Odio el haberte permitido quedarte a mi lado, así como odié el día en que decidiste (y sin consultarme) hacer de éste tu hogar.
Odio quedarme dormido y odio que te acerques silenciosamente a acariciarme, a cubrirme con una manta. Odio no tener el sueño tan profundo como para pasar desapercibidos esos estúpidos detalles que tienes conmigo.
Odio que me celes hasta la náusea, odio que creas que me iré detrás de la primera falda. Odio que no hayas descubierto aún que desde hace bastante tiempo no soy capaz de pensar o desear a otro que no posea tu voz, tus labios, tu rostro, tu aroma.
Odio la forma en que te cobijas en mi sofá, después de tantas de nuestras peleas, odio que me resultes tan adorable para mantenerme despierto y velar tu sueño desde algún lugar lo suficiente oculto y alejado.
Odio tu simpleza, y a la vez tu complejidad, odio la volubilidad de tu carácter, odio tu natural bondad con todos los que te rodean.
Odio tu estúpida sonrisa, que provoca que yo también sonría.
Odio tus ojos grandes, tus gestos llenos de ingenuidad, que impiden que te de un ‘’no’’ como respuesta. Odio no poder ser firme contigo.
Odio tu llanto, odio aún más ser yo la causa de ello.
Odio tu ‘’Yuuuki’’ que me hace desear no escuchar mi nombre de otros labios que no sean los tuyos.
Odio tu bienvenida escandalosa, odio la sonrisa que me arrancas a causa de esos chillidos desafinados.
Odio tus inútiles intentos de realizar un desayuno decente, odio la fortaleza de mi estómago que se empeña en probarlos.
Odio tus gemidos, tus gritos, tus movimientos inexpertos y torpes durante el sexo, odio que a tu lado haya descubierto que ya no es simplemente sexo, odio que me hayas enseñado que tal vez si existen esas ridiculeces de ‘’hacer el amor’’.
Odio tu respiración entrecortada al acabar, la forma en que te acurrucas en mi cuerpo buscando protección. Odio ser incapaz de botarte con una patada de la habitación después de eso. Odio desear que nos quedemos así para siempre.
Odio a tus estúpidos amigos, odio verte feliz con ellos, odio ser tan egoísta para desear que esa felicidad y esa atención sean simplemente para mí.
Odio tus giras, odio tu ausencia que me desalienta, odio desearte con éste traicionero pensamiento y anhelar el tacto inmediato de tu piel contra mis dedos.
Odio tu flacucho cuerpo, odio que ahora piense, que antes de ti, no había visto un cuerpo tan hermoso como ese.
Odio la forma en que me has vuelto dependiente de ti, odio haberme vuelto vulnerable con alguien como tú. Odio haberte dejado entrar a ésta intimidad que antes era prohibida para todos.
Odio tu excéntrica y provocadora ropa, odio que atraigas miradas que no son mías, con ella.
Odio que seas hermoso, odio no ser el único hombre que lo piensa.
Odio tu impulsividad que sacaría de quicio a cualquiera, odio que seas espontáneo hasta el punto de la estupidez, odio amar esas dos cosas en tí.
Odio lo fácil que es quebrarte con alguna frase mordaz, odio que te repongas y saltes a mis brazos con tan sólo una palabra.
Odio que me hagas débil ante tus ojos transparentes y curiosos, me odio por permitirme esta debilidad contigo.
Odio la fragilidad de tus sentimientos y la fortaleza de ese espíritu inquebrantable que ni yo pude menguar.
Odio que me hayas salvado de la muerte, odio no desearla más por tu culpa.
Odio que permanezcas a mi lado, odio deprimirme con tan sólo pensar en que algún día no lo estés más.
Odio amarte, odio no imaginarme la vida sin hacerlo.
Pero odio por sobre todas las cosas, no odiar nada de ti, en absoluto.
Los dedos delgados de Yuki Eiri se detuvieron en el punto final y cerró los ojos claros tras los párpados cansados, una breve exhalación y una caricia en el entrecejo.
Ocho horas escribiendo, y tan sólo idioteces como esa se le venían a la mente. Hubo un ruido conocido después de eso, y contó mentalmente hasta tres, viendo avecinarse la hecatombe.
-¡YUUUKI! ¿Vienes a dormir?
Supongo que aún no logro ‘’odiar’’ completamente, eso.
Pensó, levantándose inmediatamente.