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Ruleta rusa. por lirionegro

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Notas del fanfic:

 

Notas de la autora: Es el regalo de cumpleaños de una querida amiga, es para ti usagi-chan, a quien le deseo un feliz cumpleaños, y espero que este fic te guste, primer regalo de un fic largo, no sé de cuantos capítulos constará, pero…me esforzaré por terminarlo.

Disculpame por tardarme, pero fueron por razones mayores a mí, lo siento tanto. 

 

Notas del capitulo:

Disclamair: los personajes no me pertenecen, son de su respectivo autor.

FELIZ CUMPLEAÑOS, USAGI-CHAN

 


Ruleta rusa.

Por

Lirionegro.


 

 

Es un juego peligroso. Había escuchado decir, y realmente en ese momento no le tomé importancia. Porque no tenía intenciones de hacerlo. Tan abstraído como estaba en lo que yo quería, en lo que este juego comulgaba. Y por consecuencia, el llamado de mis amigos para detenerme, pasó a ser un punto al que ya no escuchaba. Quería estar en ese juego, participar en él, hasta llamarme el vencedor.

Pero en este juego, para ganar debes perder. Y tarde me di cuenta de eso. No por algo, Sasuke me decía siempre dobe. Y un punto a mi favor, tal vez, es que también me llamaba perdedor. Quizás él ya lo sabía, pero como el maldito bastardo que era, había degustado minuto a minuto mi propia derrota.

Si, realmente era un perdedor.

Capítulo 1: Primer chasquido.

Esa mañana fue de lo más tranquila. O lo que aparentaba serlo, cuando siempre ando armando revuelo. Llegó tarde, llegó tarde. Como cada mañana de cada día de mi vida. A pesar de eso me recibía en la cocina un delicioso desayuno que debía suponer que mi Padre había preparado. Kushina Uzumaki no se destacaba por sus artes culinarias.

Rápido y veloz engullí en tiempo record - uno nuevo para mí - los alimentos que me presentaron. Y con un adiós fugaz, y la furia de mi madre, por haber dejado un desastre en la cocina, salí de casa. No sin antes, despedirme de mi padre.

Tan veloz como un rayo, llegué a mi punto: Konoha High School. Y ya en el salón 3-B, mi respiración se pudo tranquilizar por completo. Cursaba el último periodo del tercer año. Un año más y me graduaría para supuestamente ir a una buena universidad. Mis notas no eran las más sobresalientes, pero me defendía bien.

Agradecí mentalmente que este día tuviera clases con Kakashi-sensei, que no se caracterizaba por su puntualidad. Ni que yo pudiera decir lo mismo. Pero sólo me sucedía con los principios de semana. Cada lunes, Naruto Namikaze aparecía como una tormenta en el desierto. Imparable e inconfundible.

Saludé a muchos de mis amigos en mi camino. Para sentarme al instante en mi puesto. El penúltimo de la fila, al lado de la ventana que daba directamente con el patio de juegos. Durante clases siempre mi mirada se perdía en esos campos, para instante después, ser regañado por el profesor de turno.

La mañana no pasó tan rápido como me hubiese gustado. Al instante, Kakashi llegó, media hora tarde, como siempre. Obligándonos a tomar nuestros puestos. Yo sólo espere unos segundos para que eso sucediera.

-          Lamento la tardanza. Cuando venía me encontré con una mujer embarazada y...

-          ¡¡MENTIRA!! - no restaba decir que no fui el único que no creyó nada de lo que decía Kakashi. Nunca se debía confiar en las historias de ese hombre.

Lo cual siempre causaba problemas. Era tan difícil saber cuándo estaba bromeando o cuando realmente hablaba en serio.

-          Son malos chicos - y la clase de literatura, de las cuales no era muy aficionado (me tiento a agregar), comenzó.

Y cuando la clase comenzó. Mi vista irremediablemente se posó en el paisaje de la ventana. Específicamente en uno de los arboles cercanos a la ventana - o al menos lo suficiente para que yo pudiera ver entre las ramadas -, justo al lado del campo de fútbol.

Tal vez lo que más llamaba mi atención de este detalle en particular no era lo hermoso que se veía las flores de cerezo en flor. Sino la figura que descansaba semi acostado en una de las raíces del árbol. Figura que no sé molestaba en lo absoluto en ocultarse a pesar de que era horario de clases y debería estar en su salón. Estaban acostumbrados, supongo, a qué se tomará esas liberaciones. O se habían cansado en discutirle todo el tiempo.

En fin, me fue más irresistible la figura que descansaba con tanta tranquilidad en el campo que seguir atendiendo lo que Kakashi-sensei decía, algo sobre unos poemas, o algo así.

No podía ver muy bien sus facciones desde aquí. Pero de seguro mantenía los ojos cerrados, sus facciones relajadas. Y tan somnolienta que me hubiese gustado estar cerca para contemplarla. ¿En qué momento había caído ante sus hechizos? Ni yo lo sé con seguridad. Pero no me importaba, ya no.

Como las clases continuaron sin que yo prestará totalmente atención - ya me había ganado muchos llamados de mis profesores a cambio - no noté el tiempo que trascurría, sólo observando esa figura. La campana sonó, y yo me di cuenta de eso, hasta que la misma figura que había estado observando casi toda la mañana, se levantó de su refugió, con pasos lentos y marcados - como aquel camina por una pasarela de modas - y con las manos en los bolsillos, se despedía de mi sin mirarme. Aunque no podría llamarlo en si una despedida. Pero me hacía sentir bien pensando que si así era.

Fue hasta entonces que me llegó el primer pensamiento. Campana = a final de clases que a su vez, es = a la hora del almuerzo. Y siguiendo con esta línea de expresiones, eso irremisiblemente sucumbiría en algo que venía sucediendo desde varias semanas, para ser precisos, el día de cumpleaños de esa persona con la cual estaba involucrada.

-          ¿Vienes Naruto? - Sakura me llamó, acercándose lo suficiente a mí para buscar convencer en algo que sabía que estaba perdiendo su tiempo.

-          Lo siento, Sakura-chan. Tengo planes - y era verdad, como cada mañana, desde ese día. La misma respuesta ante la misma pregunta.

-          Naruto... - más no me detuve a escuchar el mismo sermón de cada día ante mis negativas de acompañarlos al almuerzo.

No quería escucharlos.

Me despedí de ellos, aun sabiendo que consecuentemente a mi acción las miradas heladas de todos mis amigos estarían puestas en mí. Las ignoré, a pesar de saber que mis amigos tan sólo estaban preocupados por mi bienestar. Pero yo no sé lo estaba pidiendo. Y aunque se escuchaba horrible, no me importaba. Tan sólo quería llegar ahí.

Abrí la puerta de la azotea cuando ya había recuperado totalmente mi aliento. Aun cuando mis manos temblaban sucumbidas por el nerviosismo, no me detuvo en mi objetivo.

Y ahí estaba, esa misma figura. Ahora relajada en la barda metálica que rodeaba todo el área de la azotea del edificio principal. Semi acostado otra vez. Con la mirada perdida en el firmamento. Si, esta vez, podía observar esos hermosos ojos negros, que desafortunadamente me habían embelesado en algún momento de nuestra convivencia.

Estaba tan relajado, como suponía que estaba cuando lo vi descansando en aquel árbol.

En pasos cortos, me acerque a la figura, que no se inmutó en lo absoluto. Su cabello caía levemente en su rostro, tan blanco como la nieve. Tan puro.

Me agaché hasta estar a su nivel. Sabía lo que tenía que hacer, antes incluso de que él reaccionase. Y lo besé. Mis ojos permanecían abiertos, cuando esos ojos negros finalmente me observaron a mí, ya no al cielo. Me sentí un poco cohibido ante su mirada tan penetrante. Instigándome, retándome a continuar. Y así lo hice. Saboreé esos delgados labios y cálidos que tanto me gustaban.

Aunque no recibí la respuesta que quería. Sentí su mano empujarme, hasta que mi espalda cayó en el suelo. Y su peso se sumó al mío. Tenía sus caderas sobre las mías. Aun cuando los nervios me dominaban, concluí muy bien hacia donde quería llegar.

Porque sólo me miraba, sin actuar más de lo que ya había hecho. Pero a pesar de que lo comprendía, mi cuerpo no actuaba como antes. Ante el reto que se me presentaba. Y eso obviamente colmaba la paciencia de mi acompañante. Fueron minutos en los que permanecimos así. Y yo seguía sin moverme de mi posición inicial.

Un punto a mi favor, fue cuando llevé mis manos hasta sus caderas, pero de ahí no pasé. Y era obvio que no lo haría hoy.

No entendía muy bien que me pasaba, normalmente no tendría la dificultad de posesionarme de ese cuerpo que se me entregaba tan diligentemente. O lo que aparentará.

Finalmente se cansó, creó yo, porque se levantó de mí sin darme tiempo a reaccionar. Pegando su mirada al cielo azul. Tan distante ahora. Y yo ahí, tirado todavía en el suelo, participe en un espectáculo del cual ya no era bienvenido. Ya no existía para él. Al menos no tanto, como para que mi presencia lo incomodará o le llamará la atención más que la de un mosquito.

Cuando pensé en actuar, mis intentos se fueron cortados. La puerta de la azotea fue abierta. Y una figura que ambos - aunque el otro no volteara a verla - conocíamos muy bien, apareció.

Su cabellera pelirroja era inconfundible. Y sus ojos aguamarina eran igual de desconcertante como los de aquel que aun observaba el cielo. Me levanté, sabiendo muy bien a que venía. O lo que era mis sospechas, más bien. Pero de seguro no estaba del todo equivocado.

Sabía que la presencia de ese nuevo sujeto me molestaba, tanto como me había molestado alguna vez la presencia de mi pequeña obsesión. Pero a diferencia de él, ésta molestia era por razones completamente diferentes. Odiaba el hecho, que él - el pelirrojo - se acercase tan confianzudamente al otro. Y que éste no hiciera nada para evitarlo.

Razones más para saber que la idea que se formaba en mi mente, no era del todo errónea, la furia estaba ahí, y se negaba a desaparecer, específicamente un hambre voraz de crueldad, que ni yo mismo - juzgándome por lo que venía conociéndome, y las estrictas normas (en realidad no tan estrictas) por las cuales había sido criado por mis padres - conocía, pero que sucumbía en una sola persona, esencial. Dirigí mi mirada nuevamente a su costado. Anhelando que él también me mirase. Pero su espalda fue lo único que logré ver, además de su cabello azabache que terminaba en puntas.

Una última mirada al recién llegado, y mis pasos se dirigieron a la salida. No sin antes escuchar una voz, que no era la que yo deseaba oír.

-          Nos vemos, Namikaze.

-          Si, Subaku no - porque era su turno, porque había perdido mi tiempo en mis inseguridades que de alguna manera habían logrado dominarme.

Era el turno de Gaara para estar con Sasuke.


Cuando llegué a casa ya era más de las seis de la tarde.

Había compensado el desplante con mis amigos, saliendo con ellos por el centro comercial o donde quiera que a ellos se les ocurriera para pasar el rato. Me negué a seguir una conversación que incluyese mi destino de hace unas horas. Y no me siguieron atosigando con eso.

Al final había terminado mi almuerzo en ese árbol de cerezo. Aquel que mi madre - según ella - me preparaba con tanta dedicación.

No había querido pensar en lo ocurrido en la azotea durante ese tiempo. Y mis amigos eran una excelente distracción.

Estando ya dentro de las cuatros paredes de mi habitación, observando el color azul de estas - se me negó pintarlas de naranja, golpe bajo - fue cuando el cumulo de sentimientos me atacaron de repente. Y yo con la guardia baja.

Quería pensar que era por el día, que era normal que ese día no estuviera de ánimo para nada. Aun sabiendo que era eso lo que había esperado con tanta impaciencia. Pero al parecer mi lado racional se dignó a presentarse en ese momento. Me golpeó en el rostro con tantas respuestas que declaraban muy bien la razón de mi inicial cobardía.

Había fallado en el primer golpe. Luego de una secuencia de ataques que no había tenido el problema de enfrentar, hasta ahora. Porque a pesar que creía que salía ileso ante cada enfrentamiento, la verdad era otra. Cada vez que me enfrentaba al primer chasquido del arma, era cociente que entre más cerca estuviera cerca de la meta final, los miedos aflorarían en mí, como el humano que era.

En consecuencia, no pude enfrentarme al siguiente tiro, por el terror de que éste fuera el correcto. Y que en este casquillo la bala finalmente se incrustará en mi cabeza. O, mejor dicho, en mi corazón. Algo que era ya inevitable.

Porque no podía luchar cuando el arma no la tenía yo en mis manos. Siempre sería mi turno. Y yo sólo esperaría el final del juego. Arriesgando mi vida en cada instante. Por unos minutos de su compañía. Minutos que se estaban volviendo insuficientes. Al menos para mí.

Y caí en derrota, bajo mi propia estrategia.

-          Ey, teme. ¿te enfrentas a mí?

-          Como quieras. No salgas llorando después.

Sólo había querido conocerlo, pero creo que no elegí la mejor manera para hacerlo.

 

Notas finales:

 

Este es el final de este capítulo. Espero que les haya gustado a todas. Especialmente a la persona por la cual había hecho todo esto.

Como dije, FELIZ CUMPLEAÑOS USAGI-CHAN.

Que te guste, que te guste. Y si no es así, ya ni modo. Debo mejorar a la hora de dar regalos. Creo que por eso prefiero las fiestas de sobre.

El próximo capítulo no sé cuándo. A decir verdad la idea de este fic no está muy bien aclarecida en mi mente. Sólo pensé en el título y dejé que fluyera. Haré lo mismo con el siguiente supongo. Y tal vez me quedó un poco corto, pero no le pude sacar provechó más mi pequeño cerebro.

Mis más sentidas disculpas. La verdad dentro de Sasuke se descubrirá cuando la planeé bien ¿eh?

Dejad reviews.

Ciao. Y nuevamente, HAPPY BIRTHDAY, USAGI-HAN.

 


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