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Los Colores del amor por LoveShonenai

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Notas del fanfic:

Shuichi y Eiri deberán enfrentar nuevas piedras en su camino. ¿Esta vez será fácil encargarse de ellas?

Notas del capitulo:

Primeramente...Ni el anime ni los personajes son de mi propiedad, si no de Murakami Maki-sensei (aunque le pedí los derechos, no ha querido), sin embargo, las circunstancias y locuras relatadas aquí si son de mi completa creatividad.

Y...¡aquí vamos!

¡Los obstáculos se muestran a la orden del día! Shuichi y Eiri, que pensaban casarse pronto y vivir felices...¡se dan cuenta de que hay "estorbos". Capítulo con toques de humor.

Los colores del amor

El Capataz II

Capítulo I: Rosa ternura

Veía aquellos parajes como una aventura a pesar de que años atrás dirigía gran cantidad de esas tierras como un duro y mandamás temido por todo tipo de personas. Sentía, con aires de nostalgia reflejados en sus hermosos ojos como perlas brillantes, como si realmente hubiese vuelto a casa, a su hogar de toda la vida, recorría con majestuosidad y orgullo la bella colina en la que tiempo atrás solía pensar y relajarse después del trabajo o cuando algo le agobiaba. Se paró muy cerca del gentil madero al que tanto había añorado estando en la ciudad. Por más años que pasasen para él, aún no podía acostumbrarse a la escandalosa sociedad que lo rodeaba, no se sentía muy a gusto siendo perseguido por millones de niñas gritando su nombre, le parecía ilógico y tonto, pero a la vez se sentía agradecido de que tantas personas amaran su música. Se estiró con muchas ganas y después dio un prolongado suspiro. Sonrió. Una persona se acercó a él y le susurró por detrás.

- Sabía que iba a encontrarte aquí.

El menor no se sobresaltó por la llegada de su pareja, ya lo había sentido llegar. Porque con él todo era distinto.

- ¿Me buscabas? –preguntó él.

- ¿Pues qué crees? Me dejaste solo con el equipaje, tramposo.

- Lo siento, solo deseaba venir aquí y respirar este aire. ¿No te relaja?

- Si. Tienes razón.

Ambos dejaron de pensar en lo que tendrían que hacer llegando a la haciendo para, a lugar de eso, sentarse tranquilamente bajo la sombra del árbol del que hace mucho tiempo Eiri y Shuichi tuvieron aquel accidente que aún no sale de la mente de ambos. Shuichi sonreía como un niño travieso al recordar tantas cosas que habían pasado juntos, sus encuentros, sus desdenes, sus esfuerzos incansables por desentenderse y por resistirse ambos al encanto inusual del otro.

- Estos lares han visto tantas penurias nuestras, Shuichi. Aquí hemos llorado, hemos profesado nuestro amor…

- Tienes razón, es un lugar muy especial. Cuando llegué a Kyoto, lo primero que quise hacer es venir a esta colina.

- ¿Y bien? ¿Qué vas a hacer en la hacienda?

- Pienso ayudar a Maiko todo lo que pueda…mientras esté aquí.

- Por lo que veo, aún no aceptas la idea de que tu hermana esté apoyando a tu padre ahora que el señor bastardo y mandamás Shindou Shuichi no trabaja en la hacienda.

- Oye, eso de "mandamás" te lo aceptaba, pero… ¿por qué bastardo?

- Déjame, tengo mis motivos…-dijo con altanería el rubio.

- Cambiando de tema, no tenías por qué venir conmigo a la hacienda, Eiri. Podías quedarte tranquilamente en la ciudad a pasar tus vacaciones o a descansar fuera del país.

- ¿Entonces no querías que viniera contigo?

- No es eso, es solo que siento que te estoy arrastrando conmigo y me hace sentir bastante incómodo.

- Vine porque me dio la gana venir contigo. No vine porque me obligaras, mocoso.

Shuichi arqueó una ceja al escuchar las últimas frases de Eiri.

- ¿A quién le dices mocoso, idiota? ¿Acaso parezco un niño con un chupete en la boca o qué?

Eiri sonrió pícaro como era su costumbre.

- Pareces un niño, pero solo te falta tu chupete. ¿Quieres que te lo dé, Shu-han*?

Bastaba decir que el pelirosa estaba de los mil colores.

- Eres un enfermo pervertido, ¿lo sabías?

- Lo sé. Pero bien que te gusta que sea así. –rió al ver el puchero de su compañero.- Vamos, te daré tu chupete…

- ¿A-Aquí?

- ¿Pues dónde más? ¿No te parece romántico hacerlo al aire libre?

- Pero nos van a ver…-musitó sonrojado.

- Eso es lo emocionante ¿no crees?

Lo besó Eiri sin pedirle permiso de entrar en su boca. Shuichi se resistía, inútilmente, ya que estaba igual de ansioso que su pareja. Se rindió en sus brazos y comenzó a disfrutar del aroma mentolado que emanaba de su boca. El rubio se adentró más y más en su boca haciendo de ese el beso más profundo del día. Shuichi se sentía complacido, extasiado y al borde de la locura, había pasado poco desde la primera vez que se vieron luego de tres años estando separados, besar los labios de Eiri seguía siendo la maravilla más grande del mundo, quería poder besarlo eternamente, con ternura, con pasión, con amor puro y de color rosa…rosa ternura. Las blancas y expertas manos del escritor comenzaron a descender de la cintura del cantante hacia sus caderas, las cuales se movían complacidas a la atención del rubio. Eiri sonrió. Shuichi se encontraba disfrutando del repentino toque a su parte más íntima por encima del pantalón jean que llevaba puesto. Con cuidado, ambos se arrodillaron y Shuichi se pegó al árbol, dejándose llevar por las sensaciones que Eiri producía en él. El ojidorado se encontraba maravillado, al ver aquella imagen tan erótica para sus ojos lujuriosos. Las mejillas del vocalista habían tomado un sensual color carmesí, sus labios se encontraban entreabiertos, su cabello desarreglado, cayendo elegantemente por su frente, se sentía en el cielo…

- Tu cabello ha crecido mucho…-dijo el rubio entre besos.

- ¿C-Consideras que se ve mal? –respondió el de orbes amatistas con una pregunta.

- Se ve bien, te hace ver más sensual…

- Para ti puede verse bien, pero para mí es una verdadera molestia. Pero Touma-san quiere que mi imagen se quede así.

- Él tiene razón. Eres un cantante y tienes que vender tu imagen.

El rubio desabrochó rápidamente el pantalón de Shuichi, para después masajear su excitado miembro por encima del bóxer que el pequeño traía puesto.

- ¡Ahhh, Eiri! ¡M-Más…!

- A-Aunque no me parece eso de que resultes atractivo para otras personas…Solo tienes que ser así para mí.

- Bastardo celoso…Por nada del mundo dejaría de mirarte…

- Con eso me basta…

- E-Eiri, deja de hacer eso. M-Me correré…

El rubio acercó sus labios hacia el oído izquierdo de su pareja.

- Hazlo…y entre más lento, mucho mejor.

El joven Shindou no pudo resistirse más al placer y terminó corriéndose en las manos de Eiri. Sin dudarlo un segundo, el escritor ya estaba preparado para hacer suyo a aquel doncel al que tanto amaba.

- Te amo, Eiri…-susurró extasiado al mismo tiempo en que el novelista se apoderaba de su estrecha y cálida entrada.- ¡Ahh, Eiri! ¡M-Más fuerte!

Sus gritos producto de la excitación y del deseo se complementaban perfectamente con la sinfonía de la naturaleza, con el viento primaveral y con el cántico de las aves. Ambos llegaron a su punto límite, la parte más alta del cielo, su séptimo cielo. Eiri se acomodó al costado de Shuichi mientras que este trataba de arreglarse desesperadamente la ropa. Eiri rió a lo bajo y decidió hacer lo mismo.

- Estás sudando mucho…-dijo el ojidorado.

- Me siento ultrajado…-dijo con descaro.- pero me gustó…

El escritor hizo una mueca de media sonrisa. Unos minutos después ya se encontraban caminando hacia la hacienda del más joven, quien, emocionado, se fue directamente hacia el establo, encontrándose con sus tesoros.

- Tracey, estás hermosa…-dijo este acariciándola.- Taka, ¿la has cuidado bien?

El elegante potrillo le respondió con un relinchido de felicidad.

- Parece que te entienden.

- ¡Onii-sama! –gritó alguien a la distancia.- ¡Onii-sama, eres tú!

El pelirosa se dio la vuelta.

- Hola, Maiko. Hemos llegado.

- Bienvenidos –dijo ella muy alegremente.

- Buenas tardes, Maiko-san –saludó con respeto el rubio.

- Eiri-san, bienvenido. Espero que la pase bien aquí ahora que es parte de mi familia –el escritor sonrió.- Onii-sama, la gente del pueblo está preguntando por tu llegada desde hace una semana. Tienes que ir a verlos, están muy emocionados por verte de nuevo.

- Justamente eso iba a hacer. Pero no les hará mucha gracia saber que volveré a controlar por un tiempo este territorio. Seguro que van a ponerse pálidos de la sorpresa.

Maiko rió hacia el comentario de su hermano.

Caminaron lentamente hacia la entrada de las tierras. Rápidamente Shuichi fue rodeado por mucha gente que claramente conocía. Se encontraba tan feliz que no podía ser capaz de detener sus sentimientos. Ambos recibieron una cálida bienvenida por parte de los trabajadores. Las mujeres y niños, agradecidos con él, lo abrazaban en todo momento, enterneciendo el alma del capataz, quien no dudó en expresar su emoción por estar de regreso.

- Como se nota que te han echado de menos, Shuichi.

- Hola, padre. Ya estamos en casa.

- Es un gusto que vengan nuevamente aquí. Veo que la gente ya te ha dado la bienvenida como se debe, creo que te aceptan más a ti que a tu viejo padre.

- No digas eso, padre. Además estoy muy alegre que poder ayudarte nuevamente con el trabajo duro de la hacienda.

- ¿Eiri-san lo cree correcto? En un principio pensé que vendrían aquí a descansar por las vacaciones que les dieron…

- No se preocupe por eso, señor. Me gustará ayudar a Shuichi con el trabajo, después de todo admiro el trabajo que hace.

- Muchas gracias.

El padre del cantante los invitó a quedarse en la habitación de Shuichi, quien, algo apenado, ordenaba sus pertenencias y las de su futuro marido en los cajones del ropero. Eiri lo veía con algo de extrañeza.

- ¿Por qué estás tan sonrojado?

- N-No es por nada…

El novelista se acercó considerablemente hacia el pelirosa, quedando a escasos centímetros del rostro de su pareja.

- No me creo ni una sola letra de ese "No es por nada". ¿Pasa algo malo, Shindou Shuichi?

- Pues…me refiero a la actitud de mi padre. No se me hace confiable.

- ¿Y eso por qué?

- Pues, verás…

¿Irás con Eiri-san?

Pues, si. Él quiso venir conmigo a la hacienda.

Ah, ya veo. Entonces me aseguraré de que se sientan muy cómodos en su estadía –dijo el anciano con voz ronca.

- Tétrico ¿verdad?

- No le encuentro sentido a tu preocupación. Solo ha sido amable.

- Es que tú no lo conoces como lo conozco yo, amor. Creo que está tramando algo y no nos lo quiere decir. Seguro estará conspirando con mi hermana.

- Shuichi, yo creo que estás exagerando. Ves cosas donde no las hay.

En la cabeza de Shuichi apareció un claro signo de irritación y resignación.

- Ahora verás…lo que significa unirte a la familia Shindou, Eiri.

- ¿Por qué me suena a que tienes miedo?

- Solo espera y verás…

El chico terminó de ordenar las cosas cuando la voz de su hermana lo hizo saltar del susto.

- Onii-sama…el almuerzo está servido…

- Ah, pues, gracias.

- Eiri-san, es hora de bajar…-dijo ella amablemente.

- Muchas gracias –dijo sin prestarle atención a la mirada especial que su cuñada le ofrecía.

Ambos bajaron en compañía de Maiko mientras los sirvientes servían la comida en la gran mesa del comedor. El padre de Shuichi se encontraba sentado en el centro de la mesa, con una gran sonrisa, que hizo que las sospechas de Shuichi comenzaran a crecer más. Con amabilidad los invitó a sentarse, pero antes de que Eiri se sentara al costado de Shuichi, Maiko le hizo un pequeño "stop" y le pidió que se sentara con ella en el otro extremo de la mesa, o sea, bastante lejos de Shuichi.

- Como lo suponía…-susurró Shuichi.

- ¿Decías algo, Onii-sama? –preguntó con aparente inocencia su hermana.

- N-No, nada…

Algo no le cuadraba mucho, notaba lo sospechoso...

- Creo que estás imaginando cosas. Si tu padre no quisiese que estuviéramos juntos, no nos dejaría dormir a ambos en la misma habitación y en la misma cama ¿no crees?

- Eres terco… ¿no recuerdas que después de eso había una piedra en tu guiso?

- Vamos, era una piedrecilla…

- ¡Era del tamaño de una roca! ¡Casi te rompes la muela con esa cosa!

- Se le habrá pasado a la cocinera, nada más. No es algo para alarmarse.

- ¿Y qué me dices de la sal mezclada con el jugo?

- La sirvienta puede haber confundido la sal con el azúcar…

- Que confiado eres…

- Y tú un exagerado…

A la mañana siguiente

- ¡¿Cómo? –exclamaron ambos ante la repentina sorpresa.

- Me parece un poco inapropiado que estén durmiendo juntos antes de casarse, así que podrán dormir juntos, pero en camas separadas. O si Eiri-san lo prefiere, podrías dormir conmigo, Shuichi.

- Padre, no es necesario…

- Vamos, no se ve bien que duerman en la misma cama. Bueno, entonces está decidido, podrán dormir juntos pero en dos camas, y al costado de su habitación tendrán a Maiko para cualquier cosa que se les ofrezca, ella no los dejará solos por ningún motivo…-dijo esto último como un susurro tenebroso. Luego sonrió.- Bueno, que la pasen bien…-se retiró él.

- ¿Ahora me vas a creer?

Eiri bajó la cabeza, resignado.

- Si, ahora estoy creyéndote…

Notas finales:

Conmovida, agradezco todo el apoyo que me dieron en la precuela de este nuevo fanfic. Prometo actualizar en un flash y desearía seguir contando con su apoyo.

Bueno, ahora unas cuantas notitas:

* Shu-han: El complemento -Han a un nombre es como referirse a su prometida/o

Se me cuidan y hasta el próximo capítulo.


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