Tendido sobre la cálida arena y mientras las delicadas olas del mar rozaban con su cuerpo, el joven entre sueños pudo vislumbrar la silueta de una persona que se acercaba; lentamente lo apoyó en su cuerpo para brindarle al joven los primeros auxilios. Desgarró parte de sus prendas y como pudo arregló un vendado para el antebrazo del joven donde una cortada tenía lugar además de no muy serios daños en su cabeza que también debían ser atendidos.
Lo último que alcanzó a escuchar de esa persona fue un “resiste” antes de desmayarse por completo.
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Habían pasado tan solo unas horas, lentamente abrió los ojos, se sentían realmente pesados, el dolor le hacía estremecer todo su cuerpo. Al sentir el delicado calor emitido por la pequeña chimenea que vio a unos metros de la cama hizo que se sintiera aliviado; pero sus ojos se abrieron aun más expectantes por la confusión y la angustia comenzaba a surgir.
Salió de la cama de inmediato para empezar a inspeccionar el lugar buscando a alguien que le ofreciera algunas respuestas. Al entrar al cuarto siguiente observó ese pequeño portarretratos y en él estaba aquella persona dueña de la casa eso era seguro y que vio antes de desmayarse.
- Es esta una mujer muy linda.- no pudo evitar el hablar en voz alta.
- Buenas noches. ¡Qué bueno que ya despertaste!- se abrió ligeramente la puerta. un saludo y una sonrisa cordial aparecieron ante sus ojos.
- Este...- no había palabras en la cabeza de aquel joven. Segundos después contesto el saludo había un ligero sonrojo en sus mejillas; pensaba “habrá escuchado lo que dije”
Se adentraba en la habitación para dirigirse ala pequeña cocina donde el agradable olor de la cena ya se sentía.
En el comedor la mesa ya estaba puesta, cena para dos. Ya sentados el joven preguntó:
- Disculpe por las molestias que le he causado.- decía mientras bajaba la cabeza, esta avergonzado por la carga que había causado.
- No es ninguna molestia el ayudar a otra persona cuando lo necesita.- contestó mientras sonreía.
- Me gustaría saber…- en la habitación un aire denso apareció por la seriedad reflejada en la cara del joven. - ¿Quién soy y que es lo que estoy haciendo aquí?- el aura densa desapareció y las palabras que había pronunciado sonaban tan cómicas con aquel singular tono infantil que había usado.
No pudo evitar el soltar una risa que se prolongaba mientras dejaba apreciar aquellos orbes celestes.
- ¡Veo que has perdido la memoria!- dijo ya más tranquilo mientras lo veía fijamente. –Lo lamento pero no puedo responder a tus preguntas.- el silencio abordo la escena. –Pero tengo algo que podría ayudarte a recordar.-
Levantándose de la silla, camino un poco hasta abandonar la habitación; pero antes de desaparecer de la vista del joven dijo:
- Por cierto yo no soy una mujer!-
La serena cara del joven cambió por la impresión, mientras pensaba “como es que una persona tan hermosa y con ese bello kimono de color rojizo, con esa expresión tan tierna y angelical no puede ser una chica”. Se daba de golpes en la cabeza con la mesa, había cometido un gran error. Ella no era una ella, era un hombre.
Instantes después entraba nuevamente. Puso sobre la mesa aquel maltratado, pero sin perder su fineza, estuche color negro. De inmediato el joven lo tomó y lo abrió dejando ver el exquisito violín amati, a un lado de este un nombre bordado en dorado “Ryoma”
Las miradas volvieron a cruzarse.
- Ahora sabemos cómo te llamas.- volvía a sentarse mientras tomaba el te que tenía enfrente para beberlo.
- Y como sé que esto es mío.- el joven de ojos ámbar cerró estrepitosamente el estuche.
- Bueno, ¡digamos que cuando te encontré tenias tan aferrado a ti este estuche que me fue muy difícil quitártelo y por eso lo supe!- dejaba a un lado la taza, había un gran sarcasmo en las palabras del otro.
Después no hubo más que decir, tal vez necesitaba tiempo para asimilar la situación tan solo debían terminar la cena y dejar que todo se acomodara por sí solo.
Y así en silencio terminaron de comer para después abandonar la habitación mientras los esperaba una relajante taza de té. Se sentaron junto a la chimenea, segundos después ryoma volvió a hablar:
- Disculpa mis malos modales, ni siquiera me he molestado en preguntar el nombre de mi anfitrión y mucho menos le he agradecido por salvarme la vida.- tomaba con sus manos la taza tibia de té negro.
- Mi nombre…- se tomó un pequeño respiro antes de responder; el delicado fuego en la chimenea le había robado momentos de su atención, tal vez recordando cosas del pasado. –Mi nombre es Syusuke, Fuji Syusuke. Encantado de conocerte Ryoma-kun.- volvía a mostrar esa cálida sonrisa, pero ahora contenía un poco de nostalgia que era casi imperceptible.