a b c d e f g h i j k l m n ñ o p q r s t u v w x y z
Su corazón se había quebrado mientras su alma se escapaba de su cuerpo. Aquellas palabras le penetraron el corazón partiéndoselo en dos.
Lo observaba dormir, al lado de él… tan cerca y tan lejos de la realidad. Sus ojos cerrados y su frente arrugada, quizás estaba teniendo una pesadilla. Necesitaba decirle que él también estaba en una pesadilla, en una que él había creado.
—Tom… —dijo su nombre con suavidad, temiendo despertarlo y que le repitiera sus crueles palabras.
El calor que él desprendía se estaba desvaneciendo, igual que su amor.
Siempre existió el miedo de que las cosas no salieran como ellos deseaban, porque siempre había alguien tratando de separarlos, y no se dieron cuenta que sus almas estaban unidas.
—Tomi —repitió rozándole la piel con sus dedos, Tom se estremeció, esas caricias eran benditas.
Abrió los ojos, la imagen de Bill llorando le terminó de romper el corazón.
—Bill, ¿qué haces? —le preguntó al sentir como el menor bajaba su cuerpo y se recostaba en su pecho, porque él necesitaba sentirse protegido, y sólo con él podía estarlo.
—Nada Tomi, no haré nada que no quieras… pero seguimos siendo hermanos —le explicó tomando una de sus trenzas y enterrando su rostro en su cuello.
Tom pensó en ello, Bill siempre tenía la razón.
Ya no eran amantes pero seguían teniendo la misma sangre.
Sus brazos rodearon el cuerpo del menor, estremeciéndolo y oyéndolo suspirar.
—Puedes protegerme, pero no debes amarme —le dijo Bill.
De nuevo tenía razón. Podía protegerlo, pero sus corazones no podían jurarse amor eterno.
Un sollozó rompió el silencio que los emanaba, un sollozó que escapo de los labios del menor.
Tom no se inmutó y sólo lo apretó más contra su cuerpo. Bill sentía sus latidos.
—Este corazón está latiendo, latiendo sólo por ti* —esas palabras susurradas en su odio provocaron que más lágrimas escaparan de sus ojos.
Él lo sabía, su corazón latía solo por él. Los dos lo sabían…
—¿Por qué no podemos amarnos, Tomi? —por segunda vez dejo que su hermano viera su rostro.
—Yo te amo —dijo firme—. Puedes amarme, pero no debemos
Bill rompió a llorar de nuevo, esta vez los brazos de Tom lo protegieron sin que él se lo pidiera. Acariciaba su cabello, besándolo y acariciando su espalda.
—Tus lágrimas no caen, Tomi… —dijo Bill sintiendo que éstas chocaban en su cuello—. Chocan alrededor de mí… ¡Tus lagrimas no caen! —se exaltó levanto la cara, limpiando las lágrimas de ambos y apoderándose de los labios temblorosos de su hermano.
Encajaron perfectamente, como siempre…
—Tus lágrimas no caen, chocan contra mi corazón —musitó Tom después de que sus labios fueron liberados.
Se volvieron a besar, con las lágrimas perforando el corazón roto de los dos.
Sus lágrimas no caían porque ellos eran los culpables. Culpables de un amor eterno…
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F I N.