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Al traspasar la linea de la amistad, al amor. por hatsumiyo momichi

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Notas del capitulo:

los dejo a la mitad del punchi punchi... bueno la razón no la diré, no es importante. XD ojalá que les guhte XD

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Dedicado a l@s ociosos que leen fanfics, pero más importante aún a las gentes que lo leen con amorsh XD y que dejan reviews :P 

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me revelaron que Senritsu es mujer... así que para todos ustedes q lo sabían... usen su muy enorme imaginacion para olvidar ese PEQUEÑO DETALLE y sigamos como si no hubiera pasado nada XD yo me traumé tambien Zakumi-kun... eso traumas no se hacen.. (*tiembla y le da un tic en el ojo)...

 

     Ya abordo del dirigible, se enfrentó a Pakunoda con palabras concisas y monótonas. Kurapika intentaba no mostrar ningún sentimiento ni debilidad frente a esa pata, ni menos frente a la cabeza. Leorio tan solo observaba, junto a Senritsu, la peligrosa misión de Kurapika. Luego de clavar aquella espada en el corazón de ambos criminales, lograron el intercambio obstaculizado ligeramente por Hisoka. En un momento dado, Leorio temió que en el momento de obtener a Gon y Killua, Kurapika decidiera matar a Kuroro o a Pakunoda misma. Pero la verdad no pudo ser más distinta. En ese momento Kurapika se obligó a calmarse, y miró a Leorio con la mejor cara de ternura e inocencia que tenía en su arsenal.

            -¡No te preocupes!- le había calmado antes de salir corriendo hacia sus amigos que se acercaban a lo lejos. Supuso que sus pequeños amigos eran la prioridad para Leorio, y no quiso preocuparlo más.

 

            Kurapika se escapó de la cena a bordo del dirigible para ir a contemplar aquella noche estrellada desde los ventanales. Senritsu lo siguió. Allí, en ese corredor desolado, silencioso, procuró oír los latidos de Kurapika. Oír la música de la banda sonora de su existir.

-Kurapika- La a veces molestosa voz del enano no tomó a Kurapika desprevenido.

-¿Que deseas Senritsu?- Su pregunta despertaba tristeza en su corazón. ¿Qué que era lo que deseaba? Pues… tomarlo de la mano…besarlo… hacerle el amor… abrazarlo contra su pecho en la cama y jurarle amor eterno. -¿Senritsu?- Kurapika volvió a hablar al notar que el enano no le había respondido. Creyó entonces oír un fuerte suspiro de desesperanza y desagracia, así que se volvió hacia Senritsu, dándole la espalda al ventanal.

- Kurapika, yo quería hablarte de algo… se que probablemente tu no me consideres un amigo. Y creo que esa debe ser la razón de por qué tu nunca me dices nada de nada. Quiero que hablemos ahora.-

- Mira, no quiero sumergirte en mis tontos problemas. No tiene importancia, vamos, solo volvamos con los demás.-

- ¡No!- Senritsu casi gritó de lo molesto que estaba. Aún no podía creer que la persona que tanto quería… se rehusaba a intentar verlo al menos como un gran amigo y confidente, como Killua, Gon… o Leorio.

-Senritsu…- Kurapika le susurró apenas audiblemente (para una persona normal). Y se decidió a escucharlo. – Muy bien, pues hablemos.-

- ¡Kurapika, te amo!- Las mejillas rosadas de Senritsu recibieron las lágrimas que se deslizaban lentamente por ellas, sintiendo como sus latidos eran como los de Kuroro. De aceptación, a lo peor.

 

            Kurapika se sonrojó ante un lejano recuerdo mientras entraba en la habitación que una vez más compartía con Leorio. Dos camas lo suficientemente grandes eran visibles en la espaciosa habitación. Leorio estaba sentado sobre una de estas en la casi completa obscuridad, y ahora miraba a Kurapika directamente.

-¡Kurapika! Que bien que hayas llegado, decide cuál cama es tuya, no quiero que después te enojes, con lo sensible que eres…- le regaló una sonrisa bromista mientras disimuladamente lo insultaba por su alterada forma de ser. Kurapika cerró la puerta al entrar, y se quedó donde estaba. Recordó a la fuerza el rostro de Senritsu. Él le había dicho “te amo”. Sabía que de verdad lo sentía. El estuvo apunto de comenzar a dar sus mil y una razones de por qué no le correspondía para así no darle alas… pero Senritsu no dejó de hablar. Hasta le había dicho, sonriéndole, que estaba siendo un tonto. Le había dicho que lo amaba y por eso quería ayudarlo a ser feliz. Kurapika se había ofendido, pensando que le estaba dando el clásico “solo conmigo serás feliz”. Pero Senritsu continuó y le dijo que Leorio lo amaba de vuelta. Que dejara de ser infantil y no dejara escapar a su amor. Que no lo fueran a desperdiciar. – Kurapika… ¿te quedaras ahí parado para siempre o qué?- rió Leorio al ver que Kurapika simplemente no se movía.

-Leorio…- El rubio comenzó a caminar hacia donde un estresado Leorio estaba sentado. Este lo miró preocupado. –¿Recuerdas cuando nos conocimos?- añadió entonces con una sonrisa.

- Claro. Fue en ese maldito barco que zarpó desde isla ballena. ¡Recuerdo lo bien que nos llevábamos!- Leorio comenzó a reí al recordar las agitadas disputas que tenían al principio.

- ¡De alguna forma logré soportar tu ignorancia!-

- ¡¿ De que hablas?! ¡Yo tuve que soportar tu actitud de sábelo-todo por el bien de la amistad! Pero… no sabría decir en que momento maduraste… o se me hizo más fácil soportarte.- Leorio se quedó pensativo. Kurapika, Gon y Killua eran sus amigos. Pero Killua era el mejor amigo de Gon, y Kurapika su mejor amigo. Había algo en su amistad de decir solo lo necesario que la hacía perfecta.

Kurapika necesitaba ahora tragarse su orgullo, y decirle lo que Senritsu le había ayudado a descubrir.

-¡Maldición Leorio!- Kurapika, parado frente a Leorio, se dio la vuelta para darle la espalda. Leorio era torpe, pero sabía cuando pensar las cosas se volvía indispensable. Haber recordado todo el tiempo que habían pasado juntos lo ayudó a decidirse. Se levantó de la cama y agarró a Kurapika de su muñeca izquierda para obligarlo a darse la vuelta y que lo mirara a los ojos.

- Lo siento.- Leorio le pidió perdón al tiempo que soltaba su muñeca para agarrar su cintura, sujetándolo en un abrazo, para ocupar su otra mano para guiar aquellos confundidos labios hacía los suyos propios. Lo besó con fuerza, presionando sus labios contra la carnosa boca del joven, y Kurapika solo emitió un sonido como un gemido de placer, que sonaba a la vez como una súplica, una protesta. Pero se dejó besar por Leorio. Dejó que este subiera su mano derecha por su espalda para acariciarlo al tiempo que lo incitaba a separar sus labios para meter su lengua. Kurapika sintió una caliente humedad contra sus labios, insistente, impaciente… él instintivamente abrió su boca para dejar la carne entrar. Leorio saboreó los labios del rubio, su lengua, todo su interior, con gran ansiedad… con el deseo retenido ya por tanto tiempo. Dejó que la lengua de Kurapika entrara tímida en su boca, y luego la apresó entre su paladar y lengua y la succionó con cuidado, saboreándola, rozándola, queriendo más y más de aquel chico que lo volvía loco. A Kurapika le comenzaron a fallar las piernas ante este placer y vergüenza, así que rodeó el cuello de Leorio con sus brazos, para sujetarse y así también, no dejarlo escapar. Leorio, osado, utilizó una mano libre para viajar hasta el trasero del rubio, y le regaló algunas sugestivas y juguetonas caricias. Pudo sentir la perfección de sus bien formados glúteos, y no pudo evitar subir un poco la mano para meterla bajo el pantalón y tocar la piel de su suave trasero, rindiéndose ante el deseo de meter tan solo un dedo casi hasta el fondo bruscamente…

            -¡¡Le—Leorio!!- Kurapika, con sus mejillas quemándose, se alejó unos centímetros del beso de su amado. Lo miró directo a los ojos mientras emitía un par de gemidos ante la intrusión dolorosa. De pronto cayó en cuenta de lo que sucedía. De que había besado a Leorio, su mejor amigo con el cual compartía una creciente amistad. Alejó entonces su mirada, avergonzado casi al límite de estar en sus brazos, gozando de sus caricias.

            - No te preocupes… no tengas miedo por favor.- Leorio le habló tiernamente al muchacho, acariciando su rostro con dulzura, pero aprovechándose de lo alejado que dejaba el cuello el hecho de mirar hacia otro lado. Ese hombre alto de cabellos oscuros se remojó los labios y los acercó hasta la piel tersa del cuello del rubio, y allí le obsequió un húmedo beso que se intensificó gradualmente.

            - Ah… Leorio… mh…- Kurapika respiraba con fuerza, transformando sus exhalaciones en gemidos suaves y débiles. Sus ojos se nublaban levemente, obligándolo a cerrar sus ojos, y jalar el cabello de Leorio con brutalidad. La cálida lengua del pelinegro saboreó la piel de su amante, lamiéndola, succionándola, mordiéndola con lujuria.

            La oscuridad de la habitación, interrumpida solo por la lámpara encendida en la pequeña mesita, engulló los gemidos del rubio, y guardó el secreto del encuentro amoroso.

           Senritsu tenía razón. Amaba a Leorio. Siempre, desde que lo conoció, lo había amado. Y Leorio lo amaba de vuelta. Prueba de ello era la ávida lengua que recorría su piel, tan deliciosamente. El pelinegro besó su garganta, y sintió el rápido pulso sobre las venas de la sangre caliente. En vez de reanudar sus caricias sobre su trasero, este se quitó la camisa, dejando ir a Kurapika por unos instantes en los cuales este, embobado, imaginó como sería probar el torso del pelinegro. Leorio lo atrajo hasta él y besó su frente con dulzura. Kurapika no dudó en tocar con sus propias manos el abdomen de su amado, recorriéndolo con sus dedos, observando como si se le hiciese agua a la boca. Entonces, con audacia, decidió besar al pelinegro en su estómago, subiendo lentamente con cada dulce beso hasta llegar a la altura de los pezones… posó sus labios sobre el izquierdo, sintiendo la piel ardiendo bajo sus boca, y lo comenzó a lamer, inexperto. Leorio rió para sus adentros, fascinado de su pequeño amante, aquel joven orgulloso, el cual ni ahora sería dejado atrás como débil. Pudo sentir, mientras circulaba el pezón con su lengua, como se hacía más duro y prominente.

            -oh… tu lengua… es tan caliente…- Leorio no podía evitar dejar saber al rubio lo mucho que lo volvía loco. Kurapika subió hasta su musculoso cuello, y comenzó a mordisquearlo, intentando brindarle a su hombre el mismo placer que él mismo, previamente, había gozado. Leorio sintió como si la inocente provocación de Kurapika era demasiado para él. –Kurapika…- el muchacho rubio sintió la vibración de su propio nombre sobre sus labios al tenerlos sobre la garganta del mayor. Él pelinegro alejó al joven con cuidado solo para desvestirlo con brusquedad, dejando su torso desnudo al igual que el suyo propio. Kurapika, avergonzado ante su supuesta desnudes, se cubrió poco disimuladamente con sus brazos. Leorio sujetó ambos miembros del chico, dejándolo incapaz de esconderse.

            - Mi ropa… Leorio, suéltame.- Kurapika, aún confundido, sin querer entender lo que sucedía se quiso volver a vestir (lo poco o nada que tenía desnudo).

            - No creo que entiendas… pequeño inmaduro.- Leorio acaricio la cintura desnuda de un confundido Kurapika, y le regaló un tierno beso en un suave y cálido hombro desnudo. Bajó sus manos y comenzó a jugar con el elástico del pantalón del rubio. – Voy a hacerte el amor aquí y ahora Kurapika. NECESITO hacerte el amor. No te escaparás de esta habitación…- El pobre chico sintió como aquellas osadas palabras despertaban todos sus sentidos, y lo avergonzaban tanto que ya no lo soportaba. Pero la forma tan directa de hablar de su amante no solo lo avergonzaba, sino que también lo excitaba de sobremanera. Y Leorio, aunque hundido nuevamente en el ardiente cuello del joven, percibió la morbosidad que despedía el nuevo aire. Y en un erótico y suave susurro sobre el oído del rubio intentó excitarlo más. – Te la voy a meter bien adentro…- a lo cual Kurapika respondió rasguñando con fuerza la espalda del pelinegro y gimiendo débilmente.

            - ¿Que vas a hacerme?- el rubio le preguntó juguetón, entregándose a las sensaciones. A lo que Leorio respondió bajándole los blancos pantalones, y con ellos, su ropa interior. Se agachó frente al chico, dándole un beso en el ombligo. Y sonriendo pícaramente lo miró desde abajo, con un intenso brillo en sus ojos que Kurapika bien sabía, era puro deseo. No pudo evitar pensar en Senritsu al notar la situación en la que se encontraba. Debía agradecer a Senritsu. Aunque, pensándolo bien, era mejor no hacerlo. ¿Como podría decírselo?

“- ¡Senritsu, amigo mío! Gracias a ti ayer hicimos de TODO con Leorio en la cama. Perdí mi virginidad con quien más amo… ¡y de qué manera!-” cualquier cosa que le dijera sonaría así. Aunque no tuviera la intención. La mirada de felicidad obvia lo diría todo. Talvez debería evitar acercarse a media cuadra del enano, por su bien. Leorio notó  que su amante se había desconcentrado levemente al punto de no escuchar su respuesta provocativa. Decidió obligarlo a que disfrutara del momento, comenzando a lamer el cada vez menos excitado miembro erecto del joven. Kurapika volvió en si un tanto asustado, y a causa de la confusión gimió bastante alto, llamando el nombre del pelinegro a gritos.

            -Kurapika, vas a lograr que alguien venga a socorrerte.- Leorio habló separándose del miembro de su amigo unos instantes, para luego engullirlo completamente una vez más. Desde ahí, Kurapika intentó cubrir su boca para no emitir tanto ruido. Leorio apresaba aquella extensión de carne entre sus labios, dejaba que se deslizara gracias a la saliva hasta casi llegar a su garganta, y luego lo dejaba salir marcando su camino levemente con los dientes. Ese fracasado casanovas, mujeriego, sabía demasiado bien como brindarle placer a otro hombre. Ante ese fugaz pensamiento entre los choques eléctricos de placer, el joven sonrió, y no pudo evitar sentir celos. Parece que no era el primer chico que gozaba de los dotes de Leorio.

            Antes de eyacular en la cálida boca de Leorio, este lo alejó por completo. ¿Como se atrevía? ¡Dejándolo deseando más en un momento tan inoportuno! Lo único que quería era tener ese tan ansiado orgasmo.

            -Sobre la cama…- Leorio ordenó a Kurapika, su mirada nublada por la lujuria. Este lo obedeció sin dudar, recostándose de espaldas sobre una de las camas, la más cercana. Leorio se recostó a su lado, en la acogedora oscuridad, para besarlo sin parar. Se volvió adicto a los labios de Kurapika, su boca era tan dulce… tan… simplemente exquisita. Se besaron sobre la cama, jalándose los cabellos con poco cuidado, mordiéndose con fuerza las lenguas y los carnosos labios… respirando cada vez con más furia. Leorio se puso sobre Kurapika, besando su pecho.

            -¡Bésame!- Kurapika le suplicó al pelinegro sin querer dejar de sentir esa resbalosa y dulce lengua contra la suya. Pero sujetó el rostro del rubio, y como toda respuesta le dio un tierno beso en la boca, en cambio le devolvería una orden más.

            -Abre tus piernas.- Kurapika decidió no ver el rostro de Leorio mientras le obedecía, así que miró hacia la ventana completamente avergonzado. Afuera la Luna era la única que observaba sus pecados. Sintió una invasión repentina en su entrada. Eran los dedos del pelinegro entrando en él, sin permiso… sintiéndose los dueños de aquel delicado y perfecto cuerpo sudoroso. La intrusión fue dolorosa, ya que el pelinegro se encontraba impaciente y fue un poco brusco. Con temor se decidió a mirar a Leorio, al tiempo que comenzó a sentir como la cabeza del pene de este intentaba abrirse paso por su entrada como los dedos lo habían hecho momentos antes.

Notas finales:

 

Bueno!! sigamos!!! ojala q les haya gustado, my friends!! wájajaja ^^

como advertí quedaron como a la mitad... pero es porque quiero que los capitulos no se agan tan laaaargos, para hacer más ¬¬ no, es que tengo que ir a comprar pan. se pasa rápido la hora, no creen ???


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