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Exhausto por chibiichigo

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Yo no me llamo Kishimoto. 

Notas del capitulo:

hace tanto que no hago ItaSasu que he perdido la práctica. Espero que sepan perdonarme.

Exhausto

Por: chibiichigo

 

Jamás se imaginó llegar al límite, sentir que si daba un poco más, por mínimo que fuese, caería muerto o sufriría algún colapso nervioso. Sí, estaba seguro de que se volvería loco si seguía con ese ritmo, su cuerpo no lo soportaría por más tiempo. Necesitaba un descanso.

Pero no lo decía.

No podía externarlo frente a nadie, so pena de que su padre le recalcara insistentemente y sin sutileza el clásico “te lo dije”  antes de recordarle—como si fuese posible que alguna vez lo olvidara—cómo no podía ser siquiera la mitad de bueno y hábil que su hermano. No, su amor propio no soportaría tal sablazo, incluso si en aquel momento, cuando el sueño estaba envolviéndolo y aletargándolo, comenzaba a entender la verdad de esa máxima familiar.

¿Qué tal si Itachi sí era superior a él?

Sasuke sacudió la cabeza con toda la vehemencia que su agotado cuerpo fue capaz de imprimir. No era bueno que metiera esos pensamientos corrosivos en la cabeza, particularmente si había evitado por todos los medios alejarlos de sí. Quizás era sólo que el de coleta tenía más posibilidad de organizarse, o que el cansancio lo golpeaba menos, pero en ningún sentido podía ser superior a él.  Más le valía introducir eso a su cerebro y marcarlo con un hierro ardiente para no sucumbir ante los engaños del sueño y de la desconexión de sí mismo.

Se reclinó en la silla, olvidándose por un momento de todos los problemas matemáticos que debía solucionar. No podía concentrarse en nada, ni fijar la vista por más de dos segundos sobre el papel sin que los unos se hicieran sietes, o la visión se le trastornara al grado de hacer doler su cabeza. 

Las matemáticas deberían empezar a resolver sus propios problemas, ser más maduras, lo mismo que el idiota de Na…

Detuvo el tren de sus pensamientos tan rápido como notó que estaba pensando en gilipolleces. Pero estaba tan agobiado, tan harto y saturado de la universidad, de las tareas, de las actividades extraescolares, del trabajo, de su familia, del calentamiento global, de que Japón fuese una isla, de la bomba atómica, de los nazis, de la crisis económica en Europa… ¡De todo el puto mundo que no parecía querer otorgarle un maldito día de descanso! Tenía ganas de tirar la toalla, de romper sus libros e incendiar su facultad con los catedráticos dentro…

Quería rendirse.

Inspiró hondo. No podía dejarse seducir por esa idea, aunque le parecía muy tentadora. No le iba a dar ese gusto a Fugaku, que tan pomposamente le había dicho que no podría aspirar a nada en la vida; tampoco le podía dar esa decepción a su madre. Mikoto siempre lo había apoyado, pese a lo inverosímiles que eran sus peticiones en ocasiones; no iba a fallarle. Además, no quería que Itachi se compadeciera de él: Era lo que menos podía tolerar en esta vida. Si tenía a su ídolo de rodillas junto a él, consolándole por haber tropezado, ya no tendría a nadie a quien seguir. En parte por eso no decía nada, se ahorraba esos errores para él y moría en el estoicismo total… Eran esos los bemoles de ser un Uchiha como cualquier otro y no el Uchiha prodigioso y mesiánico salvador del mundo.

Se colocó el lápiz en la parte trasera de la oreja y bajó por un vaso de agua. Necesitaba relajarse, despejarse un poco de las letras que en realidad eran números disfrazados, de vectores, principios, reglas y trazos si quería recuperar el dominio sobre su ser.

—Buenas noches, Sasuke— lo recibió la voz aterciopelada de su hermano.

—Buenas noches— reprimió un bostezo.

—¿Qué haces despierto tan tarde?

El menor enarcó una ceja mientras tomaba un vaso del estante. Itachi no era de la clase de personas que hacía preguntas que lo involucrasen con los demás, o que pudiesen interferir con la privacidad de terceros.

—Un trabajo—contestó sin interés.

No tenía ganas de entablar conversación con nadie. Se concentraba demasiado para que sus párpados no se cerrasen como para poner atención con algo más. Requería un gasto de energía a su parecer innecesario.

Itachi comprendió, en apariencia, que cualquier intento de charla sería estéril y no comentó nada más. No obstante, permaneció impertérrito en su lugar, escudriñando detenidamente a su hermano menor. Estaba ahí, tan pasivo como una estatua, expectante por algo que el más joven ni comprendía ni quería comprender.

Se sirvió agua y le dio un enorme sorbo. Sentía el frescor invadirle la boca y la garganta, correr hasta su estómago reponiéndole un poco de vitalidad… Pensó que aquello de líquido vital no era sólo una fórmula propagandística para vender botellas y hacer retos de beber agua como pez hasta que llegase el juicio final.

Inclinó un poco más el vaso, procurando rescatar las últimas gotas de tan preciado recurso. El agua le ayudaba a mantenerse más cuerdo…¡Oh, por todos los diablos! Notó unas marcadas sombras moradas debajo de sus párpados, vestigio de su falta de sueño. Se veía horrible, como una evolución entre las ojeras de Itachi y las de Gaara.

Se conmocionó un poco. El rostro que cuidaba con tanto ahínco y esmero—aunque nadie pareciera tomarlo en consideración—estaba demacrado y feo. Pero no tenía tiempo de dormir, por lo menos hasta no ver terminados unos proyectos que tenía pendientes…

El sonido del cristal rompiéndose, hizo estremecer. ¿Qué había ocurrido? ¡Dios! Estaba tan extenuado que ni siquiera eso parecía tener sentido.

—¿Estás bien? — la voz, ligeramente alterada, de su hermano lo sacaron del estado rancio en que se encontraba.

—Sí, ¿por q...? ¡Ouch!— Itachi se encontraba abstraído mirando su mano, que, recién notaba, punzaba demasiado.

—¿En qué estabas pensando? Tiraste el vaso, joder…

Algo que el más pequeño siempre le había admirado al otro era su capacidad para nunca mostrarse ni molesto ni preocupado por nada. Decía las cosas con tal parsimonia que cualquiera que no lo conociera creería que estaba de coña, o que era un actor pésimo del drama eterno del dolor humano. Pero no, así era él, tan sagaz como pertinente al momento de emitir sus juicios. Eso era algo que siempre le había gustado de Itachi, su forma de comportarse lo hacían sentirse protegido como con nadie…

Recordó, o quizás empezó a caer en el letargo de su más tierna infancia, cuando tenía miedo a esas criaturas que habitaban en el mundo que había detrás del armario. O cuando se raspaba las rodillas y regresaba ensangrentado a casa por haberse caído en la plaza. O simplemente cuando el sueño se convertía en una pesadilla que lo despertaba en medio de gritos ahogados. En esas ocasiones Itachi estaba ahí, consolándolo, cuidando de él, prometiéndole que todo iba a pasar y que, mientras él estuviese a su lado nada malo le ocurriría. Era entonces, casi lo pudo sentir de nuevo, cuando se acostaba en su pecho y percibía la respiración parsimoniosa de su guardián.

En esos tiempos había sentido por su hermano mayor más que una admiración fatua. Quería ser como él, tan perfecto, recto e inalcanzable como aquel pueril modelo a seguir. Ansiaba no sentir miedo por los monstruos de su recámara, ni por la mirada severa de su padre; ser tan grande y tan fuerte que nada en este mundo lo pudiese doblegar.

Parpadeó un par de veces, intentando hacerse consciente de su dolor presente y no del idilio nostálgico del pasado.

¿Dónde había quedado su añoranza de no ser doblegado?

Seguro la había pagado como matrícula en la universidad. O probablemente la había cambiado por un condón y la certeza de ser miembro de una minoría reprimida al llegar a la pubertad y aclararse sobre su preferencia sexual. Era la única explicación. Había estado demasiado tiempo dentro de los oprimidos, de los discriminados y explotados como para tener noción de un deseo que tuvo cuando no conocía la vileza del mundo.

—¿En qué estás pensando?— los oscuros orbes del mayor lo miraban con intriga y condolencia.

—En que ser gay no es fácil— se encogió de hombros.

Aquel detalle sobre su vida sexual era un lazo que lo mantenía teniendo empatía con su hermano. Él también era homosexual, pero no de esos que se vestían como sacadas de un carnaval raquítico. Era de los que no se les notaba, justo como él. Dos caballeros, dos perfectos herederos, dos orgullos intelectuales perseguidos por las ilusas féminas que querían darles descendencia.

Aunque, por supuesto, no era algo de lo que hablaran en esa casa, por mucho que viviesen solos. Ni siquiera en un primer momento lo habían comentado, sino que la casualidad o la causalidad habían elucubrado una manera de hacérselos saber. Itachi había regresado antes de lo previsto, sólo para encontrarse a Sasuke follando con un pelirrojo de mirada hostil. Ante esto, ambos se desvelaron con un simple <<Soy gay>> <<Yo también>>. Y se fueron a cenar.

 

Itachi recogió los vidrios del suelo y vendó la mano herida de su hermano. El más joven, mientras tanto, ni se acordaba del dolor. La mano se le había entumecido y los ejercicios que tenía pendientes se le antojaban más difíciles que salvar el mundo del calentamiento global. A todas luces se le veía agobiado.

—Deberías dormir, si sigues así te vas a matar—sonaba como Mikoto cuando le hablaba así.

—Lo haré cuando termine mis pendientes…

No dijeron nada más, pero tampoco se movieron de donde estaban.

Poco a poco, el mayor posó la cabeza de su lánguido hermano en su pecho. Amaba tenerlo así, tan cerca, por mucho que su entrepierna sufriese un poco del aroma a avellanas y vainilla. Le dolía, sin embargo, que se estuviese extralimitando y que lo viese a él como el punto cúspide de su recorrido por la vida. Si tan solo su hermano se diese cuenta de lo maravilloso que era, incluso si era un cascarrabias iracundo al que le afloraba el masoquismo por ratos…

No tardó mucho en notar que la cabeza del menor pesaba más que siempre, señal de que había caído en los brazos de Morfeo. Eso lo alegró. Era como estar con él en los viejos tiempos, donde le temía a las sombras y a que los monstruos de la cocina se robaran todos los tomates.

—Hermano— masculló entre sueños el motivo de su delirio—…te…a…

—Te amo, Sasuke— lo miró con una serenidad complacida.

Eran esos los únicos momentos en los que se lo podía decir, más que como hermano, como hombre. Así, sencillo, sin temor de asustarle ni de alejarlo de él para siempre, acusándolo de ser un incestuoso pederasta.

Suspiró con nostalgia.

Él, que parecía tenerlo todo, carecía de lo único que de verdad quería: el amor de su hermano menor. Y eso no era por su causa, cosa que lo hacía sentir impotente, sino porque su padre siempre le había metido nebulosas en la cabeza… ¿Es que acaso Sasuke era tan ciego y tan cabezota que no se daba cuenta de que por mucho que él, Itachi, pudiese conseguir en la vida, nada le sería tan precioso como su cariño? El día que su hermano no quisiera ser como él, sino que quisiera vivir con él, sería la persona más dichosa y plena en el universo.

—Te… amo…— esas suaves palabras reverberaron en el corazón del mayor, pese a que no fueron más que un susurro.

Sólo en sueños al más joven se permitía decir esas palabras, tan prohibidas como deleitables. Eran precisamente aquellas cinco letras las que le daban siempre fuerza para enmedarlo todo, para ser mejor, para no sucumbir ante los deseos y aspiraciones de los malintencionados. Quería ser para Sasuke, egoísta y contradictoriamente, un modelo. Quería que no mirara a nadie más que a él y así, tal vez algún día, le podría dedicar esas palabras, despierto y consciente…

Besó su frente y depositó un casto beso en la punta de sus labios. El otro no lo notó. Estaba profundamente dormido, exhausto de la vida, de pretender ser quien no era…

 

Despertó porque los rayos de sol le picaban los ojos. ¿Qué hora era?

—Maldita sea… Me cago en…

El otro salió de la cocina, un poco alarmado por el escándalo.

—Ya  despertaste.

Una mirada de odio y el endurecimiento de las facciones dio a entender que ni estaba para bromas ni quería contestar a declaraciones tan evidentes. Estaba estresado, cabreado y quería echarse contra lo primero que viera. Y ¡además le dolía la mano! Pero bueno, eso sí había sido culpa suya por estar en un lapsus de imbecilidad.

Subió las escaleras imprimiendo más fuerza de la necesaria en cada paso y se  arregló rápidamente. Tenía que llegar a la universidad e inventarse alguna justificación astuta para entregar la tarea después…

 —¿Qué haces?— le preguntó el más alto, mientras él se colocaba los zapatos para irse.

—Me voy a la universidad, es tarde—contestó incriminatorio.

Itachi abrió el bote de yogurt que tenía en la mano y se metió una cucharada a la boca. Quizás, sólo quizás, debería hacer patente algo que su hermano no parecía tener en cuenta.

—Sasuke…

—¿Qué?

—Hoy es sábado.

Notas finales:

Bien, espero que les haya gustado. Apreciaría sus comentarios. 

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