Los rayos del sol se colaban por las ventanas de la pequeña, pero acogedora habitación, un pequeño rubio abría lentamente sus ojos, mirando el cuarto que días anteriores había compartido con su madre, quien luego de años de lucha fue consumida por un tumor maligno en su cabeza, muriendo hace solo tres días.
El pequeño Eiri sin nadie más en este mundo, se quedo a vivir en la casa de quienes fueron los patrones de su madre, prometiéndose a si mismo y a su madre, que sería fuerte y trabajaría muy duro para agradecer a la familia Shindou que se preocupo por ellos y los acepto en su morada (N/A: que morada, mansión xDD)
Se levanto y se encamino a la cocina, donde saludo a la mujer que día a día preparaba los más exquisitos platos para la familia Shindou y todos sus empleados, sí porque eran una familia que a pesar de ser multimillonarios, no dejaban de lado su humildad, y para ellos todos sus trabajadores, eran parte de la familia.
Tomo un poco de cereal y comió unas tostadas, cuando siente que su pantalón es levemente tirado por algo debajo de la mesa, levanto el mantel, para encontrarse con aquellas hermosas joyas amatistas mirándolo. Quedo perplejo, Shuichi cada día era más hermoso. Lo tomo en brazos y lo sentó en sus piernas
Buenos día Shu -le dijo mientras depositaba un tierno beso en el cabello rosa El pequeño niño de tres años río ante esta acción, y aplaudió con sus manitas, para luego jalar suavemente los rubios cabellos del niño cuatro años mayor que él.
Los padres de Shuichi habían salido de paseo un año atrás, y a la vuelta de este, un conductor ebrio choco el vehículo en el que se transportaban, el pequeño niño sufrió las consecuencias, tuvo un par de heridas en sus brazos y piernas, y una en su cuello, la cual le causo un gran trauma, pese a que sus cuerdas vocales están intactas, el pequeño dejo de emitir sonido alguno a través de su boca, se negaba a hablar, a pesar de que solo tenía dos años, las terapias y visitas constantes al médico no hacían efecto, durante ese año se sumió en el silencio.
Buenos días Eiri-kun –lo saludo Yuki Kitazawa, médico de la familia, que trataba a Shuichi. Shu al escuchar la voz de aquel hombre se aferro fuertemente al cuerpo de Eiri, no quería soltarse tenía miedo, el rubio sintió como su pequeño ángel de ojos amatistas tiritaba pegado a su cuerpo.
Kitazawa-sensei –mirándolo y tratando de descubrir que era lo que tenía tan asustado a su ángel. Veo que mi pequeño Shu está despierto, me permites –estirando sus brazos para tomar al pelirosa, que se negaba a soltar la playera del rubio.
Al parecer no quiere –Eiri lo estrechaba en sus brazos tratando de tranquilizarlo –no te preocupes Shu, la araña se fue, dándole palmadas en la espalda, pensando que aquel arácnido en la silla seria el culpable de que su ángel estuviera tan asustado, una vez que se relajo lo entrego a los brazos del médico, quien con una dudosa sonrisa lo llevo a la habitación.