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Cuando ya no queda nada por Chana

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La oscuridad de las calles, a esas horas de la noche lo inundaba todo.

Hacía horas ya que todo se encontraba entre penumbras en una ciudad o mas bien en un barrio, al que nadie le importaba nada, solo ellos mismos.

 

Se supone que esas calles deberían estar iluminadas por farolas que ocultaran las terribles sombras que acechaban sin descanso, pero como bien dije antes, a nadie le importaba que llevaran años fundidas, rotas o hasta arrancadas de su sitio.

 

Como os podréis imaginar, no era nada recomendable caminar a solas por esas calles y menos a esas horas, ya que ni siquiera te podías suponer lo que te esperaba a la vuelta de cada esquina.

 

Pero hay gente inconsciente en este mundo o que simplemente no le importa lo que les pueda pasar y a estas alturas de la historia no sabría deciros muy bien cual de estas dos cosas era Dana.

 

Ella era hermosa, de una forma especial y diferente, pero lo era, demasiado delgada quizás, aunque ella no lo viera de la misma manera, pelo corto, negro y revuelto que le daba un aspecto rebelde y juvenil a su tierna edad de 18 años y con unos ojos azules y grandes que resaltaban cada rasgo de su rostro. Cargaba con una mochila y escuchaba música mientras caminaba lentamente por esas calles peligrosas.

Se ocultaba entre sombras y seguía avanzando sin ni siquiera saber muy bien a donde se dirigía.

 

Hasta que cruzó por un paso de peatones una de las calles envuelta entre sus pensamientos y la música y de repente una luz se aproximo rápidamente por su costado, se giro rápidamente asustada para ver un coche que se acercaba a gran velocidad, del que apenas le separaba unos pocos metros y se dio cuenta que ya no tenia oportunidad de escapar.

 

El coche dio un gran frenazo tardío, que no fue suficiente para detenerse y arrollo a Dana, estrellándola contra el parabrisas para después salir disparada por encima del coche cayendo sobre el duro asfalto.

 

-Ahhhh! -gritó desde el suelo mientras abría los ojos, que había cerrado automáticamente con el golpe, y se retorcía con un gran dolor invadiendo todo su cuerpo.

 

Se tocó la cabeza con la mano izquierda para después mirársela, la tenia cubierta de sangre. Se dispuso a comprobar cada una de sus heridas y su gravedad cuando de repente unos gritos la devolvieron a la realidad. Dirigió su mirada hacia el coche que la había atropellado y que se encontraba estampado contra uno de los grandes arboles que adornaban aquellas calles. Prácticamente el morro del coche había desaparecido con el choque y estaba rodeado de piezas de metal y cristales.

 

Unos segundos mas tarde volvió a oír los gritos que provenían del interior del vehículo

 

-Por lo menos si gritan es que no están muertos -susurró Dana.

 

Suspiró y apoyo la mano derecha en el asfalto para incorporarse e ir a ver como se encontraban. Pero en cuanto lo hizo, un latigazo de dolor recorrió todo su brazo haciendo que volviese a caer de bruces contra el suelo.

 

-Dios... -volvió a cerrar los ojos por el dolor y después se examino el brazo – O roto o dislocado... no se que seria peor.

 

Volvió a intentar incorporase, esta vez apoyándose en la otra mano y lo consiguió, pero otro fuerte dolor recorrió su pierna cuando se apoyo en ella.

Se pasó la mano por la cara intentando relajarse y mitigando el dolor.

 

-Socorro!! -oyó procedente del coche.

 

Y sin importarle nada, ni su dolor ni nada, caminó como pudo hasta la puerta del conductor, pero lo que vio dentro fue mucho peor que su propio dolor.

 

En el asiento del conductor se encontraba un chico joven, inconsciente, cubierto de heridas y sangre, pero eso no era lo que tanto sorprendió a Dana. Lo que si la asusto y sorprendió, fue que el chico tenia incrustado un hierro en la barriga, del que emanaba sangre sin cesar y que parecía haberle atravesado por completo.

Dana se quedo paralizada, sin saber muy bien que hacer, hasta que se dio cuenta que al lado del chico, se encontraba una mujer también joven, que lloraba y se agitaba en un estado de pánico intentando salir del vehículo y cuando veía que no lo conseguía se giraba hacia su acompañante, agitándolo y llamándolo esperando que respondiese.

 

-¡No! -grito Dana haciendo que la chica se percatase de su presencia- No te muevas ni lo muevas, puedes agravar las lesiones si lo haces.

 

La chica solo la miró sin dejar de llorar pero se mantuvo quieta, tanto como le era posible al menos.

 

Dana rápidamente se quitó la mochila y rebuscó en ella. Cogió el móvil y dejó la mochila en el suelo para después marcar el numero de emergencias.

 

-Por favor envíen una ambulancia, ha habido un accidente en la calle... -levantó la vista intentando ver el nombre de la calle y en cuanto lo vio se lo dijo a su interlocutor- Un coche se ha estrellado contra un árbol y el conductor parece estar muy grave, sean rápidos por favor -Hubo un silencio mientras escuchaba la respuesta al otro lado del teléfono – De acuerdo, pero dense prisa – y colgó.

 

Suspiró intentando pensar que hacer, pero no le dio tiempo a hacerlo, porque enseguida la chica volvió a su estado de pánico anterior intentando salir del vehículo

Rápidamente, tanto como le permitían las heridas, Dana dio la vuelta al vehículo y a través de la ventanilla rota sujeto su rostro e hizo que la mirara a los ojos.

 

-Tranquilizate... -le susurró- la ambulancia ya esta en camino, ya veras como todo sale bien.

 

La chica se tranquilizó levemente pero las lágrimas seguían fluyendo por su rostro, junto con sangre que provenía de su cabeza.

 

-¿Como te llamas? - le preguntó Dana.

 

-Li...Li...dia... -dijo entre sollozos la chica.

 

-Muy bien Lidia, tienes una herida en la cabeza que esta sangrando bastante y hay que cortar la hemorragia de alguna manera... - Dana desvió la vista de ella mientras pensaba y se miro a si misma, para después arrancarse la manga de la camiseta, doblarla y colocar el trozo de tela sobre su herida ejerciendo presión. La chica mientras tanto solo la miraba confundida y asustada- Hay que presionar para que dejes de sangrar... - Dana cogió suavemente la mano de Lidia y la coloco sobre la tela para que presionase – No la sueltes... -le susurró y volvió a dar la vuelta al coche para centrarse en el chico.

 

No es que Dana fuera enfermera, medico o similar, pero alguna que otra clase de primeros auxilios en el colegio parecía que habían surtido efecto, por lo menos hasta ahora.

 

Miró al chico mientras sentía como Lidia no le quitaba ojo y susurraba.

 

-No se puede morir....

 

Dana colocó sus dedos sobre el cuello del chico, buscándole el pulso, tardó un poco en encontrarlo, pero lo hizo. Su pulso era débil, era evidente que si seguía así no viviría mucho tiempo.

 

Suspiró y rebuscó entre su mochila de nuevo.

 

-Es culpa mía... -oyó que seguía susurrando Lidia.

 

-No es culpa de nadie, ha sido un accidente – le dijo Dana volviendo a aparecer con una camiseta en su mano.

 

-Si lo es.... Le estaba gritando, por eso se distrajo mi marido...

 

Dana no le respondió, era evidente que no conseguiría consolarla y si de esa forma conseguía desahogarse sin moverse, por ella estaba bien. Colocó la camiseta alrededor del metal que le atravesaba y presionó la herida intentando detener algo la hemorragia, aunque intuía que era algo inútil, pero no podía quedarse allí sin hacer nada y menos con esos ojos que no dejaban de mirarla.

 

-Si no hubiéramos discutido.... - un sollozo hizo que se callase durante un momento – pero no podía dejar que condujese después de haber bebido...

 

Al oír eso Dana alzó la vista rápidamente y la miró sorprendida.

 

-¿Que? -dijo alzando la voz sin darse cuenta.

 

-Veníamos de celebrar nuestro aniversario.. y bebió algo... no mucho, pero yo no quería que condujese... pero es un cabezota y no me hizo caso... - dijo mirando al vació como si no estuviera en este mundo – Pero es mi culpa... toda la culpa es mía.. yo podría haberlo evitado y no lo hice...

 

Dana abrió la boca, esperando que saliese algún sonido por ella pero estaba tan perpleja que no conseguía decirle nada a esa chica que se encontraba frente a ella. Y tampoco tuvo mucho tiempo para recomponerse y hablar, porque enseguida oyó unas sirenas a lo lejos y acercándose cada vez más.

 

-Ya está aquí la ambulancia... -susurró aliviada.

 

Una ambulancia se detuvo cerca del coche y se acercaron rápidamente a ellos. Dana se quedó en la misma posición, presionando la herida, pero enseguida la sacaron de allí y se ocuparon los médicos de todo.

 

Uno de los médicos se acerco a ella para examinarla, pero ella le detuvo.

 

-Atiéndalos a ellos – dijo señalando al coche – están peor que yo.

 

-¿Segura? -dijo el médico no muy convencido.

 

Dana asintió y señaló la acera de enfrente.

 

-Me sentare allí y esperare, no hay problema.

 

-Bueno... -dijo el médico para después salir disparado hacia el coche.

 

Dana recogió su mochila, se encaminó lentamente hasta la acera que había señalado y se sentó en el bordillo intentando que esos movimientos le dolieran lo menos posible. Cerró los ojos ya que el dolor iba en aumento y su vista comenzaba a nublarse.

Cogió aire con fuerza y un dolor del que no se había percatado atravesó su torso produciendo que comenzase a toser incontrolablemente sintiendo el sabor de la sangre subiendo por su garganta. Abrió los ojos asustada y cuando se recuperó levemente se miro el costado donde su camiseta estaba teñida del rojo de su sangre.

 

-Oh no... -susurró y lentamente se levantó la camiseta.

 

En uno de sus costados, por debajo de su pecho se encontraba un gran cristal clavado entre sus costillas y eso fue demasiado para ella. Comenzó a ponerse pálida y notó como lentamente todo se iba desvaneciendo a su alrededor. Pero antes de desmayarse por completo, miró hacia el coche y vio como sacaban a la chica en camilla, después de eso, todo se volvió negro.

 

 

-Piii.... piii.... - oyó de repente Dana.

 

Abrió los ojos lentamente y una luz la invadió por completo. No sabia que ocurría, donde estaba ni como había llegado allí Miró a su alrededor incorporándose levemente de la cama en la que se encontraba pero un fuerte dolor hizo que se volviera a tumbar. Y de repente todos los recuerdos se agolparon en su cabeza. La noche, la luz, el golpe, el dolor, el accidente, la sangre y esos ojos que no dejaban de mirarla.

 

Suspiró y se observo, estaba envuelta en vendas, con la mano escayolada al igual que su tobillo, después de mirarse volvió a mirar a su alrededor. Era evidente que se encontraba en un hospital y que debía de estar en cuidados intensivos ya que a su alrededor había un montón de camas con gente que parecía estar bastante grave.

 

-Ya se despertó – dijo un joven médico que apareció de improviso a su lado, que sujetaba una carpeta entre sus manos y la examinaba detenidamente.

 

Dana simplemente lo miró esperando que le explicase como estaba, pero dado que el médico seguía mirando la carpeta se atrevió a preguntar.

 

-¿Que ha pasado? -fue lo único que se le ocurrió.

 

El médico alzo la vista y la miró esperando unos segundos para responder.

 

-La atropellaron, llego al hospital bastante grave. Tenia una brecha bastante grande en la cabeza la cual limpiamos y cosimos, tiene varias fracturas a lo largo de su brazo derecho imagino que por el impacto contra el suelo o contra el parabrisas, también tiene múltiples heridas y traumatismos a lo largo de su cuerpo y dos costillas rotas y ademas tiene un esguince bastante grave en su tobillo, pero el mayor problema ha sido una perforación en su pulmón debido a un cristal que se le incrusto en el costado. Debido a eso la tuvimos que operar de urgencia, retirar el cristal y ver la gravedad de la herida. Durante la operación tuvimos que reanimarla ya que tuvo un paro cardíaco, pero se soluciono rápidamente y pudimos centrarnos en su pulmón. Hicimos lo que pudimos, pero todavía no esta fuera de peligro, así que tenemos que ver como evoluciona.

 

Dana lo miró con la boca abierta y sin saber que decir después de toda la información que acababa de recibir de golpe.

 

-¿Desea que avisemos a alguien? - prosiguió el médico al ver que Dana no decía nada.

 

-Eh.. -balbuceo Dana intentando asimilar todo- No, no quiero que avisen a nadie – sentenció.

 

-¿Segura? En estos casos ayuda mucho tener a alguien a su lado.

 

-Estoy segura – afirmó.

 

-Bueno, como desee – dijo el médico volviendo a mirar su carpeta – Ahora vendrá una enfermera y le dará algo para el dolor, que seguramente le dormirá, cuando se despierte creo que ya la habremos llevado a una habitación para que esté más tranquila – después de decir eso el médico comenzó a alejarse en dirección, imagino, a su siguiente paciente.

 

-¡Un momento! - le llamó Dana haciendo que el médico la mirase y se volviese a acercar a ella – Me gustaría saber como se encuentran el chico y la chica que están implicados en el mismo accidente que yo.

 

El médico la miró, sopesando si responderle o no, pero al final dijo:

 

-No puedo darle ese tipo de información si no es un familiar... -dijo un poco incomodo.

 

-Por favor... no quiero saber cosas medicas, solo si están vivos – suplicó Dana.

 

El médico suspiró.

 

-El chico estaba muy grave y no ha sobrevivido.... -dijo en apenas un susurro y después se alejo, sin darle oportunidad a Dana a detenerle.

 

Dana se quedo mirando al infinito pensando. Eso significaba que al menos la chica si había sobrevivido, después de todo no estaba tan grave como el marido.

Una enfermera la saco de sus pensamientos ya que se había acercado a ella, introduciéndole en la vía un nuevo medicamento y después se alejó dejándola sola de nuevo.

Pero no tardo en adormecerse lentamente hasta que al final cerró los ojos volviendo a la oscuridad.

 

De nuevo unos ruidos la devolvieron a la realidad, pero esta vez eran unos ruidos diferentes, eran voces, susurros cerca de ella que aun no conseguía descifrar.

Volvió a abrir los ojos lentamente y tardó unos segundos en conseguir enfocar bien la vista, cuando por fin lo consiguió se encontró en una habitación, pero no se encontraba sola, junto a ella dos personas se arremolinaban alrededor de la otra cama que ocupaba la habitación. Parece ser que tendría que compartir habitación.

 

-¿Segura que estas bien? -oyó proveniente del único hombre de la habitación.

 

Dana esperó a ver si oía la respuesta pero en vez de eso se produjo un silencio incomodo que hizo que Dana se girara para ver que es lo que estaba ocurriendo. Y lo que se encontró nadie podría habérselo imaginado, por lo menos ella.

 

La persona que se encontraba en la cama de al lado suyo era Lidia, envuelta en vendas, no tantas como Dana pero si tenia bastantes y por si fuera poco la estaba mirando fijamente.

Poco a poco las demás personas que se encontraban en la habitación siguieron la mirada de Lidia y descubrieron que las dos se estaban mirando ignorando a todos los demás. Dana frunció el ceño confundida. No era normal que dos personas implicadas en un accidente las pusieran en la misma habitación, eso podría ocasionar muchos problemas.

 

-¿Estas bien? -susurró de repente Dana sin saber muy bien porque.

 

Lidia la siguió mirando impasible.

 

-¿Nos conocemos? -preguntó confundida.

 

En ese momento Dana enrojeció avergonzada.

 

-Yo estaba en el accidente y.... -comenzó a decir pero el señor que había hablado antes le interrumpió

 

-¿Tu fuiste la causante de todo esto? -le gritó mientras se acercaba peligrosamente a ella.

 

Dana se encogió en la cama asustada. ¿Que narices estaba pasando allí?

 

Por suerte, de repente dos personas abrieron la puerta y se introdujeron en la habitación haciendo que el señor se quedara a medio camino sorprendido por la intromisión.

 

-Buenos días -dijo uno de los señores que acaban de entrar- somos de la policía -miró a Dana y luego a Lidia- Nos gustaría hablar con vosotras un momento -desvió la mirada hacia las demás personas de la habitación- a solas.

 

A regañadientes fueron saliendo uno a uno dejándolos solos.

 

-Bueno -dijo el otro policía mientras sacaba un pequeño cuaderno de bolsillo y lo abría- Nos ha informado el medico que usted -miró a Lidia- padece una leve amnesia debido al golpe y al shock del accidente, ¿es cierto?

 

Lidia simplemente asintió.

 

-Bien, me gustaría que me dijese lo que recuerda del accidente.

 

-Ehh... -empezó a decir Lidia- del accidente en sí no recuerdo nada...

 

-Pues cuénteme hasta donde recuerde -dijo el policía mientras cogía un boli de su chaqueta dispuesto a escribir sobre el cuaderno.

 

-Pues... estábamos mi... -Lidia trago saliva y los ojos se le llenaron levemente de lágrimas- mi marido y yo cenando... era nuestro aniversario y...

 

-¿Bebieron? -interrumpió el policía

 

-Pues... -se calló un momento intentando recordar- una copa de vino mientras cenábamos...

 

-Según los análisis echos a su marido, él superaba la máxima tasa de alcohol permitida -afirmó el policía mirándola inquisidor.

 

-Si... a lo mejor bebió un poco mas, por eso quise conducir yo, pero no me dejo, yo seguí insistiendo pero me comenzó a gritar y estábamos discutiendo y... -se detuvo y volvió a tragar saliva- lo siguiente que recuerdo es estar en la ambulancia...

 

-Ajam... -dijo el policía mientras apuntaba cosas en su cuaderno y cuando termino se dirigió a Dana- ¿Podría decirme usted que es lo que ocurrió después de eso?

 

Dana le miró mientras meditaba, después dirigió su vista hacia Lidia, que había comenzado a llorar sin poder evitarlo. Suspiro decidiendo que ya había sufrido suficiente como para ahora echarle todas las culpas a ella, ademas Dana sabia perfectamente, que ya se culpaba ella lo suficiente.

 

-Fue mi culpa -sentenció de repente haciendo que todos la mirasen sorprendidos.

 

-¿Perdone? -le preguntó el policía.

 

-Que fue mi culpa, iba escuchando música y pensando en mis cosas y cruce de repente y sin mirar, les fue imposible esquivarme -Dana miró fijamente al policía esperando que de esa forma sonase más sincero, aunque en cierta manera, era todo verdad.

 

El silencio inundo la habitación solo mitigado por los leves sollozos de Lidia, que después de la sorpresa había vuelto a llorar.

 

-¿Está segura de eso?

 

-Por supuesto -afirmó Dana.

 

El policía volvió a escribir en su cuaderno y después lo cerró, volviéndolo a guardar junto con el boli.

 

-Bueno, volveremos en unos días a hablar con ustedes de nuevo -y dicho eso salieron por la puerta dejándolas a las dos solas.

 

Dana se quedó mirando la puerta por donde se habían ido, no quería girarse y mirar a Lidia porque sabia que su mirada estaba clavada en ella de nuevo.

 

Pasó poco tiempo hasta que los familiares de Lidia volvieron a la habitación, seguidos de una enfermera con cara de pocos amigos.

 

-Exijo que cambien de habitación a mi hija -dijo el señor que había amenazado a Dana.

 

-Lo siento señor, estamos desbordados -le respondió la enfermera mientras examinaba a Dana.

 

-¿Cuanto quiere? El dinero no es problema – insistió.

 

La enfermera se detuvo en seco y lo miro lanzando llamas por los ojos.

 

-No se de que clase de lugar viene, pero aquí no va a solucionar nada con dinero – y dicho eso se encamino a la puerta para irse.

 

-Eh... disculpe... -dijo Dana tímidamente.

 

La enfermera se giro aun con llamas en los ojos.

 

-No se si me podría traer algo de agua... tengo la boca seca -se detuvo un momento- iría yo pero... -sonrió tiernamente mientras se encogía de hombros mirando su cuerpo vendado.

 

-Claro que si hija -le respondió la enfermera cambiando completamente su expresión a una amable- en seguida te la traigo.

 

-Gracias -le dijo Dana mientras la otra salia de la habitación.

 

-¡Lo que me faltaba! -bramó el padre de Lidia.

 

Lidia mientras tanto miraba al vacío, sin parecer percatarse de nada de lo que ocurría a su alrededor.

 

Unos minutos más tarde volvió la enfermera con el agua, elevó la cama de Dana para que se pudiera incorporar y le tendió el vaso para que bebiese.

 

-¿Necesitas algo mas cariño? -le preguntó amablemente.

 

-Bueno... -dijo Dana después de beber un poco- No se si sabrá donde se encuentran mis cosas... Traía conmigo una mochila.

 

-Ah si, por supuesto -la enfermera se dirigió hacia el armario, lo abrió y saco de él la mochila acercándosela después a Dana- aquí tienes cariño.

 

Dana dejó el vaso en la mesilla, cogió su mochila colocándola a su lado en la cama y después miró a la enfermera sonriéndole.

 

-Muchas gracias... ehh...

 

-Luisa, me llamó Luisa cariño -continuo la enfermera completando su frase- Si necesitas cualquier otra cosa pulsa este botón y vendré – dijo señalando una especie de interruptor que se encontraba a su lado.

 

Dana simplemente asintió.

 

-Por cierto, me dijo el médico que te volviera a preguntar si no deseas que avisemos a alguien para que venga a visitarte – continuo Luisa.

 

-Eh... -Dana se mordió el labio mientras desviaba la mirada- No... no hay nadie a quien llamar.

 

-¿Segura cariño? -insistió Luisa- ¿Ni a tus padres, hermanos, algún amigo, nadie?

 

Dana se froto los ojos intentando ocultar su nerviosismo.

 

-No, no tengo a nadie -sentenció.

 

-De acuerdo cariño -dijo Luisa con un tono de tristeza- Como te dije, cualquier cosa me llamas – y dicho eso salio por la puerta, no sin antes lanzar una mirada de odio hacia el padre de Lidia.

 

Dana cogió su mochila de nuevo, mientras notaba las miradas airadas de la familia de Lidia, por suerte, estaba acostumbrada a esa clase de miradas, y cogió su ipod, que milagrosamente había sobrevivido al accidente y lo colocó dispuesta a escuchar música y así aislarse de todo.

Por lo menos, esa había sido su intención al principio, pero en cuanto se colocó los cascos noto como el padre de Lidia hablaba alteradamente con su hija y eso llamó más su atención. Así que fingió escucharla mientras no perdía detalle a cada palabra que se hablaba en esa habitación.

 

-No tenia que haberte dejado venir a este país... -decía el padre mientras daba vueltas por la habitación y se acariciaba la cabeza en un signo de nerviosismo.

 

-No tengo 5 años para necesitar de tu permiso... -susurró Lidia.

 

El padre se giro mirándola airado.

 

-¡Da igual la edad que tengas, sigues siendo mi hija!

 

-¡Pero no tú esclava! -le respondió Lidia en el mismo tono.

 

El padre se sentó, con expresión agotada.

 

-Es que no lo entiendo... -levantó la cabeza y la miro a los ojos tristemente- te iba muy bien en México, la gente te estaba empezando a conocer. ¿Porque quisiste venirte a España?

 

Lidia desvió la mirada y la dirigió a la ventana donde se quedó mirando el cielo.

 

-Necesitaba crecer como persona, y bajo tu sombra nunca lo iba a conseguir –suspiró y se le escapó una lágrima- Pero ya todo da igual, él ya no está por mi culpa y ya no tengo nada por lo que crecer, así que me volveré a México contigo ¿contento?

 

El padre se levantó y se acercó a ella, cogiendola de la mano suavemente.

 

-Claro que no estoy contento pequeña... -se mordió el labio avergonzado- Siento haberme comportado así... pero solo la idea de perderte... -se le hizo un nudo en la garganta que le impidió continuar.

 

-Lo se... -dijo Lidia sin ni siquiera mirarle mientras retiraba su mano para que no se la agarrase- Por favor, quiero estar sola... -susurró.

 

El padre se incorporó y la miró destrozado.

 

-¿No quieres que se quede tu hermana contigo? -dijo señalando con la cabeza a la chica que los acompañaba en la habitación y la cual no había dicho ni una palabra.

 

Lidia negó lentamente mientras seguía mirando el cielo y poco a poco el padre y la hermana abandonaron la habitación, dejándolas solas.


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