I. Una caricia.
Después de haber terminado aquella última presentación al final de su concierto y haber dado las gracias al público por su apoyo y presencia incondicional, por todo su amor y fe en ellos; se retiraron a los camerinos, sudados y agotados; pero más que acostumbrados. Estaban felices por otra presentación perfecta y única. Sus fans siempre los recibían cálidamente y ellos en gratitud daban lo mejor de sí, como Dong Bang Shin Ki y de cada uno de ellos.
Se felicitaron atrás del escenario y compartieron un abrazo los cinco, mientras hermosas sonrisas cubrían sus rostros un tanto cansados. Agradecieron al staff y se encaminaron ahora sí, a su camerino.
Mientras que JaeJoong, JunSu y ChangMin se adelantaban por aquel estrecho pasillo de paredes celestes. Él se quedó atrás junto a YooChun, que iba unos pasos más adelante de él.
Paseó su vista por la delgada figura del menor, desde sus cabellos ondulados y oscuros, sus blancos hombros descubiertos - gracias al escote de barco en su camisa azul - la piel tersa y también descubierta de su espalda, sus largas piernas, hasta sus pies. La regresó a su nuca, donde lo vio agachar el rostro. Mordió su labio inferior en un gesto de preocupación.
YooChun estaba extraño, lo sabía, y también sabía que no era el único que se dio cuenta de aquella actitud poco usual en el dandy del grupo.
Apresuró el paso y le dio alcance. Pasó su brazo izquierdo sobre los hombros del menor y apretó aquel descubierto, "su piel es tan suave", brindándole apoyo y consuelo.
Lo vio levantar su mirada posándola en él. Sus hermosos ojos estaban apagados: carecían de aquel brillo infantil y precioso característico en ellos.
YooChun al sentir el contacto del líder sobre él, levantó la mirada. Posándola sobre la chocolate de YunHo. Vislumbró en ella preocupación; pero sobre todo: un brillo único y de calidez. El mayor le dirigió una sonrisa cándida y reconfortante, que él sólo correspondió con una apagada.
Se detuvieron a mitad del pasillo; porque así lo hizo hacer YunHo.
YunHo se paró frente a él, mirándolo fijamente a los ojos. No sabía que sucedía con el menor y si no preguntaba no lo sabría. Pero él quería que YooChun le contara lo que le preocupara o lo que sea que le pasara sin tener que preguntárselo. Que confiara en él... no como líder, no como compañero, no como amigo... sino...
— Sabes... — comenzó, no sabía bien que decirle —, no me gustan tus ojos.
— Si no te gustan, no los veas — dijo dolido y apartando la mirada. Intentó seguir con su camino pero YunHo, quien lo tomó de los brazos, se lo impidió.
— No quise decir eso... bueno no así — intentaba aclararse —, sólo que no me gusta... el estado en el que están.
Bien, la verdad es que no sabía porque le costaba decirle lo que quería.
— Y... ¿cómo están? — preguntó posando su mirada de nuevo en él.
— Apagados, tristes... dolidos... Sin aquel hermoso brillo de siempre... A mí no me gusta que estén así... ¡No me gustas así YooChun! — le contestó mirándolo fijamente. Era sincero y lo miraba seriamente, con aquella mirada imponente que siempre lo asaltaba cuando se ponía en serio con su papel de líder.
— Yo...
YooChun nunca... nunca se espero aquellas palabras por parte del mayor. Un bello sonrojo invadió sus mejillas y no sabía que decir. Pero aquellas palabras le habían agradado mucho y habían provocado que su corazón se agitara.
— YooChun... Estas extraño y eso tampoco me agrada. Si tienes algún problema o hay algo de lo que quieras hablar... lo que sea... sabes que puedes confiar en mí y también en los demás chicos.
¿Extraño? ¿Problemas? ¿Decir algo? ¿A qué se refería? Él no se sentía extraño, problemas gracias a Dios no tenía, y sobre hablar cualquier cosa... había una... pero no se sentía preparado.
¿A quién engañaba? Sólo a sí mismo...
Sí, estaba extraño y desde hace tiempo, pero hasta ahora es cuando lo mostró en mayor medida. Y todo por el YunJae. Problemas tenía, pero amorosos. Y con YunHo. Y sobre lo otro, aunque quisiera decírselo, no se animaba, no quería perderlo como amigo. Tenía miedo.
Suspiró cansado y cerró los ojos por la frustración que sentía. El sonrojo aún permanecía en sus mejillas y lo sabía, pues todavía las sentía calientes. Pero fue en ese momento, en ese pequeño instante que sintió como: Una suave y agradable mano se posaba sobre su ruborizada mejilla brindándole en ésta... una cálida y tierna caricia.