Capítulo 1
Alfred Pov
Recuerdo el día en que ese niño había llegado a nuestro hogar, si nuestro, porque solo éramos tu y yo allí. Nadie nos molestaba, podía contar siempre contigo y disfrutar de tu presencia solo para mí, hasta que nuestra pacífica existencia fue derrumbada a causa de su presencia.
Estaba realmente feliz que mi hermano mayor por fin volviera de su largo viaje por los mares, puesto que eras conocido como el mejor pirata de los siete mares. A mi muy poco me importaba como te llamaran por ahí, yo solo quería que estuvieras nuevamente a mi lado, que nunca más te alejaras y que vivamos por siempre juntos sin ninguna intromisión. Eras mi hermano, por supuesto, pero sabía muy bien que no compartíamos ningún parentesco puesto que me contaste una vez que me habían traído de muy niño a vivir contigo antes de que nuestros padres murieran y nos dejaran solos con toda nuestra fortuna. Aun así, teniendo todo lo que necesitaras aquí, siempre sentías la necesidad de marcharte y explorar mundos diferentes; esta no fue la excepción.
La ama de llaves me había avisado de tu presencia y a penas levantado hace cinco minutos salí corriendo corredor abajo para volver a verte, no puedes imaginar la felicidad que me producía el estar nuevamente a tu lado, que hayas regresado a mi sin perecer trágicamente, sentía las mejillas doler de tanto que sonreía.
Abrí la puerta que me separaba de ti hasta dar de lleno con tu figura elegantemente sentada en uno de los sillones de la sala principal, tomando tranquilamente té a pesar de haber escuchado, de seguro, mis pasos atolondrados por el camino. Me paralicé en el marco de la puerta, no pudiendo reaccionar ante tu presencia, lentamente dejaste la taza en la mesa ratona delante y volteaste para verme con esa gran sonrisa que hacía latir mi corazón más apresuradamente.
-“Buenos días Alfred” –tu voz sonó tan melodiosa como yo la recordaba – “¿Qué no bienes a saludar a tu hermano mayor?” –me extendiste los brazos para que yo saltara en ellos, cosa que hice sin pensar siquiera, por fin te tenía nuevamente conmigo y no cabía en mi felicidad. Me estrechaste cariñosamente contra tu pecho, pude sentir los latidos calmados de tu corazón, hasta que finalmente me soltaste para mirarme a la cara cariñosamente y volver a hablarme –“Tengo una sorpresa para ti” – me dijiste portando tu mejor sonrisa, esa que hacía que mis mejillas se colorearan instintivamente
-“La mejor sorpresa para mi eres tu” –dije para mi, claro que jamás me arriesgaría a decir algo como eso en voz alta, no podría soportar que te alejaras de mi por ello, así que intenté calmar un poco mi corazón y pregunté con la voz más tranquila que pude –“¿Qué trajiste esta vez?” –y adorné la pregunta con una sonrisa inocente de esas que a ti te gustan, después de todo para tus ojos seguía siendo un niñito, tu niñito
-“Estuvo aquí desde un principio” –dijiste irguiéndote de donde estabas sentado para dirigirte a una desolada esquina –“Sabes Alfred” –me llamaste descubriendo lentamente esa sorpresa que tenías para mi, o eso creí yo hasta el momento –“Las tierras por las que he viajados son inhóspitas, uno podría pensar que nadie jamás en su vida ha estado por aquellos rumbos, tan vírgenes e inexploradas, y la sangre de un explorador como yo obviamente que se sentiría atraída por lo que llegara a encontrar en aquellos lugares” –tomó la mano de ¿Alguien? Y lentamente lo atrajo hasta la luz de la habitación –“Es una tierra de misterios, con una cultura y tradiciones completamente diferente a las nuestras pero igual a nosotros, también, ya que están alejados de todos, y a la vez, sus ansias de conocimiento son iguales a las mías; por eso no dudé en traerlo cuando lo conocí” –frente a mis ojos se erguía una delicada figura que portaba unas vestiduras[1] completamente blancas bordadas con delicados arabescos en azul noche, de mangas larguísimas que ocultaban sus pálidas manos y solo dejaban ver levemente la punta de sus delgados dedos, sus pequeños pies salían a la luz por debajo del doblez de su ropa, enfundados en medias blancas y unos zapatos tan extraños como tan poco confortables, puesto que estaban compuestos únicamente de una suela y dos tiras que mantenían aprisionados sus pies. Mantenía la cabeza gacha pero lograba ver que estaba ligeramente sonrojada, el cabello corto y negro era tan oscuro como el carbón, realmente le quedaba muy bien puesto que se destacaba con esa piel tan blanca que me hacía pensar que estaba delante de algún muerto o con la misma representación humana del invierno. Arthur, mi hermano mayor, levantó delicadamente su rostro tomándolo de la barbilla y pude ver por sus acciones que lo hacía como si el extraño fuera simplemente de cristal y el fuera a romperlo con tan solo rozarlo. A penas posó sus grandes ojos negros como pozos profundos en donde me ahogaría si seguía viéndolo, supe que algo ya no andaba bien –“Alfred, él es Kiku Honda y a partir de este momento vivirá con nosotros. Por favor, se amable con él” –asentí sin pensar, ya que era un pedido de mi amado hermano mayor. Jamás me imaginé lo que ese insignificante ser podía llegar a provocar con su presencia.
Fin Alfred pov
El muchacho de cabello negro miró al otro niño delante suyo, muy parecido a aquel que lo había traído a esas lejanas tierras, al otro lado del mundo y de su hogar. Sentía miedo, su hermano Yao no estaba con él, la única persona en la que tenía plena confianza no podía protegerlo y la intensa mirada del más pequeño ya lo estaba incomodando. Los ojos azules de Alfred se clavaron sobre el extranjero, intentando descifrar ese cúmulo de sensaciones que lo había agobiado al momento en que lo había visto por primera vez, tan frágil e inocente que hasta una leve brisa podía herirlo indiscriminadamente, además, no le gustaba para nada que su querido hermano mayor estuviera al pendiente de su bienestar como siempre lo estaba del suyo, Arthur era solo suyo y no había posibilidad que un extranjero de un lugar inhóspito pudiera arrebatárselo.
-“¿Y bien, Alfred?” –la voz de su hermano mayor lo sacó de sus pensamientos –“¿Qué te parece mi sorpresa?, ¿A qué no es lindo?” –las mejillas del extraño se colorearon ante el halago y el menor de los rubios tuvo que contener la mueca de desagrado que en ese momento quería aflorar, Arthur rió ante la reacción del de cabellos oscuros y picó su mejillas haciéndolo enrojecer aun más. Mentalmente, Arthur se debatía en abrazar con todas sus fuerzas a esa lindura si o no
El chico permanecía callado, avergonzado por lo que estaba sucediendo a su alrededor, nunca le había gustado que la gente se le quedara viendo ya que le daba mucha pena y hacía que se sintiera incómodo.
Arthur lo tomó de los hombros –“Vamos a llevarte a tu nueva habitación ¿Si Kiku?” –aunque su voz sonara conciliadora el pelinegro sentía un vacío en el pecho que hacía que sus ojos se llenaran instantáneamente de lágrimas al recordar que jamás podría volver a su hogar mientras el rubio de ojos verdes tenga ese extraño interés en él, solo le quedaba esperar y ver que pasaba con él, tal vez algún día su hermano Yao vendría por el o tan solo se acostumbraría a la presencia de esas dos personas tan extrañas para él a partir de ese momento
Asintió con la cabeza tímidamente y dio unos pasos hacia delante al momento en que el mayor lo empujó dentro, el más chico de los tres solo caminaba por inercia, siguiendo a los mayores de cerca, vigilando cada movimiento del intruso.
Sintió un pequeño empujón antes de traspasar la puerta volteó y era su hermano mayor, quien con un gesto de la cabeza le hizo saber que todavía no se había presentado; obligadamente, y porque el más grande lo estaba viendo, se paró delante de el nombrado Kiku y le extendió la mano con la mejor de sus sonrisas fingidas, este parpadeó desconcertado hasta que el menor habló.
-No me he presentado todavía, mi nombre es Alfred Jones, mucho gusto Kiku –tomó su mano sin que este pudiera resistirse para confirmar el saludo, el pelinegro, a pesar de tener las mejillas completamente rojas, le sonrió amablemente, una sonrisa que sin lugar a dudas había echo latir apresuradamente al corazón de Arthur y descolocar a Alfred. Negó con la cabeza, no se dejaría vencer a pesar que demostrara tanta inocencia, él le demostraría que nadie amenaza lo suyo
Kiku Honda se arrepentiría de haber pisado suelo inglés.
[1] Con vestidura se refiere al kimono que Kiku llevaba, pero como no lo conoce no sabe realmente como llamarlo