Odio la realidad, pero es en el único sitio donde se puede comer un buen filete.
Woody Allen (1935—?) Actor, director y escritor estadounidense.
—¿Me quieres?
—Sí, te quiero
—¿De verdad me quieres?
—Sí, de verdad te quiero.
—¿No me vas a dejar nunca?
—No, no te voy a dejar nunca
—¿Y siempre estaremos juntos?
—Sí, siempre…
—Yo tampoco te dejaré nunca…
Es casi gracioso cómo nos engañamos entre nosotros. Mientras dura el amor, nos queremos mucho, nos prometemos más y nos callamos todo. Mientras te quiero, yo soy tan feliz que casi puedo llegar al cielo. Mientras me amas, eres tan feliz que casi puedes seguirme. Juntamos nuestras manos, entrelazamos nuestros dedos y ponemos nuestras cabezas muy juntas mientras miramos tiernamente hacia el mismo sitio.
¿Y luego qué?
Conocer a tus padres, presentarte a los míos, salir con tus amigos y luego con los míos, ir de viaje juntos, salir todos los días, comprar un piso y mudarnos juntos, compartir los víveres y otro tanto los gastos, pelearnos un poco y luego a la cama.
¿Y luego qué?
Pelear más, dormir menos, pelear con tu madre, llorar frente a ti, quitarme tu cuerpo de encima y decir que te odio…. Escuchar que me odias y luego repetirlo mil veces hasta que se vuelve realidad. Faltar al trabajo y espiarte mientras sales con otra, llorar con mis padres y llamarte cabrón.
¿Y luego qué?
Tomar mis cosas, jurar que no volveré nunca y salir por la puerta trasera…
¡¿Y luego qué?!
Nada.
Ahí termina la historia. Es ese el resumen de lo que pasó con nosotros, omitamos lo que queríamos que pasara y olvidemos lo que debía de pasar. Lo intenté muchas veces, te lo supliqué muchas más y ahora ya no sigue nada.
Te conocí en la facultad, nos mudamos juntos y fuimos felices durante dos años. Me engañaste al tercero, te perdoné al cuarto y me perdoné a mi al quinto. Te abandoné al sexto. No te dejé nada ni me dejé nada a mi, ni siquiera los recuerdos que merecían ser recordados. Si se puede decir que me quedé con algo, es sólo con el rostro hermoso de la chica insignificante por la que abandonaste todo. Bella, demasiado para que se fijara en mi pero muy poco para que te fijaras en ella, alta, delgada, de cabellos hermosos y claros, ojos encantadores y forrada en dinero.
Tú ni siquiera la querías.
Pero era demasiado aburrido no acostarte con nadie más que conmigo, aún sí acostarte con otros no significara necesariamente que a ellas sí las amabas. Me amabas a mi, y quizás eso es lo más triste de esta historia (que, antes de que llegues más lejos, es muy probable que no te guste). Cuando yo te abría las piernas, no pensabas en ella, cuando me acariciabas, no sentías su calor sino el mío. Cuando me besabas, no la veías a ella. Cuando me decías que me amabas, no se lo decías a ella.
Tú no la amabas.
A ella también la heriste, a ella también la destruiste, a ella también la perdiste.
Y te quedé yo.
Volviste a mi cuerpo, volviste a mi alma, volviste a casa y fue en el cuarto año que yo te perdoné. Todo y nada pasaron ese año. Todo porque pensé que volverían los días felices, nada porque en realidad no ocurrió así. Te quería tanto que apenas me dejabas respirar cuando te acercabas, te quería tanto que cuando me mirabas yo sentía que había algo que me ataba a ti.
Cuando dejé el piso, luego de perdonarme y decidir que en realidad no había nada que nos uniera, pensé que me ibas a seguir, De verdad lo pensé. Es ridículo, tonto, cursi, triste, deprimente y todos los sinónimos que se te ocurran, pero eso pensé. Pensé que un día tocarías a la puerta del cuchitril donde me quedaba, me dirías que volviera a casa y todo estaría mejor. O quizás me llamarías un día, así que me quedaba en casa esperando esa milagrosa llamada. También, podía ser que le pidieras a uno de mis amigos que me dijeran que regresara contigo, así que les preguntaba constantemente por ti.
Nada de eso pasó.
A veces pensaba, miserablemente, que luego de que me fui, simplemente llegaste a casa y dijiste: oh, ya no está… bueno, ahora me queda más espacio en el armario. Casi puedo escuchar tu voz fría diciéndolo, casi te puedo ver en nuestra cama dormido profundamente, sin notar la ausencia de mi calor; te veo comiendo en el sofá, sin ver siquiera el teléfono ni la puerta de entrada.
Ahora es gracioso pensar que lo único que hice fue liberarte.
¿Y luego qué? Bueno, no pasó nada. Creo que a la gente le gustaría leer una historia de superación personal, de recuperaciones milagrosas; vamos, algo que valga la pena leer, pero lo cierto es que no pasó nada luego de eso. Claro que seguí con mi vida (evidentemente), claro que no desperté repentinamente un día y dije: wow, lo he superado, ahora lo que sigue es convertirme en misionero. Claro que no pasó nada de eso.
Lo que pasó luego es que seguí con mi vida, como todos. ¿Me morí de amor? No, eso es ridículo. ¿Me sentí deprimido por el resto de mi vida? Tampoco, mi humor sigue tan intacto como antes de conocerte, ¿ahora el mundo me parece bello e ideal porque te superé? bueno, si por bello e ideal te refieres a vivir en un sitio contaminado y con un gobierno deplorable… pues no, tampoco.
Mi historia va a así, y no pienso decorarla para ti. ¿Tienes padres divorciados? Te lo pregunto porque si es así es probable que me entiendas: ¿Tu padre o tu madre lloriquean luego de no sé, doce años separados? ¿Tu madre se arrastra por el piso y dejó de comer hace meses? ¿Tu padre se suicidó porque no soportaba vivir sin ella?
Eso pensé.
Bienvenido al mundo real.