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Así nace el Amor por -Mikunami-

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A plena luz

 

Pese a que Sasuke era un amante de los horarios, las rutinas, estadísticas y en general la lógica, no era del tipo que asegurara algo con absoluta franqueza. Por ello resultaba atrayente de la que para su antojo, era la única verdad universal existente; Itachi igual a problemas.

Ya que aun cuando no fuese la intención de su hermano, éste le terminaba jodiendo la vida. Que fascinante capacidad.

Y para ejemplificar mejor lo anterior; Es un hermoso y soleado día de verano, no tienes nada mejor que hacer que regocijarte en tu superioridad mientras te rascas la panza, pero intempestivamente tu madre te pide de favor el llevarle la cartera a tu irresponsable hermano, ya que el idiota fue al otro extremo de la ciudad sin nada de plata ¿Cómo no se dio cuenta de ello al salir de su hogar? Al bastardo lo pasaron a recoger. Entre decenas de improperios mentales, aceptas de mala gana, y luego de casi una hora de tormentoso viaje -¡Qué horror el trasporte público!- descubres que ese mismo bastardo te ha dejado plantado. "¿Adivina otouto? Después de todo Hidan sí podía llevarme de regreso"

¡Hijo de… ! Entonces recuerdas que tienen la misma progenitora.

Pero tu travesía no termina con regresar a casa y romperle la cara al mayor ¡Claro que no, ingenuo!

En medio de tu cólera, en una calle inundada de transeúntes, dos críos chocan contra ti. Casi caes al suelo. Uno de los niños sí se ha precipitado. No estás para preocuparte por mocosos lerdos, pero una señora gorda que ha presenciado todo, te mira irritada. Finalmente le das la mano al menor y le dices que deje de ser tan torpe; ese adefesio insolente te saca la lengua e inmediatamente te sonríe de una forma completamente macabra. Luego, junto con su compañero se echa a correr como si el diablo los persiguiera.

Aquello fue extraño.

Finalmente llegas a la parada del bus, y estás a punto de abordar el vehículo cuando te percatas de algo. No tienes tu billetera, ni la de Itachi, ni tu móvil. Dos enquencles once-añeros se han apañado tus cosas sin mayor batalla.

Acabas de comprobar con éxito, que todo evento en el que tu hermano mayor esté ligeramente involucrado, te dejará indudablemente con unas ansias homicidas de cuidado y una pérdida masiva de fe en la humanidad.

Asi fue como Sasuke terminó furioso, cansado, hambriento y levemente desorientado.

Estaba en un barrio que quedaba a horas caminando de su morada y no tenía forma de hacerle saber a su familia que la juventud cada día estaba peor, cosa que lamentablemente terminó afectándolo.

Luego de recorrer una veintena de cuadras -de las largas- cayó en cuenta de las opciones que tenía; podía seguir a pie, cosa que le haría arribar a su destino hasta el ocaso y ganarse en el trayecto unas fabulosas ampollas o… pedir dinero en la calle, como un asqueroso vagabundo.

Jajaja ¡Preferiría abrazar a Naruto antes que la segunda opción!

En aquel instante descubrió, que igualmente era probable que el diablo no tuviese mejor entretención que estar leyendo sus pensamientos.

Estaba descansando en un pequeño parque, cuando a la distancia logró divisar sobre una llamativa bicicleta naranja, unos mechones dorados tan brillante y desgraciadamente conocidos, que su corazón dio un vuelco doloroso ¿Acaso el Uzumaki tenía el morboso placer de apreciar cada desventura de su maravillosa existencia? Mejor que no le contestaran.

Pero al parecer no tenía otra alternativa; era sentirse vivo por el inclemente dolor de su orgullo haciéndose añicos, a por el de sus pies bajo circunstancias menos figurativas. Tendría que acudir con Naruto por ayuda.

— ¡Hey, Uzumaki!

Naruto volteó de inmediato ¿Acaso Sasuke-irremediable-tarado lo había llamado? Porque de ser asi, jamás volvería a llevarle un encargo a su abuela si se lo iba a tener que encontrar en el camino.

— Uchiha —farfulló al ver al chico de cabello negro acercándosele —. ¿Qué diablos quieres? —preguntó cauteloso, deteniendo momentáneamente la marcha, pero dispuesto a pasar sobre el indeseable al menor signo de que su plan fuese joderle el día.

— Naruto… —era la hora de la verdad, suspiró largo y sudó frío. Ahí fue cuando el blondo de verdad tuvo miedo—. ¿Me podrías prestar tu celular? —¡Dios! ¡Sentía que iba a vomitar!

El Uzumaki parpadeó consternado, luego movió discretamente su mano derecha del manubrio a su pierna para pellizcarla, y asegurarse que no estaba en un escalofriante sueño de coma. No, al parecer nada lo había atropellado.

Sasuke esperó por un angustioso minuto, luego otro y finalmente…

— No, no puedo… —contestó llano y simple, cuando recobró el habla—. Y no es porque sea un auténtico capullo como otros, teme, pero lamento decirte que se me ha olvidado en casa.

Itachi ya podía ir haciendo testamento.

— Me puedes… prestar algo de dinero... —nuevamente la cara del bobalicón de cabello amarillo se deformó por la incredulidad. Por su parte podía decir que no era nada bueno para su equilibrio mental el pedir tantos favores a su declarado némesis; más le valía a Naruto el no irse desacostumbrando a sus insultos.

— Es gracioso.

— ¿Qué te roben? —¡Mierda! Lo había dicho.

— No, imbécil —asi que eso fue lo que le pasó—. Que la única ocasión en la que estoy dispuesto a hacerte un favor, me pidas algo completamente fuera de mis posibilidades —la mirada burlona en su cara…—. ¡Y no es porque sea pobre! —afirmó inmediatamente. Estaba ahorrando dinero, y era consciente de que cualquier cosa brillante era propensa a ser comprada, mejor no cargar con efectivo.

Después de decir aquello Sasuke volvió a suspirar, era mejor seguir caminando. Caminar y que los cuervos se los comieran por el trayecto.

— ¿Vas a regresar a pie? —¡No le interesaba el Uchiha, que quede claro! Únicamente era curiosidad.

— ¿Tengo otra opción? —Naruto revolvió nervioso sus cabellos, sentía que estaba en deuda con el chico cacatúa, después de todo, se contuvo de difamarlo en la escuela ante su ataque de pánico la otra noche, en la que por cierto, aceptó quedarse unos minutos después de haber finalizado con sus labores.

— Si quieres… —no por ello era menos complicado proponérselo—. Puedes venir conmigo —declaró apuntando con la mirada a los diablitos* de su bicicleta—. Sólo, no se lo digas a nadie —dijo para después desviar la cara, avergonzado de sí mismo.

Sasuke lo miró estupefacto.

— A… acepto.

Se montó… no, no, no mala palabra, se subió en la bicicleta y colocó las manos en los hombros del áureo. Sintiéndose increíblemente incómodo, quizás no era tan buena idea.

— No te me pegues tanto bastardo —al parecer no era el único, pero ya lo había dicho y ahora no había forma de retractarse.

— Lo dices como si quisiera.

El resto del trayecto fue relativamente tranquilo, considerando que ambos chicos iban con una cara acongojada de campeonato. Naruto, repitiéndose hasta el cansancio que la colonia de ese esperpento no era para nada agradable, dispuesto a programarse una cita con el otorrinolaringólogo con urgencia, y Sasuke, prefería planificar el cómo se vengaría de la comadreja que apreciar el buen estado físico del engendro amarillo.

Categóricamente Itachi era igual a problemas.

 

Notas finales:

*No sé cómo se le dicen en el resto del mundo, pero por lo menos en mi país, a la salientes traseras de las bicis, esas que sirven para llevar a otra persona, se les conoce como diablos o diablitos.

Tengo tarea, mucha; pero ando inspirada últimamente por lo que preferí ponerme a escribir. Creo que esta noche no dormiré XD.

Muchísimas gracias a todos los que siguen apoyando mi cosita cutre, espero de verdad que les haya agradado el capítulo;

Umiko; lao takeda; Giselle Blanchard; Izumi Beloved; Athan_Anubis; Shana18 y Hana Miyoshi Ono.

Espero leernos pronto, y cualquier errorcillo me avisan.


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