De odios
El festival escolar estaba a la vuelta de la esquina, por lo que durante aquella semana las clases se mantenían en general paralizadas. Tenían permiso para entrar tarde y salir del complejo educativo hasta que el astro rey terminara de ocultarse, especialmente los estudiantes de último año, que se esforzaban al máximo para hacer memorable su participación. Naruto, consciente de que nadie arribaría al alba a la escuela, tomó la radical decisión de zanjar cierto asuntillo, que venía quebrándole la cabeza desde hacía varias semanas.
Hablaría con Sasuke de una vez por todas.
Quizás era una soberana idiotez querer entender las causas de su ruptura, a casi diez años de que está ocurriese, pero pronto terminarían el colegio y estaba casi seguro que no volverían a coincidir en la universidad, por lo que no interesaba si resultaban aún más hastiados del contrario luego de dicha charla. Era una de esas maneras cordiales que el rubio caviló para cerrar aquel ciclo de enfermiza repulsión.
La corrediza puerta de su aula estaba a un metro de su persona. Inhaló todo el aire que sus pulmones pudieron contener y lentamente lo fue soltando, preparándose mentalmente para que lo que se avecinaba, finalmente entró al salón.
Tal y como era predecible, en aquel espacio la única presencia era cierto chico de cabello ébano y piel marfilada, cuyos ojos de granito se desviaron momentáneamente, sorprendidos, del grueso libro que yacía entre sus manos cuando se percató de que ahora ya no estaba solo. El ceño del moreno de frunció inconscientemente al ver la estampa del Uzumaki, regresando en automático la vista a la lectura.
El rubio entonces pensó, que quizás estaban demasiado acostumbrados a sus roles de némesis, para poder mantener una sensata plática que los ayudara a crecer como personas. Otro suspiro. Aun con ello tenía que intentarlo.
— Sas… —comenzó, pero antes de que el corto nombre del azabache pudiese ser completamente expulsado por sus labios, una mueca, que concentraba tanta repulsión como asombro lo dejó mudo. Como el nene no cooperara aquello simplemente sería imposible.
El Uchiha alzó una de sus delineadas cejas, incrédulo de que aquel tarado de cabello desteñido quisiese iniciar una conversación con él. Seguramente escuchó mal, porque ya era suficientemente cargante el saber que la adorable -entiéndase la ironía- presencia del blondo ahora estaba pudriendo su tranquilidad matutina. Pensar que siempre madrugada para evitar más contacto con su hermano, y venía encontrándose con el único tipo que lo podía exasperar a un punto más insano del que le ocasionaba Itachi. Sí que estaba jodido.
Naruto, quien ya era consciente de los tratos hoscos y la manía de mandar a la mierda, del morocho, decidió que sí quería algún avance tendría que ser completamente directo. De cuatro zancadas llegó hasta el extremo en el que permanecía el de piel blanquecina.
— ¿Recuerdas cuando éramos niños? —soltó, alto, claro y a un palmo de la pálida cara del de mechoncitos obscuros; al parecer no había perdido el toque en eso de ser sorpresivo… e imprudente.
— ¿Qué? —Sasuke, quien ahora dudaba de estar consciente y no en un mal sueño -quizás fue atropellado rumbo al colegio-, se esforzaba por hacer sinapsis e intentarle encontrar sentido a la pregunta del áureo. No, simplemente aquello no poseía lógica.
— Nosotros… llegamos a ser amigos —explicó, casi en un susurro y evitando el contacto con los ojos de obsidiana ¡Oh sí! Le faltó reflexionar lo muy vergonzosa que aquella plática podía tornarse.
El Uchiha cerró su libro, recargó su delineada barbilla sobre su lechosa palma y miró aburrido al rubiales—. ¿No me digas que entraste a un etapa de crío melancólico? —preguntó, sacándole al segundo un mohín de enojo a Naruto—. Patético.
— Siempre has sido insufrible —contratacó el de ojos añiles—. Desde que te conocí, tu mala leche rige cada uno de tus pretenciosos actos —expuso, seguro de que jamás tendría otra oportunidad para decirle frente a frente sus verdades al moreno, y que dicho acto no los llevase a un enfrentamiento físico—. Y aún asi… nos llevábamos bien —terminó con una mueca irónica, la que intentaba camuflar una triste sonrisa.
— ¿A qué quieres llegar, Naruto? —porque estaba lamentablemente seguro, que aquel parloteo no era, en absoluto, para hacerlo desquiciar.
— ¿Qué cambió, teme? —dijo, para conectar sus irises con los del Uchiha—. Y no me salgas con el cuento barato, de que repentinamente te diste cuenca que era un incordio que te restaba méritos, porque fuiste consciente de mi contrastante personalidad desde el comienzo.
— No entiendo porque eso te interesa ahora.
— No me gusta dejar asuntos sin resolver.
— Pasó hace años, imbécil —declaró, deseando que algún cataclismo ocurriese en ese instante, interrumpiendo lo que fuese que mantenían.
— ¿Y qué? Jamás lo resolvimos —por mucho que al blanco joven le incomodase, él sabía perseverar, insistir asi fuese lacerante como un golpe en la entrepierna—. Puedes decirme Sasuke —porque era un asunto entre ellos, una interrogante que le quemaba las tripas y le hacía explotar el cerebro, así hubiese intentado sepultarla durante años, siempre había estado presente en cada discusión, riña o alegórico encontronazo, en cada momento en que sus enervados ojos se conectaban. Y estaba casi convencido, de que Sasuke sentía lo mismo—. No es como si me fuera a ir con el chisme por todo el instituto. Además estos son los últimos meses que vamos a pasar juntos, así que no interesa —era cierto ¿Qué más importaba? Luego de aquello la fractura finalmente era impostergable.
— Es complicado, dobe —cedió. Sino dejaba salir aquello ahora nunca lo haría; sólo por eso estaba dispuesto a hablar—. Simplemente… no era adecuado el juntarme contigo, alguien no lo aprobaba —y sintió pena y repulsión por su falta de carácter, pero así como cuando era un chiquillo no se atrevió a transmitir su verdadero estado, ahora tampoco lo haría.
— ¿Pensé que te traía al fresco cualquier crítica? —de no estar solos, cualquiera hubiese errado y creído que aquello era una simple burla.
— Ya te dije no es tan sencillo —como no lo era el sincerarse con quien se supone que detestas, admitir que su entorno estaba un tanto descompuesto, que llegaba a envidiar el hogar del Uzumaki, aquel apoyo que jamás menguaba, o que también deseó con toda su pueril alma seguir al lado de aquel radiante niño, el que ahora se esforzaba por mantener un contacto para nada agresivo.
— ¿Fue tu familia? —y Sasuke únicamente pudo sonreír.
— Digamos que a mí me enseñaron a mantener un estatus —uno que desdeñaba a las personales joviales y cálidas, que pecaban de inocencia y no se cansaban de repartir alegría.
— Y a mí a ser sincero —Naruto desvió ligeramente la mirada al ventanal, percatándose de como las oleadas de estudiantes comenzaban a invadir el colegio, en un par de segundos su aula estaría rebosante —. No creo que esto cambie las cosas, sigo creyendo que eres un perfecto idiota —dijo, para comenzar a caminar en dirección a su pupitre.
— Al menos en todo soy perfecto, mediocre sin remedio —contratacó el moreno, sintiéndose extrañamente reanimado. Ya no eran los mocosos irracionales que acataban ordenes sin considerar sus deseos o pensar en las consecuencias, Naruto había madurado, y era momento de demostrar que el también—. Todavía te debo un café—dijo, escuchándose como un secreto debido al ruido que comenzaba a invadir los corredores.
El rubito sonrió. Sí nada había cambiado en absoluto, porque aquel bastardo seguiría compitiendo con él a cada segundo, exasperándolo con su presencia, pero siendo una pieza vital en su vida— Puedes pagármelo a la salida.