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If I had you por Tamagochita

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Notas del fanfic:

El otro dia me pasaba por los desafios y encontre este que me conquistó, asi que he decidido hacerlo, ojala les guste, sobre todo a la persona que a puesto este reto ;D

Notas del capitulo:

Bien, aqui les traigo una nueva fic ^^ espero que les guste, denle una oportunidad ;D

**Flash back**


-Eben – susurró el joven de cabello castaño rizado – en dos meses cumplirás 13 años – dijo


-Lo se Silas – el chico de cabellos oscuros y extremadamente lacios, prendió la linterna una vez mas


-Cuando tu fiesta termine, podemos venir al escondite secreto – dijo con una sonrisa


-Te refieres a, ¿este escondite secreto? – preguntó riendo, refiriéndose al lugar donde estaban


-No creo que alguien sospeche que tenemos reuniones secretas debajo de la cama del cuarto de invitados – dijo, dándole un leve empujón a Eben


-Es verdad – una tímida sonrisa se podía ver en el rostro de Eben


-Eben, ¿A que preparatoria iras? – preguntó Silas


-¿P-por qué? – de pronto la sonrisa de Eben se había esfumado


-Para ir juntos, después de todo, siempre vamos a las mismas escuelas – dijo como si aquella fuese la respuesta mas obvia del mundo


-No creo que vayamos juntos – dijo enfadado, saliendo del escondite


-Pero, ¿Por qué? – preguntó Silas angustiado, saliendo lo mas rápido posible que podía de debajo de la cama


-Silas – dijo Eben, encarando al mayor – mi papa aceptó un trabajo en Los Ángeles – bajó la cabeza triste – me mudare


-¡No puedes! – gritó Silas, las lagrimas recorrieron lentamente sus mejillas


-Lo siento mucho, de verdad Silas – dijo Eben, el castaño lo miro una ultima vez, entre triste y decepcionado, sobre todo impotente, y desapareció por el pasillo del segundo piso, dejando escuchar el portazo segundos después.


 


                                                           **End flash back**


 


Habían pasado 5 años desde aquello. Eben se había mudado y, a pesar de haber peleado durante varios días, Silas había ido a despedirlo. El primer año después de la mudanza habían mantenido siempre la comunicación, si no podían hablar por Messenger, hablaban por teléfono. Pero aquella mínima e insignificante comunicación llego a su fin  cuando cada uno entró a la preparatoria.


Desde entonces, Eben no había vuelto a recibir una llamada del otro, ni siquiera lo veía conectado.


Aquello había dolido y como no, eran mejores amigos desde que tenían 6 años. Sus familias se conocían gracias al anterior trabajo de la madre de Eben y al conocerse no habían tenido ningún problema para congeniar. Siempre, desde pequeños, habían asistido a las mismas escuelas, llegando a estar muy acostumbrados a estar juntos.


Siempre se preguntaba si Silas aun lo recordaba o si la madre de éste, recordaba a la suya, hasta que, un día, una llamativa tarjeta de invitación, había llegado por correo.


Eben la había releído muchas veces y básicamente decía algo como:


“Están cordialmente invitados al cumpleaños numero 18 de nuestro hijo, Silas, por favor no falten:


ATTE: Familia Booth”


Aquellas simples palabras lo habían emocionado cuando su madre se las había mostrado y, decidido, le rogó a sus padres poder asistir.


Sus padres habían decidido llegar la noche anterior a la fiesta, alojándose en la casa de una de sus tías.


Por fin, aquel día tan esperado, había llegado, en ese momento, Eben se acomodaba el traje, cuidando que todo luciese perfecto, no todos los días podías ver a un antiguo mejor amigo.


Cuando hubo llegado la hora, sus padres y él, partieron de camino a la casa de los Booth, en cuanto Eben se dio cuenta que ya estaban frente a la puerta, sus manos comenzaron a temblar y a sudar, ¿Y si Silas ya no lo recordaba? O ¿Si Silas no lo reconocía? Millones de preguntas derivadas a las anteriores pasaban por su cabeza cuando la puerta se abrió.


-¡Angelina! – Sonrió la señora Booth - ¿Cómo han estado? Oh dios mío, Eben, ¿eres tu? – Preguntó alegre – mira cuanto haz crecido, estas tan guapo – la madre de Silas besó su mejilla, dejando la marca del lápiz labial


-Buenas tardes Clarissa – dijo amablemente la madre de Eben - ¿Podemos pasar?


-Claro, claro – la mujer les abrió paso para que entraran, la casa, estaba exactamente igual a como Eben la recordaba


-¿Dónde esta Silas? – pregunto Eben sin poder contener la emoción


-Esta arriba alistándose – la mujer miró tristemente hacia arriba


-¿Qué pasa? – preguntó Angelina


-¿No llegue a contarte? – Los llevo hasta un rincón algo apartado – Silas, bueno él… - miró a su alrededor, continuando al darse cuenta que nadie les prestaba atención – a quedado sordo por un accidente – la tristeza y la debilidad se podían leer en el rostro de la señora Booth mientras parpadeaba para impedir que las lagrimas saliesen. Eben se congeló


-¿C-como?  - Eben preguntó, creía haber escuchado mal, Silas ¿sordo? - ¿Qué le paso? – Ante aquella pregunta, Clarissa no pudo resistirse y soltó un par de lagrimas, recordando la cruel manera en la que todo había sucedido


-Eben – dijo su madre, haciéndole entender que no debía seguir preguntando aquello y, al ver nuevamente el afligido rostro de la señora Booth, se detuvó


-¿Puedo verle? – preguntó con miedo


-Si, esta en su habitación – dijo la mujer - ¿recuerdas como llegar cierto? – Eben asintió lentamente y miró a su madre, buscando algun tipo de autorización pero, al no obtener respuesta, simplemente camino hacia la escalera.


Miró la gente a su alrededor, a algunos los recordaba, los había visto en fotos pero otros, eran rostros completamente nuevos para él. Subió los escalones lentamente, llegando hasta el segundo piso, camino por el estrecho pasillo, deteniéndose frente a la última puerta del largo pasillo. La abrió con cuidado, sin querer hacer ruido y camino sigilosamente al interior de la habitación, olvidando por completo el hecho de que aquel al que buscaba, era sordo.


-Silas – dijo quedo, al ver la puerta del baño abierta, supuso que en ese lugar debía encontrarse su mejor amigo – Silas, ¿estas aquí? – al entrar pudo ver el alto y fornido cuerpo de Silas, ahí, parado frente a él. Las gotas de agua caían sobre su ancha espalda y sus ojos, tan profundos como los recordaba, miraban fija y atentamente su propio rostro en el espejo, era como ver una obra de arte, aquello era volver a sentir aquellas mariposas en el estomago. La mirada de Silas se poso en la suya y Eben no hizo más que sonreír tímidamente, sonrojándose.


-Silas – dijo en un susurro mientras una dulce sonrisa aparecía en el rostro del castaño.


 


 


Silas lo recorrió con la mirada y su sonrisa se ensanchó aun más. Eben no supo que hacer, ese no era exactamente el Silas que recordaba, Silas con el que había convivido hasta los 12, era un chico bajo, enclenque y delgado. Pero el chico que tenía frente a él, alto, musculoso y con un cuerpo muy bien formado, le hacían creer que posiblemente se había equivocado de habitación. Pero había una cosa que no había cambiado. Esos ojos, los profundos ojos oscuros de Silas, lo seguían mirando igual.


Balbuceó, intentando encontrar las palabras perfectas para saludarlo, más estas no llegaron a su boca y un nudo se formo en su garganta al recordar que Silas era sordo.


Caminó, dubitativo, hacía él y, con la cabeza gacha se posó delante del otro.


Silas lo miró y, cuando lo tuvo enfrente, no pudo reprimir el deseo de abrazarlo. Sus brazos parecían haberse movido solos pues habían acudido a la cintura de Eben y, en ese momento, lo apretaban fuertemente contra él.


Un escalofrío recorrió el cuerpo de Eben, haciéndolo estremecerse, al responder el abrazo, sus brazos se cerraron en torno al cuello de Silas y, con una de sus manos, lo acaricio. Podía sentir el fuerte torso de Silas pegado a su cuerpo y también podía sentir el aliento del Silas sobre su hombro, muy cerca de su cuello.


Esa parecía ser su manera de decirle cuanto lo había extrañado y vaya cuanto lo había hecho.


Eben se separó un poco para tratar de verlo, pero lo único que pudo apreciar fue la mejilla de Silas, se acerco a ese punto y dejo descansar la frente en su cabeza.


Silas, al sentir aquello, se removió un poco, haciendo que su mirada se encontrase con la de Eben.


Lo había extrañado demasiado, era en el único en el que había confiado y, aunque se había ido, no lo había olvidado, ¡Eso era impensable para él! ¿Cómo podía olvidar a alguien tan importante como Eben? Y, por lo que estaba sucediendo, parecía que Eben tampoco lo había olvidado.


Lo apretó más a su cuerpo antes de soltarlo y sonreírle de manera tierna, como no recordaba haberlo hecho desde hacía mucho tiempo. Otra sonrisa calida apareció en el rostro de Eben que no dejaba de mirarlo.


-No tienes idea de cuanto te he extrañado – susurró Eben ensanchando la sonrisa, Silas lo miro de manera cuestionante y, nuevamente, recordó que Silas no podía escucharlo, que era sordo.


Levantó uno de sus dedos, pidiéndole a Silas que esperase un minuto y, al dar media vuelta y entrar de nuevo a la habitación, paseó su mirada por todo el lugar hasta encontrarse con el escritorio, caminó velozmente hasta él y, abriendo el primer cajón, rebusco rápidamente una hoja y algo con que escribir.


Sacó un cuaderno y una pluma y, corriendo hacía el baño, se acerco a Silas, escribiendo velozmente algo en una de las hojas del cuaderno.


-“Te he extrañado mucho” – Eben levantó el cuaderno y se lo mostró a Silas, este sonrió sin mostrar los dientes y se acerco a él, revolviéndole el cabello para después quitarle el cuaderno


-“Yo también tonto” – escribió, Eben sonrió ante aquello y se acerco aun más, algo en Silas había cambiado estaba seguro y, en ese momento, unas inesperadas mariposas comenzaron a volar en su estomago y, un nuevo sonrojo apareció en su rostro al ver que Silas entraba a su habitación y dejaba caer la toalla para vestirse.


Eben paseó deliberadamente su mirada por el perfecto cuerpo de Silas, se lamió los resecos labios y recorrió la fuerte espalda con la mirada, con miedo de bajar de más la vista.


Silas, al notar aquello, sonrió, ensanchando la sonrisa al mirar por sobre su hombro como Eben bajaba la mirada hasta su trasero y se sonrojaba aun más por verse descubierto.


 


                                                *****


 


Silas bajó las escaleras no muy seguro de lo que hacía, ¿Por qué había permitido que su madre hiciera esa fiesta? Él solo quería pasar ese día tranquilo, durmiendo, soñando con una realidad en la que no vivía, en una realidad en la que deseaba vivir y se preguntaba si algún día podría hacerlo.


Lo que jamás se había esperado era que su madre invitase a la familia de Eben para festejar con ellos, cuando había visto los nombres en la gran lista de invitados que su madre tenía pensado invitar, su sorpresa había sido tanta que le había dejado sin habla. Aunque realmente no quería que Eben le viese en aquel estado, estado que para él parecía ser un castigo, había tenido que aguantárselo pues sus ganas por ver a su mejor amigo de la infancia habían vencido en la batalla y, a decir verdad, le alegraba que así hubiese sido porque si no, habría seguido toda su vida lamentándoselo.


En esos momentos, si no hubiese visitas, estaría durmiendo, soñando en aquellos días donde podía escuchar, escuchar la voz de su madre, la de su padre, los sonidos de los autos pasando y, sobre todo, esa voz. La voz susurrante con la que soñaba todas las noches, la que le solía hacerlo sentirse peor por el estado en el que estaba, la voz de Eben.


Verlo ya era demasiado para su corazón pero, de una manera u otra, tenía que escucharlo. Cuantas veces no le había hablado (o más bien escrito) su madre sobre aquella operación milagrosa con la que recuperaría aquello que le había sido robado y, aunque nunca le había visto el sentido a hacérsela, pues aquel a quien deseaba escuchar no estaba más junto a él, en ese momento parecía ser el remedio perfecto. Eben había vuelto y, aunque por su mente había pasado la remota idea de que el otro rechazase la invitación y dijese “tengo más y mejores amigos ahora” como lo había escuchado decir millones de veces en su cabeza, ahí estaba, bajando las escaleras detrás de él, sonriente.


Eben, ajeno a todos aquellos pensamientos, bajaba las escaleras tratando de mostrarse sereno, sus manos temblaban y su mirada viajaba del cuerpo de Silas a los invitados que los miraban ansiosos. Era como un sueño, un sueño que había pensado que jamás se cumpliría. El ver a su mejor amigo después de tantos años y darse cuenta de que aun confiaba en él y aun le quería, y sobretodo, le había extrañado.

Notas finales:

Espero que les haya gustado, comenten, me gustaria saber que es lo que opinan de él =D


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