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Reina por chibiichigo

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Notas del fanfic:

Declaración de propiedad intelectual extendida: Si la marca Naruto fuese mía, seguro tendría algo más de tres dólares en mi cartera en este momento...

Notas del capitulo:

Hola. He aquí un pequeño shot. Últimamente me he dado tiempo de escribir, así que es probable que vean cosas mías con más frecuencia. 

Además, no sé, es algo que sólo se me ocurrió. Esta víspera de la Boda Real me tiene mal. Me hace pensar en que tengo 20 años, soy soltera y estoy desempleada... ¡Frustración total!

Reina

Por: chibiichigo

 

Entró en la habitación, ese sitio en el que todo estaba bajo su control. A su imagen y semejanza. Cerró la puerta rápidamente, como si temiese que su esencia escapara si le permitía algún contacto con el mundo exterior, o, peor aún, que el hedor de los prejuicios se colara por debajo de la puerta y le arrebatara el único espacio donde se atrevía a emerger.

 

Recordaba perfectamente la vez en que, siendo pequeño, por qué le habían puesto de nombre Sasuke.  Había corrido dentro de la cocina, después de su primer día en el jardín de niños y se había encontrado a su madre cocinando el almuerzo. Ella lo invitó a sentarse, pero él no podía, su corazón latía a mil por hora después de correr hasta casa y se encontraba tan confundido que no se le ocurrió otra cosa más que repetir el cuestionamiento.

—¿Por qué me pusieron Sasuke?

—Porque es un nombre lindo. A tu padre y a mí nos gustó mucho y quisimos dártelo.

Eso contestaba poco, por no decir nada. Se rascó la cabeza y pensó cómo darse a entender.

—No. Me refiero a… ¿Por qué no me llamo Mikoto, como tú?

La mujer, con una sonrisa cándida, le contestó con un contundente “porque tú eres hombre y yo soy mujer”. Después no se habló más del tema.

Él era un hombre porque tenía pene y no una vagina. Por eso no podía llevar el nombre de la mujer que le había dado la vida, contrario a Sakura, que compartía el nombre de su madre. Le parecía tan injusto…

 

Se miró al espejo y comenzó a examinar su rostro. Era masculino, aunque con rasgos finos que podían parecer de mujer. Esos detalles de su cara le agradaban, le daban la impresión de que, parcialmente, podía acercarse a aquello que la genética arbitrariamente le había negado.  A tientas, abrió el cajón y sacó la bolsa de Pandora… ésa que no quería cerrar, después del primer vistazo.

 

Creció mirándose al espejo como un niño, se convenció de que lo era. Necesitaba serlo para poder entender su mundo, tan lleno de azul como de testosterona. Entendía su deber de satisfacer las expectativas de su padre, pese a que nunca lo lograba plenamente. Jugaba a disfrutar su cuerpo de día, cuando estaba bajo el reflector de todas las personas que le decían que lo era. Sin embargo, cada noche corría a refugiarse en las faldas de su madre, para sentir su abrazo y su amor, embargado por un silencio que se antojaba interminable. Esos momentos compensaban, por mucho, todo lo que la extrañaba en el día, pero siempre lo dejaban con un vacío agobiante… Quería ser más como ella y menos como su padre.

No hubo una sola noche, desde  que tenía memoria, que no se preguntara por qué lo que sentía y lo que le decían, no parecía ser coherente, ¿por qué era un hombre si él no se sentía así? Algunas veces, durante el día se separaba de todos los demás para respirar, para controlar el sofoco y cerrar los ojos. Quizás cuando despertase toda esa pesadilla terminaría de una vez por todas…

Pero eso nunca ocurrió. Siguió siendo tan él, tan hombre, para su asqueo.  Siguió teniendo dos testículos que le colgaban en la entrepierna y un pito para orinar de pie. Terminó por acostumbrarse, no podía hacer nada al respecto.  

 

El labial carmín, con el cual delineó suavemente sus labios, en una batalla eterna por pasar de ser la horrible oruga a la bella mariposa. El rubor que difuminó con una brocha por las mejillas pálidas y lampiñas que poseía, esperando esconder cualquier rastro de lo que era de día y a los ojos de los demás. Las sombras que poco a poco le profirieron un contorno nuevo a sus ojos, haciéndolos crecer… Toda esa ilusión hecha a base de polvos y de maquillaje le resultaba indispensable para poder sortear los retos que su dualidad le imponía.

 

No tardó mucho en comprender que no era normal, que debía permanecer en silencio para poder vivir. No quería ser objeto de burlas ni de los comentarios lascivos que su padre soltaba de cuando en cuando. Por lo tanto, sembró y cultivó el sentimiento de desesperanza y de incomprensión, viéndose como un pájaro enjaulado que no puede más que ver el cielo tras una ventana.

Estaba encerrado en ese cuerpo de hombre… ¡Ese maldito cuerpo que no le correspondía!

Un día, sin embargo, cuando estaba a punto de estallar, entró al cuarto de su madre. Ella no estaba, pero en cambio, sus polvos sí. No estaba muy seguro de cómo utilizarlos, pero no podía ser tan difícil. Quería sentirse menos atrapado y, de momento, era lo único que se le ocurría.

Funcionó, para su malsano placer.

 

 

Buscó un vestido ajustado, algo que acentuara sus caderas y sus nalgas. Quería mostrar su cuerpo, que siempre estaba recluido en trajes sastre para ir a la oficina, enseñar unas piernas torneadas y deseables que más de una mujer querría poseer. Se gustaba más así… Se sentía más capaz de arremeter contra el mundo y ganar. Era hermosa, la más hermosa del mundo.

 

 

No se atrevía a hacer cambios radicales. Quizás nunca había pretendido hacerlos realmente, sólo necesitaba un punto de ebullición para todo ese sentimiento de represión que lo atosigaba de toda la vida… Estaba tan acostumbrado a ser Sasuke Uchiha, a fingir ser un hombre completo, a vivir en un cuerpo prestado, que no sabía si sería capaz de cambiar. Por eso prefería mantenerse en el anonimato. Ser quien era, vestir como quería, sólo cuando no tenía que pretender ser el personaje insípido que había sido toda su vida.

Sasuke Uchiha era, al final del día, el nombre que la gente le daba a un ser que no conocían en absoluto. Aquél a quien querían ver enfundado en ropa masculina, jugando y actuando como el patán asqueroso que, en parte, era. Un antipático que prefería salir de la oficina después que todos, para ir a un departamento lúgubre hasta el día siguiente.

El mundo se había acostumbrado a verlo de esa manera y, para ser sincero, a él no le importaba en lo más mínimo. Que pensaran lo que quisieran, cada cual hace de su culo una cometa…

 

 

Como último detalle se puso las medias y el liguero. Era totalmente diferente a quien todo mundo se empeñaba en ver, era la persona que quería… Quien vivía dentro de un cuerpo equivocado desde siempre, pero al cual se había habituado ya y no pretendía cambiar. De noche, cuando nadie lo veía, no era Sasuke. No era un hombre. No era nadie. Tan sólo era una mujer anónima, una sombra confidente que se fundía entre los neones de la ciudad… Porque en la oscuridad se iba el hombre que todos querían y llegaba ella, una verdadera y auténtica reina.

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado. Espero ansiosa sus comentarios. 

Desde mi ficción

De orgasmos y antiorgasmos

Mi cuenta en Fanfiction.net (seguramente me iré mudando ahí poco a poco, a juzgar por la frecuencia con la que se cae la página)


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