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Cuando ya no queda nada por Chana

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Nada más que salieron de la habitación Lidia comenzó a llorar desconsoladamente. Al principio intentaba ahogar los sollozos, supongo que para que no se notara tanto que estaba llorando, pero al poco tiempo desistió de su empeño y lloro y lloro sin preocuparse de nada más.

 

Mientras tanto, Dana la miraba de reojo, intentando que no se notase lo mucho que le dolía verla llorar. Era algo que le pasaba desde que tenia memoria, cada vez que veía a alguien llorar se le hundía el mundo y hacia lo que pudiese por consolar a esa persona y volverla a ver sonreír. Pero de pequeña todo era mas fácil y hacia ya tiempo que se había dado cuenta que hay cosas que simplemente no se pueden consolar y que hay que sacarlas sea como sea.

 

Sabia que este era uno de esos casos y eso producía que se sintiera aun peor.

 

Con el paso del tiempo, poco a poco, Lidia fue dejando de llorar.

 

-Deberías dejar de escuchar conversaciones ajenas -dijo de repente Lidia cuando se calmó.

 

-¿Perdón? -dijo Dana confundida mientras se quitaba los cascos.

 

Lidia se giro y la miro a los ojos con una mirada penetrante.

 

-Antes nos estabas escuchando.

 

-Estaba escuchando música -le respondió ofendida.

 

-Fingías escucharla, que es distinto.

 

-¿Y como estas tan segura? -le recrimino.

 

Lidia señalo el cristal de la ventana y después volvió a mirarla.

 

-Te veía por el reflejo del cristal y no podías esconder tus expresiones a cada palabra que se pronunciaba.

 

Dana se quedó con la boca abierta y enrojeció avergonzada por haber sido descubierta. Así que en realidad no estaba mirando al cielo tan ensimismada, la estaba mirando a ella y no le quitaba los ojos de encima. ¿Porque?. Pero enseguida se recuperó y respondió segura de si misma.

 

-¿Y? ¿Que pasa si estaba escuchando? Tendrás que acostumbrarte, ya no tienes intimidad para ese tipo de cosas.

 

-Por suerte pronto me iré de aquí y no volveré a verte, gracias a Dios -dijo para después girarse dándole la espalda y dando la conversación por concluida.

 

Dana suspiró y conectó la música, intentando alejarse de este mundo y relajarse.

 

Pasaron el día sin volver a dirigirse la palabra y dado que estaban las dos solas en aquella habitación fue una situación bastante incomoda, sobretodo para Dana, que no sabia como comportarse y ademas no podía apenas moverse. Hasta tuvieron que ayudarla para ir al baño.

No sentirse útil consigo misma, no poder valerse sola era algo que Dana no soportaba . Desde pequeña ella había sido la que solucionaba todos los problemas, la que sobrevivía sin pedir ayuda a nadie, aunque tampoco es que se la hubieran ofrecido. Y en las pocas situaciones que veía que no podía solucionar un problema se sentía con las manos y los pies atados, le frustraba gravemente esas situaciones.

Por desgracia, en esos momentos, su situación era mucho peor. No se podía mover y no podría hacerlo en bastante tiempo, pero aparte de eso, todavía le quedaban pendientes muchos problemas que llevaba consigo antes del accidente y más problemas aun debido al accidente mismo. Tenía que encontrar un sitio donde vivir y sobretodo una manera para pagarlo y tal como están las cosas actualmente, era algo bastante complicado de conseguir.

Por suerte mientras siguiera en el hospital no le faltaría una cama y 3 comidas calientes al día.

 

La noche llegó mas rápido de lo que normalmente lo hacia, o es que simplemente los medicamentos para el dolor hacia que todo fuera mas rápido o mas lento de lo normal, dependiendo de la situación.

 

Se quedó dormida enseguida, sin preocupaciones ni nada gracias a la magia de los medicamentos. Pero no fue una noche tranquila y sinceramente, Dana lo que necesitaba era descansar, bastante, pero como todo en esta vida es inesperado y te sorprende en cada camino que tomas.

 

Cuando ya eran altas horas de la madrugada unos ruidos y leves gritos la despertaron. Abrió los ojos asustada y gracias a la luz de la luna vio como Lidia se movía por la cama como si estuviera poseída mientras decía palabras sin sentido.

 

-¡No! No me dejes... Lo siento.... -decía entra sollozos y lágrimas- ¡Vuelve conmigo! Por favor.... no puedo mas....

 

-Dios... -dijo de repente Dana intentando asimilar la situación ya que todavía seguía un poco dormida.

 

Pero de repente Lidia comenzó a golpearse a si misma con los puños y a arrancarse las vendas sin ningún cuidado.

 

Dana se sentó en la cama rápidamente y apoyando solo un pie en el suelo, ya que el otro no podía apoyarlo se impulso para llegar a la otra cama. Lo consiguió aunque todo su cuerpo se resintiese y el dolor volviera a invadirle.

 

Se sentó en la cama de Lidia y colocó su cuerpo sobre ella mientras intentaba sujetarle las manos para que no se golpease más, cosa complicada ya que solo tenia una mano.

 

En ese momento se dio cuenta de que Lidia se encontraba dormida, estaba teniendo una pesadilla, horrible al parecer. La sacudió intentando que se despertase pero era inútil, no parecía reaccionar, así que hizo lo único que se le ocurrió para conseguirlo. Cogió un vaso de agua que tenia en la mesilla y le tiro un poco de agua en la cara.

 

-Ahhh -gritó Lidia abriendo los ojos de repente envuelta entre sudor y agua.

 

Respiraba agitadamente y parecía de nuevo en estado de shock.

 

-Shh... -le dijo Dana mientras sujetaba su rostro haciendo que la mirase- Tranquila, todo esta bien, ya paso... -le acaricio la mejilla.

 

Lidia la miraba con la boca abierta de la impresión que todavía la embargaba hasta que de repente su expresión cambió y la miró con ojos confundidos y expectantes. Como si acabara de descubrir algo que llevaba toda su vida buscando.

 

-Tú... -dijo de repente.

 

-Ehh... si, yo -le respondió Dana sin saber muy bien que decir.

 

-Estabas allí... -siguió diciendo Lidia con la mirada perdida- llena de sangre...

 

-¿Allí donde? -preguntó confundida.

 

Lidia ignoró la pregunta, parecía que ni siquiera la estaba escuchando mientras levantó la mano y se tocó la cabeza, donde tenia la herida.

 

-Te arrancaste la manga y... me ayudaste.... si no fuera por ti, ahora estaría muerta... juntó con... -una lágrima se deslizo por su mejilla y parpadeo varias veces para después desviar la mirada- A lo mejor eso hubiera sido lo mejor...

 

-No digas esas cosas... -susurró Dana acariciándole la cabeza suavemente- Duérmete...

 

Lidia poco a poco, debido a la caricia o a que ya se había tranquilizado fue cerrando los ojos hasta volverse a perder entre sueños.

 

Cuando Dana estuvo segura de que se había quedado tranquilamente dormida, volvió a su cama con otro salto y se tumbó mientras suspiraba agotada y dolorida.

 

Volvió a intentar dormirse pero un malestar general la invadía, no solo mental, sino también físico. Le estaba costando respirar con normalidad y un sabor a metal llenaba su boca.

Dio vueltas en la cama esperando que se le pasase hasta que un gran pinchado invadió su pecho que provocó que ahogara un grito de dolor.

Se levantó el camisón lentamente hasta llegar a su costado donde se encontraba la herida, que en esos momentos se encontraba cubierto de gasas y vendas llenas completamente de sangre.

 

-Me cago en... -maldijo.

 

En el forcejeo debieron habersele abierto la herida... y eso podría empeorar mucho su actual situación.

No quería volver al quirógrafo, o que volviera el médico pero no era una inconsciente y sabia que si no le miraban eso pronto su vida podía peligrar de nuevo.

Así que cogió el interruptor que le había señalado Luisa y lo pulsó.

A los pocos segundos apareció una enfermera por la puerta y se le acercó.

 

-¿Que ocurre? -le susurró para no despertar a Lidia.

 

Dana no dijo nada, simplemente volvió a levantarse el camisón y le enseño las vendas. La cara de la enfermera se torno sombría y rápidamente cogió el teléfono de la habitación

 

-Que venga un médico rápidamente a la habitación 304 - y colgó.

 

Se volvió a acercar a ella y poco a poco fue rasgando las vendas hasta llegar a su piel, se las terminó de quitar y observó el corte que atravesaba su costado, el cual se encontraba lleno de sangre y ligeramente abierto.

 

El médico no tardó mucho en aparecer y en examinar su herida, parecía verdaderamente preocupado.

 

-Siento el sabor de la sangre en la boca... -dijo Dana de repente.

 

El médico y la enfermera la miraron algo asustados.

 

-Creo que vamos a tener que operarte de nuevo...-le dijo el médico- No te preocupes, no debe de ser nada grave.

 

Pero ni siquiera él parecía muy convencido con esas palabras.

Enseguida la sacaron de la habitación llevándola por largos pasillos hasta el quirógrafo. Cuando llegaron de repente a Dana le dio un ataque de tos y como consecuencia de ello, las arcadas la hicieron vomitar. Cuando se volvió a tumbar en la camilla y antes de que la durmieran noto como una gota de sangre se escapaba por la comisura de sus labios.

 

 


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