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¡Quiero un bebé! por chibiichigo

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Notas del capitulo:

Chic@s guapos, heme aquí. Y, conmigo, el nuevo capítulo del fic. Espero que les guste por lo menos la mitad de lo que a mí me gusta escribirlo. 

Espero que esto les alegre un poco lo que queda de miércoles (el ombligo de la semana) y piensen que cada día estamos más cerca del viernes :D 

 

 

Capítulo 2. Ensayo y error

 

Sasuke no salía de su asombro cuando, un mes después, Naruto seguía visitando páginas de adopción y viendo folletos. Le parecía extraño que no se hubiese aburrido, como lo había hecho con sus anteriores caprichos. Cuando se le ocurrió inmiscuirse con la fontanería, dejó la casa hecha un desastre, con tantas fugas que parecía que llovía más que en la selva tropical. Lo mismo cuando se le ocurrió meterse a artes marciales para ser un arma mortal, cuando no llegó ni a la tercera clase argumentando que le dolía el cuerpo y que sólo lo hacían dar vueltas. Y, de cuando se procuró unas clases de cocina… bueno, eso había terminado con un hospital y diagnóstico de intoxicación alimentaria. Por eso, había asumido que pronto se le pasaría el gusto; Naruto se aburría con tanta facilidad que  era predecible.

—Deberías hablar con él—le aconsejó Gaara, su mejor amigo, mientras se tomaban una copa.

Pero no, hablar con el Uzumaki no era una opción viable. Nunca pasaba nada bueno cuando intentaba meter a colación el tema, sino que volaban un sinfín de panfletos y de formularios que le obligaba a llenar.

—Debería comprarle una mascota… Un pez.

—Quizás sólo deberías hacer que se interesara por otra cosa… ¿Mampostería o macramé? —sugirió el pelirrojo, mirando distraído su copa. No le resultaba particularmente interesante lo que pudiese distraer tanto al novio de su amigo como para olvidar de su insano deseo de ser padre. Si por él fuese, podía arrancarle los órganos a mordidas a alguien…

—Gaara, eres un genio— el otro parecía estar viendo la anhelada luz al final del túnel.

—Lo sé…

 

 

Intentó disuadir a su pareja de la idea antes de que las cosas fuesen demasiado lejos. Sabía, porque no era tonto, que obtener la custodia de un niño en tiempos tan polémicos era esencialmente imposible, pero Naruto jamás asimilaría eso con tanto temple como él. El rubio todavía no se había hecho a la idea de que vivía en un país de costumbres, donde todo lo nuevo o diferente era castigado sin tener previa consideración.

Y ellos eran diferentes se viese por donde se viese.

Esperaba, con lo poco que quedaba de su corazón negro, que no aquella realidad no lastimara a su novio. Naruto podía parecer fuerte, pero jamás había sido bueno para asumir situaciones así. Por eso se preocupaba más cuando el tiempo corría y él no desistía de su loca idea.

—Mañana tengo una cita con una trabajadora social, ¿irás conmigo?

—Tsk, no lo sé. Tengo cosas por hacer en la oficina, y a Gaara no le agradaría que lo dejase solo.

El trigueño infló los mofletes con hastío.

—Era de imaginarse. Nunca colaboras con nada, cabrón de porquería— se dio la vuelta, con exagerada indignación.

El moreno enarcó una ceja, no podía creer que estuviesen cayendo en esta clase de infantilismos. Pero sabía que no era conveniente tener irritado al de ojos claros, esencialmente porque estaba empezando a echar de menos las noches de sexo bestial y duro que le proporcionaba. Sí, era ruin, sí, era cruel; pero, sí, era un motivo real.

—Está bien…—habló sin estar realmente convencido. Pero, bueno, por lo menos de ese modo estaría seguro de que su pareja no hablaría de más o haría algo estúpido frente a la dichosa mujer.

—¿Ves? No puedes resistirte a mí— Naruto habló con suficiencia, niñada que no pasó desapercibida por el Uchiha, que miró hacia su bragueta y negó con la cabeza lentamente. Seguro tendría que ir con algún terapeuta sexual… o de putas.  Pero, era la última vez que cedía, lo juraba.

 

 

El restaurante estaba situado en el centro social de la ciudad, sitio que Sasuke conocía muy bien, y que se había encargado que Naruto conociese. Era de esos lugares donde acudían altos directivos, o gente lo suficientemente snob como para pagar precios exorbitantes por una cantidad demasiado pequeña de alimentos. Uno de esos sitios donde era probable encontrar a…

—Pero, mira lo que  trajo el gato—escucharon una voz femenina detrás de ellos.

El Uzumaki volteó rápidamente, de tan nervioso que estaba por el encuentro, mientras que el Uchiha respiraba profundo e intentaba contar hasta quince millones.

—Karin— dijo el moreno, tomando noción de lo inverosímil de lo que ocurría.

—Oh, Sasuke, hace tanto que no te veía. Desde la secundaria, si no me equivoco— la sonrisa de la de cabello rojo no cabía en su rostro, a la postre que sus gafas trasminaban una efusividad desbordante—Y, cuéntame, ¿qué ha sido de ti? ¿te casaste, tienes familia, estás soltero?

El retintín que utilizó al mencionar la última palabra, alargándola innecesariamente, hizo que Naruto carraspeara, molesto.

—Pues, desde el punto de vista legal estoy soltero—la sonrisa de la mujer era tan amplia que se le veían las muelas—, pero vivo con alguien. Mira, él es mi pareja, Naruto.

La cara de satisfacción de Karin transmutó rápidamente en una mezcla de frustración, odio y recelo, que se mostró en una desagradablemente melosa sonrisa.

—Naruto Uzumaki, he de suponer.

El aludido asintió, mientras se asía al brazo de Sasuke con suficiente fuerza como para dejar claro que era suyo, total  y completamente. No permitiría que se le olvidara a esa mujer vestida de sastre.

—¿Qué tal?  Soy la representante del centro de adopción—le tendió la mano con entusiasmo y agregó con un agudo, casi histérico—¡Pero qué pequeño es el mundo!

“Tan pequeño que da nauseas” —pensó el de cabello negro mientras lo guiaban a la mesa reservada.

¿Cómo era posible que, de entre todas las personas del mundo, la que tuviese que atender el caso de obstinación ciega de su novio fuese, precisamente, una antigua compañera del colegio, que, en honor a la verdad, intentado engatusar durante años? Algo fallaba en el mundo, y era un fallo gordo.

—Bien, cuéntenme de ustedes—se acomodó las gafas, en un intento de recuperar el profesionalismo, la morena. Por supuesto, su mirada estaba fija en el Uchiha. Lo examinaba como una fiera ve a un indefenso venadito—¿Qué los orilló a buscar la adopción?

—Bueno, primero que nada—habló el irritado trigueño—mi novio y yo, queremos ser padres ¿no es así, mi vida?— habló con exagerado afecto, a lo que el otro sólo pudo asentir— Creemos que le podemos dar muchas cosas a un bebé y además de la oportunidad de tener una familia.

—Ya veo—el hartazgo se trasminó por la voz de la mujer, que volvió la vista al rubio y le dedicó una mirada rápida—¿Qué es, exactamente, lo que puedes darle a un niño?

El Uchiha miró con odio profundo a la de anteojos, esperando que Naruto no se hubiese percatado del lascivo tono que había empleado. Lo único que faltaba era que montaran jaleo en el sitio para acaparar las miradas de los presentes.

 —Pues, podemos ofrecerles un buen nivel económico, educación, estabilidad emocional, ya que Sasuke y yo nos amamos mucho y planeamosvivirelrestodenuestrasvidasjuntos—lo último fue dicho tan rápido, que sonó más a un idioma inventado, como parsel, en vez de algo humano.

—Entonces, ¿dices que son solteros?

Un mesero llegó, marcando una tregua en la lucha sin cuartel que acababa de establecerse. El ébano lo agradeció en silencio, pensando que se pudieron haber sacado los ojos si no aparecía pronto la comida. No podía creer que estuviese viviendo su pequeño infierno personal en ese mal venido momento… A menos que en su vida anterior hubiese sido el mismo Adolph Hitler, no veía qué merecía semejante suplicio.

Comieron tranquilamente. Karin parecía más dispuesta a revivir los años de colegio del moreno (para excluir a su molesto novio de la conversación) que a prestarle atención al álgido tema de la adopción. Naruto sufría demasiado intentando recordar todas las reglas de etiqueta para no magullar más la impresión que la ex–compañera de su pareja se estaba formando de él. Necesitaba verse lo suficientemente normal como para que accediera a llevar el proceso. Era lo único que deseaba…

—Pues, bien señor Uzumaki, Sasuke—una miradita picarona se le escapó

“Pérfida” — la palabra se dibujó en el rostro del de las marcas. ¿Qué no era suficientemente obvio que Sasuke era homosexual? Digo, que estaba con él…

—No les mentiré—de nuevo, el tono profesional causó impresión en la pareja. Era como si de un momento a otro, la mujer hubiese cambiado radicalmente— su caso es complicado. Mucho, si cabe aclarar. El tema de la adopción homo-parental es un tema muy álgido que está generando inconformidad en los sectores más conservadores.

Sasuke asintió.

Su propio padre era de ese sector de la política, no era como que desconociese sus puntos de vista o sus métodos subrepticios de marginación al sector LGBT (lésbico-gay-bisexual-transexual). Por supuesto, era de las cosas que no le diría expresamente a Naruto, sabía lo susceptible que le ponía el tema de la desigualdad y la discriminación. Él, claro estaba, se lo tomaba con muchísima más calma, siempre procurando no se radical en sus reacciones; finalmente, su preferencia sexual era mal vista por los conservadores que lo veían antinatural, polemizada innecesariamente por la izquierda y mal entendida por los preceptos morales. En resumen: aunque él no se sintiera así, era visto como un monstruo pervertidor de menores.

—Pero, ¿es posible? Es decir, ¿sí nos pueden dar un bebé? —la voz del rubio dejaba ver lo ansioso y exaltado que se encontraba. No era que no supiese que los veían mal, pero él no tenía nada de raro. Era como cualquier otro…

—Eso no lo sé, tendríamos que hacer una investigación. Desgraciadamente, no sé si la agencia en la que trabajo se quiera arriesgar a perder prestigio y favores por inmiscuirse en esto— sonaba tan sincera como nadie—pero, veré qué puedo hacer…

Aquella frase de cierre le sonó al moreno como caso perdido. Él sabía que no se los darían. Incluso si Karin cumplía su palabra, no podía mover los hilos de las leyes a su conveniencia. Era un engranaje más para el funcionamiento de la empresa de adopción. Sin embargo, guardó un silencio solemne e hizo un gesto de agradecimiento.

 

 

Acababan de salir del lugar y estaban esperando el auto del de mechones oscuros.

—¡Qué pesada! — exclamó, imitando las acciones de Karin.

Sasuke soltó una soberbia risilla; no habría esperado que su novio fuese tan celoso como para sentirse amenazado por una mujer. Era tan irreal, pero a la vez tan tangible, que no pudo más que percibir una punzada de orgullo en su pecho.

—Y tú—su voz fue subiendo de tono—, ¡tú no le decías nada! Dejaste que te coqueteara de la manera más descarada sin hacer nada al respecto, adicto al sexo.

—Es que pensé que si hacía algo, me orinarías—la respuesta, tan soez como permeada en crítica, salió con facilidad de los labios del más alto, que ya en esos momentos se disponía a abordar el auto por el lado del conductor.

El más pequeño crispó los puños, intentando rebatirle, pero no se le ocurría nada lo suficientemente ingenioso. Odiaba perder en esos encontronazos verbales. Optó por cambiar el tema y retomar lo verdaderamente importante.

—Espero que, por lo menos nos ayude como dice— sonaba esperanzado, al mismo tiempo que pretendía reprocharlo. Se abrochó el cinturón de seguridad.

—Yo igual, pero— el Uchiha tamborileó el volante con las yemas de los dedos. No estaba seguro si lo mejor era preparar el terreno o quedarse callado—…bueno, no me gustaría que tuvieses las expectativas muy altas.

El trigueño lo miró con inconformidad, como si el mal humor le hubiese poseído. Ya no era por el asunto de Karin, sino porque el punto más delicado se había abierto como la caja de Pandora.                                   

—No seas pesimista—rezongó el copiloto, cruzándose de brazos y viendo a través de la ventana.

—No es eso, es que… ¡Agh! Es complicado.

La impotencia se marcó en la mandíbula apretada del moreno, que empezó a subir la velocidad del auto desmesuradamente. Quería explicarle la situación tan adversa en la que se estaba metiendo, los problemas políticos y sociales que saldrían a relucir… Pero no lo hizo. No quería ser él quien rompiera su burbuja de ilusión tan pronto, su ímpetu. Lo mejor era que esperara, que se le bajaran las ansias de paternidad por sí solo. Finalmente,  el tener un bebé estaba, más que fuera de sus ideales en la vida, fuera de toda posibilidad real; eufemismo que, tuvo que reconocer, su ex–compañera había planteado con suma delicadeza.

 

 

Mientras que durante la semana Naruto lucía más y más dispuesto a sacar el tema a colación, Sasuke parecía más dispuesto a rehuirle. No se sentía lo suficientemente cruel como para darle alas a su novio y para luego arrancárselas, pero tampoco quería que aquello se volviera una aspereza.

—Oye, Sasuke-teme, ¿preferirías una niña o un niño?

—Un niño. No toleraría tener que lidiar con la rareza de una mujer, en especial una vez que entran a la adolescencia y no están a gusto ni con el color del cielo. ¿Te gustaría ir hoy a cenar con Gaara y Shikamaru?

En realidad, esperaba fervientemente que aquellos radicales cambios de tema pasaran desapercibidos, pero ni Naruto tenía retraso mental, ni estaba lo suficientemente abstraído con la situación.

—¿Qué te pasa?— preguntó, con un poco de recelo. Sabía que su novio no era realmente partidario de la situación que estaban viviendo, pero desde la primera pelea que habían tenido, ninguno había vuelto a poner especial énfasis en el tema. Además, él era quien había estado de acuerdo con apoyarlo e involucrarse.

—Nada—el más alto bufó, pero al ver la mirada insistente del otro optó por ceder—, no quiero que te entusiasmes antes de que nos den la resolución. Es todo.

El trigueño se quedó en silencio, algo bastante raro en él, si cabía la aclaración. Intentó comprender a Sasuke, entender qué pensaba el cerebro debajo de su mata negra, pero no lo consiguió. En cambio, pensó en cuánto le gustaría percibir más apoyo por su parte, que se interesara y deseara lo mismo que él. Le frustraba que no entendiera lo importante que le resultaba tener un hijo, ya no solamente por obtener la aprobación de sus suegros—que, en cierta medida eran como una extraña alegoría de los padres que él no había tenido—, sino porque en verdad quería otorgarle a un niño la posibilidad que a él le había sido negada.

Atribuyó a eso último el hecho de que Sasuke y él fueran tan discordantes en ese aspecto. Él había  estado sujeto a los mimos de su madre y a las atenciones de toda su familia; había dormido siempre entre rosas y desde niño había vivido lo mejor, todos los lujos. Jamás había tenido que pasar hambre o frío, ni había estado aterrorizado por lo que pasaría el día de mañana, por los abusos de los otros niños o la falta de atención que le tenían las encargadas. Mientras que su novio había crecido como príncipe, él había tenido qué pelear por lo suyo, por ganarse un lugar.

—Dile a Gaara y a Shikamaru que los veremos a las ocho— le dedicó una débil sonrisa. Sabía que no pasaría desapercibida su tristeza, pero procuraría maquillarla lo más posible. Finalmente, Sasuke no tenía la culpa por no comprender que la orfandad era algo que no se le podía desear a nadie, y que no saber quiénes eran tus padres, y vivir con la ilusión de que alguna vez te habían amado, o que volverían a llevarte con ellos era más insoportable que ninguna otra cosa.

Salió de la habitación. No quería seguir rememorando cosas que se había prometido dejar en el pasado. Él era fuerte, fuerte por sí mismo y para Sasuke; no necesitaba de recuerdos tan turbios como para mantenerse en pie.

 

 

El teléfono sonó poco después de la comida, minutos antes de que Sasuke volviese a la oficina.

—¿Quién será?— se preguntó, al notar en el identificador de llamadas un número que no había visto antes. Tal vez serían esas encuestas telefónicas, de esas que te toman toda la vida responder. Dudó si tomar la llamada.

—Vamos, ¿qué diablos esperas? Contesta. Pueden ser de la agencia de adopción—antes de terminar la frase, Naruto ya le había arrebatado el teléfono— ¿Quién es?...Ajá, sí, ajá…Claro.

Mediante gestos, le indicó a Sasuke que su suposición había sido correcta. Sí se estaban comunicando desde el centro de adopción, enlazarían a Karin en unos segundos. El rubio no podía ser más feliz. Puso el altavoz, impaciente.

—Te lo dije, van a ayudarnos—sonrió con confianza.

El moreno se encontraba azorado. Nunca se le habría pasado por la cabeza que todo el asunto fuese tan rápido, en especial cuando esas cosas tardaban meses en definirse.

—Tal vez sólo quieran pedirnos datos, o que llevemos algunos documentos.

Pero los zafiros estaban clavados en el aparato, que sonaba con musiquilla de elevador. Pronto, la voz de Karin llenó la estancia.

—¿Qué ocurre? — preguntó seco el Uchiha, desconfiando al instante. Algo le olía rancio y no podía dejarlo pasar.

—Oh, Sasuke, me da tanta pena. La agencia no quiere verse involucrada en todo esto— la voz de la pelirroja sonaba lastimera—De verdad hice todo lo que me fue posible, pero no quieren hacerse escándalo. Dicen que ayudar a una pareja de homosexuales a conseguir un niño es totalmente reprobable porque no son aptos. Creen que lo pueden pervertir de alguna manera. De verdad lo siento mucho, me habría gustado hacer más por ti, pero no puedo. Lo siento, de verdad lo siento.

—Está bien. Adiós.

Colgó.

Había dejado los oscuros  orbes clavados en el teléfono. Pese a que no le sorprendía la reacción, el enojo estaba carcomiéndole por dentro, ¿cómo era posible que fuesen tan retrógrados para pensar que una pareja del mismo sexo, sana, sin más vicio que el trabajo, pudiese pervertir a un niño.

Miró a Naruto. Sabía que él estaría mal, muy mal, pero yacía ahí, demasiado perplejo como para emitir el más mínimo sonido. Las lágrimas bajaban por sus mejillas, silenciosas, lúgubres.

—Tranquilo, todo saldrá bien— habló por lo bajo. Quería que lo escuchara, que le entendiera. No quería verlo llorar… Y se odió a sí mismo por no haber visto antes que aquello que inició como un capricho no lo era más. Ahora era importante.

—¿Por qué no creen que somos aptos de cuidar a un niño? —la voz de Naruto le recordó a un pizarrón al que se le pasan las uñas por encima. Estaba destrozado, devastado como nadie podía estarlo— ¿Es sólo porque somos homosexuales? Pensé que seríamos buenos padres, que le daríamos amor a ese niño…

—Y, se lo daremos—respondió Sasuke, conciliador. El hoyo en la boca de su estómago crecía cada vez más. Le estaban dando nauseas. Jamás creyó ver al Uzumaki así. Le dolía más que un puñal en el pecho.

—No, déjalo. Tenías razón, Sasuke, todo el tiempo la tuviste—empezó a andar hacia la planta alta, donde estaba su habitación. No quería escuchar, no podía creer lo que estaba pasando. ¿De verdad alguien se estaba negando a darle un hijo sólo por su preferencia sexual? ¿Era posible que alguien tuviera tan poco corazón como para negarle a un niño la posibilidad de conocer una familia? ¡Joder, y él que habría dado todo por tener padres y la vida se lo había negado, ahora se encontraba también imposibilitado para tener hijos!

La vida no era justa, y menos para él.

Se hizo un ovillo y se tiró en la cama. Había tenido tanta ilusión de llenar esa silenciosa casa de más vida que la que le imprimían Sasuke y él. Sasuke, él, que siempre había tenido razón, que había sabido lo que pasaría desde antes que sucediese, ¡necio de él por no escucharlo!

 

 

El Uchiha se sintió, por primera vez en su vida, impotente de verdad. Quería  hacer algo, lo necesitaba. Ya no era porque quisiese o no un tercer humano en la casa, sino porque la sola idea de ver a Naruto triste le resultaba insoportable. Él era toda su alegría… y, si quería un bebé, él se lo conseguiría. No le importaba cómo, ni qué hilos hubiese que mover. Sería padre. Le daría un hijo a su novio así tuviese que robárselo a una madre pariendo.

Estaba iracundo. Primero, le habían dicho que no era recomendable para tener a un niño porque su preferencia sexual denotaba una rancia calidad moral, así como si él fuera un maldito pederasta, mientas que en las iglesias del mundo, el modelo de perfección que daba la letanía, violaba a los acólitos en la mesa del altar. Así de prostituido estaba el mundo, así de intolerante y de absurdo frente a lo más natural.  Pero, él haría lo que pudiese. Adoptaría a un Uchiha nuevo…

Sacó el móvil de su bolsillo.

—Hyuuga, tengo un trabajo para ti…

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado lo suficiente como para hacerme acreedora a un comentario de su parte. Así como me apoyaron y me invitaron a continuar con este proyecto medio raro...

Recuerden que odio el parasitismo, así que creo que si yo invierto horas en su entretenimiento, ustedes pueden dedicarme 30 segundos en un comentario ¿estamos?

Saludos y gracias por leer,

c.

 

Nota: Para más info. pueden ir a mi LJ


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