Tiempo
Maldijo el tiempo, una y otra vez.
Maldijo al reloj de Mickey Mouse colgado del muro a las espaldas de su cama, con el perpetuo tic-toc que taladraba sus oídos y se introducía en su cerebro.
Maldijo el movimiento de sus manillas, tan increíblemente lentas.
Maldijo su sonido, porque era odioso e insufrible y aun así no pasaba deprisa.
Porque faltaba poco, realmente muy poco.
Dobló sus piernas hasta dejar sus rodillas por sobre su pecho, abrazándolas con sus brazos y escondiendo el gesto impaciente de su rostro entre ellas. Volteó su cuerpo sin dejar su posición incontables veces sobre su cama, olvidando su existencia y lo que le rodeaba. Olvidando que estaba en su habitación después de correr como demente hasta cubrirse hasta el cuello con sus sábanas de Disney; olvidando que se había pasado la cena porque no quería ver a ninguno de sus compañeros hasta que el momento llegase; sólo consciente de un único objeto, de una única presencia casi omnipresente para él.
La del reloj.
La del tiempo.
Y nuevamente sacó su compungido rostro para observar el aparato, introduciéndose de lleno entre las frazadas apenas hubo notado los cinco miserables minutos que habían pasado desde la ultima vez que lo miró. Porque el tiempo avanzaba lento, muy lento. Y él necesitaba con urgencia que fuera más aprisa.
Tic, toc, tic, toc.
Ese sonidito que tintineaba tanto pero que no representaba ningún avance. Y que lo torturaba, de la peor de las maneras. Porque su sonido se introducía con fuerza en su cerebro rememorándole lo lejano que aun estaba de cumplir el deseo intangible que siempre miró como inalcanzable, aun cuando faltaban unos mugrosos diez minutos para hacerse realidad.
Mugrosos diez minutos que se le hacían demasiado eternos como para soportarlos con cordura.
Porque, ¡Dios!, Ya había tolerado demasiado. Mas de lo que un adolescente con revolución de hormonas pudiera aguantar.
Tic, toc, tic, toc.
Y deseaba tener el poder de controlar el tiempo a su antojo. Tomar el mal nacido reloj y girar sus mal nacidas manecillas hasta que cayeran en esa hora que él necesitaba tanto, y parar todo ese martirio que lo enloquecía.
Soltó sus piernas, quedando boca abajo sobre el colchón de la cama. Dos minutos después, volteó hacia su derecha y se recostó de perfil. El cojín de pronto le pareció incómodo y lo tiró al suelo, reemplazando su lugar con su brazo.
Tic, toc. Volvió a mirar el reloj. Aun faltaban cuatro minutos.
Recogió el almohadón del piso y lo volvió a colocar bajo su cabeza. Movió sus brazos por toda la extensión del lecho, dejándolos bajo su torso e introduciéndolos en el pijama.
Tic, toc…
Y por fin, mientras su labio era despedazado por sus dientes y su furia sublevada por las hormonas; sonó la alarma de su teléfono celular.
Era la hora.
Quitó las sabanas de su rostro y cuerpo mientras se levantaba de la cama. Peinó su anaranjado cabello hacia atrás con coquetería, colocándose las pantuflas celestes y un pequeño sweater para abrigarse.
Salió de su cuarto compartido, casi corriendo como un desesperado hacia la habitación de sus hyungs. Abrió la puerta de madera en silencio y esperó un momento por si alguno de los que dormían en el lugar se despertaba, pero ninguno lo hizo.
Sonriendo, entró al lugar y se acercó con extrema rapidez (para no emitir ruido innecesario) hacia la cama de su vocalista principal, recostándose sobre él.
Jonghyun se despertó sobresaltado y miró la cara sonriente de Taemin aun bajo las penumbras de la recamara, bostezando ampliamente, frotándose los ojos. El hongo se limitó a ampliar su sonrisa, besando los rosados labios de Jjong.
“Jjong, amor…-susurró- mira la hora. Ya soy mayor de edad….”
Poco faltaba para que la sonrisa del Puppy llenara la habitación.
Abrazó al pequeño maknae con fuerza y mordió el pequeño labio inferior con pasión. Taemin se sonrojó, metiéndose bajo las sabanas y abrazando el espectacular cuerpo de su novio. Ese que le negó acción durante todos sus meses de noviazgo alegando que era demasiado pequeño como para pervertirlo de esa manera.
Pero ya tenia dieciocho años, Jjong no volvería a escaparse.
¿Y el tiempo? El tiempo podía irse a la mierda.
Finnite.