B.F.F
Nos miramos a los ojos como siempre hacíamos. Pero, esta vez, algo era diferente.
El brillo en sus pupilas era más intenso. El sudor en mis manos se hizo presente. Ante mis ojos seguía siendo el mismo, pero me sentía como si por primera vez estuviese descubriendo su magia, su encanto. Sus labios sucumbieron antes de siquiera pronunciar las palabras. El silencio incómodo, desconocido hasta entonces, nos envolvió, hechizándonos. La piel de mis brazos se erizó. ¿Qué era lo que pasaba? Ya mi mente no parecía querer aceptar nuestra amistad. Sus mejillas se tiñeron de un suave color carmín. Tomó una de mis manos entre una de las suyas. Mi corazón se desbocó con ese simple acto. Se acercó más a mí hasta apoyar su frente con la mía. ¿Por qué me emocionaba tanto? Todo era diferente ahora con él. Mi vista se nubló mientras sentía cómo el mundo entero caía sobre mí. Las mariposas se hicieron presentes en mi estómago.
Oh-oh. No, esto no podía estar pasando. No nosotros, no. No puedo estar enamorándome de mi mejor amigo. Mi mejor amigo no podía estar enamorándose de mí. Cerré mis ojos, sin poder concebir semejante idea.
Sus labios rozaron los míos. Por un instante creí que me iba a deshacer en millones de partículas. Las rodillas se me aflojaron; y, en efecto, me hubiese caído, si no fuese porque me estrechó entre sus brazos con fuerza. No tenía escapatoria. Por primera vez me enfrentaba cara a cara con mis sentimientos. Ni respirar me importaba al sentir el gusto y la suavidad de sus labios.
¿Esto es amor?
Se separó de mí sólo unos centímetros, sin aflojar la firmeza de su abrazo. Dio un suave beso en mi mejilla, para después reír con un deje de dulzura.
— ¿Estás bien? —preguntó, mirándome fijo a los ojos.
—Sólo un poco mareado… —susurré, apoyando mis manos en su pecho.
—Se nota… pensé que te ibas a caer.
El carmín no abandonaba sus mejillas, siquiera amenazaba con desaparecer.
—Yo… no entiendo —dije.
— ¿Qué?
— ¿Cómo llegamos… a esto?
—No lo sé. ¿Acaso… no te gustó?
—Simplemente no entiendo… cuándo fue que no me bastaba tu amistad.
—Podemos intentar seguir como antes —respondió, cortante.
—No. No podemos, ya nada será igual.
— ¿Sólo por un simple beso? —parecía escéptico a la situación. No pude evitar sentir bronca.
— ¡Fue más que un simple beso! —refuté.
—Eso creía yo.
— ¿Entonces? —insistí, buscando una respuesta concreta en sus ojos.
—Entonces no sos el único en no estar satisfecho con ser sólo amigos. Siquiera los mejores. No puedo evitarlo, y vos tampoco. Lo que sentimos es más fuerte que nosotros mismos… —volvió a precipitar sus labios contra los míos.
Cerró sus ojos segundos antes de que yo cierre los míos. Sus manos en mi espalda me empujaron más contra él. Lo amaba, o eso creía. ¿Cómo poder estar seguro en tan poco tiempo? Tomé su rostro entre mis manos, saboreando sus labios. Quería besarlo hasta sangrar. Pero para eso necesitaría recuperar el aire en mis pulmones. Escasos fueron los centímetros que separamos nuestros labios. Ahora era yo el que reía. Y todo por culpa de esas mariposas revoloteando en mi interior. Me sentía, por primera vez en mi vida, especial. Único. El alma me había vuelto al cuerpo de una vez por todas. ¿Cómo negar que estaba enamorándome?
—Creo que… —susurré, viendo sus ojos brillosos— te amo.
—Yo no lo creo, lo hago.
Sonreí con ganas ante sus palabras. ¿Qué me importaba si nadie después entendería lo nuestro? Por primera vez era libre. Sí, esto debía de ser el único sentimiento capaz de hacerme sentir así.
—Te amo —corregí. Sus ojos se vidriaron tanto como los míos.
—Te amo —dijo, tomando una de mis manos entre las suyas—. Te amo… mejor amigo.
FIN.