Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Amando a una bestia. por Vampire White Du Schiffer

[Reviews - 24]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 

-¿No… me recuerdas? ¿Qué clase de broma es esa? –Pregunté con obvia decepción. Mi corazón no dejaba de dar golpes sordos contra mi pecho, pero no igual a cuando tenía “bellas” ilusiones en él, sino que ahora estaba luchando por no caerse en pedazos. ¿Qué dramático? Pues si, y bastante. Quiero llorar, quiero desgarrar el sentimiento de amor que dedique a una persona que jamás… cuando me di cuenta ya estaban corriendo intercaladamente dos lágrimas. No quise levantar mi rostro, si aún queda una gota de dignidad en mí, no le voy a permitir que me vea así. Deseo que se marche, deseo que cierre la puerta detrás de sí. Quiero que me envíen lejos de aquí. Me perdí en un mar de desilusión, así que perdí conciencia de lo que ocurría a mí alrededor. ¿Todo fue en vano? Años y años de vida dedicada a una persona que no lo va a reconocer, porque yo… un simple y pobre diablo que sólo lo amo como demente, tenía el único deseo de volverlo a ver. Llevé mi mano izquierda para cubrir mi rostro, me quité la banda que siempre traía puesta en mi cabeza de cabellos plateados y la envolví sin prestar interés. Me levanté sin mirar algo.

Me iré, veré a Komui y exigiré que me envíe…

¿Eh?

¡Kanda sigue aquí!

-¿Q-Qué? –Pregunté anonadado. Estaba justo frente a mí. Tanto era mi frustración que no me había dado cuenta de si se había ido o no. ¡Maldición! Necesito salir de aquí. Si lo veo, si lo vuelvo a ver… ¿Qué tontería voy a cometer? No tuve el valor de mirarlo a los ojos. Pero en un momento de fugaz expectación no pude evitar lanzarme a él. Quise tocarlo, aunque fuese muy poco, quise sentirme entre sus brazos. ¡Y que fuertes eran! Como me hubiera gustado permanecer así por milenios. Y hubiera vendido mi alma al diablo si fuese correspondido. ¡Lo juro! Su pecho era joven, fuerte, lleno de vitalidad en toda la extensión de la palabra. Pero sabía que no iba a durar para siempre. Me separé de golpe y salí corriendo de allí lo más rápido que pude, no vire la vista en un solo momento.

Nunca me detuve, corrí hasta que se me terminó en sendero. Y acabé frente a la oficina de Komui.

-Dame una misión.

-¿Qué? Pero si es muy pronto. –De lentes, de cabellos lacios ligeramente violetas me miraba curioso. Estaba sentado frente a un escritorio. La habitación era un completo caos. El piso no se veía alfombra alguna, pues todo estaba tapizado de papeles. Rodeado de pilares de libros, mapas y planos.

-No me preparé por años para quedarme aquí otros más. –Dije serio, que le pareció extraño.

-Bueno, en eso tienes razón. –Suspiró. –Tenía pensado enviarte la próxima semana a que investigaras una pequeña aldea al norte de aquí. Se escuchan raras conversaciones.

-Iré enseguida.

-Lo que sucede, es que aún no cubren el pago.

-Entonces trabajaré antes y ya. –Contesté acercándome para tomar las hojas y el mapa con la ubicación.

-Parece que no te puedo hacer desistir. –Admitió enarcando una ceja. -¿Todo bien?

-Si. Sólo que deseo probarme a mí mismo en cuanto antes.

-Me parece buena razón. –Se inclinó sobre su asiento. –No me gustaría que viajaras solo.

-Estaré bien. –Dije dando la vuelta y dirigiéndome a la puerta.

-No. –Contestó tajante. –Irás acompañado

-Creí que era una simple tarea de reconocimiento.

-Y lo es; eso no es el motivo de que desee que alguien vaya contigo.

-¿Entonces?

-Me preocupas tú. –Eso me dejo sorprendido. ¿Habrá notado algo en mí? –Además. –Se levantó. –Tienes que ir socializando con todos; hace muchísimos años que no ves a mi hermana. Y hay alguien nuevo, así que espero que te lleves bien con ellos. –Viendo que no me dejaba más alternativa, acepté. Me dijo que esperara en el enorme recibidor de la orden, en los primeros pisos, para encontrarme con el resto del equipo. Pedí mi uniforme… desgraciadamente, me respondió diciendo que mis ropas ya estaban listas, pero en mi habitación. No pude evitarlo, tuve que regresar, pues Komui no me iba a dejar partir con cualquier ropa. Y yo había llegado con un abrigo de color café. Y claramente el conjunto de ropas alusivas a nuestra organización era específico.

Agradecí incluso al demonio, que no me encontrara con alguien en mi travesía. Me inmiscuí a mi habitación en silencio. Me quité el abrigo, lo lancé a la cama y admire mis ropas nuevas. Pero me di cuenta de mi estado… mis ojos no estaban rojos al examinarme en el espejo. Pero mejor me di un rápido baño. Me puse el uniforme, me dijeron que estaba especialmente hecho para mí. Cada uno de nosotros, tiene habilidades diferentes así que… bueno detalles que ya se imaginan. Me agradó que tuviese una capucha. Me puse los guantes blancos y salí abrochándome los últimos botones. Bajé de inmediato, evitando miradas curiosas. Suspiré de alivio cuando me encontré con Lenalee.

La hermana de Komui es una chica realmente bonita, sus cabellos son largos y de tonalidad verde oscuro. Su uniforme es de falda corta y chaqueta, sus botas son largas hasta el muslo. Y siempre lleva atado su cabello en dos coletas altas. Me saludó tremendamente dichosa.

-¡Allen! –Casi parecía que me deseaba abrazar. -¡Cuánto tiempo de no verte! Pero mira, haz crecido mucho. –Se levantó de puntitas y midió nuestras alturas. –Me alegra mucho verte.

-Igual, Lenalee. –Le sonreí. Debo mantenerme firme, ya saldré de este lugar por un tiempo, debo cantar victoria. Pero más aún, debo volverme fuerte, mucho más fuerte, pero ahora es el entrenamiento del corazón. –Y bien. –Dije más animado. -¿A quién esperamos?

-Ya lo verás. –me contestó con una linda sonrisa. De repente sentí una enorme presión en mi espalda. Alguien se recargaba a manera de juego sobre mí.

-Pe-Pesas. –Dije terminando en el suelo aplastado por un desconocido.

-¡Wa! ¡Aplasté a un enano!

-¿Se supone que deba reírme? –Reclamé ligeramente ofendido. Viré ligeramente la vista para encontrarme con un pelirrojo. Cuando estuvimos de pie, pidiéndome disculpas, se presento. Viéndome por todos lados.

-Me llamo Lavi, Bookman Lavi. –Dijo con una enorme muestra de felicidad en su rostro.

-Allen Walker. –le di la mano y el no dudó en tomarla y moverla de arriba a abajo de manera exagerada.

 -¡Allen! ¡Qué bonito nombre! ¡Yo tuve un abuelo que se llamó Laven! ¡Qué curioso! ¿No? Cuando tengamos a nuestros hijos quiero que se llamen así. ¡Era el destino que te conociera! –Hablaba mil palabras en un segundo. No entendí más que la mitad. -Tengo dieciocho años, me gusta ser exorcista y… -Me creció frustración en cada cabello. Lenalee se empezó a reír y nos sacó a los dos empujándonos cariñosamente de la espalda, mientras Lavi no dejaba de abrazarme.

Culminamos por descender por el “elevador” y terminamos en el sistema de canales que tenemos debajo del enorme edificio. Subí primero para ayudar a Lenalee y cuando estuvimos todos arriba, el Rastreador, o mejor dicho nuestro guía y auxiliar separó la pequeña barca y emprendimos el viaje cubiertos por un par de capas de color beige.

Fue divertido, más de lo que pude imaginar. Platiqué levemente sobre Mana. Lavi acaparó la mayoría de la conversación, pero no me molestó. Me reí bastante de cada ocurrencia, y Lenalee parecía estar contenta con nosotros. Aprovechamos el viaje en tren para hablar sobre posibilidades de la misión, pero terminamos por discutir la comida favorita de cada uno creo que gané al momento de decir que tragaba todo lo que se me ponía enfrente.

-¿Eres del tipo parasito? –Preguntó Lavi mordiendo un pan.

-Si. Aunque no lo fuera, seguiría comiendo. –Un aura negra emanó a mis espaldas y se comenzaron a carcajear. Me sorprendió muchísimo que me sintiera tan bien en este ambiente. Ellos dos me trataban como si llevásemos años conociéndonos. O como si nunca nos hubiésemos separado.

-Por cierto, Allen-kun. –me llamó la chica. –Escuché que el General Cross fue el que te raptó aquella noche. Me preocupé cuando te busqué por toda la Orden y ni rastro tuyo.

-Eh~ no me lo recuerdes. –Contesté apretando la mandíbula. –Mi maestro dijo que las fiestas eran para cuando uno muere, no para cuando un “polluelo” acaba de llegar al matadero.

-Debiste aprender mucho de él. –Mi aura malvada se volvió depresiva y ambos se pusieron a reír nerviosamente.

-El no me enseño nada, más que lo simple y básico. Así que fundamentalmente, aprendí yo solo.

Pasé del tema, la verdad me resulta molesto hablar de mi supuesto mentor. Pasamos la noche en una posada, al parecer iba a nevar pronto, o una especie de tormenta que no se esperaba. Nos quedamos en una habitación para dos, Lavi y yo. Lenalee dijo que la alcanzáramos para cenar en el piso de abajo. Me quité la chaqueta y pedí que trajeran mi cena a la habitación, le dije a Lavi que bajara. Yo me sentía muy cansado y sin ganas de bajar. El pelirrojo me miró analíticamente y después salió dejándome sumido en la soledad que deseaba. La pequeña estancia era acogedora. Dos camas y una pequeña mesa dispuesta frente a una ventana de marco de madera.

Las ramas del árbol cercano rasguñaban el vidrio. Podría causar miedo a cualquier niño. Gracias a alguna entidad, esas cosas ya no me asustan. Y por el momento no creo tener algún miedo. Pues lo peor ya lo pasé… mi mayor temor era ser despreciado por Kanda… y eso ya ocurrió ¿Qué más podría pasar? ¿Podría ocurrirme algo peor?

De repente, la puerta de abrió de golpe. Me asusté y activé mi ojo detector de Akumas, hubiera deseado ser ciego para no ver lo que siguió. Y no era un demonio lo que venía. Kanda entraba por una patada a la habitación, enfurruñado se acercó a mi sin dudar ni un ápice. Me congelé y no supe qué hacer. Entrar en pánico podría ser una buena opción.

Con esa misma fuerza, cerró la puerta. Dejando a Lavi a Lenalee con los ojos llenos de sorpresa. Más tarde me enteraría de que intentaron detener a Kanda de entrar, pero no lo lograron.

Me lanzó a la cama y yo sin entender por ese tiempo… debí verme tan idiota. Pero reaccioné al cabo de unos momentos.

-¿Qué haces aquí? –Pregunté viéndolo a los ojos. El me miró con ese gesto tan hueco que se me haría tan común tiempo después. Se fue acercando más. Hasta poner su rodilla en el borde de la cama. –Vete. –Dije. E intenté levantarme. Pero el, con una sola mano sobre mi pecho, me empujó para quedar sobre mí. Me puse de mil colores pasando desde la rabia, al desconcierto, y de éste último a la vergüenza. Kanda me tenía debajo de él. Ejerciendo todo su peso sobre mi delgado cuerpo. Me mordí la lengua, si no, iba a empezar a decir cosas tontas. Pero es que ¿Qué estaba haciendo él aquí? Esa maldita pregunta me atragantó varias emociones. “Calla, Allen, es mejor que calles” me dije a mi mismo. Pero quedé en shock cuando lo vi reírse. Y es que lo hacía en tono tan socarrón que me dejo sin palabras.

-Pequeño brote de habas.

-¡...! –No supe qué decir. Ese era yo… un momento. –Yo no soy ningún brote. –Le dije levantándome para verlo cerca a la cara. –Bájate.

-¿Ordenes? –Bufó. -¿A mí?

-¿Qué diablos te pasa? –Le reclamé en un claro grito. –Hace unas horas…

-Cállate. –Ahora me observaba enojado. Y esa mirada asesina me heló la sangre. –Te había dicho claramente que nadie podía tocarte. –Me reclamó enojado. –Dime, ¿Qué estabas haciendo en la misma habitación con ese estúpido conejo?

-¿Conejo?

-No finjas. –Levantó mis dos manos llevándolas arriba de mi cabeza. –Debí sospechar que sería tan tonto como para querer provocarme.

-¿De qué rayos hablas? –Pregunté forcejeando. –Bájate ya. –Una cosa era que siguiera destrozado por su reciente rechazo y… otra muy diferente dejarme pisotear dos veces por el mismo tipo. –Yo no tengo nada que ver contigo, Kanda. –Me tomó del cuello –Deja de actuar. –Estaba muy confundido. No entendía en ningún momento las acciones de Kanda.

-Eres mío… -Susurró metiendo su mano debajo de mi camisa. El coraje fue lo que impidió que me estremeciera por su tacto. Estaba su mano muy fría. De seguro se internó buscándome el solo. ¿Pero qué rayos le pasa?

-¡Primero aseguras no conocerme y luego….! ¡Y luego! –No pude. Mi frustración era demasiada. Comencé a llorar. Mis lágrimas caían desesperadamente hacia la cama. Kanda desdibujó aquel gesto burlón. Soltó lentamente mis manos y me acarició el rostro.

-Tenía que hacerlo. –Respondió al fin.

-¡No soy estúpido! ¡No te creo nada!

-Escucha… -No quiero escucharlo. Me comencé a mover para que se quitara de encima. –Walker-brote de habas, espera. –Puso ambas manos en mis hombros. –Sé que estuvo… -Guardó silencio. –No fue lo que esperabas de mí, pero creí haberte dicho que no dejaras que nadie te tocase.

-No eres nada mío. –Alegué.

-Soy tu dueño, estúpido brote de habas.

-¡Sigo sin entender! ¿Intentas decirme que en la Orden me estabas ignorando por algo o alguien en concreto? De ser así ¿Por qué no te ocultas igual que hace horas? Lenalee y Lavi ya te vie… -Me tapó la boca.

-No menciones al conejo, es un estúpido. Eso me recuerda. –Sonrió sádico. –Debo cortarle las manos. –Al fin se quito de encima de mí. Pero por causas que no sé explicar, supe inmediatamente a qué se refería.

-¡¡¡Detente!!! ¡Kanda! –Le abracé por la espalda. Es más grande que yo. Es más fornido. Pero no quiero causar problemas a Lavi o a Lenalee por la culpa de este sujeto que cambia de humor constantemente. Esto me va a matar un día. –Lavi no me hizo nada. Somos amigos…

-¿Tan rápido? –Me miró por el rabillo del ojo. Vi su peligrosa espada. –Tú no tienes derecho a mirar a nadie, más que a mí. Así como sólo yo puedo verte a ti. –Me avergonzaron sus palabras. Necesito que se haga explicar. Lo solté y se volteó para verme. –Creciste… algo.

-Gracias… -Murmuré con la cabeza agachada. –Por favor… olvídate de Lavi.

-Qué más quisiera. –Me miró ligeramente molesto. –Ha pasado mucho tiempo ¿Cuánto?

-Casi nueve años. –Mis manos se aferraban a mis costados en forma de temblorosos puños.

-Hay alguien que me persigue. –Me dijo evadiéndome, yendo a ventana de la habitación. –Y querrá tomar lo que yo tengo. –Me miró y un calofrío recorrió mi cuerpo. –Estoy seguro de que tiene ojos en la Orden. Por el momento no hay nadie vigilándome, parece que no esperaba que te siguiese, o talves se esté ocultando en algún lugar cerca de aquí. –Se recargó en la pared.

-Eres un idiota. –Enarcó una ceja. -¿Por qué no me lo dijiste? Yo llegué como un… ingenuo y pobre estúpido esperanzado. Eres un idiota. –Seguí insultándole y reclamándole. – ¡Me arruinaste todos estos años! –Le grité. –Yo siempre, siempre estuve entrenando, estuve pensando en ti. Para poderte ver a los ojos. Y tú… quieres hacerme a un lado tan fácilmente. No te lo pienso perdonar. –Mis lágrimas apenas se lograban calmar. Kanda se sorprendió un poco, se apartó de la pared y se fue acercando a paso decidido. Me jaló del mentón y me besó sin previo aviso. Intenté resistirme, pero su insistencia y su calor lograron colarse en mi boca.

-¿Suficiente? -¿Qué? ¿Espera que con eso le perdone?

-¡No! –Contesté de inmediato. Kanda echó una leve risita. -¡Deja de burlarte! ¡Me desesperas! –Entonces pasó su mano alrededor de mi cintura. Apoyo la otra mano en mi mejilla y me inclino hacia atrás, dejándome un beso que me cortó el aliento. Maldito Kanda. -Eres un desgraciado que provoca en mí, un mundo de situaciones inexpresables. No sabes cómo me desespera tus cambios de humor.

-Ese es mi trabajo. –Declaró inexpresivamente dando otro ligero beso. –Vámonos.

-¿Qué?

-Vendrás conmigo. Tengo un trabajo en Japón, y dado que ya no quieres que te siga ocultando…

-Espera, espera. Yo también tengo una misión, y es aquí. No puedo irme así como así. –Sacudí mi cabeza. -¿Japón?... ¿Y viniste aquí?

-Vine por ti. –De acuerdo. Eso sólo me hizo tambalear. Kanda me oculta muchísimas cosas. –No me interesa en lo más mínimo si Komui te dejó un trabajo, no confío en nadie. –Me jaló del antebrazo.

-O-oye. Kanda… por favor… -Realmente me sentí en medio de un creciente miedo. No podía abandonar mi trabajo nada más porque lo quisiese él. Pero el miedo era por la curiosidad monstruosa que crecía dentro de mí.

-Seré condescendiente contigo. Elige: Obedeces ó trituraré al conejo de tal manera que ni los cuervos puedan comerlo. –Es de temer. Con causas justas. Le alegué un par de veces más y logré convencerlo de que me dejara hablar primero con mis compañeros (En su presencia) y pudiera yo decidir.

Salimos de la habitación, bajamos las escaleras de madera y vimos a Lenalee y a Lavi sentados en una de las bancas de la recepción.

-¿Pasa algo? –Pregunté al verlos más serios de lo normal. Además que pensé que esa actitud no se podía tratar sólo por la llegada de Kanda.

-¡Allen-kun! –Respiró aliviada mi compañera. –Llegaron noticias de la Orden.

-¿Ah, sí? –Me quise acercar pero cierta mirada asesina me obligó a quedarme en mi lugar.

-Dicen que debemos regresar todos. –Completó Lavi estirándose despreocupadamente. –Al parecer Los Akuma están siendo llevados a un lugar en concreto.

-¿Por qué no nos envían de una vez allí? –Inquirí.

-Quieren hacer nueva formación viendo quiénes son los que regresan al llamado. –Afirmó Kanda recargándose en el marco de la puerta.

-¡Pero no pueden cancelar todos los trabajos encomendados así como así! –Objeté. -¡Podría ser una simple distracción!

-Claro está. –Me respondió el espadachín. –Pero eso no importa, quieren correr ese riesgo menor para enfrentar el mayor.

-Exacto. –Aceptó Lenalee con cara de pesar. –Mi hermano no quiere que ninguno de nosotros ande sin un grupo determinado de integrantes, además dicen que nos asignarán a un General.

-Comunícame con Komui. –Ordenó Kanda.

-¿Qué?

-Ninguno de nosotros va a regresar a la Orden sin que hable yo con él.

-¿Quién te crees? –Mascullé.

-Está bien. –Contestó la chica y sacando a su Gollem para insertarlo en el cableado de teléfono. Kanda se acercó y comenzó a hablar con aquel tono autoritario, tan lleno de seguridad… el estúpido tono que me hace estremecer.

-No vamos a volver. –Dijo en primer término. –Sabes perfectamente que es una perdida de tiempo. –Hizo una pausa. –Somos cuatro y me encontraré con el General Tiedoll en Oriente. ¿Algún problema? –Escuché levemente la voz de Komui. –No necesito saber más. –Y después colgó dejando que el hermano de Lenalee se pusiera a gritarle. Eso sí pude oírlo. –No creo que sea necesario repetirles. Los espero afuera. –Dijo eso mirándome a mí y a nadie más. Respiré tranquilo cuando ya no tuve esa penetrante mirada clavada en mi ser.

-Ñeeee~ -Lavi se levantaba y me miraba analíticamente. –Parece que Allen-chan tiene “algo” extraño.

-Lavi, déjalo en paz. –Dijo Lenalee. –Allen-kun ¿Podrías explicarnos qué pasó?

-Ammm –Medité unos segundos las cosas. –Kanda quiere que vayamos a Japón. –Los dos se sorprendieron.

-Yuu-chan tiene algo que no nos quiere decir. -¿Yuu-chan? De nuevo escucho que le habla tan familiarmente. –Talves ya sabía el desorden que ocurriría en la Sociedad Oscura.

-Es probable. –Dijo mi compañera. –Entonces, no lo hagamos esperar más. No suele ser muy paciente con nosotros, en especial con Lavi. –Se echó a reír mientras subía con el pelirrojo por las maletas. Yo respiré hondo y salí a ver a Kanda. Como había nevado suavemente, el piso estaba cubierto, en ciertas partes, de nieve tan blanca y pura como las nubes que alumbraban el cielo a estas horas incoherentes.

Mi buscado estaba sentado en un tronco, con ese aire tan digno y engreído.

-¿Por qué lo hiciste? –Pregunté.

-Estoy seguro que sí te enterabas de toda la verdad… -Detuvo sus palabras, se levantó de golpe y se puso enfrente mío en un mínimo parpadeo. Entonces, mi ojo detector de Akumas se activó, dejando ver contra el cielo recortado la enorme figura de un demonio en forma de huevo y con múltiples cañones en todo su cuerpo. Con una cara de eterno sufrimiento y lanzando alaridos de dolor incomprensibles.

El espadachín no me dio tiempo de actuar, de un solo despliegue de su hermosa Katana lo exterminó. Guardándola con suma gracia y porte.

-¿Estás bien? –Preguntó sin mirarme. Enfocando sus oscuros ojos hacia el horizonte.

-No me pasó nada. –Contesté. Algo andaba mal, normalmente podría haber sabido de la existencia de un akuma a un kilometro sino es que a más. Pero… incluso Kanda, que debe tener un excelente sentido desarrollado para ello, actuó sorprendido. –Nos habían enviado para saber sí había alguna inocencia aquí. –Dije comenzando a caminar. –Con esto, es casi seguro. Iré a investigar. –El espadachín no dijo nada, sólo me empezó a seguir. Fue detrás de mí todo el tiempo, talves a un par de pasos. No me ocupé en decirles algo a mis compañeros, ahora que lo pienso, estuvo mal. Pasamos por un sendero sumamente estrecho, no nos fue difícil. Llegamos, después de un par de minutos, a un claro seco. Un semicírculo hecho de piedras, y en medio un enorme árbol, frondoso y lleno de frutos. Un paraje tan desolado para una imagen tan viva.

-Parece que es allí. –Mi ojo descubrió que había más de un demonio cerca. Pero no podían acercarse más. Un campo de energía cubría el árbol. Y se fue desvaneciendo cuando nosotros entramos. He escuchado que la Inocencia tiene formas extrañas de protegerse a sí misma. -Quédate aquí. –Le pedí. Una voz. Una preciosa canción en forma de eco resonó en mi corazón. Caminé sin sentir que caminaba. Extendí mi mano hacia el tronco y de inmediato se desprendió una luz blanca, abriendo un portal informe hacia adentro. Sin pensar, me metí y aparecí en el centro del árbol. Todo era rodeado por esa luz tan calmada.

Y la inocencia apareció sobre mi cabeza. Una pequeña parte de un inmenso conjunto de cosas. Un pequeño cubo envuelto por dos cadenas que giraban aleatoriamente sin rumbo fijo. Con un destello fantasmagóricamente verde. La tomé con mi mano derecha y en un segundo el lugar entero comenzó a temblar. Me asusté y en cuanto cerré por completo mi mano, el lugar se quedó sin luz. Y fui inmediatamente expulsado. Hubiera terminado contra el suelo, de no ser por Kanda que estaba listo para recibirme.

-Gracias. –Le dije sonrojándome. Justo en ese momento, una ola de Akumas nos rodeó.

-Ahora, tú, quédate aquí. –Me ordenó en medio de una sonrisa socarrona. Desenfundó su espada y se fue uno a uno contra los demonios. Con el sólo corte de su Katana los hizo sucumbir. El corte fino y largo sobre ellos les propicio el final, explotando uno contra otro. Lanzando un último alarido y un “gracias” que sólo yo escuché. Me di cuenta que llevaba tiempo abrazando a la Inocencia, suspiré y me levanté.

-Se aprecia tu esfuerzo. –Le dije burlonamente dirigiéndome a la cabaña.

-Espera. –Me detuvo. –Quiero disfrutarte antes de que tenga que compartir mi comida.

-¿EH? –No me explicó nada. Me quitó la Inocencia y volvimos al árbol. Entonces el tronco se llenó de aquella luz protectora. -¿Qué hacemos aquí?

-Me diste una idea en cuanto saliste. –Dejó su espada a un lado y se comenzó a quitar la gabardina negra.

-Es-Espera ¿Qué-Qué haces? –Me sonrojé totalmente cuando lo vi semidesnudo… y lo peor de todo, sin ningún tapujo, sobre mí.

-Voy a hacerte el amor ¿Qué más? deja de preguntar cosas tontas y quítate la ropa.

-¡Ka-Kanda! –Creo que lo peor de todo es que yo parecía colegiala a punto de perder la virginidad… sí quitamos lo de colegiala, mi vida encuadra en esa descripción. El espadachín no me contestó. Me mordió el cuello, dejando impresos sus dientes. Marcándome más de una vez sobre mi blanca piel. Esto era como para volverse loco. Esa sensación de tenerlo tan cerca de mí, fue la que comenzó a despertar el monstruo llamado “Deseo” primo-hermano de, mi recién conocida y amiga, la lujuria.

Y eso fue descubierto después de que solté varios y pesados suspiros, aún mezclados con el nombre de mi captor. Mi corazón no esperó indicaciones y latió desbocadamente.

Me quité la camisa, botón a botón, besó mis tetillas. Me agarró los cabellos. Sus manos no pararon de recorrer mi cintura. Su muslo izquierdo estaba sobre mi entrepierna.

-Espera… espera, por favor. –Le puse la mano en su pecho. Tan suave, caliente y perfecto. –Japón queda muy lejos.

-Qué excusa tan tonta. –Quedó sentado sobre mis caderas. –Mejor dime que no quieres… -Le cubrí la boca.

-Tengo miedo. –Le confesé mirándole a los ojos. –Que no te quepa la menor duda de que te deseo desenfrenadamente, pero…

-No sé hasta cuando podré aguantar. –Descubrió el solo su boca. –Quiero hacerte mío y tiene que ser ahora. –Me susurró sensualmente antes de besarme los labios y morderme la oreja.

-Y yo no sé qué es lo que debo hacer.

-Deja que yo te guíe. –Me dijo comenzando a fastidiarse. Le negué con la cabeza que, en un rincón de ella, ya sabía la respuesta que me iba a dar. –Entonces, olvídalo. –Jaló su camisa y se comenzó a vestir. ¿Por qué me estoy sintiendo culpable?

-Lo único que quiero, es que sepas que no soy un simple juego. –Eso debí pensar. Pero lo dije. Me miró de perfil.

-¿Eso es lo que piensas? ¿Crees que te tengo para satisfacer mis deseos? -¿Qué más se podría pensar? Primero me ignora, después me “aclara” y ahora quiere… tenerme por completo. Ya sé que he vivido por él, y nada más que por él, en todo este tiempo, pero no soy un objeto. –Haz lo que quieras. –Tomó sus cosas y se fue. Yo me cubrí con mi camisa y quise volver a llorar, pero no me lo permití.

-Quiero que me digas lo que quiero escuchar de ti. Y solamente de ti. –Murmuré sin ganas de que me escuchase. Pero de verdad anhelaba que me entendiera. Pero, en primer lugar, nunca lo he entendido yo…

Regresé con la inocencia. Lenalee y Lavi me esperaban con gesto preocupado. Me dijeron que vieron a Kanda llegar sin mí, y que eso les asustó, salieron a encontrarme tremendamente aliviados.

-Estoy bien. –Les digo sinceramente. –No se preocupen, Kanda sólo quiso adelantarse, dice que soy demasiado lento. Además encontramos la Inocencia. –Ambos se alegraron.

-Bueno, bueno. –Dijo Lavi. –Ya están preparadas las maletas, sólo llevamos lo justo, como siempre, nos espera un ajetreado viaje a Japón.

Y así fue. Nos subimos al primer tren, abordamos carretas y caballos. Fue realmente agotador llegar a la orilla del mar. Nos encontramos a una horda de akumas en plena bahía, no hubo mucho problema, éramos cuatro exorcistas, y uno tenía el nivel de un general, Kanda. Siempre caminaba delante de todos nosotros, nunca viraba la mirada y no se molestaba en dirigirnos la palabra. Eso fue lo que más agotó mis energías.

Fuimos de puerto en puerto, pero ninguna embarcación tenía destino a Japón.

-Maldita sea. –Masculló nuestro temporal líder.

-No puedes culparles –Dijo la chica. -, Después de todo la nación nipona ha tenido problemas estos últimos años.

-Conseguiré que alguien nos lleve. –Aseguró y desapareció en alguna esquina de aquel lugar.

-¿Mientras, qué hacemos? –Se preguntó mi compañera.

-Quiero comer.

-¡Pero si acabamos de almorzar, Allen! –Me reclamó Lavi abrazándome. Yo respiré profundamente.

-No puedo evitarlo, además no sé si quien nos vaya a llevar sepa cocinar, quiero comer… ahora. –Les miré tétricamente.

-De acuerdo, de acuerdo. –Nos dijo la chica. –Busquemos un lugar lindo. Lavi no dejó de abrazarme en todo el trayecto al humilde restaurant. Yo no le tomé importancia, sigo enojado e indignado con Kanda. Talves por eso terminé por comer la ración de ellos dos. –Iré a comprar algunas provisiones sencillas. –Dijo levantándose, yo aún le hincaba el diente a un postre ligero.

-Te acompaño. –Dijo el pelirrojo. Lenalee me miró.

-Estaré bien, sólo terminaré. Y luego los alcanzo. –Me dedicaron un sí, y salieron. Me ocupé de pensar en otras cosas, o al menos eso intenté, que no estuvieran relacionadas con aquel espadachín grosero. Pero de inmediato, mi breve tranquilidad se vio afectada por el grito fuereño de la gente asustada por una riña callejera. Mi corazón me dijo que yo debía ir, y así lo hice, talves fue un grave error. Porque no era una riña callejera, un hombre de delgado, pero bien formado, cuerpo de color ceniza se apareció frente al restaurant y había golpeado a un civil al punto de dejarlo inconsciente en el suelo de piedra.

Me apresuré a ver qué era lo que ocurría realmente, ayudé al pobre hombre, estaba vivo, como supuse sólo se desmayó, pero escuché una grotesca sonrisa viniendo de aquel hombre ceniciento. Su piel realmente me causó desconcierto, nunca había visto algo así, pasó su mano izquierda con serenidad entre su cabello ondulado, y en su frente… habían varias cruces negras en ella, como si una corona de espinas le hubiera sido puesta y dejado cicatrices. Su vestimenta era sencilla, de camisa de manga larga blanca y pantalones de vestir negros.

-Vaya, pero qué interesante. Un exorcista. –Entonó mi título con burla extrema.

-¿Quién eres? –Demandé saber, mi ojo comenzó a doler. Me puse enfrente de aquel sujeto que aparentaba veinticinco años.

-Tu mejor enemigo. –Levantó el mentón y se apuntó con el dedo pulgar en medio de una sonrisa serena. –Me enviaron para matarte, “Destructor del tiempo” –Ese nombre mío… hace muchos años que no lo escuchaba. Los civiles ya se habían retirado, el tipo causaba miedo, y no los culpo. Desperté mi brazo y el color plateado junto con el punto verde fantasmagórico iluminó la calle. Lanzó un leve chiflido y una mariposa macabra cruzó frente a mis ojos.

Me eché hacia atrás y al instante, esa mariposa negra explotó. Y de la mano derecha de aquel sujeto un rayo rojizo apareció, sin tomar nunca la forma completa de una espada. Arremetió rápidamente. Apareciendo a mis espaldas en un santiamén. Me di la vuelta y cubrí su ataque con mi mano demoniaca.

-Te sabes mover. –Aceptó dando una vuelta completa y propinándome una patada en el estomago que no pude advertir. Me deslicé contra el suelo agarrándome con mi garra. No perdí tiempo y fui por él. Activé el segundo nivel. Le disparé fijando el blanco con suma facilidad. Se sorprendió al saberlo y casi logra evadirlos, y así hubiera sido de no ser porque di un enorme brinco quedando sobre su cabeza y disparándole inmediatamente.

Bajé por gravedad y dejé que la densa capa de humo desapareciera.

Me quedé en shock cuando escuché a ese sujeto toser como si nada. Se sacudía las ropas y su sonrisa ensanchaba con ánimo infernal.

-Ahora entiendo porqué el Conde te quiere, tienes mucha confianza en tus habilidades, y puedes llegar a ser alguien digno de enfrentarle, pero… -Se arregló el cabello negro de azabache con suma gracia y encendió un cigarro. –te falta bastante para alcanzarme. –Una enorme mariposa fue invocada, y en un segundo imperceptible me atrapó con sus alas.

-Diablos. –Mascullé. Era muy fuerte. Pero mi sorpresa no acababa. La mariposa se fue metiendo en mi cuerpo. ¡Como si quisiera fusionarse conmigo! Sentí un calor insoportable, y mi garganta se comenzaba a cerrar. Y él se fue acercando a paso lento, tan seguro de sí mismo poniendo su diestra en el bolcillo de su pantalón.

-Me llamo Tiky Mikk. -Declaró –Pertenezco a la original familia de Noé. –Me quedé anonadado. ¿Qué acababa de decir?

-¿Por qué haces esto? –Pregunté con dificultad.

-Bueno, por cuál motivo debería empezar…-Pensó seriamente -Ah, si. Talves podría partir del punto que… deseo que todos los seres humanos mueran. –Se comenzó a carcajear malévolamente. –Dentro de unos segundos, mi mariposa terminará por absorberte y después veré cómo explotas. –Sacó una carta de póker. –Hasta luego, Allen Walker.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).