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Twilight por Ian-Kaos

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Notas del capitulo:

Bueno queria comentar, que  se que muchos piensan que solo estoy copiando la historia y cambiando nombres, pero quiero que sepan que esto es solo en los primeros capitulos y no es algo totalmente cierto. Simplemente es algo necesario dado que voy a utilizar los mismos acontecimientos pero cambiando radicalmente la hisotira.

En mi sueño reinaba una oscuridad muy densa, y aquella luz mortecina parecía proceder de la piel de Edward. No podía verle el rostro, sólo la espalda, mientras se alejaba de mi lado, dejándome sumido en la negrura. No lograba alcanzarlo por más que corriera; no se volvía por muy fuertemente que le llamara. Me desperté en medio de la noche y no pude volver a conciliar el sueño durante un tiempo que se me hizo eterno. Después de aquello, estuvo en mis sueños casi todas las noches, pero siempre en la distancia, nunca a mi alcance.

 

El mes siguiente al accidente fue violento, tenso y, al menos al principio, embarazoso.

 

Para mi desgracia, me convertí en el centro de atención durante el resto de la semana. Tyler Crowley se puso insoportable, me seguía a todas partes, obsesionado con compensarme de algún modo. Intenté convencerle de que lo único que quería era que olvidara lo ocurrido, sobre todo porque no me había sucedido nada, pero continuó insistiendo. Me seguía entre clase y clase y en el almuerzo se sentaba a nuestra mesa, ahora muy concurrida.

 

Nadie pareció preocuparse de Edward, aunque expliqué una y otra vez que el héroe era él, que me había apartado de la trayectoria de la furgoneta y que había estado a punto de resultar aplastado. Intenté ser convincente. Jessica, Mike, Eric y todos los demás comentaban siempre que no le habían visto hasta que apartaron la furgoneta.

 

Me preguntaba por qué nadie más había visto lo lejos que estaba antes de que me salvara la vida de un modo tan repentino como imposible. Con cierta alegría, comprendí que la causa más probable era que nadie estaba tan pendiente de Edward como yo. Nadie más le miraba de la forma en que yo lo hacía.

 

Edward jamás se vio rodeado de espectadores curiosos que desearan oír la historia de primera mano. La gente lo evitaba como de costumbre. Los Cullen y los Hale se sentaban en la misma mesa, como siempre, sin comer, hablando sólo entre sí. Ninguno de ellos, y él menos, me miró ni una sola vez.

 

Cuando se sentaba a mi lado en clase, tan lejos de mí como se lo permitía la mesa, no parecía ser consciente de mi presencia. Sólo de forma ocasional, cuando cerraba los puños de repente, con la piel, tensa sobre los nudillos, aún más blanca, me preguntaba si realmente me ignoraba tanto como aparentaba.

 

Deseaba no haberme apartado del camino de la furgoneta de Tyler. Esa era la única conclusión a la que podía llegar.

 

Tenía mucho interés en hablar con él, y lo intenté al día siguiente del accidente. La última vez que le vi, fuera de la sala de urgencias, los dos estábamos demasiado furiosos. Yo seguía enfadado porque no me confiaba la verdad a pesar de que había cumplido al pie de la letra mi parte del trato. Pero lo cierto es que me había salvado la vida, sin importar cómo lo hiciera, y de noche, el calor de mi ira se desvaneció para convertirse en una respetuosa gratitud.

 

Ya estaba sentado cuando entré en Biología, mirando al frente. Me senté, esperando que se girara hacia mí. No dio señales de haberse percatado de mi presencia.

 

-Hola, Edward -dije en tono agradable para demostrarle que iba a comportarme.

 

Ladeó la cabeza levemente hacia mí sin mirarme, asintió una vez y miró en la dirección opuesta.

 

Y ése fue el último contacto que había tenido con él, aunque todos los días estuviera ahí, a treinta centímetros. A veces, incapaz de contenerme, le miraba a cierta distancia, en la cafetería o en el aparcamiento. Contemplaba cómo sus ojos dorados se oscurecían de forma evidente día a día, pero en clase no daba más muestras de saber de su existencia que las que él me mostraba a mí. Me sentía miserable. Y los sueños continuaron.

 

Sabia lo que el pretendía. Quería evitarme a toda costa. No pensaba arriesgarse a delatarse ante mí. Pero todas esas precauciones habían llegado tarde. Yo ya tenia la certeza de que no era humano, simplemente me faltaba encajar todas las piezas del puzzle de forma que se revelara finalmente su identidad.

 

Yo jugué mis cartas convenientemente. Sabia que el estaba interesado en mi. Pero no sabia con exactitud hasta que punto llegaba ese interés, por lo que comencé a distanciarme de el y a unirme a mi grupo. Especialmente pasaba mucho tiempo con Bella y Mike, más quizás del que era conveniente. No quería que ninguno de ellos malinterpretase la situación. Pero yo debía hacer algo.

 

Pero a pesar de su aparente distanciamiento, yo sabia que aun seguía teniendo un insano interés en mí, tanto así que casi llegaba al punto del acoso. El creía que yo no lo sabía y yo deje que todo siguiese así. Pero por su culpa me había tenido que contener de practicar mis poderes en el bosque aledaño a mi casa, porque el estaba ahí entre la maleza observándome desde la distancia. Y por las noches se colaba en mi casa. Podía parecer que yo era un paranoico pero a pesar de que nunca lo había visto, su olor era inconfundible y todas las mañanas me despertaba con su dulce efluvio picándome la nariz.

 

Por fortuna, la nieve se fundió después de aquel peligroso día. Mike quedó desencantado por no haber podido organizar su pelea de bolas de nieve, pero le complacía que pronto pudiéramos hacer la excursión a la playa. No obstante, continuó lloviendo a cántaros y pasaron las semanas.

 

Mike me hizo tomar conciencia de que se fraguaba otro acontecimiento. El primer martes de marzo me telefoneó y me pregunto si tenía pensado invitar a Bella en la elección de las chicas para el baile de primavera que tendría lugar en dos semanas.

 

- ¿Seguro que no te importa? ¿No pensabas pedírselo? -insistió cuando le dije que no me importaba lo más mínimo.

-No, Mike, no voy a ir -le aseguré.

 

No es que no me gustaría ir ni que no fuese bueno bailando. El hecho en si es que no quería crear conflicto en el grupo y tenía claro que había varias personas interesadas en mí.

 

-Va a ser realmente divertido.

 

Su esfuerzo por convencerme fue poco entusiasta. Sospechaba que Mike disfrutaba más con mi popularidad que con mi compañía.

 

-Diviértete con Bella, si es que decide ir contigo -le bromee.

 

Me sorprendió que al día siguiente no mostrara su efusivo ego de costumbre en clase de Trigonometría y español. Permaneció callado mientras caminaba a mi lado entre una clase y otra, y me dio miedo preguntarle la razón. Si Bella lo había rechazado yo era la última persona a la que se lo querría contar.

 

Mis temores se acrecentaron durante el almuerzo, cuando Bella se sentó lo más lejos que pudo de Mike y charló animadamente con Ángela. Mike estuvo inusualmente callado. Y yo tuve que soportar a una Jessica muy interesada en hacerme ver que no le importaría ir al baile conmigo.

 

Bella continuó en silencio mientras me acompañaba a clase. El aspecto violento de su rostro era una mala señal, pero no abordó el tema hasta que estuve sentado en mi pupitre y ella se encaramó sobre la mesa quizás simulando o queriendo simular una pose provocativa. Como siempre, era consciente de que Edward se sentaba lo bastante cerca para tocarlo, y tan distante como si fuera una mera invención de mi imaginación.

 

-Bueno -dijo Bella, mirando al suelo-, Mike me ha pedido que lo acompañe al baile de primavera.

-Eso es estupendo -conferí a mi voz un tono de entusiasmo manifiesto-. Te vas a divertir un montón con el.

-Eh, bueno... -se quedó sin saber qué decir mientras estudiaba mi sonrisa; era obvio que mi respuesta no le satisfacía-. Le dije que tenía que pensármelo.

- ¿Por qué lo hiciste?

 

Dejé que mi voz reflejara cierta desaprobación, aunque me aliviaba saber que no le había dado a Mike una negativa definitiva. Se puso colorada como un tomate y bajó la vista. La lástima hizo vacilar mi resolución.

 

-Me preguntaba si... Bueno..., si tal vez tenías intención de pedírmelo tú.

 

Me tomé un momento de respiro, soportando a duras penas la oleada de culpabilidad que recorría todo mi ser, pero con el rabillo del ojo vi que Edward inclinaba la cabeza hacia mí con gesto de reflexión.

 

-Bella, creo que deberías aceptar la propuesta de Mike -le dije.

- ¿Se lo has pedido ya a alguien?

¿Se había percatado Edward de que Bella posaba los ojos en él? Lo cual era ridículo, una cosa era ser abiertamente gay y otra muy diferente era presentarme en un baile oficial con una pareja masculina.

-No -le aseguré-. No tengo intención de acudir al baile.

- ¿Por qué? -quiso saber Bella.

 

No deseaba ponerme en un aprieto inventando una excusa barata, por lo que improvisé nuevos planes sobre la marcha.

 

-Ese sábado voy a ir a Seattle -le expliqué. De todos modos, necesitaba salir del pueblo y era el momento perfecto para hacerlo.

- ¿No puedes ir otro fin de semana?

-Lo siento, pero no -respondí-. No deberías hacer esperar a Mike más tiempo. Es de mala educación.

 

-Sí, tienes razón -masculló y, sonrojada, se dio la vuelta para volver a su asiento.

 

Cerré los ojos y me froté las sienes con los dedos en un intento de desterrar de mi mente los sentimientos de culpa y lástima. El señor Banner comenzó a hablar. Suspiré y abrí los ojos.

 

Edward me miraba con curiosidad, aquel habitual punto de frustración de sus ojos negros era ahora aún más perceptible.

 

Le devolví la mirada, esperando que él apartara la suya, pero en lugar de eso, continuó estudiando mis ojos a fondo y con gran intensidad. Me comenzaron a temblar las manos.

 

- ¿Señor Cullen? -le llamó el profesor, que aguardaba la respuesta a una pregunta que yo solo había escuchado vagamente.

 

-El ciclo de Krebs -respondió Edward; parecía reticente mientras se volvía para mirar al señor Banner.

 

Clavé la vista en el libro en cuanto los ojos de Edward me liberaron, intentando centrarme. No era capaz de creer el torrente de emociones que palpitaba en mi interior, y sólo porque había tenido a bien mirarme por primera vez en seis semanas. No podía permitirle tener ese grado de influencia sobre mí. Era patético; más que patético, era enfermizo.

 

Intenté ignorarle con todas mis fuerzas durante el resto de la hora y, dado que era imposible, que al menos no supiera que estaba pendiente de él. Me volví de espaldas a él cuando al fin sonó la campana, esperando que, como de costumbre, se marchara de inmediato.

 

- ¿Ian?

 

Su voz no debería resultarme tan familiar, como si la hubiera conocido toda la vida en vez de tan sólo unas pocas semanas antes.

 

Me volví lentamente. No quería sentir lo que sabía que iba a sentir cuando contemplase aquel rostro tan perfecto. Tenía una expresión cauta cuando al fin me giré hacia él. La suya era inescrutable. No dijo nada.

 

- ¿Qué? ¿Me vuelves a dirigir la palabra? -le pregunté finalmente con una involuntaria nota de petulancia en la voz. Sus labios se curvaron, escondiendo una sonrisa.

-No, en realidad no -admitió.

 

Cerré los ojos e inspiré hondo por la nariz, consciente de que me rechinaban los dientes. El aguardó.

-Entonces, ¿qué quieres, Edward? -le pregunté sin abrir los ojos; era más fácil hablarle con coherencia de esa manera.

-Lo siento -parecía sincero-. Estoy siendo muy grosero, lo sé, pero de verdad que es mejor así.

 

Abrí los ojos. Su rostro estaba muy serio.

 

-No sé qué quieres decir -le dije con prevención.

-Es mejor que no seamos amigos -me explicó-, confía en mí.

 

Entrecerré los ojos. Había oído eso antes.

 

-Es una lástima que no lo descubrieras antes -murmuré entre dientes-. Te podías haber ahorrado todo ese pesar.

- ¿Pesar? -La palabra y el tono de mi voz le pillaron con la guardia baja, sin duda-. ¿Pesar por qué?

-Por no dejar que esa estúpida furgoneta me hiciera puré.

 

Estaba atónito. Me miró fijamente sin dar crédito a lo que oía. Casi parecía enfadado cuando al fin habló:

 

- ¿Crees que me arrepiento de haberte salvado la vida?

-Si no lo es, espero una buena explicación para todo el numerito que llevas montando todo este mes -repliqué con brusquedad.

-No sabes nada.

 

Definitivamente, se había enfadado. Alejé bruscamente mi rostro del suyo, mordiéndome la lengua para callarme todas las fuertes acusaciones que quería decirle a la cara. Recogí los libros y luego me puse en pie para dirigirme hacia la puerta.

 

La hora de gimnasia fue brutal. Cambiamos de deporte, jugamos a baloncesto. Mi equipo solo sabía pasarme la pelota, lo cual era estupendo, pero termine cansándome de tener que hacer yo solo todo el trabajo. Ese día me movía peor de lo habitual porque Edward ocupaba toda mi mente. Intentaba concentrarme en mis pies, pero él seguía deslizándose en mis pensamientos justo cuando más necesitaba mantener el equilibrio.

 

Como siempre, salir fue un alivio. Casi corrí hacia mi camioneta, ya que había demasiada gente a la que quería evitar. El vehículo había sufrido unos daños mínimos a raíz del accidente. Había tenido que sustituir las luces traseras. Los padres de Tyler habían tenido que vender la furgoneta por piezas.

 

Estuvo a punto de darme un patatús cuando, al doblar la esquina, vi una figura alta y oscura reclinada contra un lateral del coche. Luego comprendí que sólo se trataba de Jessica. Comencé a andar de nuevo.

 

-Hola, Jess -la saludé.

-Hola, Ian.

- ¿Qué hay? -pregunté mientras abría la puerta. No presté atención al tono incómodo de su voz, por lo que sus siguientes palabras me pillaron desprevenido.

 

-Me preguntaba... si querrías venir al baile conmigo.

 

La voz se le quebró al pronunciar la última palabra.

 

-Te agradezco que me lo pidas, pero ese día voy a estar en Seattle.

-Oh. Bueno, quizás la próxima vez.

-Claro -acepté, y entonces me mordí la lengua. No quería que se lo tomara al pie de la letra.

 

Se marchó de vuelta al instituto arrastrando los pies. Oí una débil risita.

 

Edward pasó andando delante de mi coche, con la vista al frente y los labios fruncidos. Abrí la puerta con un brusco tirón, entré de un salto y la cerré con un sonoro golpe detrás de mí. Aceleré el motor en punto muerto de forma ensordecedora y salí marcha atrás hacia el pasillo. Edward ya estaba en su automóvil, a dos coches de distancia, deslizándose con suavidad delante de mí, cortándome el paso. Se detuvo ahí para esperar a su familia. Pude ver a los cuatro tomar aquella dirección, aunque todavía estaban cerca de la cafetería. Consideré seriamente la posibilidad de embestir por detrás a su flamante Volvo, pero había demasiados testigos. Miré por el espejo retrovisor. Comenzaba a formarse una cola. Inmediatamente detrás de mí, Tyler Crowley me saludaba con la mano desde su recién adquirido Sentra de segunda mano. Estaba demasiado fuera de mis casillas para saludarlo.

 

Oí a alguien llamar con los nudillos en el cristal de la ventana del copiloto mientras permanecía allí sentado, mirando a cualquier parte excepto al coche que tenía delante. Al girarme, vi a Tyler. Confuso, volví a mirar por el retrovisor. Su coche seguía en marcha con la puerta izquierda abierta. Me incliné dentro de la cabina para bajar la ventanilla. Estaba helado hasta el tuétano. Abrí el cristal hasta la mitad y me detuve.

 

-Lo siento, Tyler -seguía sorprendido, ya que resultaba evidente que no era culpa mía--. El coche de los Cullen me tiene atrapado.

 

-Oh, lo sé. Sólo quería preguntarte algo mientras estábamos aquí bloqueados.

 

Esbozó una amplia sonrisa. No podía ser cierto. ¡Que alguien me diga que no va a hacerlo!

 

- ¿Me vas a pedir que te acompañe al baile de primavera? -continuó.

-¿Te golpeaste la cabeza en el accidente o es que naciste así de tonto?

 

Mi voz sonó un poquito sarcástica. Intenté recordar que no era culpa suya que Bella y Jessica ya hubieran colmado el vaso de mi paciencia por aquel día.

 

-Ya, eso me dijo Mike -admitió.

-Entonces, ¿por qué...?

 

Se encogió de hombros.

 

-Tenía la esperanza de que el hecho de que hubieras rechazado a Bella y a Jess era una señal de que quizás te interesaría más en ir con un hombre.

 

Vale, eso era totalmente cierto. Pero aun así ¿es tonto?

 

-Y no te equivocas -repliqué mientras intentaba esconder mi irritación-, pero que seas el único chico que me lo haya pedido no implica que valla a aceptar.

 

-Está bien. Aún nos queda el baile de fin de curso.

 

Caminó de vuelta a su coche antes de que pudiera responderle. Supe que mi rostro reflejaba la sorpresa. Miré hacia delante y observé a Alice, Rosalie, Emmett y Jasper dirigiéndose al Volvo. Edward no me quitaba el ojo de encima por el espejo retrovisor. Resultaba evidente que se estaba partiendo de risa, el muy desgraciado lo había oído todo. Estiré el pie hacia el acelerador, un golpecito no heriría a nadie, sólo rayaría el reluciente esmalte de la carrocería. Aceleré el motor en punto muerto.

 

El teléfono sonó mientras cocía a fuego lento las cebollas y los chiles.

 

Era Mike, que estaba exultante. Bella la había alcanzado después de clase para aceptar la invitación. Lo celebré con el durante unos instantes mientras removía la comida. Mike debía colgar, ya que quería telefonear a Eric y a Tyler para decírselo. Le sugerí por «casualidad» que quizás Eric, se lo podía pedir a Ángela, la chica tímida que iba a Biología conmigo. Y Tyler, se lo podía pedir a Lauren, una estirada que me ignoraba durante el almuerzo; tenía entendido que estaba disponible. Mike pensó que era una gran idea. De hecho, ahora que tenía seguro a Bella, sonó sincero cuando dijo que deseaba que fuera al baile. Le mencioné el pretexto del viaje a Seattle.

 

Después de colgar, intenté concentrarme en la cocina, sobre todo al cortar el pollo. Pero la cabeza me daba vueltas de tanto analizar cada palabra que hoy había pronunciado Edward. ¿A qué se refería con que era mejor que no fuéramos amigos?

 

Seguramente pensaba que para mi el no era mas que una amenaza. E igualmente yo lo era para el. El creía que podía hacerme daño y también pensaba que si yo llegase a saber lo que el era lo rechazaría y lo descubriría ante el mundo.

 

Vale, de acuerdo. Podía dejarle tranquilo. Le dejaría solo. Soportaría la sentencia que me había impuesto a mí mismo aquí, en el purgatorio; luego, si Dios quería, alguna universidad lejos de aquí me ofrecería una beca. Ok, me estaba comportando como la reina del drama, a veces cuando me estreso me sale la vena.

 

A la mañana siguiente, cuando me detuve en el aparcamiento, dejé mi coche lo más lejos posible del Volvo plateado. Quise apartarme del camino de la tentación para no acabar debiéndole a Edward un coche nuevo. Al salir del coche jugueteé con las llaves, que cayeron en un charco cercano. Mientras me agachaba para recogerlas, surgió de repente una mano nívea y las tomó antes que yo. Me erguí bruscamente. Edward Cullen estaba a mi lado, recostado como por casualidad contra mi automóvil.

- ¿Cómo lo haces? -pregunté, sabia que era rápido pero me asombraba el hecho de que mis sentidos mas desarrollados que el de los humanos no lo hubiesen percibido.

- ¿Hacer qué?

 

Me tendió las llaves mientras hablaba y las dejó caer en la palma de mi mano cuando las fui a coger.

 

-Aparecer del aire.

-Ian, no es culpa mía que seas excepcionalmente despistado.

-Te sorprendería saber lo perceptivo que soy -dije con tranquilidad.

 

El rió y como de costumbre, hablaba en calma, con voz pausada y aterciopelada. Fruncí el ceño ante aquel rostro perfecto. Hoy sus ojos volvían a relucir con un tono profundo y dorado como la miel. Entonces tuve que bajar los míos para reordenar mis ideas, ahora confusas.

 

- ¿A qué vino taponarme el paso ayer noche? -Quise saber, ahora sin esquivar su mirada-. Se suponía que fingías que yo no existía ni te dabas cuenta de que echaba chispas.

-Eso fue culpa de Tyler, no mía -se rió con disimulo-. Tenía que darle su oportunidad.

-¿Tenias que cerciorarte de no tener competencia? -Tocado y hundido lo vi en cuanto su cerebro proceso mis palabras.

 

El magistralmente cambio de tema.

 

-No finjo que no existas -continuó.

- ¿Quieres matarme a rabietas dado que la furgoneta de Tyler no lo consiguió?

 

La ira destelló en sus ojos castaños. Frunció los labios y desaparecieron todas las señales de alegría.

 

-Ian, eres totalmente absurdo -murmuró con frialdad.

 

Sentí un hormigueo en las palmas de las manos y me entró un ansia de pegar a alguien. Estaba sorprendido. Por lo general, no era una persona violenta. Le di la espalda y comencé a alejarme.

 

-Espera -gritó. Seguí andando, chapoteando enojado bajo la lluvia, pero se puso a mi altura y mantuvo mi paso con facilidad.

-Lo siento. He sido descortés -dijo mientras caminaba. Le ignoré-. No estoy diciendo que no sea cierto -prosiguió-, pero, de todos modos, no ha sido de buena educación.

 

- ¿Por qué no me dejas solo? -casi grite.

-Quería pedirte algo, pero me desviaste del tema -volvió a reír entre dientes. Parecía haber recuperado el buen humor.

- ¿Tienes un trastorno de personalidad múltiple? -le pregunté con acritud.

-Y lo vuelves a hacer.

 

Suspiré.

 

-Vale, entonces, ¿qué me querías pedir?

-Me preguntaba si el sábado de la próxima semana, ya sabes, el día del baile de primavera...

- ¿Intentas ser gracioso? -lo interrumpí, girándome hacia él.

Mi rostro se empapó cuando alcé la cabeza para mirarle. En sus ojos había una perversa diversión.

-Por favor, ¿vas a dejarme terminar?

 

Me mordí el labio y junté las manos, entrelazando los dedos, para no cometer ninguna imprudencia.

 

-Te he escuchado decir que vas a ir a Seattle ese día y me preguntaba si querrías dar un paseo.

 

Aquello fue totalmente inesperado.

 

- ¿Qué? -no estaba seguro de haberlo escuchado bien.

- ¿Quieres dar un paseo hasta Seattle?

- ¿Con quién? -pregunté, desconcertado.

-Conmigo, obviamente -articuló cada sílaba como si se estuviera dirigiendo a un discapacitado.

 

Seguía sin salir de mi asombro.

 

- ¿Por qué? -volví a preguntar como un imbecil.

-Planeaba ir a Seattle en las próximas semanas y, para ser honesto, no estoy seguro de que tu camioneta lo pueda conseguir.

-Mi coche va perfectamente, muchísimas gracias por tu preocupación.

Hice ademán de seguir andando, pero estaba demasiado sorprendido para mantener el mismo nivel de ira.

- ¿Puede llegar gastando un solo depósito de gasolina?

 

Volvió a mantener el ritmo de mis pasos.

 

-No veo que sea de tu incumbencia. -el problema no era llegar con un solo deposito el problema era controlar mi velocidad para que no me multase la policía.

 

Estúpido propietario de un flamante Volvo. Se creía mejor que yo solo por tener un coche en apariencia mejor al mió.

 

-El despilfarro de recursos limitados es asunto de todos.

-De verdad, Edward, no te sigo -me recorrió un escalofrío al pronunciar su nombre; odié la sensación-. Creía que no querías ser amigo mío.

-Dije que sería mejor que no lo fuéramos, no que no lo deseara.

-Vaya, gracias, eso lo aclara todo -le repliqué con feroz sarcasmo. Aunque siendo honesto conmigo mismo eso solo reforzaba mi idea de que trataba de protegerme de el y a el de mi.

 

Me di cuenta de que había dejado de andar otra vez. Ahora estábamos al abrigo del tejado de la cafetería, por lo que podía contemplarle el rostro con mayor comodidad, lo cual, desde luego, no me ayudaba a aclarar las ideas.

 

-Sería más... prudente para ti que no fueras mi amigo -explicó-, pero me he cansado de alejarme de ti.

 

Sus ojos eran de una intensidad deliciosa cuando pronunció con voz seductora aquella última frase. Me olvidé hasta de respirar.

 

- ¿Me acompañarás a Seattle? -preguntó con voz todavía vehemente.

 

Aún era incapaz de hablar, por lo que sólo asentí con la cabeza. Sonrió levemente y luego su rostro se volvió serio.

 

-Deberías alejarte de mí, de veras -me previno-. Te veré en clase.

 

Se dio la vuelta de forma brusca y desanduvo el camino que habíamos recorrido.

 

Me dirigí a clase de Lengua aún en las nubes, ¡Iba a tener una cita con Edward Cullen! Bueno no era técnicamente una cita pero casi ¿No?, tal era así que al entrar ni siquiera me di cuenta de que la clase había comenzado.

 

-Gracias por venir, señor Smith -saludó despectivamente el señor Masón.

 

Yo algo avergonzado pero sin demostrarlo me dirigí rápidamente a mi asiento.

 

No me di cuenta de que en los pupitres de delante de siempre se sentaban Jess y Bella hasta el final de la clase. Sentí una punzada de culpabilidad, pero tanto una como la otra se reunieron conmigo en la puerta como de costumbre, por lo que supuse que me habían perdonado del todo. Jess parecía volver a ser la misma mientras caminábamos, hablaba entusiasmada sobre el informe del tiempo para el fin de semana. La lluvia exigía hacer una acampada más corta, pero aquel viaje a la playa parecía posible. Simulé interés para maquillar el rechazo de ayer. Resultaría fácil para mi alargar esas horas de sol que existían en Forks pero no quería alargarlo mucho hasta no estar seguro de que Edward Cullen viniese con nosotros a ese viaje a la playa.

 

Pasé el resto de la mañana pensando en las musarañas. Resultaba difícil creer que las palabras de Edward y la forma en que me miraba no fueran fruto de mi imaginación. Tal vez sólo fuese un sueño muy convincente que confundía con la realidad. Eso parecía más probable que el que yo le atrajera de veras a cualquier nivel.

 

Por eso estaba tan impaciente al entrar en la cafetería con Jessica. Le quería ver el rostro para verificar si volvía a ser la persona indiferente y fría que había conocido durante las últimas semanas o, si por algún milagro, de verdad había oído lo que creía haber oído esa mañana. Jessica cotorreaba sin cesar sobre sus planes para el baile -Lauren y Ángela ya se lo habían pedido a los otros chicos e iban a acudir todos juntos-, completamente indiferente a mi desinterés.

 

Por un instante casi por un instante el desencanto llego a mí al darme cuenta de que Edward no acompañaba a sus hermanos. Pero basto eso, un segundo, para que mi visión periférica lo registrase a varias mesas de distancia de sus hermanos. En una mesa que ahora mismo solo ocupaba el. Podía sentir que me miraba. Pero mi cuerpo inconscientemente había seguido a Jess hasta la cola para adquirir la comida.

 

Sentía la mirada de Edward Cullen clavada en la nuca hasta tal punto que consiguió erizarme los bellos y hacer que mi estomago se convirtiese en una montaña rusa, con mareo incluido. Pero eso no me hizo comprar menos alimento, sabia que esto era normal y necesitaba comer aunque fuese algo.

 

-Edward Cullen te vuelve a mirar -dijo Jessica; interrumpió mi distracción al pronunciar su nombre-. Me pregunto por qué se sienta solo hoy.

 

Yo lo sabia, pero no podía haberlo encontrado yo solo. Así que fingí sorpresa y me gire y seguí la dirección de su mirada para ver a Edward, con su sonrisa picara, que me observaba desde una mesa vacía en el extremo opuesto de la cafetería al que solía sentarse. Una vez atraída mi atención, alzó la mano y movió el dedo índice para indicarme que lo acompañara. Me guiñó el ojo cuando lo miré incrédula.

 

- ¿Se refiere a ti? -preguntó Jessica con un tono de insultante incredulidad en la voz.

 

-Puede que necesite ayuda con los deberes de Biología -dije para contentarla-. Será mejor que vaya a ver qué quiere.

 

Pude sentir cómo me miraba al alejarme.

 

Me quedé de pie detrás de la silla que había enfrente de Edward al llegar a su mesa.

 

- ¿Por qué no te sientas hoy conmigo? -me preguntó con una sonrisa.

 

Lo hice, pero no de inmediato, lo hice con tranquilidad, como si todo aquello fuese normal. Seguía sonriendo. Resultaba difícil concebir que existiera alguien tan guapo. Aun así mantuve mi posición altiva, como si simplemente le estuviese haciendo un favor al sentarme a su lado. Él debía de esperar que yo comentara algo y por fin conseguí decir:

 

-Esto es nuevo sin duda.

-Bueno -hizo una pausa y el resto de las palabras salieron de forma precipitada-. Decidí que, ya puesto a ir al infierno, lo podía hacer del todo.

 

Esperé a que dijera algo más. Transcurrieron unos segundos en los que sopese sus palabras, el sin duda pensaba que era demoníaco, de nuevo eso reforzaba mi teoría de que era peligroso para mí, después le indiqué:

 

-Sabes que no tengo ni idea de a qué te refieres.

-Cierto -volvió a sonreír y cambió de tema-. Creo que tus amigos se han enojado conmigo por haberte raptado.

-Sobrevivirán.

 

Sentía los ojos de todos ellos clavados en mi espalda. Y casi sentía su ira homicida desde aquí, aunque no tenia ni idea de si se debía a que yo me sentase con el o a que el se sentase conmigo.

 

-Aunque es posible que no quiera liberarte -dijo con un brillo pícaro en sus ojos. ¡Espósame a tu cama! -Pareces preocupado.

-No -respondí, pero mi voz se quebró de forma ridícula, más que preocupado tenia un cierto problema de excitación-. Más bien sorprendido. ¿A qué se debe este cambio?

-Ya te lo dije. Me he hartado de permanecer lejos de ti, por lo que me he rendido. Seguía sonriendo, pero sus ojos de color ocre estaban serios.

- ¿Rendido? -repetí confuso.

-Sí, he dejado de intentar ser bueno. Ahora voy a hacer lo que quiero, y que sea lo que tenga que ser.

 

Su sonrisa se desvaneció mientras se explicaba y el tono de su voz se endureció. Yo por mi lado me imaginaba a un demonio que se esforzaba por ser bueno, por no matar personas, por no relacionarse con ellas para no herirlas. Y el morboso escenario en mi situación en que el se enamoraba perdidamente de mi un supuesto simple humano, con todos sus peligros de un amor prohibido y destinado al desastre... Pero debía distraerlo, el seguía preocupado por que entendiese mas de lo que debidamente debería de captar.

 

-Me he vuelto a perder.

 

La arrebatadora sonrisa reapareció.

 

-Siempre digo demasiado cuando hablo contigo, ése es uno de los problemas.

-No te preocupes... No me entero de nada -le repliqué secamente. Por suerte soy bastante buen actor.

-Cuento con ello.

-Ya. En cristiano, ¿somos amigos ahora?

-Amigos... -meditó dubitativo.

-O no -musité y me cuide de estudiar su expresión, dependiendo de esta descifraría si lo que de verdad quería era mas que eso o nada.

 

Esbozó una amplia sonrisa.

-Bueno, supongo que podemos intentarlo, pero ahora te prevengo que no voy a ser un buen amigo para ti.

 

El aviso oculto detrás de su sonrisa era real.

 

-Lo repites un montón -recalqué al tiempo que intentaba ignorar el repentino temblor de mi vientre y mantenía serena la voz.

-Sí, porque no me escuchas. Sigo a la espera de que me creas. Si eres listo, me evitarás.

-Me parece que tú también te has formado tu propia opinión sobre mi mente preclara.

 

Entrecerré los ojos y él sonrió disculpándose.

 

-En ese caso -me esforcé por resumir aquel confuso intercambio de frases para que el no sospechara que yo sabia mas de lo que decía-, hasta que yo sea listo... ¿Vamos a intentar ser amigos?

-Eso parece casi exacto.

 

Busqué con la mirada mis manos, tome un trozo de pizza de mi bandeja y lo comí con deliberada lentitud, pensando en todo lo que había dicho. Había sido poco y cualquier humano no habría entendido ni jota pero yo no era un simple humano.

 

- ¿Qué piensas? -preguntó con curiosidad.

 

Alcé la vista hasta esos profundos ojos dorados que me turbaban los sentidos y, como de costumbre, respondí la verdad:

 

-Intentaba averiguar qué eres.

 

Su rostro se crispó, pero consiguió mantener la sonrisa, no sin cierto esfuerzo.

 

- ¿Y has tenido fortuna en tus pesquisas? -inquirió con desenvoltura.

-Aun sigo buscando piezas para completar el puzzle -admití con una sonrisa.

 

El tenso las facciones pero fingió una sonrisa.

 

- ¿Qué teorías barajas?

 

Yo pensé detenidamente en ello. Si le abordaba con teorías casi acertadas antes de tener la certeza de que era solo le daría pie a que el pensase cosas erróneas y acabase apartándose de mi. Si quería mantenerlo cerca por el momento debía ser cauteloso con respecto a este tema.

 

- ¿No me lo quieres decir? -preguntó, ladeando la cabeza con una sonrisa terriblemente tentadora.

 

Negué con la cabeza.

 

-Resulta demasiado embarazoso.

-Eso es realmente frustrante, ya lo sabes -se quejó.

-No -disentí rápidamente con una dura mirada-. ¿Sabes lo que resulta frustrante? Frustrante es el hecho de que hicieras cosas humanamente no posibles, prometieras contármelo y te negaras aun sabiendo que yo no te iba a traicionar. Que he guardado tu secreto celosamente. Aunque no debía ni tenía por que. Eso es frustrante.

 

-Tienes un poquito de genio, ¿verdad?

 

Yo le dirigí una mirada sarcástica y luego nos contemplamos el uno al otro sin sonreír.

 

Miró por encima de mi hombro y luego, de forma inesperada, rió por lo bajo. Le encantaba cambiar de tema cuando se veía atrapado.

 

- ¿Qué?

-Tu novio parece creer que estoy siendo desagradable contigo. Se debate entre venir o no a interrumpir nuestra discusión.

 

Volvió a reírse.

 

-No sé de quién me hablas -dije con frialdad aunque tenia una ligera idea de quien podría estar pensando aquello- pero, de todos modos, estoy seguro de que te equivocas.

 

-Yo, no. Te lo dije, me resulta fácil saber qué piensan la mayoría de las personas.

-Excepto yo, por supuesto.

-Sí, excepto tú -su humor cambió de repente. Sus ojos se hicieron más inquietantes-. Me pregunto por qué será.

 

Eso es fácil pequeño. Todos los humanos emiten hondas eléctricas hacia fuera, generalmente ese no es problema pero si alguien que pueda percibir e interpretar esas hondas, como pareces ser tu, se encuentra lo suficientemente cerca es capaz de saber que esta pensando la gente en un instante.

 

La intensidad de su mirada era tal que tuve que apartar la vista. Me concentré en abrir el tapón de mi botellín de limonada. Lo desenrosqué sin mirar, con los ojos fijos en la mesa.

 

- ¿No tienes hambre? -preguntó distraído.

-No mucha -no me apetecía mencionar que mi estómago ya estaba lleno de... mariposas. Miré el espacio vacío de la mesa delante de él-. ¿Y tú?

-No. No estoy hambriento.

 

Parecía disfrutar de algún chiste privado. Y entonces lo comprendí, ellos no comían, al menos no comida normal.

 

- ¿Me puedes hacer un favor? -le pedí después de un segundo de vacilación.

De repente, se puso en guardia.

-Eso depende de lo que quieras.

-No es mucho -le aseguré. El esperó con cautela y curiosidad.

-Sólo me preguntaba si podrías ponerme sobre aviso la próxima vez que decidas ignorarme por mi propio bien. Únicamente para estar preparado.

 

-Me parece justo.

 

Apretaba los labios para no reírse cuando alcé los ojos.

 

-Gracias.

-En ese caso, ¿puedo pedir una respuesta a cambio? -pidió.

-Una.

-Cuéntame una teoría.

 

Seguro, porque no sigues soñando, no pienso soltar prenda hasta que no sepa que eres con certeza.

 

-Esa, no.

-No hiciste distinción alguna, sólo prometiste una respuesta -me recordó.

-Claro, y tú no has roto ninguna promesa -le recordé a mi vez.

-Sólo una teoría... No me reiré.

-Sí lo harás.

 

Estaba seguro de que se reiría de la teoría que le iba a contar para salir de este aprieto. Bajó la vista y luego me miró con aquellos ardientes ojos ocres a través de sus largas pestañas negras.

 

-Por favor -respiró al tiempo que se inclinaba hacia mí.

 

Casi por un segundo consiguió hacerme perder la cordura y olvidar mi resolución de contarle una falsa teoría.

 

-Eh... ¿Qué?-pregunté, fingiendo estar deslumbrado.

-Cuéntame sólo una de tus pequeñas teorías, por favor.

 

Su mirada aún me abrasaba. ¿También era un hipnotizador? ¿O era yo un incauto irremediable?

-Pues... Eh... ¿Te mordió una araña radiactiva?

-Eso no es muy imaginativo.

-Lo siento, es todo lo que tengo -contesté, fingiendo estar ofendido. El parecía estar relajado con mi respuesta.

-Ni siquiera te has acercado -dijo con fastidio.

- ¿Nada de arañas?

-No.

- ¿Ni un poquito de radiactividad?

-Nada.

-Maldición -suspiré.

-Tampoco me afecta la kriptonita -se rió entre dientes.

-Se suponía que no te ibas a reír, ¿te acuerdas?

 

Hizo un esfuerzo por recobrar la compostura.

 

-Con el tiempo, lo voy a averiguar -le advertí.

-Desearía que no lo intentaras -dijo, de nuevo con gesto serio.

- ¿Por...?

- ¿Qué pasaría si no fuera un superhéroe? ¿Y si fuera el chico malo? -sonrió jovialmente, pero sus ojos eran impenetrables. ¡Eso ya lo había deducido genio! El problema es que tengo la sensación de que si acepto en voz alta que tu te crees peligroso, cosa que dudo que seas, saldrás corriendo por mi propia seguridad.

 

-Oh, ya veo -dije, era inevitable, lo había dicho tantas veces que si no lo "captaba" ya me tomaría por un subnormal redomado.

- ¿Sí?

 

De pronto, su rostro se había vuelto adusto, como si temiera haber revelado demasiado sin querer. Pero ya no había vuelta atrás, tenía que decirlo, pero me cuidaría de dar mi punto de vista.

 

- ¿Eres peligroso?

 

Se limitó a mirarme, con los ojos rebosantes de alguna emoción que no lograba comprender.

 

-Pero no malo -susurré al tiempo que movía la cabeza-. No, no creo que seas malo.

-Te equivocas.

 

Su voz apenas era audible. Bajó la vista al tiempo que me arrebataba el tapón de la botella y lo hacía girar entre los dedos. Lo contemplé fijamente mientras me preguntaba por qué no me asustaba. Hablaba en serio, eso era evidente, pero sólo me sentía ansioso, con los nervios a flor de piel... y, por encima de todo lo demás, fascinado, como de costumbre siempre que me encontraba cerca de él. Definitivamente yo no tenia remedio. Estaba claro que sin lugar a dudas yo era un masoquista.

 

El silencio se prolongó hasta que me percaté de que la cafetería estaba casi vacía. Me puse en pie de un salto.

 

-Vamos a llegar tarde.

-Hoy no voy a ir a clase -dijo mientras daba vueltas al tapón tan deprisa que apenas podía verse.

- ¿Por qué no?

-Es saludable hacer novillos de vez en cuando -dijo mientras me sonreía, pero en sus ojos relucía la preocupación.

-Bueno, yo sí voy.

 

Me apetecía terriblemente quedarme con el, pero me negaba en todos los sentidos a que por pasar mas tiempo del debidamente correcto con el todo esto que estábamos progresando se fuera por el caño.

 

-En ese caso, te veré luego.

 

Notas finales:

Si les ha gustado o si no, si tienen alguna critica o algo que quieran comentar o preguntar los invito a comentar. Es algo que les tomara menos de un minuto y que a mi me alegrara para siempre.

Salu2 Ian!


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