II:
"Negación."
-“Lo siento, pero desde aquí ya no te está permitido pasar.”-Le frenó autoritario uno de los paramédicos, cerrando tras de si la puerta, sin siquiera darle tiempo de objetar.
Y al quedar aquel pasillo en total y absorbente silencio, el rubio no pudo más contra el indolente caudal de emociones que le embargaba. Por tanto, ya importándole bastante poco el que alguien le viera o no, se dejó arrastrar hasta el frío y blancuzco piso, deslizándose de rodillas en la pared. Más, antes siquiera que lograse chocar contra la cerámica bajo sus pies, unos brazos se cerraron entorno a su cuerpo, rodeándole comprensivos e incorporándole.
-“Elle..."-Pronunció en medio de un inaguantable sollozo, quebrándosele la voz al no ser capaz de retener el cruento llanto por más, aferrándose a la calidez y protección del recién llegado, dejándose arrastrar por la confianza, consintiendo a sus lágrimas surcar libres sus mejillas.
Y aunque el mayor quería indagar sobre lo ocurrido, no pudo más que limitar sus acciones a estrecharle con mayor avidez hacia su pecho, sintiéndose miserable al apreciarle estremeciéndose involuntariamente a causa de los inconsolables lamentos de completa impotencia, sin saber con certeza qué hacer para calmarle.
…
Y al cabo de varios e insoportables minutos, Mello fue serenándose, hasta no quedar ya más de su llanto, que una sombra rojiza tiñéndole acusadora la mirada. Y es que, de un momento a otro, había pasado del desconsuelo a la exasperación, mutando su actuar por completo, llenándose de agresividad y reaccionando, ante cualquier estímulo casual, con sobresalto y a la defensiva.
Por tanto, su hermano, comprendiendo las señales, optó por callar sus dudas, dejando libre albedrío a enterarse de lo sucedido cuando él estuviese dispuesto a contarlo.
Sin embargo, justo trazando la línea de tolerancia del menor, un doctor de aparente edad plena y vislumbres obvios de cauta preocupación en su semblante, se les acercó.
-“¿Familiares de Mail Jeevas?”-
Al instante, casi como una fiera harta de esperar su destino encerrada en una jaula, Mihael se lanzó sobre él, exigiéndole casi a gritos información sobre el pelirrojo. Y el hombre, al parecer en demasía habituado a tales reacciones por parte de los receptores de noticias sobre sus pacientes, levemente se inmutó, explicando lo que el rubio tanto deseaba, más no esperaba oír.
-“Acabamos de extraer la bala, fue una operación bastante riesgosa y complicada. Lo trasladamos a unidad de cuidados intensivos, pues, como se esperó desde un principio, su estado no es el más favorable.”-
-“¿Qué quiere decir con eso?”-Los expresivos ojos azules de Mello se llenaron de temor, contagiando también a su voz al hablar-“¿Cómo que no es el más favorable?”-
-“Lo siento mucho.”-Continuó el médico, dirigiéndole al chico una compasiva mirada, al tiempo que Elle pasaba un brazo por alrededor de sus hombros, a todas luces más que preparado para escuchar lo que estuviese por decir-“Realmente sería un milagro que el joven Jeevas pasara la noche.”-
Y por segunda vez aquella noche sin estrellas, Mello pudo sentir entre sus dedos los muchos trozos del mundo caído a sus pies. No obstante, aunándosele cruenta y escalofriante, la sensación de su corazón quebrándose en miles de pedazos, fue lo que extinguió sin mínima clemencia sus ilusiones.
-“¿morirá?”-Inquirió con la mirada perdida, mientras su hermano le sujetaba aún con mayor afán, impidiendo que su cuerpo pudiese colicionar sin elusión contra el suelo, debido a lo inestable que lucía-“¿Matt... Morirá…?”-
No, eso debía ser una pesadilla.
Sí. Una cruda y maldita pesadilla, de la que no le dejaban despertar. Porque, su único motivo, la única luz en su vida, no podía abandonarlo así como así...
Simplemente no podía... ¡No podía ser verdad!