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Eviterno por chibiichigo

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Naruto=no mío. 

Notas del capitulo:

 Tralala, se me olvidó que hoy era el cumpleaños de mi gruñón favorito. Pero aquí remedio el error (y al rato traigo un ItaSasu). 

 

Saludos

Eviterno

Por: chibiichigo

 

Eviterno.

Había leído esa palabra en el diccionario no mucho tiempo atrás. Significaba que tenía principio, pero no final. O algo así. A decir verdad, tampoco le había puesto mucha atención. Sonaba lo suficientemente bien como para utilizarla de vez en cuando en alguna plática con su suegro y dejar de parecer el inútil extranjero que no comprendía absolutamente nada de la vida.

Lo tendría en cuenta para el futuro, sí, presente para cualquier arrebato de intelectualidad. Sacó un lápiz del escritorio y, lo apuntó en su agenda. Así no lo perdería, pero tampoco tendría que utilizarla fútilmente.

Se desperezó y se levantó del asiento. Era todavía temprano y sus labores no podían comenzar sin un buen y revitalizante café, mucho menos si lo que planeaba era ponerse a escribir su nueva historia antes de las doce. Se encaminó a la cocina, aunque manteniendo todavía la vista fija en la mesa donde tenía todos sus apuntes. Estaba bastante desordenada para su gusto, pero eso podía esperar hasta que bebiera su combustible matutino.

—Ya me voy— farfulló su novio desde la puerta, y sin dar tiempo a ninguna contestación, se marchó.

Gaara frunció el ceño con un poco de inquietud. Desde el día anterior, Sasuke había tenido un humor de los mil demonios… Pero, que ni siquiera lo saludara esa mañana había sido el colmo. Se había limitado a gruñir y a darle un cariñoso: Jódete y déjame tranquilo, Rojo antes de meterse a la ducha. El carmesí se encogió de hombros. Así era el Uchiha del mal, raro de cojones.

Volvió al estudio con la humeante taza en las manos. Tenía que ponerse a trabajar para que su editora no lo hostigase vía telefónica, o presencial. ¿Cuándo era su fecha de entrega, por cierto? Buscó su calendario, que estaba revuelto entre todos los demás árboles triturados del mueble.

Cuando finalmente lo encontró, pasó la mirada distraídamente por los números antes de reparar en un enorme círculo rojo señalando el día 23. ¿Acaso su fecha de entrega era hoy? No… siguió y vio una pequeña marca el día 31. Sí, ése era el día en que tenía que entregar, por lo menos, el primer borrador de la novela. Se detuvo un momento a pensar por qué tenía el bendito día 23 circulado…

—Joder— la respuesta le cayó como un balde de agua fría. Era el cumpleaños de Sasuke… y era hoy… y, en apariencia, era importante—. Maldita sea.

Se levantó de la silla tan pronto como pudo. Tenía que solucionar la situación tan pronto como le fuese posible, y encontrarle algún regalo. No podía dejar que se enterara de que había pasado su cumpleaños por alto.

Le compraría un traje de buzo. No, era demasiado inútil… y quizás fuese alérgico al látex. Le compraría un caballo. No, los animales dan casi el mismo asco que los niños.  Le compraría… algo.

Estaba completamente perdido en el mar de sus pensamientos. No sabía qué darle, y no creía que llegase a ser importante, de cualquier manera. Era patético que ni por ser su pareja tuviese una miserable idea de qué le gustaría. Pero, en su defensa, él no era la clase de hombres que hacía regalos. La que se encargaba de ellos era

—Temari, te veo en el Centro Comercial en quince minutos.

 

—Vaya, así que olvidaste el cumpleaños de tu novio— la risilla burlona que salía de los labios de la rubia cada vez que lo recordaba, generaba en él unas ganas indescriptibles de enterrarle una daga envenenada en el corazón. ¿Qué no era normal tener esa clase de despistes?, por lo menos Shikamaru los tenía cada año en su aniversario de bodas, y eso le constaba.

Se decantó por la opción de callar su mala leche, todavía necesitaba de los valiosos servicios de esa mujer, que presumía compartir lazos sanguíneos con él, y matarla en público no era tan buena idea como parecía. Incluso si la acusaba de bruja y prometía una hoguera en la plaza pública.

—¿Qué se te ocurre que podamos comprarle?— preguntó el pelirrojo. Se estaba poniendo de mal humor al ver a toda la gente desplazándose a su alrededor. ¿Qué no conocían la definición de “espacio vital”? Por eso odiaba los lugares públicos.

—¿Zapatos?

—No, es muy meticuloso, por no decir insoportable, para comprar zapatos. De hecho, lo es para toda la ropa…

—¿Alguna loción? — la astuta Temari había pensado ya en varias alternativas.

—Detesto el olor que despiden esas porquerías, y me rehúso a comprarle algo que tiene meados de conejo. Es antihigiénico.

—¿Disco?

—Odia la música, además que se vería vulgar el darle eso solamente, ¿o no? Podría darle boletos para un concierto, pero todavía no se presenta nadie a quien quiera ir a ver… si no es que ya murieron todos. ¿Crees que The Beatles dé un concierto por la zona pronto?

La cara de la de coletas era un poema. Sabía cuán extravagante era su cuñado—por algo era pareja de su emocionalmente inestable hermano— pero jamás pensó que comprarle un regalo fuese tan complicado. Además, ¿The Beatles? Quizás no era tan buena idea decirle a Gaara que sólo quedaban dos miembros vivos…

—Entonces, le daremos un reloj. Le será útil.

El pelirrojo abrió la boca para replicar algo, pero se dio cuenta de que no tenía nada en contra. Se veía bien, costaba mucho dinero—y eso en el idioma Uchiha era directamente proporcional al amor— y no implicaba desechos animales ni problemas de talla. Además, con lo patológicamente obsesivo que era Sasuke con la hora, se ahorrarían millones en medicamento para la tortícolis por estar mirando los relojes de pared cada diez segundos. En resumen: era una buena idea.

—Pues, vamos. No  tienes la cabeza tan llena de estiércol como yo pensé— le generó lo que, él creía, era un cumplido.

 

 

Llamó a uno de los mejores restaurantes de la ciudad, que, según decían, tenía una hermosa vista al lago y un menú digno de reyes. Pero, más importante, era el único que hacía reservaciones con cuatro horas de anticipo. Esperaba que al bastardo le gustara, si no, lo mataba. Y, en el lado amable de matarlo, estaba que no tendría que preocuparse de nuevo por circular las fechas en su calendario. La idea era peligrosamente tentadora.

Se acicaló y se preparó para la cena. Sólo faltaba que su novio llegara para poder irse. Mientras, escribiría las cosas que tenía pendientes.

 

 

—Maldito Uchiha de mierda, tengo una reservación para dos a las ocho y son siete con treinta, ¿dónde coño estás? —habló dulcemente al que estaba del otro lado de la línea.

—Voy en camino—sonaba todavía de peor humor que por la mañana.

 

 

Cuando llegó a la casa, lo primero que hizo fue desabotonarse la camisa y dejar botada la corbata. No quería saber nada más del mundo, hasta que el sol volviese a salir y faltara mucho para su próximo aniversario de nacimiento.

—¿Sabes?—le dijo a Gaara— cada año, mi deseo de cumpleaños es que el día 23 de julio salga del calendario…

El carmesí frunció el ceño, sin comprender nada.

—Estoy seguro de que podrás quejarte en el auto, mientras yo encuentro el botón de velocidad supersónica para llegar a tiempo al restaurante— dijo, lanzándole la corbata en la cara al moreno, que parecía totalmente dispuesto a desnudarse a media sala. Aunque, no era que la perspectiva  disgustase demasiado…

—No quiero ir, Rojo. Este día es asqueroso en todos los sentidos… No te quiero decir cuánto pastel tuve que comer hoy. Creo que perdí la cuenta a la cuarta rebanada. Y los abrazos… todos se restregaban en mí, incluso gente a la que no conozco tan bien como para permitirle que me dé sus gérmenes… ¡Asco!

Un fugaz momento de empatía se dibujó en el rostro de Gaara. Él también odiaba su cumpleaños por los mismos motivos. Se compadeció de él durante un par de segundos, antes de recordar que había dejado el increíble regalo de Sasuke en la cama.

—Ven, idiota, si no quieres salir, por lo menos te daré t obsequio.

Lo condujo al cuarto, a sabiendas de que todavía podía hacer algo para mejorar el día de los contactos físicos no deseados y los buenos deseos que nadie sentía. El azabache lo tomó por la cintura y empezó a besarle el cuello con vehemencia, mientras metía mano en sus calzoncillos. Pero no, se negaba a tener sexo con Sasuke Uchiha antes de que abriera el obsequio que tanto trabajo le había costado obtener.

—Toma— le aventó la caja, alejándose de él.

—¿Qué es? —preguntó el moreno, agitándola. Le dio un par de vueltas, intentando descubrir lo que se escondía detrás del cartón.

—Es más fácil que la abras a que la agites…

 Cuando Sasuke le obedeció, se quedó estático. Y una sonrisa de satisfacción se pintó en su rostro.

—¿Cómo sabías que…?

—No te emociones, campeón, no lo sabía. Iba a comprarte un reloj, pero pasé por la tienda de artículos sexuales y decidí que podíamos divertirnos juntos.

La lujuriosa sonrisa de ambos no se hizo esperar. Ambos sabían que no todo de los cumpleaños era tan asqueroso como ser restregado en el sudor de muchas personas, ni sofocado por pares de brazos de desconocidos… También implicaba mezclar sus sudores y ahogarse entre caricias, fetiches y uno que otro vibrador.

Notas finales:

Se llama Eviterno porque a) me gustó la palabra y b) porque los cumpleaños son un proceso que empieza cuando naces, pero tú nunca le ves el final (porque mueres)

 

En fin... espero que lo disfrutasen. Y por favor, dejen comentarios. 


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