudiado discurso vivía con independencia.

Sasuke rió por lo bajo, en algo que parecía más un seseo animal que cualquier vocalización humana. Y, de nuevo, quiso matarlo.

—Te diré algo, pensaba venir y platicar contigo sobre alguna idiotez… pero de camino cambié de opinión— para asombro de Gaara, el azabache se incorporó de la silla, ¿cómo carajos se atrevía a irse? — así que compré dos boletos de cine. Si quieres algo de mí, tendrá que ser después de la función.

No supo en qué momento su mandíbula cayó, pero cuando cayó en cuenta, la ira había trastocado sus finos rasgos. Eso definitivamente no era parte de los planes.

—¿Qué, quieres o no? — la soberbia y arrogancia del de oscuras mechas le hicieron bullir por dentro. Lo odiaba, no por ser él, sino porque le hacía perder el autocontrol. Pero no tenía nada más que alegar, porque necesitaba zanjar toda cuestión de una vez por todas, cerrar el círculo de elucubraciones infructuosas y de paranoia reflexiva.

Con la mandíbula tensa y las uñas traspasándole la palma de la mano, se irguió. Bien, seguiría ese pequeño protocolo para obtener lo que deseaba…

 

 

—Me pareció una buena idea, pero una mala iluminación— comentó, como quien no quiere la cosa, el más alto, tras darle un sorbo a su cerveza.

Lo había llevado a un bar después de la función. El establecimiento era pequeño, pero ofrecía algo de intimidad para charlar, y una considerable cuota de anonimato debido a la penumbra.  

—A mí me pareció que la fotografía fue un desaguisado, salvo las tomas del último asesinato, todo lo demás se puede ir directo al colon del director— secundó el carmesí, encontrando un poco de comodidad en el escueto y naciente diálogo. Relajó un poco su postura, aunque sin hacerlo del todo.  No se podía confiar, y tenía que repasar el diálogo de su cabeza si deseaba llegar a algo sustancial aquella noche.

—Tenemos que retomar la conversación— dijo de pronto, posando sus turquesas en los ónixs ajenos.

—No es necesario. Tienes miedo. Entiendo a la perfección que eres un torpe social y que en ocasiones llegas a ser impulsivamente patético y ególatra, tienes un complejo de narciso y tiendes a demostrarles a las personas su inferioridad incluso cuando no te lo propones. Podría decirse que eres el malogrado intento de humano que Camus vio en Mersault*, tan egoísta y rastrero que logras que la media poblacional te repela— cada una de esas palabras, en boca del moreno, a quien disfrutaba a la vez que alucinaba, parecían dagas envenenadas y certeras—… Pero me gusta estar contigo. 

—Me molesta que te parezcas tanto a mí.

—¿Mencioné controlador y maniaco? Eso también lo eres— el tono del Uchiha, tan neutral y hastiado siempre, no dejaba entrever si aquello se trataba de una burla o un reproche. Y las dos opciones le causaban salpullido al más pequeño— Más que Mersault, podrías ser Castel.**

Se llevó las manos a la cabeza, y peinó su cabello con las yemas. Le jodía el hígado el hecho de estar ahí, intentando expresarse con alguien que le daba la vuelta a sus palabras en menos tiempo de lo que él tardaba en formularlas. Tenía que darlo por perdido, alejarse de ahí antes de que le diera una embolia por frustración.

—Sabes…— su voz se tornó amenazante, filtrando todo lo que le irritaba. ¿Por qué mierdas, si le había dicho que iban a platicar para que él pudiera librarse, por fin, de un innecesario peso en los hombros, lo había llevado al cine? ¡Y a ver una película que perfectamente le podría haber encantado! Joder con el maldito Uchiha  y sus malditas… lo que fueran.

—¿Por qué te molesta tanto el hecho de que compartamos algunas aficiones? A la gente normal eso no parece incordiarle mucho.

—Pues yo no soy normal— musitó entre dientes. La respuesta, más profunda, era que le generaba repelús imaginar que alguien pudiese llegar a parecerse tanto a él, después de que él se había esforzado por ser distinto, pero no era tan idiota ni estaba tan bebido como para mencionarlo.

Sasuke asintió, como si mencionar algo estuviese de más, y bajó un poco la mirada hacia su tarro, como esperando formular una frase suficientemente coherente y sutil para amainar la ira de su compañero de mesa.

—Yo tampoco lo soy… Y te quiero a mi lado. Me gusta estar contigo, incluso cuando estás vestido.

Ese último comentario logró que una sonrisa sardónica se esbozara en la cara de Gaara. Por lo menos él no era el único que no dejaba de pensar en tener sexo…

—Déjame pensarlo— acordó, antes de levantarse de la mesa. Era lo mejor que hacer en ese momento, ya que el alcohol poco a poco le embotaba la cabeza, y la situación había tomado un giro inesperado.

Qué hacer, ahora que las cartas estaban sobre la mesa, y que los dos se tenían en jaque… ¿Estar a su lado o continuar con su vida ermitaña…”

 

 

 

El reloj marcaba las dos con veintidós minutos y el estúpido timbre no paraba de taladrarle los oídos. Maldijo por lo bajo, mientras buscaba con los pies sus zapatillas de dormir. El departamento estaba a oscuras y, para su pereza, el apagador estaba del otro lado de la habitación.

El Uchiha caminó por el pasillo, arrastrando un poco los pies y acomodándose el cabello. Tenía que verse presentable, incluso si era algún idiota ebrio que se había equivocado de puerta. Desde siempre había cuidado el porte y no se permitiría un desliz a esas alturas de la vida.

—Juro que si no es porque mi padre murió…—gruñó por lo bajo, mientras chupaba una mentita. Había que mantener el buen aliento siempre.

Abrió la puerta y encendió la luz de la estancia al mismo tiempo, por lo cual quedó momentáneamente cegado. Se talló un poco los ojos antes de enfocar al ser que estaba del otro lado del umbral.

Y se los volvió a tallar.

—¿Qué cojones…?

—Hola a ti también— la imagen de Gaara, completamente desnudo en el portal lo dejó atónito—¿Puedo entrar?

Sin mediar palabras, el dueño del inmueble se hizo a un lado. No entendía nada de lo que ocurría… aunque no parecía tan mala idea aprovechar la situación.

—Quiero sexo— se limitó a decir el pelirrojo, como si con ello todas las respuestas del mundo quedasen asentadas.

Se acercó al moreno, que tenía un pantalón de pijama con cuadros azules, y empezó a recorrerlo con las manos. Quería sentir ese cuerpo que durante tantos días se le había negado, tener el calor de otra piel impregnándose en la suya, compartiendo el éxtasis de una sola noche. Y los dos se dejaron llevar…

Dos transgresores de la moral, fervientes devotos al escándalo, compartiendo sus vicios y su ímpetu sexual como si no existiese un mañana.

Dos personas tan similares entre ellas, y tan ajenas a los demás. Lo indómito, lo desconocido, lo familiar…

Y Gaara sonrió. Por fin había encontrado la manera de ganarle a Sasuke Uchiha, porque podía soportar que hubiese alguien como él, siempre y cuando pudiese vigilarlo, deleitarse en su propio narcisismo con un cuerpo ajeno. Siempre que pudiese dominar al azabache, sin que él supiera que lo dominaba.

Por siempre… o por lo menos durante todo el tiempo que quisiera.

FIN

Notas finales:

Breviario cultural de chibi: 

*Mersault: Es un personaje que aparece en varias obras de Albert Camus, como El extranjero o La muerte feliz.

**Juan Pablo Castel: El personaje principal de El Túnel de Ernesto Sábato. 

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Y, bien, tras esa pequeña pausa cultural, agradezco infinitamente a las pocas personas que fueron lo suficientemente curiosas como para llegar al final. De la misma manera, felicito a quien haya entendido por lo menos la mitad de lo que postulé. Sé que no debería hacerlo, pero no le niego el mérito a la minoría que, de hecho, pudo leer mi macabra percepción de la vida :D ¡Sigan así y el mundo estará formando sociópatas brillantes!

Gracias a todos los que leyeron, a los pocos que comentaron. Las explicaciones de por qué el título, la daré en mi LJ.

c.


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