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Wishes for a genie por itachiuchihafan

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertanecen, son de Masashi Kishimoto.

La histora es mia. 

Notas del capitulo:

Esto se me ocurrió recordando mi infancia, se acuerda de "Sherezada"? (creo que asi se escribe), donde había una princesa que se encontraba un genio que creo se llamaba Gil.
Espero que les guste, perdonenme si esta corto o con faltas de ortografía.

 

Este capítulo esta editado.

Miraba con curiosidad el paquete que le había mandado su padre desde tierras muy lejanas, tierras árabes. La pequeña caja estaba envuelta en un papel rugoso color café sujetado por varios lazos, los sellos postales y la dirección estaba adherida a ella. Sus dedos juguetearon, dando leves golpes al envoltorio.

Se preguntaba que le habría mandado su padre, siempre eran cosas extrañas que no tenían uso alguno más que el de un simple adorno. Con curiosidad desató los lazos, para después arrancar el rugoso papel que crujía ante su tacto; al abrir la caja se encontró con un extraño artefacto, el cuál por un momento desconoció. Lo sacó, admirándolo; una lámpara dorada con varios grabados que la adornaban, al centro de ella se encontraba un gema de rubí que resplandecía hermosamente.

No sabía cuál era realmente su utilidad, probablemente alguna tontería de su padre. Como bien sabía, otro adorno más. Con desgano la dejó caer al piso, haciendo que rodara por debajo de uno de los sofás. Tenía mejores cosas que hacer que estar viendo esa vieja lámpara, suficiente trabajo tenía como para perder el tiempo, además de que aquel objeto ni siquiera combinaba con su hogar.

 

Una semana después había olvidado por completo la existencia de la lámpara. Su casa estaba llena de papeles, todos esparcidos y cubriendo cada esquina. Ya ni siquiera tenía tiempo para vida social y su padre seguía estando en su viaje; ahora según le había dicho, se dirigía a tierras americanas, iniciando por Canadá , para pasar a los Estados Unidos y después a México, para adentrarse aún más a tierras latinas. En otras palabras, no vería a su padre en mucho tiempo, pero ahora ya no le importaba, lo único que importaba era encontrar el plano que necesitaba.

Revolvía todo, desenrollando los largos papeles, pero ninguno era el que quería. Tomaba todos los que se encontraban, algunos estaban esparcidos sobre las mesas, otros sobre los sillones y otros más sobre el piso.

Se agachó a recoger uno de los planos que estaban debajo del sillón, estiró su mano intentando alcanzarlo, hasta que sintió algo bajo su tacto, tomó el objeto, sacándolo a la luz.

Contempló curioso aquel objeto que días atrás había decidido aventar, se levantó y se sentó en un pequeño espacio del sillón, ya que lo demás estaba cubierto por planos. La observó unos segundos, quizás nada más para tomar un respiro de su ardua búsqueda o tal vez porque la misma lámpara lo obligaba. Sus ojos se volvieron a fijar con más detenimiento en los grabados que cubrían aquella lámpara, al parecer eran letras.

Acarició con cuidado el rubí, pero al hacerlo este se desprendió, cayendo a sus piernas; dejo la lámpara a un lado, para después tomar el cristal, notando que mantenía colgada una cadena de oro. Se levantó, acercándose a la ventana, para poder tener más luz y contemplar de una mejor forma el rubí.

Le estudiaba con cuidado, por ello no se dio cuenta de que un humo comenzaba a llenar la habitación, sino hasta que lo alcanzó, obligándolo a girarse para ver de dónde provenía, pero sin poder moverse más allá de eso pues el temor le paralizo, ¿qué podría ser aquello?

Fue cuestión de minutos para que el humo se despejara y dejara ver a un adolescente de cabello negro azulado y piel extremadamente blanca, vestía de una forma curiosa, un chaleco negro con bordes dorados, pantalones blancos abombachados y unas zapatillas negras que terminaban en una punta respingada. Por si fuera poco, en sus muecas se apreciaban dos grilletes de oro puro y  mantenía sus ojos cerrados, mostrando un hermoso rostro relajado.

 

—   ¿Quién eres? — por fin preguntó.

 

El joven comenzó a abrir lentamente sus ojos, dejando ver unos hermosos ojos tan oscuros, que ni siquiera se podía contemplar la pupila. No era una mirada amable, por el contrario, demostraba fastidio, aunque quizá había un toque de curiosidad.

 

—   Yo soy el genio de la lámpara, Sasuke — respondió en un tono que mostraba superioridad.

 

Naruto le contempló por un momento, sin decir nada y conteniendo la respiración, no entendía como había entrado en su hogar, pero aquello que estaba diciendo no tenía ningún sentido.

 

—   ¿Cómo entraste aquí? — por fin preguntó, pensando que aquello tenía que ser un engaño.

—   Te he dicho que soy un genio, el genio de la lámpara y ya que tú tienes el rubí, supondré que tú eres mi nuevo amo — respondió el azabache con cierta furia.

—   Los genios no existen, no tengo la menor idea de cómo entraste pero sí no te largas en este instante, llamaré a la policía — amenazó el rubio.

 

Sasuke le miro con desagrado, no permitirá que negara su existencia. Si bien no era el primero que lo hacía, por alguna razón le estaba molestando más que de costumbre.

 

—   Los genios existen y yo soy uno de ellos — no tenía idea de que era la policía, pero ya después lo descubriría.

—   Me crees estúpido, no me quieras tomar el pelo — ahora el tono de voz de Naruto era similar al de Sasuke.

—   Te demostrare que soy un genio, desde ahora tienes en tu poder diez deseos, así que piensa bien que es lo que quieres pedir — porque no había mejor manera de demostrar quien era, que haciendo algo de magia.

 

Naruto le miro con burla, estaba bien le seguiría el juego, y cuando le demostrara que aquello no era más que una broma, realmente llamaría a la policía.

 

—   Muy bien, mi primer deseo es que todos estos planos estén acomodados y clasificados – habló riendo por lo estúpido que aquello le parecía.

—   Como desee mi amo — aquellas palabras salieron involuntarías de los finos labios de Sasuke.

Y aunque a Sasuke no le parecía la actitud incrédula del rubio, dando un chasquido todos los planos se levantaron acomodándose en las mesas y estantes que estaban diseñados para ello. Naruto le miraba con asombro, eso no podía ser posible, y comenzó a creer que era una ilusión o que quizás estaba dormido. Aun así, todos los planos quedaron en su lugar y Sasuke mostraba una sonrisa de satisfacción.

—   Ahora te quedan nueve deseos — otra frase involuntaría —. ¿Ahora me crees? — le preguntó por fin Sasuke.

Naruto no podía responder, seguía sorprendido de lo realizado por su compañero. Inclusive se pellizco a si mismo, soltando un leve gemido de dolor al sentir sus uñas clavándose sobre su piel.

—   Quizás te debería conceder un cerebro — se burló el azabache al notar las acciones de su nuevo amo.

Ante esto el rubio reaccionó y le miró molesto, aun así, no podía negar de la autenticidad del genio. De verdad había cumplido su deseo y ya había comprobado que no estaba dormido.

—   Entonces verdaderamente eres un genio y me quedan nueve deseos — dijo Naruto, aun sin creerlo por completo.

—   Si, aun que hay algo que no puedo hacer — y su voz sonó más sería —, matar.

—   ¿Por qué querría matar a alguien? — Naruto pareció horrisado y con ello, Sasuke comprobo que aquel no era un mal hombre —, pero tú eres un gran avance para la humanidad, imagínate lo que se podría hacer con tu magia — había emoción en su voz —, ¿cómo está compuesto tu cuerpo?, ¿es igual al mío?, ¿cómo entras en esa lámpara? — ahora Naruto estaba balbuceando al mismo tiempo que examinaba al azabache, tomándolo de los brazos, viéndolo con detenimiento.

—   Es suficiente — Sasuke se apartó bruscamente —. No soy un juguete, y no le debes decir nada de esto a nadie, si caigo en manos equivocadas será un problema — explicó —, y sí, soy igual que tú, yo también fui humano — aclaró, y dando un nuevo chasquido, todos los planos salieron volando, regándose nuevamente por la habitación, algunos golpeando al rubio —. Al igual que puedo conceder deseos, los puedo deshacer, y te siguen quedando nueve deseos, pero para que veas que no soy tan malo — un plano apareció en su mano —, este es el que estabas buscando — dijo entregándoselo, para nuevamente regresar a su lámpara con un chasquido.

—   Espera Sasuke — pero el azabache había desaparecido.

Miró el plano que estaba en su mano, luego miró la lámpara, estaba ahí sobre el sillón. Nuevamente puso atención a su alrededor, viendo los planos regados por todas partes, y el rubí que pendía de la cadena, sujetada entre sus dedos, balanceándose de un lado a otro.

Suspirando, dejo el plano sobre una pequeña mesa, que hasta ese momento haba permanecido vacía. Se colgó el rubí al cuello. Recogió la lámpara y la puso al lado del plano.

La cabeza le daba vueltas, pues no terminaba de comprender lo que había sucedió; además, era tarde y deseaba dormir, así cuando estuviera descansado, pensaría en todo lo sucedido.

 

 

La noche había caído; Sasuke se encontraba dentro de su lámpara, girando de un lado a otro, suspiró resignado, se había comportado de una forma infantil, él no era así, él obedecía a su amo, aunque claro, según aprecio el rubio no era muy inteligente y por lo que había podido notar, era muy diferente a todos los amos que le antecedieron.

Se dejó caer entre los cojines rojizos que adornaban su estancia. Su lámpara pese a ser aparentemente pequeña, por dentro era espaciosa, estaba decorada con unas cortinas color vino, en el piso, hermosos tapices hilados a mano se mostraban gloriosamente. Había cientos de cojines tirados en el piso, todos de distintos colores. En un extremo, se encontraba un diván color hueso, en donde comúnmente dormía. Varias sabanas de seda estaban esparcidas cerca de ese mueble. Al centro se encontraba una mesa de cristal con una base de oro. Tres pipas de agua árabes, se encontraban cercas del diván, listas para permitirle fumar opio en el momento que le plazca. Varias plantas adornaban el lugar, y un agradable aroma a incienso se dejaba oler.

Pero algo estaba mal, ahora podía ver el exterior desde su lámpara, algo que no le gustaba, ya que se sentía como un mirón, y todo porque el rubio había quitado el rubí de su lugar.

Aburrido, decidió salir de su lámpara y con solo pensarlo salió de ella. Esta vez no salió rodeado de humo, la última vez había sucedido así porque tenía varios siglos sin salir.

Contempló el lugar, un verdadero desastre y aun así le era fascinante. Había tantas cosas nuevas que él desconocía, por ejemplo, aquella extraña caja plana, que estaba colgada sobre la pared. También los muebles le resultaban extraños, eran sencillos y ocupaban poco espacio. Aquella no era su amada Arabia, claro que no, aquel lugar era más feo.

Dando un chasquido volvió a clasificar todos los planos, dejando nuevamente todo limpio, de todas formas ese había sido el deseo de su amo. Una vez hecho eso, se encamino por los pasillos contemplando con curiosidad todo, hasta toparse con una puerta entreabierta. Moviéndola con cuidado, entró, encontrándose al rubio dormido sobre una cama de sabanas azules.

Guiado por la curiosidad, se acercó a un escritorio donde había muchos papeles, entre ellos estaba una carpeta de piel color negra, en donde grabado tenía el nombre de “Naruto Uzumaki”, Sasuke acarició las letras, aquel era el nombre de su amo.

Miró hacia el otro extremo, otra puerta, intrigado se dirigió hacia ella, sin hacer el menor ruido. Giró la perilla, permitiéndole el paso, dejándole ver un cuarto que para él era extraño, había varias toallas, desconocía ese lugar.

En el fondo, algo captó su atención, obligándole a acercarse. Cubierto por una puerta corrediza de cristal, en la pared había dos manijas. Empujó la puerta y entró a ese pequeño espacio, giro una de las manijas y al instante comenzó a salir montones de agua fría, mojándole por completo y sacándole un fuerte grito al sentir tan helado liquido sobre su delicada piel.

 

 

 

Naruto, quien había estado completamente dormido, saltó de la cama al escuchar el grito proveniente de su baño; por unos segundos se sintió desconcertado, pero casi al instante pensó que quizá un ladrón había ingresado a su hogar. Silenciosamente tomó un bate de béisbol que mantenía cerca de su armario e igual de silencioso se acercó a la habitación de baño. La realización llegó a su mente cuando se encontró a un azabache, completamente mojado y tratando de parar el agua.  Soltó el bate y comenzó a reír escandalosamente, captando la atención del otro.

 

—   No es gracioso, ¿qué demonios es eso? — preguntó con ira el azabache.

—   Es una regadera — le respondió tratando de controlar su risa y acercándose para cerrar el flujo del agua.

—   No me gusta — se quejó, abrazándose a sí mismo, estaba empapado y temblaba por el frio, si bien era un genio, sentía como cualquier humano.

—   Ven vamos a que te cambies — dijo el Uzumaki tendiéndole una toalla.

 

Sasuke se cubrió con ella, tratándose de secar lo más que pudo y siguiendo a su nuevo amo de regreso a la habitación. El rubio buscaba algo de ropa para el azabache, pero lo único que encontró para darle era una vieja pijama, de cuando era un adolescente. Dejo al azabache para que se cambiara, mientras tanto se dirigió a la cocina.

Una vez cambiado, Sasuke se contempló en el espejo, le quedaba relativamente grande esa pijama, pero bien sabía, al rubio no le quedaba, era muy pequeña para él.

Salió de la habitación, dejando su ropa extendida en el baño, y fue cuando se dio cuenta que en ese momento debía parecer una persona completamente normal, o al menos lo parecería de no ser por los pesados brazaletes en sus muñecas que delataban su condición de genio.

Tardó unos minutos en encontrar a su amo, quien le daba la espalda. Se encontraba en una habitación pequeña, con objetos que no conocía. En una orilla, se encontraba una mesa con cuatro sillas y sin saber realmente que hacer, tomó asiento, captando así la atención del rubio.

 

—   Sasuke, espero que no te moleste, te estoy preparando algo de café — informó el rubio.

 

El azabache vio con curiosidad el aparato con que Naruto calentaba el agua del café, era grande y extraño, de color negro y parecía tener más espacio para calentar cosas.

 

—   ¿Qué es eso? — señalando el objeto y obteniendo una mirada cargada de extrañeza de su amo.

—   Es una estufa — dijo sin realmente comprender.

—   Estufa — repitió el azabache, poniéndose de pie y acercándose al aparato.

 

Naruto miraba a Sasuke con curiosidad, el azabache se notaba concentrando, revisando el electrodoméstico. Los ojos casi negros mantenían un cierto brillo que le resultó fascinante, pues parecía que estaba descubriendo algo maravilloso.

 

—   No me gusta — sentenció el moreno.

 

Sasuke regresó a su lugar y puso un semblante serio, pero en el fondo se moría de la curiosidad y la fascinación por tantas cosas desconocidas. Deseaba hacer tantas preguntas y que le explicara como funcionaba cada una de las cosas de aquella habitación, además, por lo que veía Naruto no le negaría el enseñarle lo que desconocía, no parecía ser ese tipo de amo.

 

— Oye, eres un genio, me es difícil creerlo — de hecho, aquello parecía que lo estaba diciendo para convenserce a si mismo —, pero me lo demostraste — otra afirmación para convenserce —, aun así, ¿por qué no apareciste ropa seca para ti? — soltó de repente Naruto, vertiendo el agua hirviendo en dos tazas.

 

Se hizo completamente silencio, la pregunta había tomado por sorpresa a Sasuke, quien no pensaba responder pues le daba vergüenza admitir que él no podía usar su magia en completo beneficio propio.

 

—   No quise — mintió.

 

Naruto colocó la taza frente a Sasuke mientras él se quedaba con la otra. Tomó asiento delante del azabache, mientras que le miraba no muy convencido.

 

—   No me gusta el café — dijo con sencillez Sasuke, aunque era mentira, le gustaba, aunque no era una de sus bebidas favoritas.

 

Una venita apareció en la frente del rubio. No le agradaba que Sasuke fuera así, aunque no podía asegurar que realmente fuera siempre su comportamiento de aquella manera, pues apenas se habían conocido.

 

—   ¿Y por qué no lo dijiste antes? — había molestia en la voz del rubio.

 

El azabache ya no habló, solo se dedicó a analizar el lugar, tal vez en ese momento no le iba a preguntar para que servía cada cosa, pero al menos podía observar. Poniéndose de pie, se dispuso a recorrer la cocina.

Naruto le contemplaba, miraba los delicados pasos del azabache, sus pies desnudos tocaban el frio suelo, pero el genio parecía no importarle. El pijama, le quedaba grande, haciendo que la camisa se le resbalara por los hombros, muy diferente a la ropa con que le había conocido, su típica ropa que le quedaba a la medida y hasta cierto punto, entallada. No pudo evitar sonrojarse levemente.

 

—   ¿Qué país es este? — preguntó Sasuke, abriendo los cajones que encontraba a su paso.

—   Japón — respondió —. ¿De dónde eres? – y ahora Naruto preguntó.

—   Arabia — contestó el azabache, cerrando otro cajón.

—   ¿De qué siglo? — una nueva pregunta.

—   No lo sé — ahora el azabache le miraba — ¿Qué siglo es este? — aquello si le interesaba.

—   Siglo XXI — respondió, esperando ver que reacción tendría Sasuke.

—    Pase mucho tiempo en esa lámpara — se llevó las manos a la barbilla, pensando —, la última vez que me entere en que siglo estaba fue en el siglo XIII — mas que para el rubio, era algo que el azabache se había dicho así mismo.

 

Pero Naruto le miraba sorprendido, era mucho tiempo, quizás hasta era demasiado. No podía imaginarse lo que fue estar durante tanto tiempo encerrado en aquella lámpara, completamente solo. No pudo evitar sentir cierta lastima, aunque no lo dejo ver.

 

—   ¿Cómo te convertiste en genio? — le preguntó intrigado, aunque más que nada, para mantener su mente ocupada.

—   No te importa – le respondió molesto, saliendo de la cocina para dirigirse a su lámpara. Era obvio que evitaba esa pregunta.

—   Espera — Naruto iba tras él, buscando una excusa con que detenerle —. Soy tu amo, debes obedecerme.

 

Y Sasuke se giró violentamente, encarándolo y regalándole una mirada amenazante. Se notaba completamente furioso.

 

—   No — su voz completamente fria —. Yo debo cumplir los diez deseos de la persona que tenga el rubí, que en este caso, eres tú — dio un paso hacía su amo, haciendo que este retrocediera intimidado —, pero no tengo por qué obedecerte, yo hago lo que me plazca – le desafió.

 

Aquello aunque verdad, era la primera vez que lo hacía. Sus anteriores amos, a excepción de uno, le habían provocado pavor, y había preferido obedecerles sin rechistar por el miedo que les tenía. A Naruto no le temía, pues no parecía ser la clase de persona que le fuera a torturar por el simple hecho de no hacerle caso, quizá un regaño, pero nada realmente violento.

 

—   Tengo un deseo — dijo apresurado Naruto, quizá para impedir que se acercara más, o quizá para demostrarle que no le intimidaba.

 

Sasuke detuvo su paso, mirándole exasperado, pero aun con el desafió en su mirada.

 

—   Deseo que me obedezcas en todo cuanto diga — levantó la barbilla, para mostrar más seguridad —, hasta que me hayas cumplido todos los deseos restantes — sonrió satisfecho.

 

Sasuke trago saliva, los labios le temblaron y bajo la mirada, notando como había sido derrotado. Quizá Naruto no le daba miedo, pero ahora aquello le obligaría a hacer lo que pedía y él no podía negarse a cumplir tal deseo.

 

—   Como desee, mi amo — no se movió, un nuevo grillete apareció esta vez, ahora en su cuello —. Ahora te quedan ocho deseos — su mano roso levemente el grillete que demostraba obediencia.

 

Los puños del azabache se cerraron con fuerza, encajándose las uñas en las palmas. Estaba furioso por cumplir aquel estúpido deseo, pero no podía hacer más; al final, él era un simple genio, que no era otra cosa que un esclavo con magia, él estaba obligado a cumplir los deseos de su amo.

Notas finales:

Espero que les gustara, y también espero que me dejen algun comentario con su opinión.

¡Nos vemos!


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