Despedida
Un año. Ése es el tiempo que ha pasado desde que te fuiste, Camus. Un año y aún no he conseguido olvidarte. Ni lo conseguiré nunca. Miro el horizonte desde la casa que antes protegías, la de Acuario. Sonrío con desánimo. Siempre odiaba ese lugar por el frío que transmitía, pero siempre iba para estar contigo. No me importaba tiritar de frío en ese sitio si más tarde tus abrazos me daban el calor que necesitaba. Me encantaba estar entre tus brazos. Eran cálidos, a pesar de que fueras el "caballero de hielo". Como también disfrutaba de todos y cada uno de los momentos que pasamos juntos. Siempre supe que eras feliz a mi lado, a pesar de que en público no querías demostrarlo. En privado era cuando te mostrabas tal y como eras. Ese Camus que sólo yo conocí y que me robó el corazón.
Pero hoy no estoy aquí para recordar tiempos pasados. He venido hasta aquí para despedirme de ti, para intentar salir adelante del vacío que dejaste en mí cuando desapareciste. Sin querer, se me escapa una lágrima al volver a ver en mi mente el momento en el que te encontré sin vida, congelado, pero con una sonrisa en tu rostro. En aquel instante pensé que eras un egoísta al dejarme solo sin pensar en cómo me sentiría, pero con el paso del tiempo llegué a comprender el motivo de tu felicidad al morir.
Lo pasé mal, no lo voy a negar. Cada día era una tortura. Despertar y no tenerte a mi lado era algo que me desgarraba por dentro. El resto de caballeros me intentaron ayudar, pero no me dejé. No salía de mis aposentos, no comía. Hasta la diosa Atenea vino a ayudarme. Y gracias a los consejos que ella me dio, pude levantarme y seguir adelante. La verdad, en aquella época parecía un muerto en vida. Era muy difícil vivir sin ti. Y aún lo sigue siendo.
Vuelvo a la realidad y entro en el interior del templo. En el centro de la sala principal reposa la que fue tu armadura. La majestuosa armadura dorada de Acuario. No puedo evitar tocarla con cierta nostalgia. Todavía conserva el frío de las montañas de Siberia, donde fue forjada. El mismo lugar donde tú entrenaste muy duro durante mucho tiempo. La armadura aún mantiene ese brillo dorado tan especial. Parece como si estuviera esperando a su nuevo dueño, sin importarle lo que le pasó al antiguo.
Sonrío con tristeza mientras deposito un suave beso en el casco. "Adiós" susurro al separar mis labios del frío metal. Espero que te llegue, estés donde estés. Vuelvo a echar un último vistazo al templo donde tanto hemos vivido. No creo que sea capaz de volver. Salgo de allí con paso lento sin quitarme de la cabeza las mil y una sonrisas que me dedicaste en la intimidad.
Vuelvo a mi templo con una sola idea en mente: siempre te amaré, Camus. Dentro de muy poco tiempo nos reuniremos y estaremos juntos por toda la eternidad.