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Buscadores de libertad por Chris Yagami

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Notas del capitulo:

Hola, debo confesar que senti algunos nudos en la garganta al escribir, no se si era porque estaba vulnerable o no se que :P

Ojala les guste ;)

Cada vez que el viento me azotaba completamente afligido sentía que mi cuerpo temblaba terriblemente. El viento me traía el dolor de uno de sus últimos hijos, yo sabía que Shun lloraba por el dolor que sufría su compañero.

Shaka estaba herido, ya no cazaba como lo hacía antes, ágil, invencible. Su cuerpo estaba demasiado lastimado, poco a poco estaba perdiendo la batalla, sus ojos poco a poco perdían el brillo de la vida, de las criaturas que luchan por un nuevo mañana. La muerte había entrado a su cuerpo, el augurio que la herida causaba era algo que él y su compañero sabían, estaban completamente conscientes de que el día de Shaka pronto llegaría a su fin. Shun no se apartaba de  él, escuchaba como se quejaba y lamentaba, como jadeaba y respiraba dificultosamente, su cuerpo experimentaba terribles dolores, sufría. Donde se encontraban mientras Shun mantenía la cabeza de Shaka en su regazo miraba a las estrellas, a la luna que brillaba lechosa sobre nuestras cabezas y les lloraba, les rogaba.

La luna lloraba, sentimental como era, hacia el dolor de esas dos criaturas propio. Grande y redonda, blanca como los ojos de todas las criaturas muertas. Melancólica, deprimida los bañaba con su cariño, les hacia saber que no estaban solos.

Algunas veces, con todas las fuerzas de las que era capaz, Shaka se levantaba y depositaba un beso en los labios de quien lo cuidaba y Shun acariciaba sus cabellos afectuosamente. Un sollozo que solo Shun podía escucha escapaba de los labios de Shaka, temía dejarlos, no quería dejarlo solo, sollozaba agonizante, tanto por el dolor en su cuerpo como en su corazón. Sabía cuál era su destino y se maldecía por haberlo permitido, por haber dejado que lo hiriera cuando debía protegerlos.

No podía ponerse de pie, sufría cuando solo lo intentaba, escapar junto a Shun, sufría con cada paso que daba, pero aun así no quería permanecer mucho tiempo en algún lugar y tenía que cazar para alimentarlos. Demoraba más del doble de tiempo en cruzar arroyos y charcas, ayudado de su compañero que lo esperaba. Con el paso de los días comenzó a cojear y había días en los que no salía a cazar pues apenas lograba levantar el torso.

Shun no se apartaba nunca de su lado, no lo abandonaba, a veces vigilaba su sueño por más de un día y una noche seguidos, permanecía impasible a su lado, intentando sanar la herida. Él también gemía, le suplicaba a la luna que lo cuidara, le contaba de su dolor, de su suerte e imploraba cualquier tipo de ayuda, necesitaba saberlo a salvo.

Todas la noches el viento se encargada de traerme a los tímpanos aquellos lamentos y súplicas, mis noches pertenecían a aquella angustia, a la melancolía dolorosa de Shun, a los sollozos que acompañaban el sueño de su compañero, sollozos lastimeros que le dirigía a Shaka, sobre todo cuando él, rendido por el cansancio y el dolor permanecía dormido durante más tiempo de lo normal, dormía profundamente, casi parecía muerto ya.

Shun temía por la vida de quien dormía la mayor parte de tiempo en su regazo, se angustiaba pues con cada segundo la muerte se aproximaba amenazando la vida de su compañero, y al mismo tiempo la vida se acercaba conforme su vientre se ensanchaba, mientras la vida en su vientre crecía día a vida, prodigiosa. Ese bebé seria la recompensa a tanto sufrimiento.

La vida y la muerte, comienzo y fin, pensaba en ello durante el tiempo en el que vigilaba el sueño intranquilo de su compañero, estaba preocupada por ambas cuestiones. A pesar de que su instinto de supervivencia le decía que debía huir, su corazón no se lo permitía, se aferraría a la vida con todas sus fuerzas, a la vida de su hijo y de Shaka.

Cuando veía que Shaka se levantaba y salía cazar, Shun se sentía más fuerte, sentía que el sobreviviría y se aferraba a ese sueño, él también se llenaba de fuerzas al verlo a él luchando. Creí que sobreviviría a las múltiples heridas, a la fiebre, al dolor que lo consumía y lo podía irritable. Pensaba que Shaka sobreviviría a los animales que los acechaban sabiéndolo débil y flaco.

Mientras Shaka seguía luchando, no era nada fácil que él se diera por vencido. Una vez lo acompañé a cazar. Cada vez se volvía mas receloso en sus movimientos, con cada día se volvía más astuto, cada vez que se enfrentaba a un nuevo adversario. Ahora con la experiencia y sabiendo que me encontraría en cualquier lugar se limitaba a ver la maleza por horas antes de atreverse a dar un paso. En sus ojos podía ver el sufrimiento que sentía en el cuerpo y en el espíritu. Él aun daba muestras de querer vivir, de querer retrasar el tiempo, sin duda él quería que los pasos de Luz del Sol fueran más lentos al moverse en el cielo de Grecia. Quería que cada instante fuera eterno. Se aferraba a la vida con terror y angustia.

Evitaba grandes adversarios, solo cazaba conejos, ardillas y pequeños peces, en ocasiones estos también lo derribaban o le hacían pasar un mal rato. Evitaba ahora los lugares oscuros y peligrosos, las sendas donde el fango engullía los pies, prefería los caminos amplios donde el sol los bañaba.

Durante horas Shaka vagó por la selva, esquivaba arroyos, caminaba pausadamente por los caminos menos peligrosos, pero siempre miraba hacia atrás, preocupado por Shun, cuidando de no alejarse del refugio demasiado. Después de que la mañana terminó y al no haber encontrado algo que cazar se acostó bajo la sombra de un árbol para poco después quedarse dormido.

Pero solo fue por poco tiempo. El ruido en los arbustos  a su alrededor lo despertó sobresaltado, pero para cuando su ojos lograron enfocar y escudriñar la selva no pudo evitar el golpe de un figura rojiza y feroz. Un lobo hambriento se había arrojado sobre su cuerpo durmiente. Shaka intentó esquivar el ataque levantándose y saltando a un lado, pero sus piernas flaquearon y se vio de nuevo en el suelo frente al choque inminente del depredador.

La envestida de la bestia le dio en el estómago lo que lo hiso caer al lodo de donde se levantó inmediatamente aun luchando contra la debilidad de sus piernas. El lobo intentó atacar su cuello pero Shaka no se iba a dar por vencido tan fácilmente, por lo que con sus manos tomó las mandíbulas de su atacante y luchó por que no las cerrara contra su garganta. Ágilmente hiso que el lobo callera esta vez al suelo y aprovecho esto para tomar la daga que siempre cargaba.

Con agilidad logró herir el costado del lobo, pero no había podido evitar que este arremetiera contra su brazo izquierdo, arrancándole un grito de dolor. Los dos rodaron sobre la tierra, los gruñidos del animal se mezclaban con los quejidos de un débil Shaka mientras que a su paso dejaban un rastro de sangre. Ambos estaban furiosos, el animal chocaba sus mandíbulas al intentar dar mordiscos a la carne del zodiaco mientras que él las esquivaba dificultosamente.

De último momento, con la desesperación en la mirada al sentir que se quedaba sin fuerzas Shaka empujo a quien luchaba con él  y rodo a un lado para intentar escapar escalando a uno de los árboles, pero no era tan rápido, el lobo tomo uno de sus tobillos haciéndolo caer, el lobo de nueva cuenta intentó atacar su cuello.

Shaka se levantó cuando lo vio acercarse de nueva cuente y tomando la daga decidió que si no podía sobrevivir al ataque de un lobo no se sentiría capaz de proteger a quien lo esperaba en el refugio, así, cuando su atacante saltó sobre él, de un ágil movimiento logro esquivar una vez más su mordida para incrustar, en pleno vuelo, el arma en las costillas del furioso animal casi hasta la empuñadura. El lobo gimió y cayó al suelo visiblemente muerto, casi al mismo tiempo el zodiaco cayó junto a él y se quedó tumbado incapaz de dar siquiera un paso. Jadeaba completamente exhausto, sintiendo terribles dolores en el cuerpo durante bastante tiempo.

De un momento a otro comenzó a sollozar, llamando a Shun, a sus padres, rogando por un poco más de tiempo, pedía poder ver a su bebé, verlo nacer con bien y asegurarse de que Shun seguiría con vida para protegerlo. Me maldijo en una de esas ocasiones y si no lo maté en ese entonces es porque volví a dudar, me compadecí de su ruego, de la súplica que subía al cielo. Yo también lloré.

La selva permanecía expectante, silenciosa. Los muchos animales y ojos que  los observaban esperaban por la conclusión de ese combate, los estaban espiando inmóviles. La sangre que corría de las heridas de Shaka y del cuerpo del lobo eran una invitación a los demás animales que estaban desesperados por comer, por sobrevivir también, todo en esta vida era así. Permanecer recostado junto al cadáver, que a ojos de los demás carniceros era exquisito, era estar muerto.

Por eso Shaka se levantó limpiándose el rostro, tropezó varias veces con sus propios pies antes de poder permanecer de pie apoyándose de un árbol. Respiró profundamente antes de atreverse a dar un paso el cual le produjo un profundo dolor, su tobillo iba a ser un gran problema. Se detuvo de pronto, miro atrás y observó el cuerpo del lobo. Pensó en Shun y en su hijo, recordó que ninguno de los dos había cazado desde hacía mucho, ambos necesitaban comer, Shun estaba demasiado débil al igual que su hijo.

Se volvió sobre sus pasos. Lentamente estuvo de nueva cuenta junto al cuerpo sangrante de su víctima, se inclinó gimiendo dolorosamente hasta que lo pudo alzar al aire y colocarlo en su hombro. Pesaba demasiado, el tramo que le tomó llevarlo hasta Shun fue terriblemente angustioso.

El lobo era muy grande, en varias ocasiones fue vencido por el peso de su presa cayendo al suelo, de donde se levantaba inmediatamente, pues no faltaba mucho para que la noche callera sobre nuestras cabezas. Cuando llegó al refugio dejo caer el cuerpo del lobo frente a Shun haciendo él lo mismo. Inmediatamente su compañero atendió sus heridas, haciendo lo mejor que pudo, lo alimentó con lo que había llevado esa noche, sus esperanzas de que sobreviviría habían menguado de nuevo.

Esa noche y la semana siguiente él se dedicó a velarlo, no se apartó de él ningún segundo, salvo para salir por u poco de agua para limpiar sus heridas y colocar una compresa en su frente intentando bajar la fiebre. No dormía, su tiempo solo era dedicado a atenderlo, a devolver las atenciones que él tuvo con Shun, la dedicación incondicional con la que Shaka también lo protegió una vez. Permaneció en la tarea de revivir sus esperanzas, en ese deseo de verlo abrir los ojos, de que sobreviviría a su acto insensato.

La fiebre y los temblores que anunciaban la muerte hicieron que el cuerpo de Shaka se sacudiera aterradoramente en varias ocasiones, en preocupantes convulsiones. Rechinaba y castañeaba los dientes, el frio de la muerte y el calor de la fiebre lo estaban volviendo loco. Sentía laceradas las entrañas. Sin otra cosa que hacer Shun cambiaba las compresas y los vendajes que improvisara con sus ropajes constantemente, acariciaba sus cabellos y lo besaba en mejillas y labios, mientras que las lágrimas no dejaban de caer de sus ojos.

Después de ese día, en el cual Shaka resultó victorioso al combate con el lobo, cada noche era bañada por las lágrimas de Agua, que nos azotaba suavemente, con los rayos melancólicos de Luz de Luna y de Estrellas, con el susurro y consuelo de Vegetación y Tierra. Todas esas noches todos en la selva lloramos desolados. Escuchábamos el dolor incomparable que Shun emitía en cada súplica a su compañero que al parecer se negaba a ponerse de pie, obligado por su cuerpo. Ni el aullido de los lobos, ni el piar de las aves lastimadas, ni siquiera el lamento de las aguas que surcaban las tierras del Partenón habían entristecido tanto a la selva como los sollozos del corazón herido y el alma desolada de Shun. Él sabía que invariablemente la muerte estaba cerca, y también estaba consciente de que la vida se aproximaba día a día, aun alimentaba esperanzas de vida en su vientre, y así quería creer en su compañero y en la suya.

No quería aceptarlo, jamás admitiría que estaba a punto de perder a quien le había enseñado a vivir. Su llanto era en protesta, renegando contra el destino que le quitaba a alguien tan importante para él, así como antes le había quitado al resto de su familia. Sus suplicas eran sus últimos esfuerzos para alentar a su compañero a que siguiera luchando, para animarlo a la supervivencia. Tenía que impedir que él se resignara a la muerte que acechaba su refugio.

La devoción que cada uno se dedicaba era entrañable, realmente conmovedora. Cuando el turno de Shaka jamás se apartó de Shun, así como ahora el pequeño no se apartaba de su pareja. Cuando Shaka estaba consiente le susurraba tan fuerte como podía que no debería llorar y le pedía que escapara pues sabía que su sangre atraía a los depredadores, pero Shun siempre negaba llorando y acariciándolo prolongadamente, siendo estas caricias devueltas por quien dormía la mayor parte del tiempo.

Algunas noches el viento se dedicaba atraerme los lamentos de ambos que sollozaban juntos, que pedían lo mismo a las estrellas, solo querían paz, era todo lo que querían, poder vivir juntos felices con la familia que tendrían… obviamente me culpaban a mi… todos… yo también.

Para mí, para Shun, para Shaka, para toda la selva era más que obvio lo que estaba ocurriendo bajo el manto negro del espacio, sabíamos que Shaka solo participaba en el ciclo infinito por donde miles de criaturas habían pasado ya, habían participado en el doloroso espectáculo de vida y muerte, muchos más habían luchado para sobrevivir. Todos sabíamos porque el viento soplaba tan dolorosamente en estos últimos días, por qué Shun suplicaba.

Shun lamentaba la suerte que a ambos les tocó vivir, lamentaba y temía a la soledad. Se decidió a no apartarse de él y arriesgándose con esta decisión a que lo mataran junto a Shaka, no iba a abandonar a su compañero por más que este se lo dijera. Él también estaba consciente de que su situación era la más peligrosa, que quedarse a su lado significaba arriesgarse a que los depredadores también lo mataran a él, sabiendo a conciencia que a debilidad no era algo que la ley de la selva perdonase, que la vida no perdonaba a quien no podía defenderse… pero estaba decidido a no apartarse de su lado y nada lo haría cambiar de parecer.

Para él, Shaka significaba más que el final de su soledad, más que una simpe compañía en la travesía de la vida, ahora él era la razón más importante en su vida, era el padre del hijo que cargaba en su vientre, era quien le enseñó a descubrir muchas cosas nuevas en el Partenón, quien había cambiado su existencia acostumbrada a la soledad, llevándolo ante visiones hermosas de la vida. Shaka era quien le había enseñado muchas cosas de la vida, a usar la astucia del oponente para derribarlo, a defenderse usando los ataques mismos del adversario, le enseñó a evitar el silencio engañoso de algunas sendas habitadas por animales peligrosos, pero principalmente le había enseñado a valorar la libertad.

Son él había aprendido a convivir con sobresaltos, con el hambre, con la persecución, a temer a la muerte y dedicarse a la vida pues comprendió que no duraría tanto como el deseara, una claro ejemplo dormitaba todo el tiempo en su regazo.

Lo que los mantenía juntos era invisible, tan tenue como el viento, pero tan fuerte como la voluntad de ambos, inexplicable, pero aun así estaba allí. Se amaban. Ninguno se apartaría del lado del otro.

Los días siguieron pasando y Shun se negaba a atender el consejo de su compañero, no iba a partir. Su vientre lo metía en dificultades tremendas a la vez que la incomodidad crecía cada vez que intentaba recostarse por lo que decidió permanecer sentada a un lado de Shaka, cuidándolo, cantando para él. Cabeceaba en muchas ocasiones, en una de esos momentos cayó al suelo sobre el cuerpo de Shaka que se sobresaltó, asustado lo llamó en varias ocasiones, pero Shun se debatió un tiempo antes de lograr ponerse de pie de nueva cuenta.

Ni siquiera el saber que su embarazo llegaba a su fin y que otra vida además de la de su compañero necesitaba sus atenciones le cambiaron la actitud. Los cólicos frecuentes y las noches que pasaba en vela lo volvían aún más irritable. En ocasiones ambos soltaban palabras hirientes el uno al otro, palabras de desprecio que después borraban con lágrimas y besos.

La altives y soberbia en los ojos y cuerpo de Shaka había desaparecido, Shun estaba cansado y hambriento. Ninguno de los dos encontraba las fuerzas para seguir luchando, las fuerzas de ambos se habían esfumado hacía mucho tiempo. Sus lágrimas lo confirmaban. Pero también estaba su hijo. Lo único que el pequeño deseaba era que él se levantara, era lo único que pedía desde que vio que se decidió por no levantarse más, desde que se dejó abatirse por el cansancio, por las heridas y el dolor que estas causaban en su cuerpo. La suplica escondía un pedido que no quería atender, Shaka lo quería vivo y junto a él no lo lograría.

Shaka lo seguía intentando, muchas veces intento ponerse de pie, pero solo lo logró algunas veces pero no lograba mantenerse por mucho tiempo antes de caer pesadamente al suelo. Cada vez que se esforzaba la fiebre aumentaba y por las noches no dejaba de quejarse, preocupando a su compañero. De haber podido encontrarlos en esos momentos habría matado a Shaka sin dudar, para acabar con su sufrimiento, para liberarlo de algo que yo había iniciado.

Que estaba diciendo, era verdad que era mi culpa, pero todo esto inicio mucho antes, desde la llegada de los dioses junto a sus grandes castillos y alambradas, con la ambición de apoderarse de Grecia, cuando contagiaron a los zodiacos con estos sentimientos. Shaka y yo nos conocimos mucho después de su llegada, nuestra enemistad era aún demasiado corta. Y solo éramos enemigos porque ambos queríamos sobrevivir.

Shun seguía llorando, y el viento seguía trayéndome sus lamentos durante las noches en las que toda la tristeza de la selva parecía reunirse en el corazón del pequeño. El mundo se acababa para uno de nosotros y se llevaba el de otro consigo. Todos los espíritus también lloraba, Luz de Luna los bañaba con su dolor, Estrellas la acompañaba al igual que las lágrimas de Agua, que los sollozos del viento. Vegetación estaba melancólica, sus creaciones los manifestaban, Tierra también lo resentía mientras su esposa Montaña intentaba darles refugio en una de sus cuevas… y mi madre, Nieve no se hacía presente, avergonzada tal vez de mí.

Mientras los espíritus se mantuvieran tristes y el viento me trajera el dolor de Shun a los oídos yo sabía que Shaka seguía con vida, ahora me debatía entre si quería que callara para siempre ese llanto o quería que riera por su recuperación. Sin embargo seguía persiguiéndolos y ellos estaban conscientes de ello.

Mi cuerpo temblaba cuando los lamentos de Shun me azotaban, cuando resonaba en la selva, al abrirse paso entre los árboles, no me dejaba dormir, el cargo de conciencia me quitaba el sueño. Sentía pena por los dos, por la criatura próxima y por mí mismo. Esas noches fueron realmente dolorosas.

Notas finales:

Je!, espero sus comentarios, ya solo quedan dos capis ;)

Saludos ;)


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