Resaca
Por: chibiichigo
Le dolía la cabeza; no, no le dolía: Le estaba estallando. Se sentía como si tuviese una reproducción a pequeña escala del Big Bang sucediéndole en la cabeza. ¡Y las nauseas! Esas putas nauseas de mierda que le impedían articular dos palabras sin creer que volvería hasta la primera papilla, aunado a su patético nivel de visibilidad, todo borroso, lo hacían sentir peor que nunca.
Gruñó asqueado, mientras se quitaba el brazo del rostro. Maldita luz de la que no se podía deshacer ni cerrando las cortinas y enclaustrándose a piedra y lodo.
Le dolía el cuerpo. Mucho. Tanto, que cada movimiento representaba un esfuerzo fuera de cualquier consideración; que cada paso le revolvía todavía más el estómago y lo hacía sentir mareado, inestable.
—No deberías haber bebido…
¿Qué jodida autoridad moral creía Sasuke que ejercía sobre él, cuando él hacía cosas mucho más escandalosas y de drásticas consecuencias? Miró al interfecto con el odio dibujado en la mirada. No necesitaba que nadie le dijese cómo actuar, que era mayor de edad desde hacía mucho tiempo y podía decidir qué hacer con su tiempo, su dinero y su vida.
—Cállate, zorra— le habló de mala gana, arrastrando las palabras. No estaba de humor como para entablar un diálogo con nadie.
Su pareja simplemente se rió por lo bajo, gozando de su sufrimiento superlativo. Maldito Uchiha de porquería, sólo lo estaba incordiando…
—Bebes como si no hubiese un mañana.
—No te metas e en lo que no te interesa; que tengo novio, no madre.
Se levantó con cuidado de la cama, donde había llegado no estaba seguro cómo, hacía un par de horas. Se sentía como un zombie al que le habían practicado una lobotomía, pero su orgullo le exigía no demostrárselo a Sasuke, que seguramente tendría un comentario lascivo equivalente al típico te lo dije. No tenía ganas de escucharlo, ni de verlo, ni de destinar neuronas a ponerle atención. Quería vomitar…
Se alejó a todas prisas de Sasuke, tambaleándose lentamente hasta el baño. Maldita fuera esa resaca de los mil demonios... Tenía tanto tiempo ya que no se sentía así después de beber que había perdido las nociones más básicas de cómo reaccionar. Además, le estaba taladrando la cabeza lo suficiente como para que le saliera un cuerno, lo que le quitaba en automático todas las posibles ganas de poner en acción al hámster que vivía en su cabeza.
Una presión desde la boca de su estómago se extendió por su cuerpo, generándole un frío asqueroso, como si el interior de su cuerpo fuese un refrigerador discorde con el exterior. Y pasó lo inevitable. ¡Por todos los demonios, no podía más! Juraba que no volvería a beber nunca más, si con eso lograba el perdón del ente fetichista que gustaba de verlo así.
—Pero, si ni siquiera tomé tanto…— se miró al espejo. Lucía más pálido que de costumbre, con las ojeras más negras que el pecado. Se veía fatal, raquítico y enfermo; se dio asco a sí mismo.
Volvió a su habitación. Quería dormir como oso en invierno, no despertar hasta que todos y cada uno de sus malestares se hubiesen ido. Ya no le importaba la tarea que tenía qué entregar al día siguiente, ni que fuesen menos de las diez de la noche. Ni siquiera le interesaba si aquella noche no había una sesión de sexo acalorada con el Uchiha, que, a decir verdad, dudaba soportar.
—Toma, estúpido paria social—el moreno entró a la habitación y le dejó un vaso de agua y una tableta en el buró. El pelirrojo sabía que eso era lo más cercano a una demostración de amor pasional y desmedido que jamás lograría por parte de su pareja, y más cuando él no terminaba de aprobar su vida social extrema.
Agradeció con un gesto y, tras ingerir la pastilla, se bebió todo el líquido de un solo trago. No quería hablar, ni sentir, ni vivir… Lo único que quería hacer era tirarse en la mullida cama y esperar a que su pequeño infierno personal se fuese. Era lo más sensato que podría hacer, finalmente, el mundo seguiría girando y el sol brillando al día siguiente…Pero, por hoy, sólo quería descansar.