Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Luz En Mi Oscuridad por Darko Princess

[Reviews - 342]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Ah, ayer no tuve un buen día, eso es todo lo que diré por ahora

XXXIX


Llueve Aun En Los Días Con Sol


 


 


Tal vez antes había pensado que la pesadilla por fin se había terminado, pero conforme han pasado los días, con insana lentitud, me doy cuenta de que no es así, cada vez la tensión entre Natsuhi y yo es mayor. Él no hace más que mirarme y llorar, como si mi sola presencia le hiciera daño, yo solo me quedo en silencio y lo abrazo, tratando de calmarlo, de consolarlo pese a que no entienda la razón de su llanto.


He llegado a pensar que es porque simplemente no me tolera, porque no puede aceptar más, que un asesino como yo lo sostenga entre sus brazos. Y ese pensamiento comienza lentamente a matarme. Haylley nos mira con pena y dolor, intentando persuadirnos a ambos de tener cuidado en alimentarnos, en descansar, en tratar de algún modo de seguir adelante. Hace una semana que no bebo sangre, desde esa noche, ni una sola gota, sumado al hecho de que desde esa noche no he vuelto a dormir tan profundamente como lo hice en ese momento y a mi reticencia a pasar más de un par de bocados, me hace pensar entonces que no falta mucho como para que finalmente mi cuerpo ceda, pero ni siquiera eso me importa, todo lo que quiero es que Natsuhi deje de llorar, que me hable, que me diga algo, aunque sea que me odia, porque si sigo así, realmente no sé cómo voy a terminar.


-“Elle…”- la voz de Connan me llama, sacándome de mi mente aun cuando mi mirada estuviese centrada únicamente en Natsuhi. Levanto la cabeza, centrando los ojos en mi primo, hace una semana que no lo veía, desde que Seeley nació, y aun cuando pensé que él luciría feliz y radiante por eso, puedo ver la preocupación en su rostro ¿Y ahora qué? Me pregunto involuntariamente –“¿Puedes acompañarme? Necesito hablarte de algo importante”- asiento apenas, soltando lentamente a mi esposo, más él ni me mira, solo continúa con la cabeza gacha, como si me ignorase.


Y me duele, me duele tanto que por eso apresuro mis pasos hacia la salida de esa habitación, la que casi se ha vuelto para mí una cárcel. Suspiro, pasándome las manos entre el cabello, intentando vagamente acomodarlo, y es que, puede que por fuera me vea igual que siempre, pero por dentro, siento que me caigo a pedazos ¿Cuánto más de esto podré soportar? Me pregunto, esta vez mirando hacia la puerta tras la cual Franny aun duerme, solo acompañado por Tristan ya que el resto de su familia permanece afuera, esperando, aguardando porque despierte.


-“¿Qué es?”- cuestiono finalmente a Connan, no queriendo prologar más lo que sea que quiera tratar conmigo.


-“Es sobre el niño Lee, ha pasado algo…”- se detiene unos momentos mirándome, no, más bien mirando la falta de interés reflejada en mí –“Sé que seguro no te importa pero, él está muy mal”- enarco una ceja, es que es así, no me importa lo suficiente como para forzarme a abandonar la clínica en la que ya llevo una semana –“Esa noche di órdenes para que lo llevaran al campamento de la manada y lo tuvieran como prisionero hasta que yo volviera y decidiera qué hacer con él, mi idea era solo asustarlo y dejarlo libre en cualquier lugar abandonado pero… no había ido sino hasta esta mañana y… está muy mal, tienes que verlo”- suspira hondo, viéndose aun más preocupado que antes, yo simplemente no lo entiendo, ¿Qué no se suponía que se lo había llevado para vengarse de la bruja esa? Entonces ahora no tendría porque estar importunándome con eso.


-“¿Por qué? La vieja debe estar matándose por recuperarlo, era lo que queríamos”- contesto al fin, después de pensarlo unos momentos que apenas si duraron más que un suspiro.


-“Lo sé, y también sé que es el hijo de esa arpía pero, sigue siendo el hermano de tu esposo”- replica, esta vez frunzo el ceño ¿A qué viene eso? Estoy seguro de que Natsuhi ni siquiera sabe que ese niño existe, igual que tampoco sabe sobre su otro hermano, sobre Natsumi, su gemelo, un Valmontt, no un simple e insignificante Lee.


-“Medio hermano”- lo corrijo enseguida –“Y además dudo mucho que sepa que existe”- agrego encogiéndome de hombros y restándole aun más importancia al asunto, dispuesto únicamente a darme la vuelta y volver donde Natsuhi, a intentar otra vez que me hable, que me diga lo que sea o que tan siquiera me mire.


-“Elliot, de verdad tienes que verlo, yo no sé qué hacer con él”- me insiste, esta vez ruedo la mirada, así que es eso, es solo que no quiere aguantar más a ese malcriado chiquillo Lee –“Esta realmente muy mal, creo que se va a morir, ¡No se supone que eso pasaría!”- termina por gritarme, notándose por demás nervioso. Suspiro hondo, mordiéndome después los labios al ceder ante él y sus pedidos absurdos.


-“Bien, pero que quede claro, esto es más por ti que por ese mocoso tonto”- termino por decir, metiendo las manos en los bolsillos de mis pantalones y emprendiendo la marcha hacia el exterior.


Tan solo espero que sea rápido, porque de verdad solo quiero estar con Natsuhi, estar con él mientras aguardo por el momento en que Franny despierte, nada más. Y mientras caminamos hacia la salida, siento las miradas de Nahra y Yang sobre mí, solo unos momentos, los suficientes como para hacerme saber que durante mi ausencia ellos cuidarán de Natsuhi, igual que lo han estado haciendo desde esa noche.


-


-


Apenas una hora más tarde, estaciono mi auto frente a un mirador que da al bosque, bajando con pasos bastante desganados mientras sigo a Connan entre los árboles, oyendo las ramas crujir bajo nuestros zapatos. Deseando terminar con toda esta tontería pronto, a mí no me importa si ese niñato se muere o no, no, más bien, no podría sino importarme menos de lo que ya.


Suspiro y pateo una roca, bufando un tanto fastidiado al ver mis botas llenarse de tierra, todo por ese mocoso tonto. Me irrita tanto que por eso cuando finalmente alcanzamos el campamento y un par de lobos me rodean, no hago sino gruñir de pura molestia y rabia, sopesando la idea de meterles unos cuantos golpes para así descargar mis frustraciones, más Connan los detiene, negando levemente con la cabeza y haciendo una seña con la mano, indicando que se aparten mientras caminamos entre las pequeñas tiendas de campaña de donde todo tipo de personas salen y entran, hasta que finalmente llegamos a una totalmente apartada de las demás, donde para mi sorpresa, Remi aguarda por nosotros, sosteniendo al pequeño Seeley entre sus brazos.


-“Esta empeorando”- murmura, mostrando una mirada por demás preocupada antes de mirar de reojo hacia la pequeña tienda de la cual parecen salir unos cuantos quejidos y jadeos de dolor. Connan suspira, mostrándose cada vez más preocupado, ni siquiera entiendo porqué, no tendría porque tenerle lástima siquiera al hijo de la persona que tanto daño nos ha hecho.


Pero otra vez no me queda más que seguirlo, esta vez hacia el interior de la pequeña tienda en la cual, tan solo entrar, percibo un aroma dulce, más dulce incluso que la normal esencia de la sangre. No lo entiendo, nunca había sentido nada así y buscando por una razón es que comienzo a recorrer con la mirada el lugar.


Sobre la tierra yacen desperdigados trozos de tela gris y de un azul parecido al cerúleo que me recuerdan vagamente a la ropa que el chiquillo Lee llevaba esa noche, acompañados también de maltratados mechones de cabello albino grisáceo, como el de ese niño, el mismo niño que se halla acurrucado como no más que un pequeño ovillo en un rincón de la tienda, mostrando una piel tan pálida que por eso las marcas y cortes en ella se ven tan perturbadores, tanto como el incesante temblor que parece hacerlo estremecerse. Sus ojos apenas abiertos lucen inmensamente opacos y distantes, muy distantes, como si su mente estuviese lejos de donde estamos, tal vez sea así, tal vez el dolor que debe estar sintiendo lo haya obligado a evadirse de su actual realidad.


Más no tardo en darme cuenta de mi equivocación, porque parece que con solo detectar la creciente cercanía de Connan, es suficiente como para hacerle levantar apenas la mirada, deteniéndola solo unos instantes primero ante mi primo y después en mí. Entonces hace un muy vago intento por retroceder, pero no se mueve ni siquiera un poco y de entre sus labios tan solo escapa un nuevo y muy adolorido quejido.


-“Tranquilo, no voy… no vamos a hacerte nada”- susurra Connan, mirándome de reojo, yo solo me encojo de hombros, todavía perdido en analizar al chiquillo.


-“No… ya no… por favor… ya no…”- contesta en un desesperado y quebrado murmullo, encogiéndose más, viéndose aun más pequeño de lo que de por si ya es –“Por favor… por favor… por favor… no quiero…”- y es finalmente cuando vuelvo a encontrarme con su mirada, que algo parece removerse en mí, con solo esa mirada, la misma que Natsuhi tenía el día que nos conocimos, en el momento en que su vida se escapaba ante mis ojos; tan resignado y al mismo tiempo tan deseoso de seguir con vida.


-“¿Qué le hicieron?”- pregunto, sin poder evitarlo, porque puede que tal vez yo sea débil ante ese tipo de mirada o puede también que sea por lo mal que se ve.


-“Creo que está muy obvio, decidieron sin mi permiso, hacerle lo mismo que sus hermanos le hacían a mi gente”- vaya, que lindos y que bien entrenados tiene a sus perros mi querido primo. Enarco una ceja, mirándolo de muy mal modo, suspirando instantes después, porque al fin y al cabo, la culpa no es del todo suya. Yo fui quien se lo entregó a los perros, yo fui quien decidió no prestarle atención.


-“No puede ser solo eso”- replico al instante, si, bueno, no es como si realmente aquello fuese poca cosa pero, aun así, realmente se ve mal como para ser únicamente por algo así y además, ese aroma dulce, tan dulce que me llama cada vez más, simplemente no es lógico.


Esta vez Connan ni siquiera me contesta, sino que, al igual que yo, contempla una y otra vez al niño, temblando cada vez más, casi luchando por mantenerse despierto, no, más bien, consciente. Tanto que apenas nota la mano de mi primo acercándose hacia él, intenta de nuevo retroceder, comenzando a derramar silenciosas lágrimas en cuanto es tocado. Cierra los ojos con fuerza y se muerde los labios heridos, probablemente por haber estado haciendo eso mismo mientras los lobos lo… lo violaban, mientras lo golpeaban e incluso probablemente mientras cortaban salvajemente su cabello. Todo para que no lo escucharan gritar y llorar.


Pero ahora está cansado, y es por eso que ha estado rogando, o puede que también lo haya hecho antes sin ser realmente escuchado, o más bien, sin que a esos perros les importara. Y mientras más lo tocan las manos de Connan, más tiembla, cerrando con fuerza sus manos pequeñas y pálidas, heridas por las cuerdas que las atan, en torno a algo que oculta entre ellas. Un gesto que desde luego no pasa desapercibido ni para mí ni para mi primo quien sin mucho esfuerzo finalmente le arrebata aquello.


Parece a simple vista una insignificante bandita de plástico, de esas que los niños normales usan a modo de brazalete, con colores extremadamente estridentes, de esas que cuando uno se siente realmente aburrido, puede estirar y soltar, solo con tal de entretenerse. Más esta, de un suave color azul, lleva escrito con un bolígrafo ya un tanto borroso, el nombre “H. Suzu” algo que encuentro poco interesante, al nivel de dudar la razón por la cual habría de haberse estado aferrando tanto a ella. Y entonces justo cuando Connan le da la vuelta, ambos, él y yo, nos miramos esta vez altamente alarmados, paseando la mirada una y otra vez sobre la frase grabada en el plástico, no con un simple bolígrafo, sino realmente grabada, como si aquella tonta bandita de plástico desde un principio hubiese sido fabricada para llevar esa sencilla y a la vez, perturbadora leyenda: “Soy diabético DM-1”


Una vez más tengo esa terrible sensación de haber recibido de lleno un balde de agua fría, aunque en realidad va más allá de eso. Soy un estúpido egoísta, desde un principio lo había sabido pero tercamente me empeñé en seguir con ello, en interesarme solo en mí y en lo que a mí me importa, y volví a olvidarme de los demás, no, más bien, me olvidé de ese niño, que sin importar cuán Lee sea, sigue siendo un niño, un niño débil y enfermo al que por causa de mi egoísmo, torturaron y ultrajaron, aprovechándose de su obvia incapacidad para defenderse.


-“Suzu ¿Verdad?”- la voz de Connan me saca de mi momentáneo trance, haciéndome mirarlo, acercándose cada vez más hacia el temblante y cada vez más pálido, niño –“Te vamos a llevar al doctor, vas a estar bien”- le murmura, forzando una sonrisa conciliadora, algo que yo ni siquiera intento.


Tan solo me quito la chaqueta y se la pongo encima para cubrirlo, intentando brindarle algo de calor antes de con el mayor cuidado del que en estos momentos soy capaz, levantarlo en brazos. Lo siento tensarse, empujándome con tanta suavidad, en un muy vago intento por apartarme. Pero eso no puede sino importarme menos en estos momentos, todo en lo que pienso es en sacarlo de aquí aprisa y llevarlo directo a un hospital… ¡No! ¡Hospital no! Si lo llevo ahí seguramente me harán preguntas que no sabré cómo contestar. ¿Qué se supone que debo hacer? Yo sé muy bien lo que le pasa a las personas con una condición así, lo sé tan bien, que instintivamente comienzo a odiar el ser el único en prestar atención a las clases en la universidad, si fuese como los demás, entonces no sabría nada, entonces no sabría que las personas diabéticas sin medicación y sin cuidado constante llegan al nivel de entrar en coma y morir.


No quiero que le pase eso, por más que sea hijo de esa bruja, no quiero que termine así. Y otra vez me odio, más cuando escucho la forma en que se queja, con tanto dolor, porque probablemente en estos momentos eso sea lo único que sienta, dolor por su cuerpo herido, dolor por el descuido a su enfermedad, dolor por estar muriendo en una forma que no merece, una que nunca debió siquiera conocer.


-“Llama a ese hombre y dile que nos vea en otro sitio, uno donde pueda atenderlo”- me fuerzo a decir luego de perderme unos instantes en contemplar al niño, no, a Suzu, sufriendo entre mis brazos mientras Connan asiente apenas y con su móvil intenta que el médico que nos ha estado ayudando, lo haga una vez más.


-“Tengo la dirección, pero no te va a gustar ir ahí”- contesta luego de minutos que para mí se me hacen demasiado largos.


-“No importa”- suspiro, resignado una vez más a hacer algo que no quiero, y es que, para que Connan me haya dicho que no me gustará ir a ese lugar al que iremos, tiene que ser uno perteneciente a mi pasado, a ese que tanto he querido olvidar.


Nos miramos unos instantes más antes de salir de la pequeña tienda de campaña, encontrando a Remi aguardando por nosotros con un par de mantas que intuyo serán para Suzu. Él ya ni se esfuerza por zafarse de mi agarre, ha comenzado a quedarse dormido, haciéndome pensar inevitablemente, que es demasiado tarde para ayudarlo.


-“Hey… ¿Dónde están tus zapatos?”- le pregunto, solo por hablarle, ya que no es como si en verdad me interesara saber el paradero de su ausente calzado.


-“No… sé…”- apenas murmura, esforzándose en levantar la mirada, buscando por la mía –“¿Vas… a… matarme… ya?”- cuestiona, los labios heridos le tiemblan y parece incluso estarse ahogando con su propio y escaso aliento.


-“No, voy a llevarte con un doctor”- contesto, comenzando a seguir a Connan de regreso al auto, sin que siquiera me importen las miradas de los lobos sobre mí, observándome con odio y recelo seguramente por verme llevarme a su prisionero, o más bien, a la víctima de sus venganzas.


-“¿Por-por qué? No… no quiero…”- baja la mirada, dejando caer más lágrimas de sus opacos ojos grisáceo azulados. Me recuerda horriblemente a Natsuhi otra vez, al día en que nos conocimos, cuando le sugerí que rogara por su vida y él se negó, por más que quisiera seguir adelante.


-“Te pareces a tu hermano”- se me escapa, mientras involuntariamente sonrío un poco, más al ver su mirada de nuevo fija en mí.


-“No… sé…”- vuelve a ser su respuesta. “No sé” ¿Cuántas cosas si sabrá? Seguramente muy pocas. De nuevo suspiro, esta vez mientras con cuidado lo bajo sobre una de las mantas que Connan ya ha extendido sobre el asiento trasero de mi auto, antes de desatarle las manos; luego todo lo que hago es envolverlo con la otra manta mientras subo a su lado, entregándole mis llaves a mi primo, sin que esta vez me importe el que mi amado auto pueda salir dañado.


-“Esta bien, solo no te duermas”- me obligo a decir, mirándolo así tan desvalido, cansado y débil; odiándome una vez más por cuan egoísta fui con él.


Suspiro, evitando mirar el camino, porque aun no quiero saber hacia dónde vamos, porque es mejor que utilice ese tiempo para mantener despierto a Suzu, por más que sus ojos se cierren una y otra vez, abriéndose apenas en cuanto me siente tocarlo. Su piel esta tan helada ya, y pálida, muy pálida, tanto que no puedo dejar de mirarla a lo largo del camino, casi ignorando el momento en que finalmente nos detenemos.


-“¿Quieres que baje yo?”- me pregunta Connan. Lo miro por unos instantes, enarcando una ceja antes de volver la mirada hacia el edificio frente a nosotros, el lugar al que creí nunca volver, no desde la penúltima vez que casi muero.


-“No, solo cuídalo mientras arreglo todo”- contesto al fin, tomando aire antes de bajar del auto y quedarme plantado por unos instantes frente al blanco edificio que para mí, hasta parece estarme sonriendo, con sus puertas abiertas, recordándome cosas que por años he luchando por olvidar.


Mis manos se cierran en puños mientras avanzo vacilantemente los primeros pasos y vuelvo a tomar aire, suspirando hondamente cuando finalmente consigo atravesar las puertas que tantas pesadillas me han causado. Camino lo más sereno que puedo hacia el vestíbulo, notando de inmediato la mirada sorprendida de la recepcionista al reconocerme, mandando al diablo mi vago deseo de que nadie hiciera justamente eso.


-“Joven Darko”- la voz le tiembla a la mujer aquella, puede que porque para ella igual sea parte de un mal sueño volver a verme. Yo ni siquiera contesto, no quiero hacerlo.


-“Vaya, veo que esta vez viene por su propia voluntad, después de todo, sus padres no me han llamado”- vuelvo a suspirar, forzándome a mantenerme firme aun cuando involuntariamente quiera llevarme las manos hacia mis brazos, porque el recuerdo de lo que ese hombre me hacía es tan palpable que incluso siento que de un momento a otro me pondré a temblar, pero no lo haré, ya no soy el mismo de años atrás, ya no soy ese niño humano que no comprendía nada.


-“No vine a eso, yo no estoy loco”- consigo hablar por fin, endureciendo la mirada y cerrando de nuevo las manos en puños al oír a ese detestable humano, reírse, de mí, de todo lo que años atrás me hizo.


-“Nadie ha insinuado eso”- replica, modulando su voz a un tono fingidamente comprensivo en el que ya no caigo. Ya no soy un niño, ni siquiera un humano, ya no tengo porque temerle, podría matarlo sin siquiera tener que moverme realmente, entonces ¿Por qué temerle?


-“Alteza, lamento la demora, espero no haberle causado ningún inconveniente”- nos interrumpe una tercera voz, que reconozco enseguida, haciendo que me relaje un poco, solo lo suficiente como para no dejar a mis ansias asesinas tomar el control.


-“Descuide, será mejor que lo lleve con su paciente”- me limito a decir, apresurándome de vuelta a la salida, con tal de en efecto, no matar a ese maldito hombre, el que por años me torturó, llenando mi mente de ideas equívocas, de miedos que nunca debí tener; el hombre que durante mi infancia lleno de fármacos innecesarios mi cuerpo, que me trató como a un niño loco cualquiera y ayudó a mis padres humanos a empujarme directo a la muerte.


Acelero mis pasos, tratando de acortar cada vez más el tiempo que tendré que pasar en uno de los sitios que plagan mis pesadillas; abriendo la portezuela de mi auto apenas la alcanzo. Suzu me mira, con sus ojos que ahora parecen solo pequeñas rendijas a través de las cuales apenas si puedo lograr ver su color.


-“Este es… mi cuñado”- señalo apenas, mientras me inclino para sacarlo del auto, tratando de envolverlo mejor con las mantas con tal de que conserve aun un poco de calor.


-“Hotaru Suzu Lee, 10 años, DM tipo 1”- esta vez me vuelvo perplejo hacia el médico, aferrando con más fuerza de la necesaria el temblante cuerpo de Suzu, que entre mis brazos se siente cada vez más pequeño y helado –“Ya lo conocía, ha sido mi paciente desde muy pequeño, solo que no sabía que fuera su cuñado”- parpadeo un par de veces, incapaz de decir algo, sintiéndome tan tonto en ese momento, por no saber nada sobre la persona a la que sostengo.


-“Bueno… es el medio hermano de mi esposo”- murmuro apenas, aun con esa sensación de ser un completo y total estúpido.


-“No importa, será mejor llevarlo adentro de una vez”- asiento apenas, aun cuando una parte de mí se niegue a entrar de nuevo a ese lugar, la otra, la otra simplemente me está echando en cara mi más reciente error, recordándome con insana exactitud, que no debo portarme como niñito en desgracia cuando hay alguien que la está pasando peor que yo, y justamente por mi culpa –“Suzu ¿Cuánto tiempo llevas sin tus medicinas y sin insulina?”- pregunta de repente el médico, volviéndose apenas hacia el niño. Suzu primero me mira, los parpados le tiemblan debido al enorme esfuerzo que le debe suponer mantenerse despierto, más aun así, intenta vagamente buscar por la persona que le habla, pero al final solo vuelve a mirarme, como si fuese lo único que realmente llama su atención.


-“No… sé…”- otra vez esa es su respuesta. ¿Qué significa ese “No sé”, en estos momentos? Probablemente que ya ni siquiera es consciente del tiempo y momento en el que está viviendo. Que todo ha perdido su sentido y color, que ya no le queda nada en realidad.


Ninguno vuelve a decir nada, y a mí solo me queda la tarea de seguir al médico por los que me parecen interminables pasillos de una zona en la cual extrañamente nunca antes había estado. ¿Por qué? Se me hace tan extraño, siendo que ese maldito loquero humano gustaba de usarme como su conejillo de indias para experimentar mil y un estupideces, ahora se me hace raro no haber visto esta parte del manicomio antes.


-“Muchos miembros de la Sociedad gustan de enviar a este lugar a aquellos que ya no les son de utilidad, aunque no tardan en cansarse incluso de eso y terminan sacándolos y dejándolos como presas para Cheshire el Rastreador”- por unos momentos me muerdo los labios, quedando una vez más de cara con una verdad para mí, desconocida, y es que, tal vez, por segunda vez me detengo a pensar en cómo era todo para aquellas personas a las que por sed y por dinero, les arranqué la vida, sin siquiera dudarlo, no hasta que conocí a Natsuhi… Natsuhi… él…


-“Mi esposo… ¿Él alguna vez estuvo aquí?”- pregunto sin poder evitarlo del todo, me aterra tanto pensar que aparte de todo aquello que los Lee le hicieron, pudieran haberle hecho algo aquí, en el lugar que plaga la mayor parte de mis pesadillas.


-“No, yo realmente ni siquiera sabía que él existía, no antes de que su sobrino naciera”- suspiro hondamente, sintiendo únicamente alivio, porque no podría soportar saber que alguna vez Natsuhi también tuvo que pasar el mismo infierno que yo, encerrado en un lugar de paredes blancas y acolchadas, solo, drogado hasta el último cabello y sin saber la razón, sin entender nada, únicamente esperando la muerte.


Ninguno de los dos vuelve a decir nada, no mientras caminamos en silencio, internándonos más y más en los que a cada instante realmente se tornan para mí, interminables pasillos. Realmente no sé qué decir, o más bien, es que sin importar lo que diga, no mejorará en nada la situación, no ahora que Suzu se ha quedado completamente quieto. Algo dentro de mí parece quebrarse, como resignándome a una realidad a la que ni siquiera quería enfrentarme, es demasiado tarde. Suspiro, mordiéndome los labios mientras por mi mente pasan turbulentos pensamientos sobre el hecho de que si Natsuhi ya me odia, después de esto, jamás conseguiré que me perdone.


-“Él solo está haciendo aquello que aprendió, utiliza su magia para detener todo proceso innecesario en su cuerpo con tal de mantenerse vivo tan solo un poco más”- levanto la mirada, encontrándome con el médico únicamente mirando a Suzu, mientras sostiene una puerta abierta frente a mí, casi como invitándome a pasar –“Debido a su condición, él no pudo aprender magia defensiva, entonces tuvimos la idea de enseñarle algo que lo ayudara aunque sea en lo mínimo con su problema”- parpadeo un par de veces, inevitablemente imaginándome a Suzu como un pequeño marsupial, fingiéndose muerto con tal de resistir, más ese pensamiento no me causa gracia sino pena.


Si, pena, porque por más que lo intento, no puedo sacarme de la cabeza la clase de cosas que en sus apenas diez años de vida, Suzu tuvo que pasar, asustado e indefenso ante el exterior, ese mismo al que Connan y yo lo arrojamos sin pensarlo ni un por un instante. Y él, él ni siquiera pudo luchar un poco por defenderse, no tuvo oportunidad de nada, solo de sufrir, de cargar con un dolor que no merecía, uno que nunca debió ni imaginar.


Mirando su rostro, no puedo ver más que sufrimiento, marcado en los rastros de lágrimas en sus pálidas mejillas, en las oscuras ojeras bajo sus párpados cerrados, e incluso en sus labios partidos, heridos y tan pálidos, casi azules. Se ve tan frágil, aun más cuando finalmente lo dejo sobre las blancas sábanas de una camilla que parece enorme teniendo a su pequeño cuerpecito como único ocupante.


-“Estará bien, es un niño fuerte, ya ha pasado por varias crisis antes y ha salido de ellas, esta no será la excepción”- sé que el médico trata de tranquilizarme pero eso no es posible, no cuando me doy cuenta de que me está mintiendo, aun así, me fuerzo a asentir débilmente, dándome la vuelta dispuesto a salir de la habitación y esperar afuera antes de que alguien me saque.


Aunque más bien es porque esta vez no puedo soportar más el verlo así. Suspiro hondo, apenas consciente del sonido de la puerta cerrándose tras de mí. Apoyándome contra la pared me llevo ambas manos al rostro, cubriéndomelo ¿Cuándo mi venganza se convirtió en un pecado más sobre mi espalda? No puedo comprenderlo. Tan solo me dejo resbalar por la pared, sintiendo al piso helado recibirme, pero esta vez ni siquiera eso me importa.


-“Elle, en el auto tenías un cambio de ropa, te lo traje porque no creo que quieras que Natsuhi te vea así cuando regresemos, además, deberías darte una ducha o algo, hueles demasiado a él”- escucho a la voz de Connan decirme, sonriendo con cierta ironía al escucharlo decir “Él” porque ahora seguro ya ni se atreve a nombrarlo, a nombrar al pobre Suzu, que está sufriendo por la idiotez de ambos.


-“Ya lo sé, tu deberías ir con Remi, seguro está muy preocupado, además es peligroso que lo dejes solo con esos perros ahora que me llevé a su juguetito”- contesto, volviendo a suspirar, otra vez me siento cansado, o tal vez es que no he dejado de sentirme así desde esa noche, aquella que ya nunca podré olvidar.


-“Debería, pero no puedo dejarte solo en este lugar”-replica apenas, sentándose justo a mi lado. Yo por mi parte niego con la cabeza, puedo con esto, estar de nuevo en este lugar no es nada comparado con todo aquello que siento al recordar la razón de mi regreso.


-“Mejor ve, ya no tengo miedo, no soy más ese niño, he crecido”- consigo decir luego de unos instantes de pensarlo –“Y tampoco debes preocuparte porque haga algo estúpido, no lo haré, soy lo suficientemente maduro como para no meter la pata con eso”- me sonrío un poco, intentando con eso convencer a Connan de algo de lo que ni yo estoy seguro.


¿Seré capaz de no matar a ese maldito humano si lo tengo enfrente de nuevo, insultándome, recordándome las memorias que plagan mis pesadillas? Tengo que, no me queda más opción que esa, por mí, por Suzu, por Natsuhi y nuestro bebé, y también por toda mi Familia.


-“Esta bien, te dejo las llaves de tu auto, y antes de que te alarmes, no le ha pasado nada”- asiento lentamente, consciente del momento en que Connan se levanta de mi lado, revolviendo apenas mi cabello, como si necesitase recordarme que es mayor que yo y por lo tanto me mira como un chiquillo al que debe proteger, pero no es así, desde luego que no lo es.


-“Sigo siendo más alto que tu”- murmuro, solo para fastidiarlo un poco. Él se ríe, acompañando el sonido de sus pasos alejándose por el pasillo y del sutil tintinear de las cadenas que adornan sus pantalones, involuntariamente regalándome algo de calma, la misma que voy a necesitar hasta que la puerta junto a mí vuelva a abrirse.


-


-


-“El tratamiento está haciendo efecto, sobrevivirá, he tratado también las demás lesiones y heridas, varias de ellas necesitaron algunas puntadas, aunque lo que en realidad me preocupa es su estado mental, no creo que pueda superarlo fácilmente, lo mejor sería dejarlo aquí, conozco a un colega que podría ayudarle”- levanto la mirada, luego de no sé cuantas horas, escuchando por fin un veredicto, me sonrío lastimeramente, como un gato lamiéndose las heridas luego de una pelea, así es como me siento, por más que me alegre un poco el que Suzu este resistiendo, el resto no me agrada, no cuando alguna vez estuve encerrado en este lugar, no cuando sé lo que podría pasarle.


-“No quiero que un loco lo tenga drogado día si y día también, preferiría matarlo yo antes de condenarlo a eso”- contesto, mirando seriamente al hombre frente a mí mientras me levanto y lo encaro con toda la determinación que en estos momentos tengo.


-“Yo soy eficiente en mi trabajo y mi colega también, ambos elegimos el ayudar en lo que pudiéramos, jamás se lo recomendaría sino lo creyera útil, y desde luego, le aseguro que no es como el director de este hospital, puede corroborarlo con el Príncipe Alexis, después de todo, aparte de ser mi colega, también es maestro de su Alteza Imperial”- claro, como si realmente pudiese hacer eso, y es que ¿Cómo podría llamarle a Ale para preguntarle algo así sin tener que decirle lo que está pasando? Es simplemente imposible. Entonces pienso que solo me queda resignarme otra vez, en esta ocasión a confiar ciegamente en que estoy tomando la decisión correcta para Suzu, por su bien, o por lo poco que se pueda rescatar de él.


-“Estará a prueba, pero si… pero si mi cuñado no mejora, lo sacaré de aquí y resolveré yo mismo el asunto”- eso es todo lo que me queda, aun cuando no lo quiera, aun cuando cada parte de mí me grite cuan peligroso es dejarlo solo con desconocidos en los que desde luego no confío –“¿Puedo verlo un momento?”- pregunto, suspirando hondamente, inseguro incluso sobre eso. No sé si estoy listo para encararlo, no después de lo que le ha pasado por mi culpa.


-“Solo unos minutos, necesita descansar”- asiento apenas, mirando unos instantes la puerta cerrada antes de girar la perilla y empujar, evitando mirarlo mientras cierro tras de mí.


De nuevo suspiro, solo que en esta ocasión es para darme un poco de valor antes de levantar la mirada para dejarla sobre él. Quieto bajo las sábanas, no hace más que mirar hacia la pared, respirando lentamente, con ayuda de una mascarilla de oxigeno, conectado a mil y un aparatos de los cuales solo reconozco algunos.


Me acerco un tanto vacilante, jalando una silla para sentarme a su lado, solo mirándolo, sin saber realmente qué decir, o más bien, dudando de si es correcto o no hablarle. Al menos me tranquiliza un poco notar que algo de color ha vuelto a su piel y a sus mejillas.


-“Vete”- murmura, sin siquiera mirarme, con sus ojillos tornándose cristalinos y las lágrimas acumulándose en ellos mientras silenciosamente lucha por no dejarlas caer.


-“No voy a hacer eso”- replico, arrugando sin querer la tela de mis pantalones en el momento en que mis manos se cierran en puños sobre ellos.


-“¿Por qué? Estoy sucio, no deberías estar cerca de alguien como yo”- tengo la terrible sensación como si alguien me hubiese dado una bofetada, al haber en un principio pensado que me estaba echando por no quererme cerca, porque lo que le sucedió fue mi culpa.


Más no es por mí, es… es por él, porque comprendo que se siente tan poca cosa en estos momentos, que incluso un asesino como yo, cerca de él, ante sus ojos, queda como alguien realmente importante  y no como lo que es, un asesino.


-“No lo estas…”- trato de debatir, pero solo queda en un intento, porqué no sé qué más decirle, o es más bien, que en su actual condición, nada de lo que le diga lo hará pensar en lo contrario –“Cuando mejores, te llevaré a casa”- ni siquiera sé porque he soltado aquello, una mentira, y es que, sin importar el qué, algo como llevarlo a casa, a su casa, con esa bruja, es simplemente imposible.


-“No puedo volver ahí”- pero contrario a lo que hubiera pensado antes, incluso se niega a eso. Trato entonces de tocarlo, de acariciar tan siquiera un poco su maltratado cabello, más todo lo que hace es apartarse de mi mano, rehuyendo también mi mirada –“Por favor… déjame, quiero estar solo”- susurra apenas, los labios otra vez le tiemblan mientras su mirada se torna más y más cristalina, mostrando cuanto está luchando por no llorar, no frente a mí.


-“Esta bien, pero volveré pronto”- contesto igual en un murmullo, levantándome con cierta reticencia para luego caminar vacilantemente hacia la puerta, lentamente, solo por si quiere detenerme, hablarme o algo.


Nada, salgo y cierro tras de mí, quedándome en silencio, uno que es roto únicamente por el sonido de su llanto, de los quebrados y desesperados sollozos que nacen de su garganta y me hacen apoyarme sobre la puerta, sintiéndome impotente, estúpido e inútil al no poder hacer nada con tal de que deje de llorar. Porque es tan doloroso oírlo así, escuchar los rotos suspiros que sus labios dejan escapar mientras intenta respirar pese a su llanto, uno que también es mi culpa, si tan solo no lo hubiese abandonado con los lobos…


Cierro los ojos unos momentos, inhalando profundamente antes de soltar el aire, mis manos forman puños y pienso seriamente en golpear con ellos la pared, solo para desahogarme, pero ¿Desahogar qué? Yo no puedo comprender su dolor, a mi no me violaron ni me torturaron ni me hicieron una mínima parte de lo que seguramente le hicieron a él. Más me siento tan patético por igual quererme echar a llorar, que solo me muerdo los labios, tragándome las ganas antes de finalmente apartarme de la puerta, tomando el bolso que Connan me dejó, y echando a correr, como si haciendo eso pudiese simplemente olvidar lo que ha pasado.


Pero no lo olvido, cierro los ojos por momentos y el sonido de su llanto vuelve a sobrecogerme, me dan ganas de aporrear los puños incluso sobre mi auto, más me detengo, entrando y cerrando con fuerza la portezuela, apoyando la cara contra el volante me permito dejar salir todo lo que siento con un solo grito. Respiro desesperado por unos momentos antes de reincorporarme, poniéndome el cinturón de seguridad más como acto mecánico que porque así lo quiera.


Quiero ver a Natsuhi, aferrarme a él, ocultarme entre sus brazos sin importar lo mucho que ahora me odie, pero el aroma de Suzu sobre mí es recordatorio suficiente como para que cambie el rumbo. Giro bruscamente, sin siquiera bajar un poco la mortal velocidad a la que voy. No importa, después de todo, no es como si realmente fuese a morirme por algo como eso.


Y entonces, una vez que detengo el auto, otra vez corro, esta vez directo hacia el último piso del edificio, mi departamento, mío y de Natsuhi, el lugar al que desde hace una semana, me he rehusado a entrar. Pero ahora solo por unos instantes me permito contemplarlo, mirar el lugar al que antes llamé mi hogar, con los pisos cubiertos por centellantes trozos de cristal y la alfombra y paredes del pasillo principal, manchadas de sangre, la sangre de François. Las ganas de vomitar se hacen presentes, más la ignoro, caminando a pasos apresurados directo a la ducha, entrando bajo el helado chorro de agua con todo y ropa.


Apoyo las manos contra la pared de azulejos, perdiendo la mirada en el agua que se va por la coladera, sucia, con tierra y sangre, la sangre de Suzu, con su perturbador aroma a dulce. Me quito la ropa aprisa, yo igual me siento sucio, por todas las vidas que en el pasado arranqué, por las que destruí y que ahora me pesan más que nunca, como una gigantesca lápida sobre mi espalda.


Cierro los ojos, intentando olvidar, o al menos recuperar un poco la serenidad, no consigo ninguna de las dos cosas y no me queda más que permanecer así, quieto bajo el chorro cada vez más helado de agua, no me importa, no esta vez, no hasta que siento mis músculos entumirse y mis labios temblar por el frío. Solo entonces salgo, moviéndome casi mecánicamente, cual marioneta con los hilos dañados, secándome, poniéndome la negra camisa, los pantalones del mismo color y un nuevo par de botas, los cinturones con tachuelas y cadenas que antes tanto me gustaban e incluso mis negras muñequeras de cuero, los guantes cortos a la mitad de los dedos, mientras escucho el leve tintinear de la cadena plateada que pende de mi cuello.


Ante el espejo contemplo no solo mi rostro pálido y mi rojo cabello aun destilando algunas gotas de agua, sino también mi alianza, juego con ella entre mis dedos, mirándola fijamente antes de ocultarla bajo la camisa cuyas mangas después doblo hasta casi la altura de los codos. Mirando otra vez mi reflejo, suspiro. Este soy yo, no hay vuelta atrás, y con ese pensamiento en mente, luego de tomar unos anteojos oscuros, vuelvo a salir de casa, no, del que ya no podrá ser más mi hogar, nuestro hogar, mío y de Natsuhi.


-


-


El camino hacia la clínica me lo hago también en silencio, no tengo ni siquiera deseos de escuchar música, esta vez no hallo en ella una salida, un refugio, porque no lo hay, no para mí. Y cuando de nuevo me detengo, el enésimo suspiro del día se escapa de entre mis labios. ¿Cómo voy a encarar a Natsuhi ahora, con todo lo que está pasando y que le he ocultado? Realmente no lo sé, por eso camino lentamente, de nuevo con pasos vacilantes, hasta llegar al piso en el que desde hace una semana nos hemos estado quedando.


Las puertas del ascensor se abren y ni siquiera logro dar un paso cuando siento un cuerpo cálido chocar contra mí. Vuelvo a suspirar, bajando apenas la mirada, topándome con una cabellera lavanda que conozco tan bien. Todo en mi parece paralizarse, luego, como si lo anterior fuese una simple pesadilla desvaneciéndose, mi mundo recobra color en cuanto siento los brazos de Natsuhi rodearme, aferrarme con fuerza a él mientras lo siento inhalar con profundamente, pegándose más y más a mí, suspirando tan profunda y aliviadamente antes de que finalmente alce la cabeza y nuestras miradas se encuentren, otra vez sus ojos de tan exótico y exquisito color se muestran brillantes ante mí, por las lágrimas y por, por algo que en estos momentos siento no merecerme, su amor, el que hasta hace unos instantes creía haber perdido.


-“No me dejes así otra vez”- susurra, sus labios rozan los míos e intento decir algo, más todo aquello que quiera salir de mí, es acallado por sus labios que se amoldan a la perfección a los míos, guiándolos con lentitud y dulzura, una que sin saber cómo, logro corresponder.


Mis brazos se cierran entorno a su cintura, apresando su pequeño cuerpecito temblante contra mí, sintiéndolo vibrar mientras nuestras miradas permanecen fijas la una en la otra, atrapadas en el místico embrujo del que ambos somos presas cada que estamos cerca, solo mirándonos.


-“Te amo tanto, que estos días sin oír tu voz, sin besarte, sin tenerte así, me han estado matando”- murmuro contra sus labios mordiéndolos apenas y escuchándolo gemir quedamente.


-“Perdóname, estaba tan asustado de todo lo que ha pasado, y también, siento tanta culpa, por mí, François… él… y también Tristan, ellos…”- asiento apenas, sabiendo perfectamente lo que trata de decirme, porque yo también me siento así, asustado y culpable, no solo por Suzu, sino también por Franny.


-“No sé cómo, pero, todos nosotros, de alguna forma, estaremos bien”- y esta vez, realmente me lo creo, porque tener a Natsuhi entre mis brazos es todo lo que necesito para que mi cerebro y mi corazón vuelvan a su lugar.


Tener a Natsuhi entre mis brazos me da la fuerza que creí perdida, sentirlo suspirar, acomodarse y aferrarse a mí, poder respirar su aroma e incluso sentir la pequeña presencia que crece dentro de él, me da fuerzas, pero también, esperanza, esa que hasta hace unos instantes no tenía, si, ahora creo firmemente que todo irá bien, que sin importar el cómo, saldremos adelante, porque aun si él no lo cree, Natsuhi es y siempre será, mi esperanza…


-


-


-

Notas finales:

Bueno, y eso fue todo por hoy, aunque me alegra poder darles la grata noticia de que por fin terminé de escribir la historia, de hecho, solo me falta un poco del epílogo, pero por lo demás, ya está todo listo, solo que voy a seguir publicando cada dos semanas porque quiero tener tiempo para terminar el epilogo y también para iniciar la siguiente historia de la serie, quiero por lo menos haber avanzado varios capítulos antes de terminar con Luz para que no corra el riesgo de atrasarme desde el principio y tenga oportunidad de escribir y de seguir con lo poco que me queda de escuela, que son exactamente 20 días de clases con exámenes finales incluidos porque luego sigue mi examen de titulación ^^ y, finalmente, en agosto, mi cumpleaños y al día siguiente, mi graduación ^O^

Creo que no tengo mucho que comentar sobre el capítulo, solo que Elliot tiene un pecadito más para su bolsita ^^UU y bueno, ya ven, Natsuhi ya está mejor n,n aunque probablemente si se enoje con su adorado esposo por cierto asunto que tiene que ver con cierto niño, que por cierto, espero que les haya agradado la aparición de Suzu, un personaje más creado a última hora y salido de la nada –mi cerebro a veces se da esos lujos- y por lo mismo, ahora procedo a presentarlo formalmente, gente, él es

Hotaru Suzu Lee

http://i753.photobucket.com/albums/xx179/Hanna_Darko/Luz%20En%20Mi%20Oscuridad/HotaruSuzuLee_zps8f677fc3.jpg

También me queda agradecerles a todas y todos ustedes por leer, por esperarme pacientemente y, más que nada, por dedicar minutos valiosos de su tiempo en dejarme sus reviews, los cuales valoro infinitamente y me hacen muy feliz, me sacan un buen de sonrisas y me ayudan mucho cuando estoy baja de ánimos, me recuerdan porqué vale tanto la pena seguir esforzándome, así que muchas gracias a Paris-chan, Soren Onee-san, Alvasa-chan, Dark Vampire-chan, Leda-chan, a Ranni-chan (Rannita, Bienvenid@) a Pii-chan, a Pia Carrioth y también, y solo por un pedido especial, a Feli-kun, que aparte, justo el próximo martes, un día después del cumpleaños de mi amado primo Ozuma, Feli-kun cumple sus 17 añitos, aww me parece que fue hace tanto cuando yo tenía esas edad –De hecho, fue hace ya casi 6 años 9.9-

Así que, Feliz Cumpleaños Feli-kun!!!

Yeidher: De cuando acá felicitamos gente???

Hanna: Desde que yo quiero 9.9 ¿Algún problema?

Yeidher: No, no creo, ¿Lo puedo maltratar como le hago al Little Fish??? Eso sería tan divertido, además no creo que a Philip le moleste, ¿Verdad?  

Elliot: Si te das cuenta que tu molestas a todos?

Yeidher: Oh, hermanito, no seas así, si a ti igual te encanta que te moleste n,n

Elliot: No es cierto!!!

Yeidher: Que si

Elliot: Que no

Yeidher: Que si

Elliot: Que no!

Yeidher: Que si!

Elliot: Que no y son solo calumnias!

Hanna: Etto… estamos perdiendo el punto acá 9.9

Yeidher: Cierto, cierto, el punto es, feliz cumpleaños Phili-kun!!!

Elliot: Ah si??? Pues entonces, Feliz cumpleaños Pii-chan!!! Aunque sea atrasado, para que veas que yo igual tengo a quién felicitar ¬w¬

Yeidher: Pero yo felicité a Pii-chan el día de su cumpleaños, hace semanas 9.9

Elliot: Cállate!!!

Yeidher: Oblígame 9.9

Elliot: Perfecto! Ahora te aguantas nyahahahahahahahaha

Hanna: Ehehehe ^^UU dado que mis queridos hermanos probablemente terminen rodando por el suelo y ya que es obvio que mi intento de felicitar a alguien se salió de mis manos, creo que es todo por ahora ^^UU

Cuídense mucho, felices pascuas y por favor, no sean como mis hermanos –que todavía no entiendo como sobrevivo  a ellos- solo pásenla bien y tengan días lindos ^^

Au Revoir~


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).