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Los Colores del amor por LoveShonenai

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Notas del capitulo:

La amargura invade el corazón del joven prometido que intenta vivir aquella vida con fervor, pero el pasado ahora le atormenta en carne propia.

Los colores del amor


 


El Capataz II


 


Capítulo II: Verde amargura


 


 


Se encontraban durmiendo tan plácidamente y sin perturbaciones que podría decirse que ni una guerra mundial podría despertarles de su silencioso letargo. Ambos, separados por la distancia de un metro, durmiendo en camas separadas a pesar de encontrarse juntos en la misma habitación, parecían inmunes al gran escándalo de afuera. La alarma del más joven sonaba con furia, podría decirse, tratando que su dueño despertara, estaba haciéndose tarde. La puerta se abrió de par en par, provocando un ruido bastante exagerado.


 


- ¡Oni-sama! ¡Despierta inmediatamente!


 


Se levantó pesadamente de la cama, mientras que Eiri seguía durmiendo plácidamente, se sobó los ojos con desgano y miró enlagrimado a su hermana, quien se encontraba bastante enfadada mirándolo fijamente.


 


- ¿Se puede saber qué estás haciendo en la cama? ¡Son las nueve de la mañana, holgazán!


 


Apenas oyó la lejana cifra, se puso de pie alterado. Se extrañó de haber dormido tanto. Luego, a su lado, miró a Eiri. Recordó la noche anterior. Por supuesto que no tenía ánimos de levantarse, después de aquella noche de entrega, muy a escondidas y cuidándose de su familia, reprimiendo los jadeos y los gritos de placer. Se sonrojó bastante sin querer mirar a Maiko, mientras que la menor presente se impacientó mucho más.


 


- ¿Qué te pasa, Onii-sama? ¡Despierta de una vez! Mi padre está muy enojado…


 


- Ya, mocosa engreída…Deja de gritarme. Me levantaré ahora mismo.


 


- ¿Y tu rubio qué? Levántalo…


 


Shuichi se molestó.


 


- Mira niña, bájale el tonito ¿quieres? Deja a Eiri, está muy cansado.


 


La chica le puso mala cara.


 


- Dijiste que vendrías a trabajar y no a vacacionar, Onii-sama. Al menos pídele a Eiri-san que te ayude con el trabajo, no está aquí nada más para mirar como trabajas.


 


El pelirosa no escuchó en lo absoluto a su hermana, solo caminó delante de ella.


 


- Buenos días, padre.


 


- Debiste dormir un poco más, Shuichi. Hoy la mayoría de los trabajadores tienen el día libre.


 


Maiko tragó fuerte. Gran mentira para un desastroso resultado.


 


- No importa. Trabajaré con los que están en la hacienda laborando, padre.


 


El más viejo le miró con interés.


 


- ¿Y…Eiri-san no te acompaña?


 


- Se quedó dormido –dijo él.- Ayer ha estado con una enorme resaca, quizás por el viaje.


 


- Vaya muchacho débil. ¿Cómo es que va a proteger a su futuro esposo si se deja vencer por una resaca?


 


- Papá, no seas melodramático, es solo que no se siente bien y no es conveniente que se esfuerce por eso.


 


El mayor solo respiró con un enorme bufido de insatisfacción. Shuichi se dio cuenta inmediatamente que su padre tramaba algo y Maiko, obviamente, también. Los conocía, desde hacía mucho, podría poner las manos al fuego si era necesario para demostrar sus bien fundamentadas sospechas. Se arregló rápidamente y salió de allá presuroso a pesar de que le pidieron quedarse a desayunar tranquilamente porque no había prisa alguna. Pero Shuichi era obstinado y en eso no cambiaría jamás. Se acomodó bien el demandante chico la camisa y salió de la casa sin más.


 


- ¡Shuichi-sama!


 


Una gran multitud de gente, incluso los que estaban de salida por su “día libre” se acercó al mandamás para darle nuevamente la bienvenida. Sonrío agradecido por tan grande gesto, lo había extrañado desde hacía mucho. Se dejó llevar un buen rato por la conversación para que después todos volvieran a sus puestos, trabajando.


 


- ¿Y ustedes qué? –Preguntó él casi secamente.- ¿No tenían el día libre?


 


- Bueno, si…-respondió uno de ellos.


 


- Entonces váyanse.


 


Mas la gente no se movía.


 


- H-Hemos decidido quedarnos y trabajar, señor.


 


- Pues no me parece correcto. Si mi padre les ha dado el día libre significa que han cumplido su trabajo como se debe, así que váyanse, no tienen que estar aquí.


 


- Nos quedaremos, señor…-dijeron firmemente.


 


Shuichi les dio la espalda.


 


- Hagan como gusten, pero luego no me reclamen nada.


 


Mientras fuera el capataz de la hacienda tenía que ser así de duro por más que la gente lo mirase mal alguna vez. Siguió con su recorrido matutino, supervisando el trabajo de la gente, mientras que Eiri salía de la gran casa para buscar a Shuichi. No se imaginaba que la hacienda en sí fuese tan grande, podría perderse fácilmente buscando al pelirosa.


 


- El capataz se ha ido cabalgando hacia la colina, señor –le dijo uno de los trabajadores.


 


- ¿No había salido para trabajar?


 


- Dijo que tenía que hacer algo muy importante allí.


 


Suspiró el rubio.


 


- ¿Se ha llevado a Taka?


 


- Si, señor…


 


Eiri volvió a suspirar, esta vez el doble de tiempo. Ahora tenía que irse a buscarlo a pie. Agradeció la información y se marchó tras Shuichi mientras Maiko le veía desde la puerta de entrada a la casa, su padre le acompañó.


 


- Me parece que Shuichi sospecha de lo que estamos haciendo.


- Es obvio que sospecha, después de todo es Shuichi onii-sama. Él siempre se da cuenta de todo.


 


El anciano sonrió.


 


- Sin embargo, esto todavía no ha acabado. Llegaremos hasta las últimas consecuencias.


 


Mientras tanto, Shuichi acariciaba a su gran caballo mientras veía el cielo con algo de nostalgia. Eiri llegó a donde él estaba y se sentó silenciosamente a su costado, sin decir una sola palabra. Shuichi ya lo sentía venir, por lo que se recostó en su pecho inmutado, dejándose engreír por el calor del amor de su vida. Se quedaron así largo rato, sin mirarse, solo apegados el uno al otro, mirando como el sol arrasaba con el horizonte, emitiendo su potente luz.


 


- Hasta que por fin has despertado…


 


- Lamento mucho haberme quedado dormido, la verdad es que estaba bastante cansado por lo de anoche.


 


- ¿Crees que mi hermana se dio cuenta de nuestro encuentro de anoche?


 


- Estoy seguro de que si. Se veía muy molesta cuando salí de la casa a buscarte.


 


- Sé que mi padre y Maiko están tramando algo, no me queda duda de eso.


 


- No entiendo lo que pretenden al obstaculizarnos el camino, de verdad que no lo comprendo.


 


- La verdad es que no te iba a contar esto, pero hicieron algo bastante parecido cuando yo estaba con Ryu. La única diferencia es que maniobraron por separado, porque Maiko odiaba a mi padre.


 


- ¿Y qué hicieron?


 


- Mi padre no quería a Ryu e hizo de todo para alejarlo de mí. Y Maiko…ella sí me ridiculizó y no quiero recordar los detalles…


 


- ¿Fue muy grave lo que hizo?


 


- Cuando la volví a ver mientras era capataz hace tres años ¿viste como la trataba? Saca tus conclusiones.


 


- Pues…parece que la cosa si fue seria por como vi que tratabas a tu hermana.


 


- Pero, bueno, eso ya ha quedado en el pasado. Ahora solo quiero vivir contigo y nada más. Lo que intenten hacer ellos para mí es totalmente irrelevante y sin importancia.


 


- ¿Lo dices así nada más?


 


- Por supuesto. Aunque mi padre y mi hermana son de cuidado, Eiri. Fue por eso que antes de venir a la hacienda te pedí que lo pensaras mejor, porque sabía que te encontrarías con este tipo de situación.


 


- No te preocupes por mí, Shuichi. Tampoco me creas un cobarde como para escapar, además de todo, eres mi prometido y me veo obligado a congeniar con tu familia.


 


A Shuichi se le escapó una risa traviesa.


 


- Idiota. Hablas como si estuvieras a punto de enlistarte a la guerra.


 


- Bueno, puede ser…


 


Sonrieron ambos con extrema ternura y se besaron tranquilamente, sin ninguna prisa, después de todo tenían toda una vida juntos por delante, sin obstáculos, sin arrepentimientos y sin secretos. Se tomaron de las manos cuando dejaron de besarse y, montados en Taka, bajaron de la colina para después regresar a la hacienda.


 


- Bienvenido de vuelta, onii-sama –dijo su hermana menor.- ¿Para que fueron juntos a la colina?


 


- Solo quisimos pasar un rato a solas, nada más. ¿Está mal?


 


- N-No, no es eso. Más bien, hay un trabajo muy pesado y papá necesita que Eiri-san te ayude, onii-sama.


 


- ¿De qué se trata?


 


- Es la época de envío mercadero. Tenemos que empaquetar y enviar la carga pesada a los camiones que vienen el día de mañana, onii-sama.


 


- Por eso no hay problema, Maiko. Lo haré yo mismo, siempre lo he hecho yo con ayuda de los empleados.


 


- Pues ahora que Eiri-san está aquí, sería bueno que te ayudara ¿no crees?


El vocalista de la banda BAD LUCK se exasperó ante la actitud agria de su hermana.


 


- Maiko, el capataz ahora soy yo. Si me da la gana, lo haré solo y punto.


 


- Onii-sama…


 


- Está bien, Shuichi. Te ayudaré en lo que necesites.


 


- Pero, Eiri. No tienes que hacerlo, en verdad.


 


El rubio volvió a espetar que todo estaba bien y que deseaba ayudarle, y Shuichi no tuvo otro remedio que aceptar la proposición de su futuro esposo.


 


- Bien. Entonces iré a dejar a Taka en el establo.


 


Avanzó rápidamente dejando de lado a Eiri, sin mirar atrás. Claramente había visto muy cerca de él una cara del pasado que jamás en su vida quería ver, pero que, sin embargo, el destino se la había puesto nuevamente en su camino. Eiri sintió al pequeño tembloroso y no dudó en seguirlo muy a pesar de las represalias de Maiko, a quien dejaba atrás con la palabra en la boca. Shuichi iba directamente a lo profundo del bosque, sin decir palabra alguna. Se paró en seco sin entender. El pelirosa se había detenido, algo tembloroso nuevamente pero sombrío y frívolo como era antes. Esta terrible mirada que presenciaba era la más horrenda que pudiese haber visto en Shuichi alguna vez.


 


- Así que finalmente te presentas ante mí, asqueroso bastardo.


 


De lo muy oscuro y profundo de un matorral, apareció un joven de no más de veinticinco años, ojos color del mármol, cabello azabache y una sonrisa hipócrita que no se borraba con ninguna amenaza por parte del pelirosa.


 


- Ha pasado el tiempo, Shu-chiin.


 


- Mira que tener el descaro de venir hasta mi casa después de cinco años, maldito infeliz. –dijo el menor con mucha rabia.


 


- Me enteré de que te hiciste famoso y ahora eres un cantante muy reconocido. ¿Qué dirían tus miles de admiradores al saber que abusaron de ti? Quizás se alejarán del asco que sentirán por ti.


 


Shuichi levantó rápidamente su arma, apuntándola hacia él. El rubio no entendía lo que pasaba ya que no era capaz de escuchar con claridad lo que estaban diciendo.


 


- Voy a matarte ahora mismo, asquerosa rata.


 


- Más bien dirás… “házmelo otra vez” ¿no?


 


- Ahora mismo vas a pagar por todo lo que me has hecho, perro desgraciado.


 


Eiri se alarmó tan solo al ver la reacción de Shuichi y decidió detenerlo. Salió presuroso y lo abrazó antes de que pudiese hacer alguna estupidez de la cual se arrepintiera después.


 


- Shuichi, cálmate…


 


- Ah, ya veo que tienes a tu guardaespaldas contigo para todo. Que lindo es tener a tu perro faldero para cualquier cosa…


 


- ¡M-Maldito!


 


- Te vendré a ver en otra ocasión…Prepárate –dijo cínicamente para después marcharse rápidamente de ahí.


 


El albino soltó a su pareja, quien inmediatamente le propinó un duro golpe en la mejilla, haciéndole caer al suelo.


 


- ¡Maldita sea! ¡¿Por qué me detuviste?! ¡Quería matarlo y me detuviste, maldición!


 


- ¡Tienes que calmarte, Shuichi! No puedes hacer esas cosas sin pensar. Date cuenta de que ya no eres solo un simple capataz, eres una figura pública…


 


- ¡Al diablo con lo de ser público! –Se arrodilló en el suelo, nuevamente tembloroso.- Maldito seas…por detenerme, Eiri. Te odio.


 


El escritor se puso a su altura para verlo muy de cerca. El menor estaba llorando, sin cesar, impotente y le dolía. Lo abrazó a pesar de que el pequeño forcejeaba inútilmente por separarse de él. Finalmente se dejó vencer a los brazos de su amado y se aferró fuertemente a su espalda.


 


- ¿Qué sucede contigo, pequeño?


 


- E-Ese hombre…


 


- ¿Quién era ese hombre?


 


- E-Ese fue el bastardo que abusó de mí cuando tenía quince años…


 


El rubio lo soltó repentinamente.


 


- ¿Cómo?


 


Luego Shuichi miró al cielo…


 


- Pero es una gran alegría, ¿sabes? –dijo a la par que intentaba ser fuerte.- Ahora si puedo tomar venganza. Tanta como yo quiera…Voy a hacer que pague por todo lo que ha hecho, voy a hacer que me ruegue y me suplique por piedad…hasta que lo asesine con mis propias manos…


 


La sorpresa de su prometido no se hizo esperar. Estaba horrorizado. La amargura iba a convertir a Shuichi en una persona completamente diferente a lo que era. Y él tenía que impedirlo…a toda costa.


 

Notas finales:

¡Segundo capítulo arriba!

Muchas gracias por el apoyo, seguiremos todos en contacto! Muchos besos a mis lectores!

LoveShonenAi


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