En el que se escapa…en el que se siente…
Respiraba agitado mientras corría, las calles estaban resbalosas en el mundo donde el sol no brilla y cayó de bruces lastimándose la palma de sus manos con el pavimento. Escucho a los otros muy cerca, se levanto y corrió al lugar indicado por la vidente. Salió del centro de la ciudad por una calle lateral y paro frente a un colegio de paredes blancas. Un poste se alzaba solitario frente a ella dejando solo un diminuto espacio por el q cruzar. Los perros ladraron a unas cuadras y atravesó sin meditar por la puerta de dimensiones que se abría por entre ese espacio cuántico. Por primera vez sintió los rayos de sol, un sol agonizante q reflejaba el destino del mundo. Shun absorbió ese aire tan extrañamente cálido mientras los mechones verdes se le pegaban a la cara. Apoyo su cabeza en la pared y cerró los ojos sabiendo que su decisión ya no podía cambiar.
Fue una brisa que atravesó las puerta de entrada de la tienda, en el instante justo cuando Hyoga la abría. La dueña de la tienda, una joven baja y sumamente delgada con los cabellos color caoba cayendo como cascada miro más allá del filo del mundo, noto al destino tocar su hombro y pasar de largo.
- Chao Sally- repitió Hyoga a la chica q andaba casi siempre con 90% de alcohol en su sangre.
- Ah? O, si querido- sonrió - espera- busco algo en los cajones y le lanzo unas pastillitas azules.
- Que es esto?- el chico rubio las tomo en el aire y leyó la etiqueta - para el refrió? Si yo nunca me enfermo- río el guardándolas en el bolsillo - nos vemos- con un gesto de la mano se despidió alzando el cuello de su chaqueta y recibiendo el helado aire de la ventisca al salir.
- No son para el- el destino veía los nombres de los libros en la estantería de la tienda de brujería Ojo de gato.
- Quieres te?- pregunto ella estirando sus huesudos brazos enfundados en guantes negros desperezándose, Sally siempre vestía de negro, por lo que era una bruja y según la última encuesta las brujas van de negro y ella era tal vez la más grande de las brujas.
- No le pongas alcohol al mío- pidió el destino, o uno de los tantos destinos, sacudiendo el lustroso y largo cabello negro.
- Aburrido- fue a la trastienda seguida de ese hombre q solo unos pocos podían ver, sirvió dos tasas espesas de un humeante liquido marrón, en una de ellas vacío media botella de licor - ha comenzado verdad?- se sentó en la mesa redonda de la oscura habitación colocando las tazas sobre un mantel rosado, luego saco una baraja del tarot que mezclo rápidamente.
- Creí q no necesitabas Barajas para ver el destino-
- No las necesito, me gustan- eran rojas con flores negros y orlas doradas de un lado, del otro totalmente blancas - a q has venido?-
- Salva a mi hijo - pidió el jugando con el vaho del té que se arremolinaba entre sus afilados dedos.
Ella miro los ojos suplicantes de Camus - sabes q amo a ese muchacho pero ni yo puedo cambiar lo q esta escrito- sentencio triste.