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"Cigarro mojado." por Truemotion

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Notas del capitulo:

 

 

Las "amigas" de Alexandra decían que estaba mal salir todos los días a las 4 de la mañana a caminar, pero a ella le encantaba. ¿Qué tiene de malo? Nada.

Ella nunca se enfermaba además, así que podía salir con lluvia o con mucho frío. Muchos detalles la hacían ser la extraña, su ropa era siempre extremadamente colorida, su estatura no distaba más de 1.55 y era rellenita, por lo que la ropa colorida la hacía ver graciosa pero muy única.

Sin embargo Lucía –su vecina de al lado- decía que se veía horrenda, no le importaba. Era su estilo.

Cepilló su cabello castaño y lacio con esmero,  amarrándose después un pañuelo Calipso que se compró una vez en la ropa usada. Se puso unos aretes y un collar con forma de péndulo y su querido reloj de hombre.-Su padre al fallecer se lo había regalado, pero no le importaba que fuera de hombre, lo usaba para recordarlo siempre-.

Sacó sus llaves que tenían un colgante de osito muy gracioso y salió al frío de la calle. Se encaminó a la plaza que quedaba a veinte minutos mientras prendía su mp3 para escuchar Avril Lavigne. Amaba sus canciones, soñaba con cantar como ella o ser como ella más bien. “He was a boy, she was a girl”. 

Empezó a cantar bajito. Total, nadie la iba a escuchar. Se sentía muy sola, vivía sola, no tenía amigos, hace mucho tiempo no tenía novios por que nunca se llevó bien con ellos. No es que fuera una virgen ni una santa,  pero nunca le gustó la idea de las relaciones, el amor, y esas cosas que te hacen tonto. Tampoco le importaba realmente estar sola.

Llegó a la plaza y se sentó a ver el amanecer, todavía estaba muy oscuro. Se acomodó la bufanda de modo que sólo se veían sus ojos, la nariz la tenía extrañamente roja, y como de por sí era un poco grande, por el frío se veía horrible.

Quizás si ella fuera con una nariz respingada, rubia, alta, delgada no sería tan amargada y no estaría sola. Chasqueó la lengua enojada. Al fin y al cabo todos terminamos solos, y todos envejecemos ¿Qué importa haber sido hermosa cuando joven y “feliz”? Ella era feliz a su manera.

Tomó el libro de su cartera y buscó la página donde había quedado. Se trataba de detectives y era algo sangriento, siniestro.-Para ella, pero, no tenía nada “sangriento ni siniestro”.  Le encantaba leer y se distrajo en su libro. No vio cuando amaneció, ni cuando llego alguien y se sentó en la banca de al frente. 

 

—En este caso, ciertamente lo es —contesté tras una breve meditación—. Como usted dice, es de lo más sencillo. ¿Consideraría impertinente que sometiese a una prueba más severa sus teorías?

 

—Todo lo contrario —me contestó—; con ello me evitaría una segunda dosis de cocaína. Me encantaría ahondar en cualquier problema que usted pudiera someter a mi consideración.

 

—Le he oído decir que es difícil que un hombre use todos los días un objeto cualquiera sin dejar impresa en el mismo su personalidad, hasta el punto de que un observador avanzado sería capaz de leerla. Pues bien: aquí............

 

Sintió un ruido como de algo cayéndose en el suelo. Alzó la vista y vio a la mujer mas hermosa que había visto en su corta –o larga- vida.

Abrió la boca nerviosa como queriendo decir algo pero sólo se escapó su aliento que salió como “humo” por el frío. Desvió la mirada hacía un árbol nada  interesante y mordió su labio inferior. ¿Por qué se ponía tan nerviosa por esa mujer aparentemente un poco más joven que ella?

Quizá estaba cada vez más anti-social y no recordaba como actuar ante tal… belleza. No aguantó la tentación y volvió su vista hacía la banca de al frente y la mujer la estaba mirando fijamente.

Esperen un momento. ¿A ella fijamente por qué? Lo más probable es que atrás de ella estuviera un chico guapo y estuviera mirándolo, aunque no tenía sentido ya que era muy temprano y los chicos guapos casi siempre estaban en el gimnasio o durmiendo a esa hora. Miró hacía atrás y no vio a nadie.

La estaba mirando a ella. Se sacó sus audífonos como esperando que ella dijera algo. Pasaron unos minutos interminables que parecieron horas en un silencio incomodo. No quería decir nada, ella nunca tomaba la “iniciativa”.

Dado los hechos, no encontró nada mejor que mirarla escrutándola muy mal disimuladamente. No parecía ser muy alta, parecía ser blanca pero estaba bronceada por el sol.

Su pelo era largo y con ondas sólo en las puntas, de un color café claro muy lindo. Sus ojos eran del mismo color del cabello, grandes y maquillados perfectamente. Le entró curiosidad de cómo se maquillaban tan bien si ella cuando lo intentaba parecía una mona, por eso nunca lo hacía, a menos que la maquillaran.

Su nariz era recta, y sus labios finos y pequeños. Sus cejas tupidas pero con cada pelo en su lugar. Tenía un flequillo que tapaba un poco su ojo derecho ¿o izquierdo? Y forma del rostro era triangular. Su cuerpo era esbelto pero no pudo fijarse mucho por el frío –iba abrigadísima-. —"Oh, ahora te has vuelto una psicópata que admira a mujeres extrañas". Pensó amargamente.

Era la primera vez que le pasaba eso, nunca le interesaba la gente, y nunca la gente se interesaba en ella. A sus 28 años parecía ser una vieja amargada. Notó que la chica arrugaba el ceño y desvió la mirada avergonzada.

 

 

Gabriela salió temprano de su casa  ya que su prima otra vez estaba teniendo una de sus discusiones con su novio, y la hija de ella estaba plácidamente dormida.

Cuando ella se despertara sabía que la buscaría a ella, por que pareciera que se había encariñado mucho, aunque ella misma sabía que no se comportaba de la mejor forma con ella. A pesar de que apenas tenía 21 años era huraña con los niños.

Fue a sentarse a la plaza que esperaba internamente que estuviera sola y se encontró con la sorpresa que había una muchacha, es decir mujer, sentada leyendo, y parecía concentrada.

No sabía que fuerza extraña la obligó a verla fijamente mientras ella no se diera cuenta. Tenía un pañuelo de un color muy lindo, calipso. Su cabello era casi negro y lacio, no tenía flequillo y estaba cortado en forma recta, no era ni muy largo ni corto. Era blanca y tenía pecas, su nariz –lo poco que podía ver ya que la tapaba esa bufanda salmón chillón que tenía puesta- era torcida y estaba levemente hinchada y roja por el frío. ¿Su boca…? No se lograba ver más.

Notó que estaba vestida con muchos colores, su sweater era morado, su abrigo era azul, sus pantalones eran celestes y sus zapatos… negros. Era lo único negro. 

Al fin se dignó a mirarla y se quedó petrificada. ¿Qué, acaso era muy fea para ella? ¿Tenia cara de loca?. Cerró los ojos un momento relajándose y sintió como una mirada estaba fija en ella. Abrió los ojos y estaba ella mirándola de reojo. Uhmm...tal vez no se peinó bien esta mañana.

Tenía unas ansias extrañas de conocerla, o más bien escuchar su voz. Quería saber si era aguda, o grave. O simplemente melodiosa.

 

¿Divertida con tu libro? Aquella chica saltó de su asiento sorprendida y se quedó mirándola unos momentos antes de responder.

S-Sí, se trata de Sherlock Holmes...  Se calló unos momentos. Su voz era bonita, era como ronquita. Pero ella estaba nerviosa de que alguien le hablara intentando establecer una conversación.¿Por qué estás tan temprano por aquí?  Alexandra era una chica curiosa de naturaleza, nunca dejaría de serlo.

Pues estoy aquí para tomar un poco de aire fresco. Es un lindo día nublado.Sonrió dulcemente al decir esas palabras. La chica del cintillo calipso la miro embobada por su hermosa sonrisa. Por cierto, ¿Cuál es tu nombre?

Mi nombre es Alexandra. Pero puedes decirme Ale, o Alexa… Alexandra estaba tomando confianza con esa mujer. ¡Vaya, le había preguntado su nombre!, ella nunca hubiera tenido el valor de siquiera decirle hola. ¡Es que era tan hermosa…! ¿Cuál será su nombre?. ¿Eloisa, Francisca…? ¡Ya sé quizás sea luz!  ¿Y el tuyo? Preguntó tímidamente. 

Gabriela…  Así que su nombre era Gabriela. No le achuntó. Casi se le escapa una risita que intento disimular, tal ves interpretaba su risa como burla. Me agrada tu nombre. Miró los ojos de Gabriela, eran grandes, los miro de nuevo en un momento eterno  y se perdió en ellos. No eran azules, ni verdes, ni de un color mundialmente bonito. Eran cafés clarito pero aún así eran hermosos, eran llenos de vida, profundos, te llenaban de algo que no sabía decir qué era. 

Gabriela por su parte notaba cambios extraños en su cuerpo. Su corazón palpitaba rápidamente e intentaba controlar el temblor de su labio inferior. Siempre que se ponía nerviosa le pasaba, y no le pasaba desde que tenía 12 años, cuando dio su primer beso.

Lo mejor era fumarse un cigarro que había guardado, ya que en la noche, salió e intento prenderlo, pero llovía tanto que se mojó entero y casi se rompe. Era el último y no tenía mucho dinero para comprarse muchas cajetillas.  Metió su mano en su bolsillo y lo prendió en un movimiento rápido. Parecía estar acostumbrada a ello.

  Alexandra no perdió de vista ninguno de sus gestos. Arrugó la nariz con desaprobación. Odiaba el cigarro, creía que te hacía dependiente de algo tan estúpido que a la larga te mataría. Odiaba ser dependiente de algo. Lo odiaba. Sin embargo le pareció sexy como fumaba Gabriela. ¿Cuántos años tendrá? Parecía una niñita con ese rostro aniñado.

Es malo fumar. Te matará en unos años, además tiene un olor desagradable… Era muy tarde para detener sus palabras. —"Pero te hace ver muy sexy". Pensó Alexandra intentando no sonrojarse, fallando. ¿Cuántos años tienes? ¿Tienes edad para fumar acaso? Su tono ahora era frío y algo mandón, un poco o muy desagradable para Gabriela. Detestaba esos “tonitos”. Y más se molestó cuando escucho esa insinuación.

 

¡Ella tenía 21 años! ¡Por dios, no tenía 15!. ¡No era justo, no era su culpa que ella tuviera unos 30 años!.

Tengo 21 años. Se mordió la lengua para evitar decir algo hiriente, aún así sonó bastante dura.¿Y tú? ¿Acaso tienes 35 años? Sabía que no tenía esa edad, no pasaba de los 30 pero quiso herirla un poco, por su molestoso comentario. Vio como arrugaba la nariz con desaprobación y molestia.

No sabía si reírse o llorar por ese comentario. ¿Tan vieja se veía? Se le fueron todas las ilusiones con ella. TODAS. Pensaba que ella era distinta y podrían haber sido amigas… o quizás algo más. –Sacó esos pensamientos extraños de su cabeza rápidamente.- Pero nadie sería amiga de una vieja. Nadie sería amiga de una vieja fea y amargada.

 

No… tengo 28… Dijo en voz excesivamente baja y lenta Alexandra.

Gabriela se quedó callada, sabía que era muchísimo peor que piensen que tengas más edad a que piensen que tienes más. Sabía que lo había cagado. –No sé por que me importa tanto ella…- Un silencio incomodo apareció entre las dos que se vio interrumpido por un grito de una niñita que no pasaba de los 5 años.

¡Mamáaa Gabrielaa! ¿Estás por aquí? Alexandra quedó ahora si que estupefacta y sintió como su mundo se le venía encima ¿Por qué se ilusionó con esa extraña? Era tan bonita, obviamente tenía novio, hijos, familia…. Aunque apenas tuviera 21 años. Se mordió fuertemente los labios. No importaba. Sólo eran extrañas.

Gabriela se paró rápidamente y la ignoró. Sintió eso como otra puñalada. Alexandra se paró y tuvo la intención de irse.

¿Qué pasa cariño? ¿Has salido sola? Gabriela la tomó en brazos. Es que… Papá y Mamá pelean mucho y me dio miedo, fui a buscarte y no estabas. Así que salí a buscarte por qué pensé que estabas dando un paseo como los que damos las dos. La pequeña parecía tener ganas de llorar. Gabriela la abrazó y le acarició la cabeza tiernamente. Alexandra miró la escena confundida ¿Por qué la llamó Mamá si hablaba como si tuviera otros padres?. Gabriela notó la presencia de ella de  repente.

Ella es hija de mi prima, es como mi hija también, me llama Mamá por que es a mi quién ve siempre, su Madre y su Padre siempre están ocupados. Fue un poco cortante, pero no quería decirle toda su vida tampoco. Después de todo eran unas desconocidas.

Izzy, puedes irte a casa sola, está a solo cinco minutos después de todo. Tengo que hacer algo. ¿Sí mi pequeña? Ale se estremeció al escuchar “mi pequeña” y fantaseó que se lo decía a ella.

Le extrañó que dijera eso de que tenía que hacer algo. Cuando la pequeña se fue corriendo hacía su casa Gabriela se giró con una mirada extraña.  Se acercó lentamente, y quedó tan cerca que se mezclaban nuestros alientos. Ella era un poco mas alta que Ale, así que Ale miraba hacía arriba expectante.

Sé que querías esto desde el principio, y sé que yo también. Alexandra estaba quieta y cuando sintió que se acercaba no la rechazó, no se alejó como Gabriela esperaba. Cerró los ojos en cuanto sus labios hicieron contacto con los de ella. No respondió a primera instancia, pero segundos después respondió el beso tímidamente. La verdad es que ¡Se le había olvidado como hacerlo, hace como seis meses no lo hacía...!  Una sensación electrizante llenó a las dos, y Gabriela acarició la nuca de Alexandra y eso bastó para relajarla completamente. Juntaron sus cuerpos y Alexandra tomó la cintura de Gabriela fuertemente. Era el beso más loco que habían tenido, y en el caso de ambas el primero con una mujer. Era extraño, pero no era asco lo que sentían. Mas nunca habían sentido eso en beso. Por la falta de aire tuvieron que separarse.

¿Por qué….?Dijo Alexandra pero no alcanzó a formular la pregunta.

Cigarro mojado…Susurró Gabriela en los labios de Alexandra. Alexandra le pareció extraño ese término.

¿Qué cosa…?Ambas temían que se rompiera el encanto del beso y del momento hablando.

Eres como un cigarro mojado, cuando el cigarro se moja no sirve. No se puede fumar, algunos impacientes, o quizá casi todos lo tirarían. Pero personas como yo lo guardan, con cuidado que no se rompa. Esperan al otro día y lo fuman. Creo que así eres. Por supuesto que si no lo fumas al otro día tal ves el “encanto del cigarro” se puede perder. Por eso te besé, por que no podía esperar. Y  ha sido un beso bastante… agradable— –"por no decir hermoso"-.

Alexandra estaba estupefacta, tanto que no se dio cuenta que su libro, y su bolso estaba en el suelo y tampoco le importaba. Sólo le importaba esa mujer, la mujer mas linda que había visto.

Cada una se fue a sus respectivas casas, con los labios cosquilleando. No olvidaron ese beso, y quisieron encontrarse de nuevo. Casualidad del destino, Alexandra siempre iba en la mañana y Gabriela siempre en la tarde. No se encontraron después de tres semanas largas en que ambas pensaron que la otra se había olvidado de la otra, estaban muy equivocadas.

Alexandra nunca le molestó la soledad, pero ahora la sentía y le molestaba más que nunca. A Gabriela nunca le importó estar con personas sin sentir amor, pero ahora le importaba más que nunca. Se encontraron y no se volvieron a separar jamás.

 

Muy pocas veces encuentras a una persona que amas, muy pocas veces. Por eso, si la encuentras, nunca olvides de no dejarla ir nunca.

 

¿Qué importaba que ambas fueran mujeres? ¿Qué importaba que ambas fueran muy diferentes?

 

 

Lo único que importaba era ese cosquilleo en los labios, esa caricia que parecía fuego, esos susurros melodiosos, esas miradas expectantes, esa danza de lenguas única, ese roce tan extasiante que sólo provocaba ella.

 

Ahora, agradecía nunca haber hecho caso a sus amigos. Por que la conoció a ella. Al amor de su vida. 

 

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado ^^, yo disfruté mucho al escribirlo. Besos,gracias por leer. Dan ganas de hacer una continuación, pero quizá haga un drabble de ellas. 


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