CAPITULO 14
JULIO
Se besaban apasionadamente, necesitaban aquello ¿Cuánto tiempo tenían sin hacer el amor? Por el buen estado de hayato, el doctor les había permitido que por ese mes, pudieran tener relaciones, porque entrando el séptimo mes de embarazo (agosto) las cosas se complicarían un poco.
Hibari desnudaba a su amado, observaba nuevamente aquel cuerpo con deseo, que distinto se encontraba a la última vez que había tomado al menor, bueno, solo existía una diferencia, una enorme diferencia, y era aquel pequeño que crecía en el vientre del italiano.
Quería devorarle, comerle, hacerle suyo sin parar.
Agradecía a todos los dioses habidos y por haber el que su primogénito se hubiese dormido temprano, y que ya estuviera hospedado en su propia habitación. Aunque hayato no lo dijera, se sentía avergonzado, gordo y poco atractivo en esos momentos, esta era la razón del estar tan cohibido.
El japonés recostó al extranjero sobre su cama, y se colocó encima, cuidando de no aplastar a su bebé, mientras sus labios recorrían aquel cuello, descendiendo poco a poco.
Se detuvo al llegar al abultado vientre, el cual lleno de besos y caricias en su totalidad, provocando escalofríos en el menor, pues esa zona se estaba volviendo muy sensible con el paso de los días.
Hibari preparó con cuidado y esmeró al menor, hasta que lo creyó suficiente.
Buscaron una manera cómoda para ellos y el bebé, Hayato terminó acostado boca arriba, con sus piernas lo más abiertamente posible, era claro que esta ocasión no podría arañar aquella espalda, ya que era incapaz de alcanzarla por su aumento de peso.
Poco a poco el oficial entró, experimentando nuevamente esa oleada de sensaciones, comenzó a moverse, viendo con atención el rostro del menor, que se encontraba completamente sonrojado, con sus labios un poco abiertos, por donde escapaban gemidos y uno que otro grito, además de un pequeño hilillo de saliva por el placer que en estos momentos experimentaba.
El vaivén de caderas continuo hasta que ambos hombres se corrieron dos veces aproximadamente, el mayor quería seguir, pero notaba el cansancio en el más chico, una vez, naciera su bebé, tendrían mucho tiempo para ellos dos.
Vio como el menor sonreía enormemente, mientras sus ojos verdes se iluminaban, entonces aquella pequeña boca le llamaba, tomaba las manos del japonés y la colocaba en alguna parte de su panza.
Su pequeño se estaba moviendo, se sentía con claridad.
El oficial sonrió, era maravilloso el poder sentir así a su pequeño.
Fue entonces que él también se movió en el interior de Hayato, pues aun no había salido, y se acopló al compás que bailaba su hijo.
-hi-Hibari…- gimió la tormenta
Sentía a ambos seres moverse dentro suyo, a una sincronía increíble, el japonés continuaba golpeando su próstata, excitándolo, invitándolo a tener un nuevo orgasmo, el cual no tardó en llegar, y a la ves llevó a el japonés a correrse nuevamente en su interior, era tanta la estreches del menor al terminar que él tampoco lo pudo evitar.
-te amo Kyoya…-
SEMPIEMBRE
Hibari llegaba a casa, después de una larga jornada de trabajo, últimamente tenía más de lo normal, abrió la puerta, todo era silencio…
Se dirigió a su habitación, donde sus ojos azules lograron apreciar a cierto italiano de plateados cabellos, recostado en el centro de la cama, con una enorme panza de ya 8 meses de embarazo, estaban ya en el mes de septiembre, y su hijo mayor de 9 meses dormía en su cuna, a un costado de su cama.
Ahí estaban las tres personas más importantes para Hibari, una próxima a nacer, pero… ya faltaba poco… tan poco tiempo.
Se quitó el saco, la corbata, los zapatos y calcetines, para recostarse en su cama, a espaldas del menor y hacerle compañía, tenía sueño, se limitó a dormir abrazando aquel cuerpo, acariciando esa enorme panza y pensando en… ¿cómo sería el mañana?.. ¿Qué apariencia tendría su hijo menor?
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Un italiano despertaba, sentía una cálida mano en su vientre, volteo ligeramente esperando toparse con una persona que ya sabía, se trataba de él. Hibari continuaba dormido, había llegado tarde a casa el día de ayer debido al trabajo, eso y él se había dormido antes, se cansaba demasiado últimamente, los dos pequeños lo agotaban demasiado.
El pequeño en la cuna comenzó a llorar, tenía hambre.
-Hibari… despierta…- tenía que levantarlo, pues el trabajo lo esperaba, además de que ese niño exigía su desayuno.
A regañadientes y renegando, el japonés despertó de su cómodo sueño, besó a su amado y fue a darse su ducha matutina.
Al salir, vio una de las mejores imágenes, un momento que capturo en su mente, además, de que también con la cámara de su celular, su herbívoro, sentado al borde de la cama, con una enorme panza, y su pequeño azabache sentado a un costado en el centro del colchón, comiendo su papilla de zanahoria, la de papa y calabaza las odiaba.
Mientras tanto Gokudera bebía un vaso de jugo de granada Jumex, era su favorito… ese trio… terminaba en una semana con su surtida despensa.
Pero que hacer… él estaba ahí para consentirles y cuidarles.
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-esto es malo, el oficial se va a enfurecer-
-¿Cómo logró escapar?-
-no se sabe…-
-Mukuro Rokudo ayer durmió en su celda, hoy no despertó en ella ¿Cómo es esto posible?-