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Twilight por Ian-Kaos

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Notas del capitulo:

Aqui les dejo el segundo capitulo. Estoy muy agradecido por los comentarios recibido. Espero que disfruten de este capitulo.

El día siguiente desperté de un humor excelente. No llovió, aunque persistió la nubosidad densa y oscura, lo cual me permitirá llevar ropa ligera y olvidarme del dichoso impermeable.

 

Salí temprano a pesar de que definitivamente no tenía la necesidad de llegar pronto. Durante la primera clase apenas preste atención. Jessica que se había sentado justo delante de mí junto a Bella, como ella nos había insistido en ser llamada, a su lado no paraba de charlotear sobre cualquier cosa insustancial.

 

Yo me dedique toda la clase a modificar el cuerpo de Bella para dejarla... como decirlo... sin ningún olor.  Sabia que era malo bloquear la sudoración de una persona por eso no la bloquee simplemente la canalice hacia otros métodos de secreciones corporales. Se que si le contase esto a alguien me llamaría de todo menos bonito. Pero yo tenía la absurda necesidad de hacerle las cosas un poco más fáciles a Edward Cullen a pesar de que ni siquiera lo conocía.

 

Para cuando llego el almuerzo, Isabella Swan era el ser humano menos oloroso del mundo. Cortesía de Ian.

 

Nos sentamos igual que el día anterior e igual que ayer los Cullen se sentaban solos y con las miradas perdidas en ninguna parte y sin hablar entre ellos. Pero a pesar de que fingían terriblemente bien que ignoraban al resto del mundo. Cuando estuvimos sentados en la mesa, hoy quedo Bella sentada junto a mí, me di cuenta de que Edward Cullen tomaba un gran respiro, como si tratas de percibir un aroma que por descontado allí no estaba.

 

Segundos después movió los labios rápidamente y en apenas un susurro el cual no escucharía yo desde esta distancia ni aunque me concentrase en ello. Luego de eso sus hermanos lo miraron un segundo e imitaron su acción. Unos segundos después todos ellos cargaban una expresión de desconcierto en mayor o menor medida. Pero solo Edward Cullen nos miraba. En especial a mí. Me sostuvo la mirada durante lo que me parecieron días hasta que hice algo verdaderamente estupido, le sonreí, lo cual fue suficiente para que el desviase la mirada y yo  volviese a lo mió, comer y charlar con el resto de mis compañeros. Pero aun así no pude evitar escuchar unas risas provenientes de la mesa Cullen.

 

Para cuando llego la clase de Biología yo ya me encontraba de nuevo totalmente sosegado y con la cabeza lo suficientemente fría como para no volver a cometer una imprudencia como la cometida con anterioridad.

 

Me senté en el pupitre contiguo al de Edward y saque mis cosas con toda la tranquilidad del mundo. Estaba consciente de que yo era el que quería entablar una conversación con el. Pero aun así no podía parecer interesado como para ser el que la propiciase. Sabia que el tarde o temprano lo haría, le había dejado las suficientes dudas como para que el mismo buscase un acercamiento para tratar de saber que era yo.

 

Mi instinto no me fallo, bueno a veces lo hacia pero generalmente no así, cuando Edward giro su asiento para encararse conmigo y dijo:

 

-Hola -dijo con una voz tranquila y musical.

 

Yo evite a toda costa que una sonrisa tonta asomase mis labios y me gire con toda la elegancia del mundo y con un aire desinteresado.

 

-Me llamo Edward Cullen -continuó-. No tuve la oportunidad de presentarme la semana pasada. Tú debes de ser Ian.

 

Enarque una deja al mas estilo peliculero. Ahora venia con presentaciones, que hipócrita él sabia perfectamente que yo ya sabía como se llamaba. Pero yo tenía que responderle, si no quedaría como un completo patán ante el adonis que se me presentaba por voluntad propia.

 

- Encantado -le respondí.

 

Quizás el esperaba que yo dijese algo mas o quizás esperaba que le hiciese una presentación formal. Lo cual carecía de sentido él sabia como me llamaba yo.

 

Por surte, el señor Banner empezó la clase en ese momento. Intenté prestar atención cuando explicó que íbamos a realizar una práctica. Las diapositivas estaban desordenadas. Teníamos que trabajar en parejas para identificar las fases de la mitosis de las células de la punta de la raíz de una cebolla en cada diapositiva y clasificarlas correctamente. No podíamos consultar los libros. En veinte minutos, el profesor iba a visitar cada mesa para verificar quiénes habían aprobado.

 

- Empezad -ordenó.

-¿Tú primero? -me ofreció.

 

Alcé la vista y le vi esbozar una sonrisa burlona tan arrebatadora que sólo pude contemplarle como un idiota.

 

-Puedo empezar yo si lo deseas.

 

La sonrisa de Edward se desvaneció. Sin duda, se estaba preguntando si yo era mentalmente capaz.

 

-No -dije, al fin recobrando el control de mi mismo-, yo lo hago.

 

Me lucí un poquito. Ya había hecho esta práctica y sabía qué tenía que buscar. Coloqué la primera diapositiva bajo el microscopio y ajusté rápidamente el campo de visión del objetivo a 40X. Examiné la capa durante unos segundos.

 

-Profase -afirmé con aplomo.

- ¿Te importa si lo miro? -me preguntó cuando empezaba a quitar la diapositiva. Me tomó la mano para detenerme mientras formulaba la pregunta.

 

Tenía los dedos fríos como témpanos, como si los hubiera metido en un ventisquero antes de la clase exactamente a -50ºC, pero no retiré la mano con brusquedad por ese motivo. Cuando me tocó, la mano me ardió igual que si entre nosotros pasara una corriente eléctrica.

 

-Lo siento -musitó y retiró la mano de inmediato, pero alcanzó el microscopio. Lo miré mientras examinaba la diapositiva en menos tiempo aún del que yo había necesitado.

-Profase -asintió, y lo escribió con esmero en el primer espacio de nuestra hoja de trabajo. Sustituyó con velocidad la primera diapositiva por la segunda y le echó un vistazo por encima.

-Anafase -murmuró, y lo anotó mientras hablaba.

- ¿Puedo? -le dije con toda la indiferencia posible.

 

Esbozó una sonrisa burlona y empujó el microscopio hacia mí.

 

Miré por la lente con avidez, comprobando que efectivamente tenía razón. Había acertado.

 

- ¿Me pasas la diapositiva número tres? -extendí la mano sin mirarle.

 

Me la entregó, esta vez con cuidado para no rozarme la piel. Le dirigí la mirada más fugaz posible al decir:

 

-Interfase.

 

Le pasé el microscopio antes de que me lo pudiera pedir. Echó un vistazo y luego hizo el amago de ir a apuntarlo en la hoja que el profesor nos había entregado. Pero seguramente se llevo un gran chasco y una sorpresa al ver que ya lo estaba apuntando yo y lo mejor de todo es que de nuevo volví a lucirme. Copiar caligrafía era algo fácil para mí, imitar su pulcra y elegante letra fue sencillo sobretodo cuando solo tienes que escribir una sola palabra.

 

Acabamos antes que todos los demás. Pero eso me dejaba sin otra cosa que hacer, excepto intentar no mirar a Edward... sin éxito. Lo hice de reojo. De nuevo me estaba observando con ese punto de frustración en la mirada. De repente identifiqué una sutil diferencia en su rostro.

 

- ¿Acabas de ponerte lentillas? -le dije de forma inocente.

 

Mi inesperada pregunta lo dejó perplejo.

 

-No.

-Vaya -musité-. Te veo los ojos distintos.

 

Se encogió de hombros y desvió la mirada.

 

De hecho, estaba seguro de que habían cambiado. Recordaba vividamente el intenso color negro de sus ojos la última vez que miró colérico a Bella justo en la clase de ayer. Un negro que destacaba sobre la tez pálida y el pelo cobrizo. Hoy tenían un color totalmente distinto, eran de ocre extraño, más oscuro que un caramelo, pero con un matiz dorado. Estaba tan seguro de ese cambio como de que el no me estaba mintiendo al decirme que no se había puesto lentillas, era evidente que no lo había hecho yo podría haber notado la diferencia, esto seguramente no era otra cosa si no una diferencia mas entre ellos y los humanos normales.

 

Banner llegó a nuestra mesa para ver por qué no estábamos trabajando y echó un vistazo a nuestra hoja, ya rellena. Entonces miró con más detenimiento las respuestas.

 

-En fin, Edward, ¿no crees que deberías dejar que Ian también mirase por el microscopio?

-En realidad, el identificó tres de las cinco diapositivas.

 

El señor Banner me miró ahora con una expresión escéptica.

 

- ¿Has hecho antes esta práctica de laboratorio? -preguntó.

 

Sonreí con timidez. ¡Pillado!

 

-Con la raíz de una cebolla, no.

- ¿Con una blástula de pescado blanco?

-Sí.

 

El señor Banner asintió con la cabeza.

 

- ¿Estabas en un curso avanzado en Florida?

-Sí.

-Bueno -dijo después de una pausa-. Supongo que es bueno que ambos seáis compañeros de laboratorio. Giró y se alejó de nosotros murmurando- Así los otros chicos tienen la oportunidad de aprender algo por sus propios medios. -casi en un susurro.

 

-Bueno ¿Qué tal lo llevas? -preguntó Edward. Yo lo mire escéptico -El clima me refiero.

 

Parecía que se esforzaba por entablar conversación y yo no pude evitar sonreír internamente. No estaba seguro de si quería hacerse amigo mió para saber que era yo o que sabia de ellos pero el caso me importaba poco yo disfrutaría de la charla amenamente.

 

-Bastante bien -dije con una sonrisa tranquila -Pensé que iba a sobrellevarlo peor teniendo en cuenta que generalmente he vivido en estados mas soleados y calurosos que Washington pero no me desagrada la lluvia y el frío, quizás hasta lo agradezco aquí al menos se puede respirar aire sin la ingesta mesurada de humedad que conllevaba en Florida.

-¿Viajas mucho? -pregunto, no pude evitar darme cuenta de que aquella sencilla respuesta mía parecía haberle interesado mas de lo normal.

-No mucho -dije saliéndome por la tangente -. Solo he estado en un par de sitios. Y planeo quedarme aquí al menos hasta graduarme. Luego si tengo algo de suerte y consigo una buena beca quizás valla a alguna buena universidad.

 

Pude notar en sus expresión que se debatía entre una pregunta o en como plantearla. Porque finalmente me hizo la que según creo considero menos "hiriente"

 

-¿Vives solo? -y su voz parecía inocente -. No pude evitar darme cuenta de que no tienes un apellido. Al menos los profesores no lo usan.

 

Yo me tome mi tiempo para contestar.

 

-Ya sabes, lo típico -dije con toda la naturalidad del mundo -. Soy huérfano, o al menos eso creo, desde que tengo uso de razón he estado solo. Y no tuve interés en tener un apellido falso. Pero había estado pensando en ponerme algún apellido de esos que son tan comunes y corrientes. Algo así como Ian Smith.

 

Parecía sorprendido por la frialdad con la que hablaba sobre el tema, pero yo no pensaba ponerme en evidencia ni delante de él ni delante de nadie.

 

-Lo siento -dijo como si estuviese avergonzado por haber preguntado algo así.

-No tienes porque disculparte -dijo quitándole importancia al asunto -. No puedes echar de menos lo que nunca has tenido.

-En tal caso ¿Por qué viniste aquí? -pregunto.

 

Yo sopese la pregunta. Hasta ahora muchos me lo habían preguntado y yo había respondido con toda la diplomacia correspondiente. Pero no quería mentirle a Edward no cuando sabia que en algún momento de todo esto él iba a ser algo así como mi amigo y cuando le contase todo seguramente no se tomase a bien que le hubiese mentido. Así que suspire abatido; nueva diplomacia.

 

-En realidad estoy escapando del servicio de menores -dije mientras le dedicaba una sonrisa tentadora. Como si yo fuese un chico malo.

 

Lo vi en su expresión. Por unos instantes vacilaba entre reírse o poner cara de incredulidad. Supongo que finalmente se impuso la histeria o quizás no quería o podía creerme. Pero cuando vio que yo no me reía como si fuese una broma puso cara de incredulidad.

 

-¿Lo dices en serio?

-Tan enserio como que este es mi color de pelo y no teñido -y no pude evitar poner una sonrisa ladeada.

-¿Y no tienes miedo? Ahora se tu secreto -dijo de forma tentativa.

-Definitivamente no sabes mi secreto. Indudablemente sabes un secreto -dije divertido -. Pero se que no dirás nada, no se porque me das esa sensación. Y en el caso de que si lo dijeses. Tengo ciertas formas de enterarme si lo haces y si llegado el momento viniesen a por mí. Cuando llegasen yo ya no estaría aquí.

 

El pareció sopesar mis palabras con más seriedad que con anterioridad.

 

-Pareces muy seguro de que no voy a delatarte -dijo pretendiendo intimidarme seguramente o al menos su expresión así lo sugería -. Igual de confiado como con el hecho de que llegado el caso podrías escaparte.

-Se que no dirás nada -dije de forma muy segura -. Y si lo hicieses estoy totalmente seguro de que podría escapar sin que me atrapasen.

-¿Qué te hace estar tan seguro de que no diré nada? -interrogo inclinándose aun mas sobre mi, como si eso fuese posible.

-Estas lo suficiente interesado en mi como para no delatarme. Si eso conlleva que me valla antes de que hayas podido saciar tu curiosidad -comente de forma tranquila como si hablase del clima mientras me dejaba caer sobre el espaldar de mi asiento y le miraba desde la distancia-. Y créeme si yo desaparezco nunca más volverías a verme.

 

Y sin necesidad de que el me lo dijese leí en su expresión que creía en mis palabras por mas absurdas que le hubieran parecido.

 

El señor Banner llamó al orden a la clase en ese momento, le miré y escuché con alivio. Durante nuestra conversación había parecido absorto, pero ahora, al mirarlo de soslayo, le vi inclinarse de nuevo para poner la máxima distancia entre nosotros y agarrar el borde de la mesa, con las manos tensas.

 

Traté de fingir atención mientras el señor Banner mostraba con transparencias del retroproyector lo que yo había visto sin dificultad en el microscopio, pero era incapaz de controlar mis pensamientos.

 

Cuando al fin el timbre sonó, Edward se apresuró a salir del aula con la misma rapidez y elegancia de siempre. Y, como ayer, le miré fijamente.

 

Bella acudió a mi lado junto a Mike el cual parecía un perrito faldero que llevaba los libros de ella.

 

- ¡Qué rollo! -gimió-. Todas las diapositivas eran exactamente iguales. ¡Qué suerte tener a Cullen como compañero!

-No tuve ninguna dificultad -dije, picado por su suposición.

-Yo tampoco -dijo Bella sin inmutarse.

 

Mike pareció verse en un aprieto por lo que cambio rápidamente de tema.

 

-Hoy Cullen estuvo bastante amable -comentó mientras se ponían los impermeables y yo mi chaqueta. No parecía demasiado complacido.

 

Intenté mostrar indiferencia y dije:

 

-Me pregunto qué mosca le picaría ayer.

 

No presté ninguna atención a la cháchara de Mike mientras nos encaminábamos hacia el gimnasio y tampoco estuve atento la mayor parte de la clase de Educación física. Si exceptuamos el hecho de que me pase toda esta mirando el perfectamente formado cuerpo de Edward Cullen y como este y su hermana se desenvolvía en la clase con más gracilidad incluso que yo.

 

La semana paso con una monotonía que rallaba en lo absurdo. Si no hubiese sido por mis escasas charlas con Edward en las clases de biologías podría haber desconectado totalmente y no me habría dado cuenta como habíamos llegado a ese lunes.

 

Algo había cambiado cuando abrí los ojos por la mañana.

 

Era la luz, algo más clara aunque siguiera teniendo el matiz gris verdoso propio de un día nublado en el bosque. Comprendí que faltaba la niebla que solía envolver mi ventana.

 

Me levanté de la cama de un salto para mirar fuera y gemí casi de placer.

 

 

Una fina capa de nieve cubría el césped y el techo de mi coche, y blanqueaba el camino, pero eso no era lo mejor. Toda la lluvia del día anterior se había congelado, recubriendo las agujas de los pinos con diseños fantásticos y hermosísimos.

 

Comí un cuenco de cereales y bebí un poco de zumo de naranja. La perspectiva de ir al instituto me emocionaba, y me asustaba saber que la causa no era el estimulante entorno educativo que me aguardaba ni la perspectiva de ver a mis nuevos amigos. Si no quería engañarme, debía admitir que deseaba acudir al instituto para ver a Edward Cullen, lo cual era una soberana tontería.

 

Yo era consciente de que su curiosidad con respecto a mi aumentaba exponencialmente con el transcurrir de los días. Lo sabía por su mirada insatisfecha y su expresión ansiosa de información cada vez que hablábamos. Pero yo debía ser realista y dejarme de juegos de muñecas. Una cosa era ser interesante para Edward Cullen y otra muy distinta era gustarle a Edward Cullen.

 

Necesite de todo mi autocontrol para no salir corriendo cual niño y revolcarme sobre la fina capa de nieve sobre el césped y seguir mi camino hacia mi camioneta para ponerme en marcha para ir al instituto.

 

Mientras conducía hacia la escuela, para distraerme de mi temor a sucumbir, a entregarme a especulaciones no deseadas sobre Edward Cullen, pensé en los chicos y chicas de Forks y en la evidente diferencia entre cómo me trataban los adolescentes del pueblo y los de Florida. Tenía el mismo aspecto que en Florida, estaba seguro. Tal vez se debía a que era nuevo en un lugar donde escaseaban las novedades.

 

Mi camioneta no parecía tener ningún problema en avanzar por la carretera cubierta de hielo ennegrecido, pero aun así conducía más despacio de lo acostumbrado  para no causar una escena de caos en Main Street.

 

Cuando llegue al instituto me di cuenta de un error que no debí cometer. Todos en el aparcamiento llevaban cadenas. Mire mi rueda trasera ¿Seria muy sospechoso si las hacia aparecer de la nada? Vale quizás un poco. También podría hacerlas aparecer en la parte trasera de mi camioneta y entretenerme en ponerlas.

 

Estaba de pie junto a la parte trasera del vehículo, intentando encontrar una solución a todo aquel asunto de las cadenas, cuando oí un sonido extraño.

 

Era un chirrido fuerte que se convertía rápidamente en un estruendo. Sobresaltado, alcé la vista.

 

Vi varias cosas a la vez. Nada se movía a cámara lenta, como sucede en las películas, sino que el flujo de adrenalina hizo que mí mente obrara con mayor rapidez, y pudiera asimilar al mismo tiempo varias escenas con todo lujo de detalles.

 

Edward Cullen se encontraba a cuatro coches de distancia, y me miraba con rostro de espanto. Su semblante destacaba entre un mar de caras, todas con la misma expresión horrorizada. Pero en aquel momento tenía más importancia una furgoneta azul oscuro que patinaba con las llantas bloqueadas chirriando contra los frenos, y que dio un brutal trompo sobre el hielo del aparcamiento. Iba a chocar contra la parte posterior del monovolumen, y yo estaba en medio de los dos vehículos. Ni siquiera tendría tiempo para cerrar los ojos.

 

A pesar de todo lo funesto de la situación mi mente se encontraba calmada y trabajaba con su habitual capacidad desarrollada para encargarse de las cosas más importantes. Endurecer mi cuerpo mas halla de la dureza del diamante para evitar que el impacto me matase y registrar con mi visión periférica cualquier otro indicio de peligrosidad, era como un instinto de supervivencia. Y así fue como lo vi. A pesar de que todo iba a "cámara lenta" el se movía con normalidad incluso mas rápido de lo habitual. Desde su coche hasta mi en casi un instante.

 

Me golpeó con fuerza, aunque no desde la dirección que cualquiera esperaba, inmediatamente antes de que escuchara el terrible crujido que se produjo cuando la furgoneta golpeó contra la base de mi coche y se plegó como un acordeón. Me golpeé la cabeza contra el asfalto helado y sentí como Edward con su cuerpo frío y compacto me sujetaba contra el suelo. Estaba tendido en la calzada, detrás del coche color café que estaba junto al mío, pero no tuve ocasión de advertir nada más porque la camioneta seguía acercándose. Después de raspar la parte trasera del monovolumen, había dado la vuelta y estaba a punto de aplastarme de nuevo.

 

Oí decir a Edward una maldición en voz baja. Dos grandes manos blancas se extendieron delante de mí para protegerme y la furgoneta se detuvo vacilante a treinta centímetros de mi cabeza. De forma providencial, ambas manos cabían en la profunda abolladura del lateral de la carrocería de la furgoneta.

 

Entonces, aquellas manos se movieron con tal rapidez que se volvieron borrosas. De repente, una sostuvo la carrocería de la furgoneta por debajo mientras algo me arrastraba. Empujó mis piernas hasta que toparon con los neumáticos del coche marrón. Con un seco crujido metálico que estuvo a punto de perforarme los tímpanos, la furgoneta cayó pesadamente en el asfalto entre el estrépito de las ventanas al hacerse añicos. Cayó exactamente donde hacía un segundo estaban mis piernas.

 

Reinó un silencio absoluto durante un prolongado segundo antes de que todo el mundo se pusiera a chillar. Oí a más de un persona que me llamaba en la repentina locura que se desató a continuación, pero en medio de todo aquel griterío escuché con mayor claridad la voz suave y desesperada de Edward Cullen que me hablaba al oído.

 

- ¿Ian? ¿Cómo estás?

-Estoy bien.

 

Mi propia voz me resultaba extraña. Intenté incorporarme y entonces me percaté de que me apretaba contra su costado con mano de acero.

 

-Ve con cuidado -dijo mientras intentaba soltarme-. Creo que te has dado un buen porrazo en la cabeza.

 

¿Me había golpeado? Casi no lo había sentido. Bien ahora tocaría fingir.

 

- ¡Ay! -exclamé, fingiendo sorpresa.

-Tal y como pensaba...

 

Por increíble que pudiera parecer, daba la impresión de que intentaba contener la risa.

 

Sabía lo que había pasado. Pero no se suponía que yo debería saber que había pasado así que me tocaba llevar este tema con cuidado. ¿Cómo demonios podía mi mente trabajar con tanta tranquilidad con lo que me acababa de pasar?

 

- ¿Cómo demo...?¿Cómo llegaste aquí tan rápido? -dije mientras le miraba a los ojos y me llevaba una mano a la sien donde parecía haberme golpeado y fingía buscar una hinchazón que yo sabia no estaría ahí.

-Estaba a tu lado, Ian -dijo; el tono de su voz volvía a ser serio.

Quise incorporarme, y esta vez me lo permitió, quitó la mano de mi cintura y se alejó cuanto le fue posible en aquel estrecho lugar. Contemplé la expresión inocente de su rostro, lleno de preocupación.

 

¡Que bueno era! Dios como podía mentir con tal descaro y hacerlo tan condenadamente bien. Bueno yo estoy fingiendo ser un humano normal y que tengo un golpe que no recibí. Así que no soy quien para alabarlo...

 

Nos localizaron enseguida. Había un gentío con lágrimas en las mejillas gritándose entre sí, y gritándonos a nosotros.

 

-No te muevas -ordenó alguien.

- ¡Sacad a Tyler de la furgoneta! -chilló otra persona.

 

El bullicio nos rodeó. Intenté ponerme en pie, pero la mano fría de Edward me detuvo.

 

-Quédate ahí por ahora.

-Pero hace frío -me quejé. Me sorprendió cuando se rió quedamente, pero con un tono irónico. ¡Se estaba burlando de mí! Ahora vería-. Estabas allí, lejos -dejó de reírse-. Te encontrabas al lado de tu coche.

 

Su rostro se endureció.

 

-No, no es cierto.

-Te vi.

 

A nuestro alrededor reinaba el caos. Oí las voces más rudas de los adultos, que acababan de llegar, pero sólo prestaba atención a nuestra discusión. Yo tenía razón y él iba a reconocerlo.

 

-Ian, estaba contigo, a tu lado, y te quité de en medio.

 

Dio rienda suelta al devastador poder de su mirada, como si intentara decirme algo crucial.

 

Se que el estaba intentando hacerme creer su versión. Le era necesario para no ser descubierto. Mientras seguramente seguía pensando como salir de toda aquella situación lo mejor parado posible. Pero yo me negué a ponerle las cosas fáciles. No era como si yo le fuese a contar algo a alguien ¿no?

 

-No -dije con firmeza.

 

El dorado de sus ojos centelleó.

 

-Por favor, Ian.

- ¿Por qué? -inquirí.

-Confía en mí -me rogó. Su voz baja me abrumó pero aun así fui consciente de que el muy hipócrita me pedía confianza ocultándome lo que me ocultaba. Aunque bueno yo también era culpable de dicho crimen. Entonces oí las sirenas.

 

- ¿Prometes explicármelo todo después?

-Muy bien -dijo con brusquedad, repentinamente exasperado.

-Muy bien -repetí fingiendo estar enfadado.                    

 

Se necesitaron seis EMT y dos profesores, el señor Varner y el entrenador Clapp, para desplazar la furgoneta de forma que pudieran pasar las camillas. Edward la rechazó con vehemencia. Intenté imitarle, pero me traicionó al chivarles que había sufrido un golpe en la cabeza y que tenía una contusión. Casi me morí de vergüenza cuando me pusieron un collarín. Parecía que todo el instituto estaba allí, mirando con gesto adusto, mientras me introducían en la parte posterior de la ambulancia. Dejaron que Edward fuera delante. Eso me enfureció.

 

Cuando me alejaron del coche en camilla, había visto una abolladura profunda en el parachoques del coche marrón. Encajaba a la perfección con el contorno de los hombros de Edward, como si se hubiera apoyado contra el vehículo con fuerza suficiente para dañar el bastidor metálico.

 

El muy imbecil había dejado evidencias por todos lados. En mi fuero interno roge por que lo solucionaran de alguna forma. O que el perito del seguro lo achacase al golpe de la furgoneta de Tyler.

 

Y luego estaba la familia de Edward, que nos miraba a lo lejos con una gama de expresiones que iban desde la reprobación hasta la ira, pero no había el menor atisbo de preocupación por la integridad de su hermano. Tampoco es como si yo la esperase, quiero decir si el pudiese haberse hecho daño no se habría arriesgado solo por mi ¿verdad?

 

La policía escoltó a la ambulancia hasta el hospital del condado, por descontado. Me sentí ridículo todo el tiempo que tardaron en bajarme, y ver a Edward cruzar majestuosamente las puertas del hospital por su propio pie empeoraba las cosas. Me rechinaron los dientes.

 

Pero tenia cosas más importantes en que pensar. Para empezar tenia que asegurarme de pagarle una buena suma al medico que me tratase para que se quedase con la boca cerradita para que mis datos no llegasen a guardarse en ninguna base de datos del estado.

 

Me condujeron hasta la sala de urgencias, una gran habitación con una hilera de camas separadas por cortinas de colores claros. Una enfermera me tomó la tensión y puso un termómetro debajo de mi lengua. Dado que nadie se molestó en correr las cortinas para concederme un poco de intimidad, decidí que no estaba obligado a llevar aquel feo collarín por más tiempo. En cuanto se fue la enfermera, desabroché el velero rápidamente y lo tiré debajo de la cama.

 

Se produjo una nueva conmoción entre el personal del hospital. Trajeron otra camilla hacia la cama contigua a la mía. Reconocí a Tyler Crowley, de mi clase de Historia, debajo de los vendajes ensangrentados que le envolvían la cabeza. Tenía un aspecto cien veces peor que el mío, pero me miró con ansiedad.

 

- ¡Ian, lo siento mucho!

-Estoy bien, Tyler, pero tú tienes un aspecto horrible. ¿Cómo te encuentras?

 

Las enfermeras empezaron a desenrollarle los vendajes manchados mientras hablábamos, y quedó al descubierto una miríada de cortes por toda la frente y la mejilla izquierda.

 

Tyler no prestó atención a mis palabras.

 

- ¡Pensé que te iba a matar! Iba a demasiada velocidad y entré mal en el hielo...

 

Hizo una mueca cuando una enfermera empezó a limpiarle la cara.

 

-No te preocupes; no me alcanzaste.

- ¿Cómo te apartaste tan rápido? Estabas allí y luego desapareciste.

-Pues... Edward me empujó para apartarme de la trayectoria de la camioneta.

 

Parecía confuso.

 

- ¿Quién?

-Edward Cullen. Estaba a mi lado.

- ¿Cullen? No lo vi... ¡Vaya, todo ocurrió muy deprisa! ¿Está bien?

-Supongo que sí. Anda por aquí cerca, pero a él no le obligaron a utilizar una camilla.

 

Luego me llevaron en silla de ruedas para sacar una placa de mi cabeza. Les dije que no tenía heridas, y estaba en lo cierto. Ni una contusión. Pregunté si podía marcharme, pero la enfermera me dijo que primero debía hablar con el doctor, por lo que quedé atrapado en la sala de urgencias mientras Tyler me acosaba con sus continuas disculpas. Siguió torturándose por mucho que intenté convencerle de que me encontraba perfectamente. Al final, cerré los ojos y le ignoré, aunque continuó murmurando palabras de remordimiento.

 

- ¿Estará durmiendo? -preguntó una voz musical. Abrí los ojos de inmediato.

 

Edward se hallaba al pie de mi cama sonriendo con suficiencia. Le fulminé con la mirada. No resultaba fácil... Hubiera resultado más natural comérselo con los ojos.

 

-Oye, Edward, lo siento mucho... -empezó Tyler.

 

El interpelado alzó la mano para hacerle callar.

 

-No hay culpa sin sangre -le dijo con una sonrisa que dejó entrever sus dientes deslumbrantes. Se sentó en el borde de la cama de Tyler, me miró y volvió a sonreír con suficiencia. Pero yo me había dado cuenta de que su frase para cortar a Tyler había sonado como un chiste privado y personal.

 

- ¿Bueno, cuál es el diagnóstico?

 

-No me pasa nada, pero no me dejan marcharme -me quejé-. ¿Por qué no te han atado a una camilla como a nosotros?

 

-Tengo enchufe -respondió-, pero no te preocupes, voy a liberarte.

 

Entonces entró un doctor y me quedé boquiabierto o lo abría hecho si yo fuese un humano normal y corriente. Era joven, rubio y más guapo que cualquier estrella de cine, aunque estaba pálido y ojeroso; se le notaba cansado. A tenor de lo que me habían dicho, ése debía de ser el padre de Edward.

 

-Bueno, señor Smith -dijo el doctor Cullen con una voz marcadamente seductora-, ¿cómo se encuentra?

 

-Estoy bien -repetí, ojala fuera por última vez.

 

Se dirigió hacia la mesa de luz vertical de la pared y la encendió.

-Las radiografías son buenas -dijo-. ¿Le duele la cabeza? Edward me ha dicho que se dio un golpe bastante fuerte.

 

-Estoy perfectamente -repetí con un suspiro mientras lanzaba una rápida mirada de enojo a Edward.

 

El médico me examinó la cabeza con sus fríos dedos. Se percató cuando fingí un gesto de dolor.

 

- ¿Le duele? -preguntó.

-No mucho -mentí, no me dolía nada.

 

Oí una risita, busqué a Edward con la mirada y vi su sonrisa condescendiente.

 

Entrecerré los ojos con rabia.

 

-De acuerdo. Se puede ir a casa, pero debe regresar rápidamente si siente mareos o algún trastorno de visión.

- ¿No puedo ir a la escuela? -inquirí imaginándome cual seria la respuesta.

-Hoy debería tomarse las cosas con calma.

 

Fulminé a Edward con la mirada.

 

- ¿Puede él ir a la escuela?

-Alguien ha de darles la buena nueva de que hemos sobrevivido -dijo con suficiencia.

-En realidad -le corrigió el doctor Cullen- parece que la mayoría de los estudiantes están en la sala de espera.

-Obviamente -dije con toda tranquilidad -Estamos hablando del instituto de Forks.

 

El doctor Cullen enarcó las cejas pero no dijo nada.

 

Saque las piernas por el borde de la camilla y me levante. Me tambaleé y el doctor Cullen me sostuvo. Parecía preocupado.

 

-Me encuentro bien -volví a asegurarle. No tenía nada que ver con mi no existente golpe en la cabeza. Esto era un efecto segundario de haber modificado todo mi cuerpo rápidamente para ser más duro que el diamante. Estaría como drogado durante todo el día e iba a necesitar mis buenas doce horas de descanso para dejar que mi cuerpo se estabilizase nuevamente.

 

-Tome unas pastillas de Tylenol contra el dolor -sugirió mientras me sujetaba.

-No me duele mucho -insistí.

-Parece que ha tenido muchísima suerte -dijo con una sonrisa mientras firmaba mi informe con una fioritura.

-La suerte fue que Edward estuviera a mi lado -le corregí mirando con dureza al objeto de mi declaración.

-Ah, sí, bueno -musitó el doctor Cullen, súbitamente ocupado con los papeles que tenía delante. Después, miró a Tyler y se marchó a la cama contigua. Estuve seguro de que el doctor estaba al tanto de todo.

-Lamento decirle que usted se va a tener que quedar con nosotros un poquito más -le dijo a Tyler, y empezó a examinar sus heridas.

 

Me acerqué a Edward en cuanto el doctor me dio la espalda.

 

- ¿Puedo hablar contigo un momento? -murmuré muy bajo. Se apartó un paso de mí, con la mandíbula tensa.

 

-Deberías ir a casa y descansar -dijo entre dientes.

 

Miré al doctor Cullen y a Tyler, e insistí:

 

-Quiero hablar contigo a solas, si no te importa.

 

Me miró con ira, me dio la espalda y anduvo a trancos por la gran sala. Casi tuve que correr para seguirlo, pero se volvió para hacerme frente tan pronto como nos metimos en un pequeño corredor.

 

- ¿Qué quieres? -preguntó molesto.

 

Su mirada era glacial y su hostilidad no me intimidó,  sabia que de ahora en adelante en esta conversación el estaría en actitud defensiva por lo que seguramente me atacaría el a mi para defenderse. Pero eso no me amedrento de mi intención de hacerle ver las cosas y tratar de sacarle algo. Por lo que hablé con más severidad de la que pretendía.

 

-Me debes una explicación -le recordé.

-Te salvé la vida. No te debo nada.

-Me lo prometiste.

 

-Ian, te diste un fuerte golpe en la cabeza, no sabes de qué hablas.

 

Lo dijo de forma cortante. Me enfadé. Me estaba tratando de imbecil yo no tenia ningún golpe en la cabeza. Aunque eso el no lo sabia.

 

-No me pasaba nada en la cabeza.

 

Me devolvió la mirada de desafío.

 

- ¿Qué quieres de mí, Ian?

-Quiero saber la verdad -dije-. Quiero saber por qué miento por ti.

-¿Qué crees que pasó? -preguntó bruscamente.

-Todo lo que sé -le contesté de forma calculada, debía fingir perfectamente- es que no estabas cerca de mí, en absoluto, y Tyler tampoco te vio, de modo que no me vengas con eso de que me he dado un golpe muy fuerte en la cabeza. La furgoneta iba a matarnos, pero no lo hizo. Tus manos dejaron abolladuras tanto en la carrocería de la furgoneta como en el coche marrón, pero has salido ileso. Y luego la sujetaste cuando me iba a aplastar las piernas...

 

Edward me miró con incredulidad, pero su rostro estaba tenso y permanecía a la defensiva.

 

- ¿Crees que aparté a pulso una furgoneta?

 

Su voz cuestionaba mi cordura, sabia que iba a jugar con eso, pero yo sabia lo que había visto, además de que parecía la típica frase perfecta que pronuncia un actor consumado. Apreté la mandíbula y me limité a asentir con la cabeza.

 

-Nadie te va a creer, ya lo sabes.

 

Su voz contenía una nota de burla y desdén.

 

-No se lo voy a decir a nadie.

 

Hablé despacio, pronunciando lentamente cada palabra, quería dejarle en claro que podía confiar en mi y si lo hacia yo confiaría en el, aunque eso el no lo supiese. La sorpresa recorrió su rostro.

 

-Entonces, ¿qué importa?

-Me importa a mí -insistí-. No me gusta mentir, por eso quiero tener un buen motivo para hacerlo.

- ¿Es que no me lo puedes agradecer y punto?

-Gracias.

 

Esperé... inútilmente lo sabia no me lo iba a decir. Tendría que averiguarlo yo mismo.

 

-No vas a dejarlo correr, ¿verdad?

-No.

-En tal caso... espero que disfrutes de la decepción.

 

Enfadados, nos miramos el uno al otro, hasta que al final rompí el silencio intentando concentrarme. Corría el peligro de que su rostro, hermoso y lívido, me distrajera. Era como intentar apartar la vista de un ángel destructor.

 

-¿Por qué te molestaste en salvarme? -pregunté con toda la frialdad que pude.

 

Se hizo una pausa y durante un breve momento su rostro bellísimo fue inesperadamente vulnerable.

 

-No lo sé -susurró.

 

Entonces me dio la espalda y se marchó

 

Me costo horrores llegar por mi propio pie hasta la sala de espera. Cuando llegue me encontré con Bella y los demás chicos. Todos se acercaron a mí para preguntarme que tal estaba. Les dije que bien, pero llegados a este punto y tras la discusión con Edward no me sentía con fuerzas para nada. Me deje guiar por los chicos hasta el estacionamiento y aproveche que Bella se ofreció a acercarme a casa. En mi condición no podría conducir. Seria mejor dejar mi camioneta en el instituto y mañana la recogería.

 

Cuando llegue a casa apenas tuve fuerzas para pasar por la cocina. Tomar el zumo de concentrados vitamínicos que tenia preparado para ocasiones así y llegar a mi cama para caer rendido.

 

Esa fue la primera noche que soñé con Edward Cullen.

Notas finales:

¿Que les parecio? Espero sus comentarios con cualquier tipo de contenido.

Queria comentar que el hecho de que este capitulo con el anterior tengan una publicacion tan cercana es un hecho aislado que podria no repetirse. Tratare de mantener un capitulo por semana pero posiblemente abra veces en las que me sera imposible.

Un salu2 Ian!


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