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Buscadores de libertad por Chris Yagami

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Notas del capitulo:

Disculpen la tardanza, casi dos meses sin actualizacion, me quiero vovler chango :S

Bueno, espero que les guste ;)

Protector

Shun sintió mi presencia, se irguió con el cansancio marcado en sus delicados músculos y en sus cansadas facciones, escudriño la selva sin lograr localizarme, aun le faltaba práctica para eso. Aun así sintió el peligro en el ambiente por lo que con delicadeza y preocupado saco a Shaka de su sueño. Ambos se arrastraron entre la maleza y la oscuridad de la noche. Tropezaron en algunas ocasiones pero jamás los perdí de vista. A pesar de su cansancio, de la fatiga, de sus muchas heridas eran sumamente hermosos, espectros de la noche. Eran lentos y torpes, Shun por su estado y Shaka por estar moribundo.

De nuevo me sentí como un criminal, como el villano de la vida, me sentí mal por la lagrimas que Shun aun derramaba mientras intentaba correr, mientras que con sus delicadas manos sujetaba su vientre arqueándose en ocasiones, y Shaka a la vez que él quería mantenerse en pie intentaba darle soporte a su compañero. En un momento determinado el pequeño se giró y miró en mi dirección, era una mirada preocupada, casi rogaba, intentó caminar hacia mí pero Shaka lo detuvo, murmuraron algo que no alcance a oír, el mayor tuvo que llevarse a su pequeña pareja casi a rastras, si es que a los movimientos torpes que hizo pueden llamarse así.

Deje de pensar otra vez, alce el arma por enésima vez y apunte en su dirección, estaba a punto de dispararle cuando un horrible sonido me hizo temblar, era estruendoso, el sonido que solo emite aquella bestia destructiva, devoradora. Mire hacia atrás y me paralice, detrás de mí se encontraba un enorme león, sus ojos eran extrañamente verdes, diferentes a los que ya había visto antes sin contar que ese animal no debería habitar en el Partenón sino mucho más al sur, cerca del dominio de Leo. Era demasiado grande también, temblé, mi cuerpo hormigueaba.

No se movía pero su mirada era hostil. Movía la cola de un lado a otro sin perder de vista mis movimientos y yo a la vez no perdía de vista los suyos. Dificultosamente di un paso atrás, el cuerpo me pesaba toneladas. Veía a mi muerte frente a mis ojos.

Mi ente viajo al pasado, escuche la voz de mi padre cuando me contaba las historias del clan leo y sus animales protectores. Aun temblando apunte el arma hacia el animal pero este ni se inmutó, no le temía a la muerte. Las palaras de mi padre me decían que ese animal era el más potente y feroz de todos, el más astuto pero que nunca cazaba solo, entonces ¿Qué hacía el allí? Decía también que tenía la aterradora costumbre de tomar a sus presas desprevenidas, solo una mordida certera en la garganta y su víctima dejaba de sufrir ¿Por qué este león me aviso de su presencia? Él era diferente, no era un león normal… ¿Acaso…?

Me pareció por una fracción de segundo que la bestia estaba sonriendo, divertido por el miedo en mi mirada, por la expresión aterrada de mi rostro. No me atreví a moverme más frente a esos ojos verdes y retadores que parecían esperar a cualquier momento para atacar…

No quería esto, no quería enfrentarme a ese animal, ya había matado más de ellos antes, en las sabanas del sur de Grecia, pero ninguno era como este, sin duda él era Aioria, tenía esa mirada, era mi fin… pero no me iba a dar por vencido, en un rápido movimiento alce mi arma pero no fue suficiente, ya tenía a la bestia sobre mí, me había derribado. Disparé como pude, la bala voló al cielo, esperaba que con el ruido el león huyera como hacían comúnmente, pero no fue así, no se asustó. Rodamos por el suelo abrazados, el intentando morderme y yo defendiendo su avance con mi arma en su cuello, al mirar fijamente sus pupilas rojas percibí un brillo místico en ellos, un brillo humano… zodiaco.

Me agarré con fuerza de la bestia que rugía estruendosamente rasgando mis ropas con sus garras, luchaba con todas mis fuerzas por mi vida, para salvarme… sabía que era el león de ojos verdes, era él, el león maldito que todos temía en Atenas.

Temblé, sabía que aunque la bala hubiera acertado n su cuerpo, no le hubiera hecho ningún daño, estaba seguro de ello, la desesperación, una seguridad inexplicable e inesperada me lo decía, me llenaba de pavor. Mi muerte… Aioria… era Aioria.

Ya no tenía escapatoria, era el león de ojos verdes. Los demás cazadores de Atenas hablaban todo el tiempo de él, siempre decían que deambulaba por el Partenón, rápido, poderoso, como el mismo Mal encarnado, buscando víctimas, humanos, dioses. Aioria necesitaba saciar su apetito de sangre. Me llamaron loco muchas veces porque me internaba en la selva cazando zodiacos sabiendo que esto y los demás habitantes de la selva eran los protegidos de ese animal feroz, por ese demonio.

No le gustaban los dioses, porque un día él había sido un zodiaco asesinado por los dioses. Era el alma en pena de un hijo de Sol que murió intentando proteger a su clan y familia pero sus ejércitos no fueron suficientes contra esto por lo que él y muchos más terminaron muertos, pero a él lo hicieron sufrir, lo torturaron por mucho tiempo, vio sufrir a su gente, presencio como cada integrante de su clan moría por las armas de su enemigo… finalmente murió con el espíritu marchito por el odio, algo que nuestro espíritus creadores no toleran

Después de su muerte nacieron rumores de que había un león en la selva, uno grande y poderoso con ojos verdes como aquel zodiaco muerto. Rondaba por la región a la espera de que cualquiera se internara en sus dominios para asesinarlo. Sus rugidos pavorosos se escuchaban muchas noches en Atenas, pero yo nunca los escuché.

Muchos otros cazadores intentaron darle muerte, pero la mayoría no volvía, y los que lo hacen decían que habían alcanzado a dispararle pero que sus balas rebotaron en su cuero y caían al suelo. Todos decían que era la encarnación del Mal, el alama del zodiaco que atormentaba sin descanso, que buscaba saciar su odio con la sangre de quienes derramaron la de su clan.

Pero yo era un zodiaco, esas tontas leyendas sobre almas en penas era algo en lo que no creía, para nosotros, nuestros padres nos envuelven en sus brazos y nos llevan a sus seno cuando el final de nuestra existencia carnal llega a nosotros. Esta era una leyenda que no debería tener importancia para mí, era de su cultura y no mía, yo era de la selva y ellos de los edificios.

Me sentí perdido, cayendo a un vacío entre dos mundos distintos, ninguno podía darme cabida pes yo ya no pertenecía a ninguno de ellos.

El león, sus ojos, sus garras, sus mandíbulas, yo no debería temerle, los animales nunca dañaron a los zodiacos, convivíamos juntos. Tampoco debería llamarlo Aioria, no había posibilidad alguna de que el fuera un zodiaco lleno de odio.

De nuevo pensé en mi padre, carnal y espiritual, suplique por su ayuda, les pedí a los espíritus que me dieran fuerza para escapar de la muerte. Fue cuando lo escuche, el viento me trajo a los oídos el llanto lastimero del pequeño uke de virgo, parecía suplicar por algo.

Recordé a mi familia, a mi abuelo que siempre me acunaba al cuando era un pequeño niño zodiaco, dormía entre sus brazos y soñaba con un mundo limpio e inocente… pero ahora eran las garras del león lo que me abrazaba, no era la piel de mi abuelo lo que sentía, sino la piel del león, miraba sus  diabólicas mandíbulas y no la sonrisa fraternal de él… la vida paso frente a mí en unos instantes y me aferre a esos lindos y felices momentos cuando era un niño y jugaba con mis hermanos y hermanas en la nieve, a veces junto a la hoguera… extrañaba esos momentos.

Me sentía a un paso de la muerte mientras la bestia luchaba por morderme el cuello también. Yo solo quería recordar, volver a aquellos días, cuando yo era feliz, cuando tenía a mi familia, todo eso que perdí cuando decidí volverme cazador… no, no era mi hora, yo iba a vivir. Con una grito que nació en mí, más por adrenalina que de rabia, me agarre de la piel del león, solté el arma y apreté su cuello con fuerza, impedí que sus dientes se enterraran en mi carne… deseaba vivir con desesperación.

Grite aún más fuerte mientras el león rugió, rodamos por el suelo húmedo de la selva. El león se sintió enfrentado y se defendió, araño mis costillas con violencia, llevándose parte de mi piel entre sus garras.

A pesar de mi lucha, de mi mirada desafiante, aun me moría de miedo. Recordé como esa bestia atrapaba a animales más grandes que él, como los embestía y los asesinaba en segundos, sin tiempo de defenderse.

Si no luchaba el me mataría, era el peor demonio de la creación, implacable. Ese monstruo se agarraba de mí con odio, sus ojos verdes, extrañamente humanos, brillaban con la sangre de sus muchas víctimas. Ahora me quería a mí, pero no se lo iba a permitir, no iba a morir en sus garras. Nadie lucharía por mí, ni los espíritus ni mis ancestros. Solo yo podía impedir que mi vida acabara en ese lugar… solo para mi tenía algún valor. Era lo único que podía decir que aún me pertenecía y la iba defender con todas mis fuerzas.

Tanteé mi cintura en busca de mi cuchillo, estaba ansioso sería la última oportunidad que tendría para  sobrevivir, volví a abrazarlo y rodé junto con él colocándome de rodillas en él, fue entonces que clave mi cuchillo en su estómago. Rugió aterrador, furioso, herido… se levantó provocando que yo cayera al suelo.

Desde el suelo vi su piel, su pelaje dorado se teñía de rojo. Aun no me podía mover, el temblor en  mi cuerpo era demasiado para mí. Respiraba agitado intentando de aire. No supe cuánto tiempo estuve contemplando el rastro de sangre que el demonio dejara antes de perderse en la maleza… pero seguía escuchando sus bramidos, sus quejas por la herida que recién había hecho y lo peor del caso es que aún no me podía mover a pesar de lo mucho que lo intentaba.

La furia con que esas quejas llegaban a mi oídos me erizaba la piel, la violencia del jadeo lastimero del maldito animal indignado, herido… se supo vencido y eso lo llenaba de odio… desde donde estaba solo alcanzaba a escucharlo porque tampoco lo veía ya.

Aioria, era Aioria, el zodiaco herido, el que protegería  a sus hermanos espirituales de cualquiera que intentara lastimarlos, incluso otro de sus hermanos, un zodiaco, un hijo del clan de Acuario… eso me lo confirmo: yo ya no era un hijo de Nieve.

Y mientras jadeaba desesperado por recuperarme, en el suelo, sintiéndome acechado por la maleza y por esa bestia que quería darme muerte, bajo la vista de Universo, sentí por primera vez lo que Shaka sentía mientras yo le daba caza, mientras intentaba luchar por la vida que yo intentaba quitarle. El miedo y la angustia, así como la impotencia de saberse acorralado cada vez que me veía en alguno de mis escondites, durante la ronda de Luna y Estrellas, de Solo, incluso mientras Agua bañaba las creaciones de Vegetación. Siempre allí, siempre cazándolo.

Me sentí de pronto como si intentara luchar por volver a algo que quería mío, pero que alguien me impedía obtenerlo empujándolo fuera de ello, hacia un vacío, hacia la nada existencial y espiritual.

No sabía si el león ya había muerto, ni siquiera sabía si ese era solo un león o algo más… no podía verlo, ya no podía escucharlo, las heridas en mi cuerpo y mi propio temor me volvían la visión borrosa y no podía ver más allá que el tronco junto a mí.

Era terrible sentirse cazado, acechado, a la mira de alguien que podía matarte en segundos, en una fracción de segundos… saber que estas a las puertas de la muerte y desear seguir viviendo… ahora me estaba sucediendo… Aioria.

Era un monstruo creado por los miedos de los dioses que construían sobre los terrenos de Athenea,  pasando los límites de Zeus, dividían lo que decían era suyo, como si nuestro padre, El Espacio, nos hubiera dado libertad para asesinar a Vegetación, Tierra, abusar de Agua… ellos no tenían derecho a esto y lo sabían, por eso crearon a Aioria, porque sabían que los espíritus estaban molestos.

Lo que no entendía era porque yo logre verlo, sino creía en esa estúpida leyenda, porque ahora lograba ver esa augurio de muerte, solo entendía que yo había dejado todo atrás y que eso provoco que la ciudad, la división de tierras, el dinero formaran parte de mi existencia.

Él no era un león, era mi fantasma, mi ultimátum… mi despedida. Mi madre estaba furiosa conmigo, lo sabía, y por eso envió a Aioria a decirme que ya no era bienvenido, utilizó esa leyenda para hacerme entender que ya no era un zodiaco o que dejaría de serlo si seguía en este camino… Aioria quería despojarme de la última esencia zodiacal que me quedaba, de lo que yo no quise abandonar cuando deje mi hogar.

Si yo creía en esa historia creada por los demás cazadores, entonces quería decir que poco a poco dejaba de creer en las leyendas de mis antepasados que comenzaba  a menospreciar mi herencia zodiacal… pero no quería eso… pero por más que quería negarlo, era realmente poco lo que quedaba de mis orígenes… yo ya no era un zodiaco.

Pero si eso era cierto… ¿Entonces que era?... no lo sabía… era… un fantasma, alguien olvidado.

Abrí mis ojos, mire las copas de los arboles sobre mí, sentí su mirada hostil y de desprecio. Sabía que la selva miraba con cariño y amor a Shaka y su compañero porque ellos se sabían parte de la selva y luchaban por mantenerse así mientras que yo intentaba asesinarlos, yo ya no sabía cómo pertenecer a la selva.

Deje de tratar hace mucho tiempo a la selva con respeto, con amor, ahora era solo el lugar donde mi rival se ocultaba, yo solo vivía entre la selva, no con ella. Era un cazador, un extraño al que su madre repudiaba.

Tome un arma, me levante, mire al cielo y reinicie mi marcha tras Shaka. Estaba muy desequilibrado, me apoyaba de los árboles y parecía que me querían hacer caer pues tropezar en varias ocasiones contra sus raíces. No dejaba de decepcionar a la selva… aun quería matar a Shaka.

No vi al león, nada de sangre en el suelo lo cual era muy extraño… no sabía si estaba vivo, pero había sangre en mi cuerpo y en mis manos, señal de que la herida si había sido causada y le había hecho mucho daño, pero no había rastros en el suelo… a pesar de que en ambiente se percibía el olor a muerte… la selva estaba oscura y sombría... manchada de sangre.

Lo busque por las cercanías pero no lo encontré, nada del cuerpo dorado de mi adversario ni del cuchillo que enterré en su estómago. Pensé que la selva lo había sacado de mi alcance para que muriera en paz, con la hoja clavada en su último aliento.

Ya no me preocupé por él, ni por el cuchillo que sabía no recuperaría jamás pues sabía que había perdido más que un simple cuchillo y sangre, había perdido mi hogar, mi familia y mi identidad. Me había dado cuenta de que mis pies estaban pisando dos mundos distintos sin pertenecer a ninguno de ellos… yo no era nada.

Ahora más que nunca necesitaba cazar, necesitaba matarlo, para no pensar, para no saber que ya no tenía propósitos en la vida, tenía que haber un objetivo para seguir adelante, para sobrevivir, y ese objetivo sería Shaka… para siempre.

Dude de la existencia del león, siempre me dije que era una aparición simplemente, algo que los espíritus me mostraron para hacerme recapacitar, algo que se alimentó de los dudas y temores que tenía en la cabeza desde que deje las tierras de Acuario… ¿O seria mi propia conciencia? Tal vez simplemente era un león cansado de ser cazado y se alejó de sus tierras, así como Shaka, como Shun… ¿Fueron realmente los espíritus los que lo enviaron para proteger a Shaka en ese momento en que su muerte era inminente? ¿Era su manera de vengar la muerte de muchos otros de sus hijos a manos de mi arma?

Ninguna de las respuestas que mi mente elaboraba me satisfacía completamente, nada me diría que me equivocaba al pensar que mi madre me había abandonado por los pecados que cometí.

Pase los siguientes días, semanas, con esa nueva realidad en mis hombros, con ese sentimiento de soledad que no me había embargado aunque estuve vagando sin compañía física por mucho tiempo… ese león me había retrasado y desorientado, esta vez fue más difícil encontrar el rastro de mis presas entre la vegetación que me miraba decepcionada por mi decisión, parecía que se cerraba a propósito sobre mí, estaba realmente furiosa… las lagunas lodosas, las sendas encharcadas se hacían mas frecuentes conforme avanzaba hacia el norte…

Sentía el peligro, sentía que Aioria seguía tras mis pasos, que los espíritus querían mi sangre, lo sentí a partir del encuentro, se formó parte de mi travesía, así como el agotamiento, los sobresaltos temiendo otro encuentro.

Pero hubo un momento en que todo se volvió extraño, la selva se cubrió de pronto de una inmensa luz de vida, todo resplandecía y aunque me sentía vigilado por los ojos invisibles notaba como Sol, Vegetación, Agua, Luna y demás espíritus, hasta la tierra, estaban felices… todos los animales seguían con sus vidas de manera despreocupada bajo esa luz de paz. Todo esto me molestaba, me distraía, parecía que todos conspiraban contra mí, para evitar lo inevitable, para impedir que yo encontrara a los dos virgos y consumara mi cacería.

Sin embargo, la muerte estaba aún presente, a pesar de que la luz de la vida llego de pronto, bajo ella aún estaba la sombra de la muerte que nos amenazaba, encontré sangre en mi andar, pensé que eran de Shaka. Esos rastros de sangre desaparecían de pronto en las charcas y arroyos que atravesaba lo que me hacía perderme, tome varias direcciones, perdiéndome hasta que volvía a encontrarlas.

Pensé muchas veces en abandonar esta misión, regresar con los dioses… pero si lo hacía me sentiría derrotado, y no quería eso, por más que me hiciera a la idea de que debía volver no podía hacerlo, no lograba abandonar la búsqueda de Shaka.

Estaba desesperado, mientras intentaba encontrara Shaka y Shun, con esa obsesión, pase varios días sin comer ni dormir, caminaba por la selva sin descanso. Me enfermé, mis dientes castañeaban, ms piernas ya no querían sostenerme y no pude hacer nada para que la debilidad no me invadiera. Mi cuerpo estaba siendo abrasado por la fiebre, cansado, delgado y débil. Ya solo era un montón de huesos y piel pálida. Muchas veces caía al suelo del que ya no lograba levantarme quedándome en ese lugar por días, quizás tres… pero en esos momentos, que no fueron pocos, conseguí pensar un poco.

Llore Estrellas, a Luna, a ellas que me miraban vacías y eternas, pero seguía llorándoles porque estaba asustado de la decisión que había tomado. Jamás, en los muchos años que llevaba en la ciudad trabajando para los dioses, me había entregado tanto a una cacería y eso me daba pánico. No entendía porque Shaka lograba eso en mí, porque él conseguía que yo me aferrara a la idea de matarlo.

Los rostros de mi abuelo, de mis padres y hermanos deambulaban en mis recuerdos y ellos también me asustaban, sus miradas estaban tristes, apenados por la suerte que decidí. Todos acudían a mis delirios, a mis convulsiones terribles por la fiebre. Muchos lloraban por mí, y yo llore con ellos, porque ahora me daba cuenta de que no quería recordarlo, inconscientemente quería borrar sus recuerdos de mi cabeza, deshacerme de ello, destruyéndome en el intento… pero quería tener una razón para seguir con vida y no la encontré en mi clan.

En un momento de lucidez me di cuenta de que caminaba al norte, que los pasos que di siguiendo a Shaka me llevaban lentamente hasta los terrenos de Acuario.

Pero a pesar de mi debilidad, de mi hambre y cansancio proseguí. Soportaría todos esos males, la fiebre y la enfermedad, pero no me quería detener, tenía que continuar. Después de unas semanas la fiebre disminuyo, la sentía aun dentro de mí pero por lo menos esta vez era soportable y me permitía seguir tras el rastro de ambos. Los recuerdos de mi familia aún estaban en mi mente.

La sangre de Shaka aún estaba allí, así como mis miedos, Aioria… pero había también esa felicidad, ese brillo de paz inesperado que había invadido a todos los espíritus desde mi encuentro con el león hacia casi un mes… pero yo no la lograba comprender.

Notas finales:

Dejen reviews por favor n.n

intentare no tardarme la proxima vez :P


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