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Las claves del matrimonio por Bartleby

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Notas del fanfic:

Naruto es propiedad de Masashi Kishimoto. 

Notas del capitulo:

Hola, pues, es mi primer fic. Espero que les guste. 

Se miró en el espejo y acomodó, por enésima vez, su corbata. Tenía que verse perfecto, impecable, acorde con la ocasión. Los nervios lo traicionaban, descomponiendo sus gentiles muecas.

No estaba seguro de cómo había llegado ahí, pero ya procuraba no pensar demasiado en ello. No tenía caso buscarle motivos a algo que estaba, según él, destinado a ser desde siempre. Prefería concentrarse en vaciar toda la carga de inseguridad y de ansias de su interior.

¿Qué pasará si fallo?

El pensamiento ése le venía dando vueltas desde el momento en que se enfundó el frac por primera vez y se dio cuenta de que todos sus sueños se volverían realidad. En aquel momento no pudo más que ver el anillo que relucía en su dedo y jurarse trabajar con todo su ser para no volver aquel cuento de hadas en una pesadilla. No podía darse el lujo de fallar.

Había repasado, cuando menos, un millón y medio de veces todo lo que debía tener en cuenta para dar ese salto al vacío que le suponía el matrimonio.

Uno: Para Sasuke todo tenía que estar impecable y perfecto, de lo contrario debería atenerse a un arranque casi psicótico y a su desarrolladísimo desorden obsesivo-compulsivo.

Se había dado cuenta de ello la primera vez que pasó la noche en casa del moreno. No bien había terminado de llegar, y estaban besándose sin más objetivo que el de llegar a la habitación y desprenderse de sus molestas ropas,  cuando el moreno cambió radicalmente de actitud.

Al principio, él no atinó a comprender qué era lo que ocurría. Incluso, repasó mentalmente todos los aspectos que había cuidado para ese momento: se había lavado concienzudamente los dientes y utilizado más desodorante de lo normal. Se llevó la nariz, discretamente a la axila, temiendo lo peor, sólo para darse cuenta que todo estaba en orden.

—¿Qué pasa?— se atrevió a preguntar, rompiendo la concentración de su pareja y la tensión del ambiente.

El moreno no contestó, sino que siguió atizando con la mirada un punto en el vacio de la habitación.  Naruto se llevó las manos a la cabellera, desconcertado. No encontraba nada graciosa la situación.

Reformuló la pregunta, intentando parecer un poco más cordial. Por toda respuesta, Sasuke lo besó intensamente. Ahí se olvidó la cuestión, aunque el ritmo del ósculo había cambiado. Ya no había pasión, sino más bien una muestra de obsesivo abandono.

—Lo siento, no puedo hacerlo— cortó de pronto todo el rollo, levantándose de la cama.

Jamás en su vida el Uzumaki había sentido tal humillación. ¿De verdad le estaba diciendo que no quería acostarse con él…ya que estaban en la cama?

—¿Qué…?— alzó la voz— Tú fuiste el que me pidió venir a tu casa, cabrón de mierda.

—Sí, pero no puedo hacerlo—aquellas palabras fueron determinantes—Dame unos momentos, o no seré capaz. Sal de la habitación.

El rubio, sin saber por qué diablos estaba consintiendo tan insensata proposición, abandonó la habitación. Consideró la hilarante posibilidad de la disfunción eréctil, pero, como no era la primera vez que follaban de la nada, no lo creyó tan viable. Sin embargo, esperó impacientemente en la estancia a que se solucionara… lo que se tuviese que solucionar.

No fue sino hasta muchos meses después, cuando su relación se volvió estable, que se atrevieron a ahondar en la cuestión.

—¿Qué fue lo que ocurrió esa noche?— el rubio sonreía con  un poco de malicia, que se mezclaba con una curiosidad sincera.

—No es indispensable que lo sepas— de súbito, un disimulado nerviosismo se marcó en los movimientos del moreno.

Los ojos azules se clavaron en él, y no se le despegaron hasta que una pequeña y casi inaudible confesión escapó de los herméticos labios.

—…la sábana tenía pliegues.

El más joven no daba crédito a sus oídos, ¿era real que Sasuke se había incomodado tanto por algo así de nimio? Si eso no era patológico, no sabía cómo catalogarlo. Intentó reír, asumiendo que era una broma macabra y Uchiha, pero al no ver rasgos de diversión en el otro, desistió.

Desde ese momento dejaron de tocar el tema por completo. Se volvió un asunto tácito omnipresente, del que jamás comentaban pero ambos comprendían. Y, por lo tanto, una de las claves para vivir armónicamente con el obsesivo, hosco y compulsivo moreno.

 

Se tocó el anillo con el dedo para sentir el grabado. Necesitaba algo que le quitara un poco esas ansias locas. Le dio un brutal antojo por ramen… pero no quería ensuciarse. No, eso únicamente generaría asperezas innecesarias. A su mente vino la clave número dos, que debía aprender a tomar en cuenta, por mucho trabajo que le costara.

El ramen, a ojos de Sasuke Uchiha, NO era alimento.

De hecho, podía decirse que lo odiaba con todo su corazón. No dejaba de decirle lo asqueroso del aroma y lo malo para su colesterol que era aquella rica sopa, sin que el rubio lo escuchase jamás. Para Naruto, un día sin ramen era un día perdido por mucho que el de ojos oscuros lo acosase diciendo lo gordo que se iba a poner y que, después, moriría por afecciones al corazón. Sin embargo, tenía que mediar las cosas.

No dejaría de comer ramen, eso era claro, pero debía procurar que el olor no se impregnara en la casa o que Sasuke no lo mirase. Finalmente, si él respetaba su desagradable fijación por el jugo de tomate, que se le figuraba a sangre coagulada… pues, ¡pues él se callaba y lo dejaba comer ramen tranquilo!

Lo único que tenía que aprender a empatar en ese sentido era su ingesta diaria.

 

Caviló un poco más los otros puntos importantes para no arruinar aquella vida, con un perro y una enorme casa a la cual llegar diariamente y en la cual envejecer. Realmente, salvo los dos puntos anteriores, lo único que le quedaba por recordar era el narcisismo que padecía Sasuke. Bueno, eso y que no le gustaba dar limosnas, ceder el paso a los peatones, ver los noticieros antes de dormir, los niños, las aves y los mimos… pero debía centrarse más en la parte del narcisismo.

No le era un secreto que su pronto-a-ser-marido había desarrollado una pasión inmensa por el culto a su cuerpo. Contaba las calorías de cada una de las cosas que iba a comer, se ejercitaba, cuando menos, dos horas diarias y pocas veces tomaba alcohol. Además, tenía una especie de amorío secreto con el hilo dental que no estaba sujeto a dudas.

Por si eso fuera poco, incluso su ropa interior tenía que combinar con el resto de su atuendo. Invertía horas peinándose sólo para procurarse el look de “elegantemente casual” que, irónicamente, le hacía ver igual que si nunca se hubiese pasado el cepillo por la cabeza. Tenía una colonia para cada día de la semana y procuraba no utilizar los mismos zapatos dos veces en el mismo mes.

Cada vez que analizaba toda esa seguidilla de manías, a Naruto Uzumaki le recorría un escalofrío. ¿De verdad estaría dispuesto a compartir su vida con una persona tan excéntrica? No estaba seguro de entender jamás el motivo por el cual en su nuevo hogar debía comprarse la leche con cero calorías, en vez de la deslactosada. Tampoco sabía si deseaba entablar luchas apasionadas por comprar un champú especial o el mismo que había comprado toda la vida sólo por su olor a coco.

Suspiró.  

Lo más difícil de casarse era la aceptación de que ya no sería sólo una persona, y que cedería parte de su espacio para coexistir con alguien tan diferente. ¿Por qué, entonces, había aceptado?

Se lo recordó, buscando una renovada fuerza en sí para dar ese paso enorme: Sasuke le había devuelto la vida, había inspirado en él las ganas de luchar por un objetivo y le había dado la certeza de que nunca se encontraría solo. Eso era lo suficientemente poderoso como para obviar esos fallos que le ponían los pelos de punta. Amaba a ese maniaco perfeccionista como a nadie en el mundo. Y eso le bastaba.

Dedicó otra rápida mirada al espejo y, todavía con los nervios aglutinados en su garganta, salió del cuarto.

Ese día se casaba. Y todo estaría bien. 

Notas finales:

Muchas gracias por leer. 

Me gustaría mucho recibir comentarios de su parte. Como ya les dije, soy nuevo en esto y no estoy seguro de si es mejor meterme de buzo que ser este precario intento de escritor. 

Gracias. 

Bartleby


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