En la obscuridad
Él no era un cobarde; sus padres le habían enseñado a enfrentar todo con la cabeza en alto, sin menguar ante irrisorios monstruos debajo de la cama o vampiros que salían del armario, que la verdadera valentía no era no temerle a nada sino superar aquellas cosas que lograban hacerlo tiritar como si la hipotermia fuese inminente.
Claro, que siempre podía usar la excusa de que se apoyaba en terceros para sacar lo mejor de sí mismo. Y ahora estaba solo, en aquella inmensa casa sin protección alguna.
El viento colándose traicionero por una ventana mal cerrada, creando un sonido muy similar a un chillido de alguna alma en pena, fue suficiente para hacerlo grita cual niñita en apuros. Gracias al señor nadie se tenía que enterar de ello.
Esa tarde Naruto había tenido la magnífica idea de rentar varias películas de terror, aun en contra de los deseos de su madre. "No va haber nadie que te conforte, cuando tu increíblemente enajenable cabeza se ofusque".
Sabias palabras de la mujer pelirroja. Quizás su hijo no era una gallina, pero la manera en la que se trastornaba con aquel tipo de films de verdad que era para mandarlo a la casa de la risa; cuantas veces no se había puesto a gritar en la bañera diciendo que le iba a salir el payaso tétrico de It*. Y considerando que Naruto iba a permanecer sin compañía, puesto que había denegado la invitación que el resto de su familia tomó para una aburrida cena de gala, las cosas anunciaban una catástrofe inminente.
— No es de verdad, no es de verdad, Sadako* no existe —susurraba abrazándose a sí mismo y tambaleándose sobre el sofá frente el televisor que exhibía los créditos de la película. Su fuero interno era un campo de batalla en la que el pánico amenazaba con apoderarse de toda la lógica que podía regir su vida -la cual en realidad era algo escasa-. La moraleja es; siempre hazle caso a tu madre—. Nadie va a salir de la tele —se tranquilizó un poco, estaba más que dispuesto a demostrar que era un joven maduro que no se asustaba como crío de parvulario.
La luz comenzó a parpadear.
Naruto abrió grande sus ojos al percibir el fallo de energía, y tragó largo rogando a lo más divino que aquello no sucediese, apretó alarmante los cojines sobre los que se posaba, deteniendo momentáneamente la irrigación de sangre a sus nudillos, su corazón se paralizó mientras los tintineantes bombillos jugaban con su cordura durante algunos angustiosos segundos y luego todo se volvió obscuridad.
— Mierda —masculló ¿Alguien aborrecía su existencia, verdad?
Estaba acorralado por la penumbra -eso también incluía lo mental- refugio de aquellos espectros malignos que lo torturarían terriblemente antes de descuartizarlo. Las gotas de sudor frío se comenzaron a acumular en su tostada frente, su garganta era un nudo y su corazón se agitó cual caballo desbocado ¡¿Por qué su suerte era tan jodida? ! De verdad que era un momento ideal para considerar ir donde un sacerdote a que le hiciera una limpia.
— Bueno, esto no significa nada, no hay razón para tener miedo-ttebayo —claro, y su valentía era demostrada permaneciendo inmóvil en el sofá, mientras sus sentidos se agudizaban al máximo en caso de peligro.
Para mejorar la situación, unos fuertes toques a la puerta terminaron destruyendo cualquier vestigio que pudo haber quedado de bravura. Dio un exagerado brinco tan pronto los golpeteos llegaron a sus oídos y giró lentamente la cabeza en dirección a la entrada de su hogar. Los vendedores de puerta en puerta eran de los que trabajaban hasta pasadas las diez de la noche ¿No?
Se acercó temeroso al pasillo, decidido a averiguar la identidad del visitante nocturno, en una de esas a sus padres se les habían olvidado las llaves y él tendría que fungir como su salvador.
— ¿Quién es? —preguntó aferrándose a su puro orgullo para mantener la apariencias, la única contestación que recibió fue otra tanda de toques. Giró lentamente el pomo y asomó precavido su cabeza y luego…—. ¡Ahhh! — ¡Pánico total! Un ente macabro de revueltos cabellos negros y piel pálida estaba aguardando por él ¡La niña demoniaca sí se lo iba a llevar!
— Imbécil —el insulto, pese a todo, logró devolverlo a realidad, en donde lo único perverso que existía era la mirada de burla de Sasuke, el cual luchaba contra el constante viento que no terminaba de despeinarlo. Ya se estaba arrepintiendo de ir a la casa de ese idiota—. ¿Se encuentra tu madre? —preguntó rápidamente el Uchiha dispuesto a terminar de una vez con esa humillante petición.
Todo estaba de lujo aquel domingo en la noche para el pequeño Sasuke, hasta que la luz se cortó… y él no había terminado de editar su tarea ¡Qué bueno que tenía una portátil! Que malo que Itachi se terminó la batería y no la hubiese puesto a cargar nuevamente. Como el estudiante modelo que era no podía permitirse entregar tarde o mal algún trabajo. Y luego de que su histeria y psicosis terminaran de fastidiar a su madre -el que la mujer escuchara tantas maldiciones de un hijo a otro no era exactamente agradable-, está le sugirió que podía aguardar por la energía -cosa que quizás arribaría hasta el día siguiente- o ir donde Kushina-san a pedirle prestada su laptop y terminar de editar su trabajo. Lamentablemente tomó la opción número dos.
— No —contestó Naruto aun reponiéndose del sobresalto; ese bastardo necesitaba broncearse más seguido y cortarse un poco su melena de niña.
La negativa del blondo liquidó todas sus esperanzas. Dio media vuelta y estaba dispuesto a volver a su morada cuando…
— ¿Para que la necesitabas? —cuestionó Naruto, desesperado por permanecer con alguien hasta que se le pasara el pavor -claro, como si eso no fuese a durar horas-. El Uchiha arqueó escéptico una de sus finas cejas, incrédulo de que el rubio quisiese compartir más palabras con él de las estrictamente necesarias.
— Quería que me permitiese su portátil para terminar de editar mi tarea, pero puesto que no se encuentra y dudo que tú me hagas el favor —declaró sabiendo que luego de eso el Uzumaki le cerraría la puerta en las narices.
— ¡Yo te presto la mía! —aseguró impulsivo. Buen momento para que otro chillido se esparciese tras él ¡¿Por qué no había cerrado esa maldita ventana?
— ¿De verdad? —Naruto cenó hongos y ahora lo estaba confundiendo con otra persona ¿No? Nada más podía explicar que el de ojos despintados tomase tan vehementemente su mano, casi lo arrastrara dentro de su casa, para enseguida sentarlo a su lado en el sofá y ponerle en las piernas el aparato.
— Puedes tardarte todo lo que quieras —declaró Naruto con una sonrisa nerviosa, para luego hacerse bolita sobre el sillón.
— Gra… gracias —tenía miedo y mucho, pero el trabajo era antes que la desconfianza. Y mientras la ventana con el editor de texto se iba abriendo y la poca luz de la maquina iluminaba tenuemente la sala, Sasuke no pudo evitar reparar que sobre la mesa del centro estaba el estuche de uno de los mejores thrillers que su país podía ofrecer. Suspiró casi imperceptible. El rubio sufría de una peligrosa enfermedad llamada estupidez.
Naruto seguía sin despegar la vista del Uchiha que ahora se dedicaba a teclear rápidamente, al parecer iba a tener que distraerlo un tanto para que hiciese las cosas con más calma; ya que en ese momento estaba tan desesperado que inclusive la presencia de ese bastardo le era completamente agradable ¡Por favor que no se fuese a su casa antes de que llegaran sus papás!