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Falling por Khira

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Falling

 

Por Khira

 

Capítulo 2. Incredulidad

 

Pensó que estaba soñando. Sí, tenía que estar soñando. No podía ser que Rukawa fuera Satoshi, el... el... la persona con la que había quedado Furuta. Sakuragi se pellizcó disimuladamente una pierna. Le dolió. No, no estaba soñando... aunque igualmente aquello era una pesadilla.

 

- Esto, Sakuragi... ¿no te ibas? - preguntó Furuta, impaciente, sobretodo después de comerse con los ojos a Rukawa.

 

El aludido miró a Furuta, y luego al zorro, quien seguía mirándole como si nada, simplemente esperando. Tan inexpresivo como casi siempre. Luego volvió a mirar a Furuta.

 

- No - dijo resuelto.

 

- ¿Eh? ¿Cómo que no? - preguntó Furuta, pero enseguida le cambió la cara y sonrió - Así que ahora te quedas, ¿eh? ¿Tanto te ha gustado el chaval?

 

- ... - Sakuragi le dedicó una mirada fulminante, pero no funcionó con un tipo como Furuta, que casi le alcanzaba en altura y le doblaba en desparpajo.

 

- Oye, a ti no te importa hacer un trío, ¿verdad? - le preguntó a Rukawa.

 

- Claro que no - Sakuragi le miró estupefacto, pero Rukawa miraba ahora a Furuta - Si pagáis bien... - añadió sin inmutarse.

 

- ¿Cuánto cobras?

 

- 20.000 yens la hora, ya te lo he dicho por teléfono.

 

- Ya, yo me refiero si hacemos un trío.

 

- El doble. 40.000 yens.

 

- Me parece justo.

 

- ¡BASTA! - interrumpió Sakuragi, asqueado por esa pequeña conversación.

 

Ambos se le quedaron mirando. El pelirrojo gruñó algo ininteligible y acto seguido salió al pasillo y agarró a Rukawa suavemente del brazo izquierdo con la intención de apartarlo un poco de enfrente de la puerta.

 

- ¿Antes tendríamos que hablar, no crees? - le preguntó irónico.

 

- Ah, ¿ya os conocíais? - interrumpió Furuta antes de que Rukawa pudiera responder, también saliendo al pasillo. Le guiñó un ojo a Sakuragi - Que calladito te lo tenías, pelirrojo.

 

- ¡No es lo que estás pensando! - casi gritó - Rukawa, tenemos que hablar - repitió mirando al zorro a los ojos.

 

Rukawa le devolvió la mirada durante unos instantes que parecieron eternos. El pelirrojo había crecido tanto que ya le sacaba unos diez centímetros. Luego, simplemente, le dio otra calada al cigarrillo que había estado sujetando con la mano derecha, y se soltó de él.

 

- Lo siento, tengo trabajo - susurró yendo hacia Furuta.

 

- ¡¿Qué?! - exclamó el pelirrojo - ¡¿A esto le llamas tú trabajo?! - gritó sin poderlo evitar.

 

- ¡Shhh! ¡Sakuragi, no chilles! - le regañó Furuta, a la vez que le pasaba un brazo por los hombros a Rukawa - ¡Como se entere el mister me la cargo!

 

- ¡Me da ig...! - pero se interrumpió al pensar que tampoco sería bueno para Rukawa que le vieran allí. Aunque quizás eso a él ni le importaba.

 

- ¿Te vas o te quedas? - preguntó Rukawa de pronto, acercándose más a Furuta.

 

- ... - el pobre pelirrojo estaba en shock.

 

Los otros dos le miraban expectantes. Finalmente Sakuragi se tranquilizó.

 

- Me voy - dijo secamente.

 

Y lo hizo. Sakuragi dio media vuelta y se alejó por el pasillo con pasos lentos pero seguros.

 

- Por fin, ya era hora - suspiró Furuta cuando el pelirrojo hubo desaparecido de su vista - Creí que no se marcharía nunca...

 

El jugador nipón soltó a Rukawa, pero mantuvo una mano en su espalda y le empujó suavemente hacia la puerta de la habitación.

 

- Y ahora entra y demuéstrame lo que sabes hacer.... - le susurró en el oído.

 

El chico de ojos azules entró también en la habitación, no sin antes dirigir una última mirada a la esquina del pasillo por donde había desaparecido Sakuragi. Después cerró la puerta tras él.

 

Mientras Furuta se dirigía hacia el mueble bar, Rukawa se descalzó y se quedó en el centro de la habitación, observando el lugar. Había pasado muchas noches en hoteles pero nunca en una habitación tan lujosa. Era muy amplia a pesar de ser sólo una habitación doble, además de televisor había un aparato de cable, y la puerta entreabierta del baño mostraba una sauna y una bañera de hidromasaje en su interior. Dio un par de pasos y apagó su cigarrillo en el cenicero que había en una mesa alta junto a la pared.

 

- ¿Qué quieres tomar? - oyó que le preguntaba Furuta desde el mueble bar.

 

- Lo mismo que tú - murmuró todavía con sus ojos azules fijos en la bañera de hidromasaje.

 

- Entonces tomaremos un poco de nihonshu - dijo el jugador. (N/A: el nihonshu es un licor obtenido del arroz, de hecho es un tipo de sake)

 

Pocos segundos después Furuta se le acercó con dos copas. Rukawa tomó la suya y se bebió de un trago el contenido de ésta.

 

- Vaya, veo que eres un buen bebedor - sonrió Furuta, antes de hacer lo mismo.

 

- Puedo permitírmelo - dijo fríamente Rukawa - Pero tenía entendido que los deportistas profesionales no podían beber - comentó.

 

- Poder, podemos - dijo Furuta con otra sonrisa - Como también podemos ir de putas si queremos.

 

- ...

 

- Dime, ¿de qué os conocíais Sakuragi y tú? - preguntó curioso.

 

- Del instituto - respondió evasivamente Rukawa mirando hacia el mueble bar.

 

- ¿Jugabais juntos a baloncesto?

 

Un pequeño destello azul hielo brilló en los ojos del zorro.

 

- ¿Cómo lo sabes? - inquirió.

 

- Es fácil imaginárselo, tú también eres bastante alto... - susurró Furuta acercándose más a él y agarrándole del mentón.

 

- ... - los dedos del jugador le obligaron a levantar la cara.

 

- Bueno, basta ya de charla... - Furuta le soltó la barbilla, cogió las copas de ambos y las depositó en la mesa alta que tenían al lado. Luego cogió al zorro de la cintura para atraerlo aún más hacia él; la dureza de su entrepierna fue más que evidente al tacto - No sabes lo cachondo que me he puesto nada más verte... - le susurró en el oído.

 

- El dinero - interrumpió Rukawa - Déjalo sobre la mesilla de noche.

 

- Oh, claro...

 

Furuta se separó de él y caminó hacia sus pantalones de vestir, colgado en una percha junto a la puerta. Sacó un billetero y de él cuatro billetes de cinco mil yenes, que acudió a dejar en la mesilla tal y como le había indicado Rukawa.

 

- ¿Todo bien? - preguntó mientras se sentaba en su cama.

 

- Todo bien - respondió Rukawa después de contar el dinero y metérselo en el bolsillo trasero de los vaqueros.

 

- Entonces ven aquí...

 

Siguiendo sus indicaciones, Rukawa se sentó en sus muslos, y ya por iniciativa propia, empezó a levantarle la camiseta. Furuta se dejó hacer y pocos segundos después ya estaba la camiseta en el suelo.

 

- Espero que no me vengas con que lo haces todo menos besar... - murmuró el jugador de la selección, cada vez más excitado al tener a semejante monumento encima.

 

- Yo lo hago todo - susurró Rukawa, demostrándoselo a continuación con un caliente y húmedo beso en los labios.

 

- Mmm... - Furuta le cogió de la nuca para impedir que se separara demasiado pronto - Besas muy bien - le dijo entre beso y beso.

 

- Lo sé - dijo simplemente Rukawa.

 

Al cabo de unos minutos, sin dejar de besarse, Furuta se tumbó boca arriba en la cama con Rukawa encima, pero sólo para poder rodar y quedar encima del chico de ojos azules.

 

xXx

 

No recordaba la última vez que se había sentido tan furioso. Furioso, y sobretodo impotente. La rabia que llevaba conteniendo desde que había dejado a aquellos dos solos un par de minutos atrás se liberó en el ascensor, y de un furioso cabezazo apretó varios botones a la vez e hizo tambalear peligrosamente la cabina.

 

Cuando las puertas del ascensor se abrieron al llegar a la planta baja, las personas que había allí esperando se asustaron al ver salir como un tifón a un pelirrojo de dos metros con la frente sangrando. Sakuragi les ignoró y se dirigió directamente a la calle.

 

El aire fresco de la noche estival le ayudó a despejar un poco su mente. Afortunadamente a aquellas horas no había periodistas y pudo pasear relativamente tranquilo por los alrededores del hotel donde se hospedaba la selección japonesa de baloncesto. Sin embargo, cada vez que recordaba que había dejado solos a Rukawa y a Furuta en su habitación se le revolvía el estómago.

 

Rukawa haciendo de... de... no se atrevía ni a pronunciarlo mentalmente. ¿Cómo había llegado a eso? ¿Qué había pasado con la Todai y el periodismo? ¿Por qué se había mudado? ¿Por qué nadie de Shohoku había sabido nada de él en todos esos años?

 

Demasiadas preguntas y ninguna respuesta. Sakuragi paró de caminar, se encontraba apenas a un par de manzanas del hotel, por lo que al alzar la vista todavía podía ver la imponente figura iluminada del esbelto edificio recortada sobre el oscuro cielo.

 

Le dolía el corazón. Sí, por qué no admitirlo, le dolía sólo de saber que Rukawa estaba en una de las habitaciones con otra persona, aunque fuera por dinero. Durante todos esos años, a raíz de aquel inesperado beso que el zorro le dio al despedirse, Sakuragi se había cuestionado infinidad de veces sus sentimientos por su ex-compañero de equipo, sin sacar nada en claro.

 

Recordó como en un sueño lejano, aquellos días al comienzo del bachillerato, sus constantes insultos y peleas, y como estos dejaron paso poco a poco al entendimiento, aunque al principio este sólo se diera en la cancha de baloncesto. Luego él se lesionó la espalda, e increíblemente fue Rukawa quien más le ayudó a recuperarse, lo que consolidó definitivamente su amistad. Siempre le había pesado en el alma que llegado el momento él no hubiera sido capaz de hacer lo mismo por el zorro.

 

Entonces comprendió. No, no había sido capaz de ayudar a Rukawa en aquel trance, pero ahora sí que podía hacerlo. Fueran cuales fuesen los motivos que habían conducido al ex-número 11 del Shohoku a dedicarse a eso, seguro que no había tenido más remedio. Ahora era el momento de ayudarle. Ahora sí que podía hacerlo.

 

Como una exhalación desandó lo andado hasta llegar de nuevo al lujoso hotel. No se había acordado de dejar las llaves en recepción, así que pudo dirigirse de inmediato a la habitación, rogando porque no fuera demasiado tarde.

 

Apenas un par de minutos después de decidirse ya estaba frente a la puerta de la habitación que compartía con Furuta. Instintivamente acercó la oreja a la madera, pero dentro no se escuchaba nada. Quizás con un poco de suerte todavía no habrían empezado.

 

Sacó la tarjeta que hacía de llave del bolsillo de su pantalón, y la pasó por el mecanismo que hacía de cerradura. A continuación apoyó una mano en la puerta y la abrió sigilosamente.

 

La habitación estaba en penumbras, pero en unos segundos sus ojos ya se habían adaptado a la cantidad de luz y pudo distinguir perfectamente las dos figuras que había sobre una de las camas.

 

Rukawa estaba de espaldas, con la camisa negra desabrochada descubriendo así su pálido y lampiño pecho, y los ojos cerrados. Afortunadamente aún llevaba puestos los pantalones. Pero Furuta, sentado a horcajadas sobre él, ya estaba desabrochándole el cinturón para poder bajárselos, al mismo tiempo que le devoraba el cuello.

 

Hanamichi Sakuragi sintió que le ardía el pecho tan fuerte que no le habría extrañado estallar en llamas ahí mismo. La poca calma que había conseguido autoinculcarse unos minutos atrás desapareció al instante de ver como aquel pervertido estaba a punto de tirarse a su zorro.

 

En dos zancadas se plantó junto a la cama; los dos inminentes amantes estaban tan absortos en los preliminares que no se enteraron de la presencia del pelirrojo hasta que de pronto una fuerza invisible levantó a Furuta como a un muñeco y lo dejó caer en el suelo un par de metros alejado de la cama.

 

- ¡¿Sa-Sakuragi?! - exclamó Furuta incorporándose, todavía con el susto en el cuerpo.

 

Rukawa simplemente se sentó en la cama y se arregló un poco la camisa.

 

- Vete - ordenó el pelirrojo - Rukawa y yo tenemos que hablar.

 

- ¡¿Estás loco?! - preguntó su compañero de habitación - ¡¿No puedes esperar?!

 

- No, no puedo. Tiene que ser ahora.

 

- ¡Pues te aguantas! ¡Le he pagado 20.000 yens!

 

- Pues que te los devuelva.

 

- Y una mierda - intervino Rukawa.

 

Sakuragi le miró entre desconcertado y furioso. Sin embargo lo único que hizo fue sacar su billetero de uno de los bolsillos de sus pesqueros y dejar dos billetes de diez mil yens sobre la cama.

 

- Ahí tienes tu maldito dinero - ahora era Furuta quien le miraba furioso, pero sabía que contra el enorme pelirrojo tenía las de perder - Rukawa, vámonos. Tenemos que hablar.

 

Pensaba que se opondría otra vez, pero para su sorpresa Rukawa se levantó y se abrochó otra vez la camisa. Sakuragi respiró aliviado y en cuanto le tuvo junto a él, le indicó con un gesto que saliera de la habitación.

 

- Sakuragi, esta me la pagas - le escupió Furuta.

 

- Tú sí que lo pagaras caro como alguien se entere de esto - amenazó tranquilamente el pelirrojo antes de salir también de la habitación

 

xXx

 

Aquel bar era muy grande y ruidoso, pero a Sakuragi le pareció perfecto para poder hablar a solas por fin con el zorro sin que llamaran demasiado la atención. Sin embargo ahora que estaban frente a frente la situación se le hacía de lo más incómoda, aunque no podía compararse con el largo y silencioso camino que habían recorrido para llegar hasta allí.

 

Viendo que al pelirrojo parecía habérsele comido la lengua el gato, Rukawa optó por sacar su paquete de tabaco y un mechero de los bolsillos y encenderse un cigarrillo.

 

- ¿Desde cuando fumas? - preguntó Sakuragi rompiendo el tenso silencio entre ellos.

 

-No me acuerdo - exhaló una fina bocanada de humo, y pareció que se lo pensaba mejor - Desde los diecinueve años o así.

 

- ¿Y eso?

 

- ¿Y eso qué?

 

- ¿Por qué fumas?

 

Rukawa se encogió de hombros.

 

- Para relajarme, supongo - respondió al cabo de unos segundos.

 

Una figura junto a la mesa les hizo alzar la vista a ambos. Era el camarero, que les preguntó amablemente que deseaban tomar.

 

- Yo tomaré una cola - dijo el pelirrojo.

 

- Una cerveza - dijo Rukawa.

 

El camarero se limitó a apuntar el pedido y marcharse de nuevo hacia la barra.

 

Sakuragi se quedó mirando al zorro, quien por su parte parecía ensimismado mirando el cenicero del centro de la mesa, donde de vez en cuando dejaba caer la ceniza de su cigarro.

 

Tenía tantas preguntas que no sabía por donde empezar.

 

- ¿Por qué no entraste en la Todai, como me dijiste que harías? - preguntó por ser la primera que se le pasó por la cabeza.

 

Rukawa alzó la vista, sorprendido momentáneamente por la repentina pregunta, pero enseguida volvió a su expresión serena.

 

- No tenía dinero para pagar la matrícula - una nueva bocanada de humo escapó de sus labios.

 

- Nadie tiene dinero a los dieciocho años para pagarse la universidad - dijo Sakuragi - ¿No te la pagaban tus padres?

 

- No.

 

- ¿Por qué no...? - se extrañó el pelirrojo.

 

- Porque me peleé con ellos y me fui de casa.

 

- ... - Sakuragi abrió la boca, sorprendido - ¿Por qué...? - preguntó.

 

- Cosas que pasan - respondió Rukawa, dando a entender que no iba a hablar más de ello.

 

- ¿Cosas que pasan? - repitió incrédulo.

 

Pero el zorro efectivamente ya no dijo más. El camarero volvió con el pedido y dejó las bebidas en la mesa. Rukawa apuró rápidamente la suya y dejó el cigarrillo a medias en el cenicero.

 

- Lo siento Sakuragi pero debo irme - murmuró el moreno levantándose de improviso - Gracias por invitar.

 

- ¿A dónde vas...? - preguntó el pelirrojo levantándose también.

 

- A mi casa - respondió el zorro como si fuera evidente - Adiós, ya nos veremos.

 

- ¡Espera! - exclamó Sakuragi, sujetándole de un codo para impedir que se marchara - Aún no me has contado... - pero se interrumpió sin atreverse a completar la frase.

 

- ¿Por qué me prostituyo? - terminó Rukawa por él - Cuando tengas los huevos de preguntármelo con todas sus letras, a lo mejor te respondo.

 

Dicho esto de un tirón se soltó de un desconcertado y dolido pelirrojo, y sin mirar atrás se alejó rápidamente de él sorteando las mesas que llenaban el local. Sakuragi le vio salir del bar y dirigirse hacia una parada de taxis a través de los ventanales que daban a la calle.

 

Esta vez reaccionó antes. Sacó su teléfono móvil de otro de los bolsillos de sus pantalones y marcó rápidamente un número.

 

- ¿Compañía de taxis...? Sí, hola, necesito dos taxis, estoy en la parada que hay frente al hotel Rihga Royal de Hiroshima... No, el primero lo cogerá seguramente un amigo... No, lo que quiero es seguirle... También necesitaría... sí, exacto... Gracias.

 

Sakuragi colgó el teléfono y se dirigió a la barra para pagar las consumiciones, sin perder de vista en ningún momento al joven que esperaba de pie en la parada de taxis apoyado en un poste de publicidad fumándose otro cigarrillo.

 

Continuará...


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