CAPÍTULO 13
Llegó al aeropuerto, y como su misión requería, buscó a ese japonés de ojos azules que una vez, en el pasado, amó.
Había demasiada gente, definitivamente odiaba las multitudes, estaba desesperado e impaciente ¿Dónde estaba ese prefecto idiota?
En un momento inesperado sintió unos dedos cerrarse alrededor de su muñeca y jalarlo fuera del aeropuerto, levanto la vista y le vio.
Aquella ancha espalda, esos cabellos negros y lacios, era el… definitivamente era él.
Sintió sus piernas temblar por un instante
Creyó que estaba listo, que ese hombre ya no provocaría nada en su persona, estaba seguro de odiarlo, de despreciarlo, pero… al parecer se había equivocado.
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Llegaron hasta el estacionamiento, y en ese momento la marcha se detuvo.
-¿Qué auto es?- interrogó la nube, pues, en realidad no tenía ni la más remota idea
La tormenta respiró profundo y esta vez fue el quien encabezo la marcha, llevándolo al auto que se les había asignado para llevar acabo la misión. Le dolió, lo indiferente que el nipón se había comportado ante su presencia, la manera tan fría en que le hablo… ni siquiera se había molestado en saludarle.
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Subieron al auto, y permanecieron en un sepulcral silencio.
Apenas bajo del avión le vio, esa mata de cabellos plateados le eran inconfundibles, estaba ahí, de pie entre la multitud de viajeros, volteando a todos lados, mirándolos a todos y sin mirarlos, siempre había sido demasiado distraído y despistado.
Fue entonces que se acercó a él por la espalda y aspiro su esencia nuevamente… era la misma aun... pero, con algo diferente, olía ligeramente a el potro… contuvo sus ansias de abrazarlo y se limitó a sacarlo del aeropuerto.
Y ahora, estaban ahí los dos, sentados uno al costado del otro, en el mismo auto sin decirse palabra alguna, o mirarse siquiera, el italiano miraba atento el camino mientras la nube observaba el paisaje por la ventana.
Ya todo había cambiado, antes, apenas hubieran puesto un pie en el auto y hubiesen devorado sus labios, pero no… ya no.
Llegaron al hotel y a la habitación doble que compartían, la nube se sentó frente al escritorio y comenzó a leer el informe que el herbívoro Vongola le había dado.
Leyeron el silencio, comieron en silencio... conversaron, en silencio… durmieron… en silencio…
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-no fui más que un pasatiempo para ti… solo admítelo y terminemos con eso, no podemos estar sin dirigirnos la palabra si queremos cumplir con esta misión-
- ….- pero la nube no contesto, se mantenía de ser pie al lado del escritorio ordenado unos papeles
-solo admítelo…-
Furiosa la nube se dio la vuelta, y Gokudera vio en esos orbes azules sentimientos que ya había observado, más no dirigidos a él, era esa mirada fría y sin sentimientos que les dirigía a sus enemigos, por un instante, tuvo miedo…
Avanzo a paso decidido, haciendo retroceder al italiano hasta que logro acorralarlo contra una de las paredes de la habitación.
-podre un asesino sádico sin escrúpulos y desinteresado por lo que no me afecte, pero no un mentiroso smoking boom hayato –
Era tanta la cercanía entre ambos cuerpos… Hibari estaba seguro de que si no se apartaba en los próximos 10 segundos terminaría por besar a la tormenta, y después de eso… no estaba muy seguro de poderse controlar… ¿Cuánto tiempo había pasado desde que danzo entre un par de piernas?
9 segundos
-jamás te engañe, mi relación con ese herbívoro fue corta y finalizo antes de conocerte
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Debía apartarse… y lo hizo, dio dos pasos atrás y se marchó de la habitación
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A tan solo dos segundos de un beso se habían quedado…