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Momentos cotidianos de la Organización XIII por Mai_Kusakabe

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Agua...

 

 

 

 

 

Lo que todos sabemos es que el miembro número IX de la Organización XIII es un chico alegre que disfruta utilizando su arma, el sitar. Lo que muchos sabemos es que lo toca bastante a menudo, sin necesidad de estar en un combate. Lo que algunos sabemos es que esta costumbre en según qué momentos saca de quicio a varios miembros de la organización. Lo que pocos sabemos es que una vez trataron de ponerle remedio...

 

 

 

-No lo entiendo, ¿por qué tengo que luchar a partir de ahora con estas pistolas de agua?- Preguntó inocentemente Demyx, levantando un poco los dos juguetes de los chinos que le habían dado tras quitarle el sitar.

 

 

 

-Porque en la organización tenemos una norma que prohíbe pelear con instrumentos musicales.- Fue la respuesta que recibió.

 

 

 

-Pero si Axel lleva panderetas.

 

 

 

-¡No son panderetas! ¡Son Chakrams! ¡¡CHAKRAMS!!

 

 

 

-Ah...

 

 

 

Los primeros días, el número IX estuvo algo decaído, pues aquellas armas no eran divertidas y no podía tocar música con ellas. Hasta que un día descubrió algo: iba caminando aburrido por un pasillo y agitando una de las pistolas descuidadamente cuando se cruzó con Saïx y, accidentalmente, apretó el gatillo, empapando al otro inevitablemente. Tras su apresurada huida para salvar el pellejo, Demyx sonrió ampliamente, pensando que ya había encontrado un nuevo pasatiempo con que divertirse.

 

 

 

Una semana después, ya hartos de ser regados por Demyx, la mitad de los miembros de la organización se declararon en huelga ante Xemnas hasta que este le devolviera su sitar y destruyera aquellas malditas pistolas.

 

 

 

FIN

 

 

--

 

 

 

Cerrojos

 

En un principio, el castillo de la Organización XIII no tenía cerrojos en ninguna de sus puertas, pero ahora sí los tiene. Vamos a remontarnos al día en que Xemnas decidió ponerlos para comprender por qué.

 

Ese día, una vez terminada la reunión y asignadas misiones a unos cuantos miembros de la organización, Xemnas había desaparecido de la vista de todos junto con Saïx. Ambos estaban en la habitación del número I, quien tenía al otro contra la pared y lo besaba hambrientamente cuando la puerta se abrió de golpe y entró un acelerado y extravagante pelirrojo, entiéndase Axel.

 

-¿Adónde tenía que ir de misión?- Preguntó éste, aparentemente sin darse cuenta de la escena que acababa de interrumpir.

 

-A Agrabbah.- Respondió Xemnas, haciendo acopio de autocontrol para no matar allí mismo al número VIII por haberlo interrumpido.

 

-Vale, ya podéis seguir.- Se despidió con un leve recochineo en la voz, y salió de allí a toda prisa antes de que a alguno de los dos se le ocurriera la genial idea de despellejarlo vivo, eso sí, sin cerrar la puerta.

 

Xemnas se acercó a la puerta y la cerró dando un golpe excesivamente fuerte y volvió a seguir devorando los labios de Saïx, que se había quedado parado y completamente rojo por la inoportuna interrupción de Axel. Xemnas descendió al cuello del peli azul mientras comenzaba a bajar la cremallera de la gabardina de éste e iba acariciando con una de sus manos la piel que dejaba a la vista, entreteniéndose a jugar con uno de los rosados pezones.

 

La puerta se abrió de golpe y Xigbar entró como si estuviese en su propia habitación.

 

-¡Ey! ¿Habéis visto por aquí a Demyx?

 

-¡No!- Rugió Xemnas.

 

-Vale, nos vemos parejita.

 

Xigbar salió prácticamente corriendo, cerrando la puerta tras de sí para que si Xemnas decidía perseguirlo para matarlo tuviera que abrirla, o destruirla, dejándole un poco más de tiempo de huida.

 

Saïx, viendo que Xemnas estaba de muy mal humor, decidió calmarlo o, de lo contrario, sabía que se quedaría en abstinencia hasta que a su pareja se le pasara el cabreo. Y esa, definitivamente, no era una opción. Se acercó a él y comenzó a besarlo lentamente, tratando de transmitirle tranquilidad. Al principio Xemnas seguía molesto y no correspondía, pero pronto la boca de Saïx y sus manos, que habían comenzado a desnudarlo, mandaron a volar el cabreo junto con su gabardina.

 

Sujetó a Saïx de los brazos y comenzó a moverse hasta la cama, sin dejar de besarlo, y se separó de él para hacer que se tumbara y colocarse encima.

 

Y de nuevo se abrió la puerta. Esta vez era Marluxia.

 

-Oye, Jefe...- Se interrumpió al verlos y sonrió pervertidamente.- Vaya, veo que estáis ocupados. ¿Puedo unirme?

 

El pelirrosa se agachó justo a tiempo para esquivar la enorme arma de Saïx, que pasó justo por donde instantes antes había tenido la cabeza.

 

-Jo, qué carácter.- Comentó, volviendo a levantarse.

 

-¿Que querías, número XI?- Preguntó Xemnas, resistiendo la tentación de imitar el ejemplo de su pareja.

 

-¡Oh, es verdad! ¿Me prestáis un condón?

 

Marluxia salió huyendo de la habitación de Xemnas, esquivando las espadas que habían sido lanzadas justo al lugar donde tenía una muy preciada parte de su anatomía.

 

En la habitación, Saïx suspiró derrotado. Ahora sí que se iba a quedar sin nada, Xemnas emitía una nada saludable aura roja.

 

--

 

Ese mismo día se llamó de vuelta a todos los miembros de la organización y se convocó una reunión de emergencia en la que Xemnas anunció que había hecho instalar cerrojos en todas las puertas del castillo.

 

Aquella noche no bajaron a cenar ni Xemnas, ni Saïx, ni Axel, ni Roxas, ni Xigbar, ni Demyx. Y Marluxia aprovechó para decidir, de entre los miembros restantes, a quién se quedaba aquella noche.

 

Lo que Xemnas nunca sabría era que aquello había sido una conspiración entre Axel, Xigbar y Marluxia para conseguir que se instalasen los cerrojos.

 

Fin

 


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