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Buscadores de libertad por Chris Yagami

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Notas del capitulo:

Hola, les traigo la conti, pensaba que fuera al capitulo final, pero se me ocurrio otra cosa xD

Espero lo disfruten ;)

Sacrificio

Lo descubrí semanas después. Shaka estaba muy herido y cansado, sus cuerpo, antes fornido, se veía demasiado delgado, aun así se era majestuoso y hermoso. Seguía siendo una criatura solitaria, atenta, vigilante de todo rastro de vida sobre Grecia, no daba un solo paso sin antes haber visto en cada dirección posible.

Lo vigilaba desde detrás de un arbusto espeso, sin embargo no tardo en verme. Permanecimos espiándonos más tiempo del que era necesario en más de una ocasión.

En los días siguientes, por más de dos semanas, Shaka pasó la mayor parte de su tiempo caminando por las sendas estrechas de la selva, atravesando ríos, nada peligrosos, pero daba vueltas eternas tratando de que no encontrara su nuevo refugio por nada del mundo. Muchas veces se dio cuenta de que lo seguía, la mayoría de las ocasiones en que lo hacía, sin embargo solo miraba en mi dirección y después de un corto pensamiento, seguía con su camino sin intentar atacarme.

Pero lo comprendía, tampoco yo hacía esfuerzo por alzar el arma en su contra. Ambos estábamos al borde de nuestras vidas, demasiado cansados y débiles para confrontaciones sin sentido. Esperábamos y buscábamos la última batalla, la lucha definitiva de la que solo uno saldría con vida y ambos estábamos consciente de eso. No correríamos riesgos, no más persecuciones entra la maleza engañosa.

Aprendimos a ser pacientes en estos años de eterna caza, el cansancio y la propia desesperación por nuestra libertad nos hizo ser pacientes. Irónicamente

Pero yo notaba que él estaba diferente, notaba que no intentaba huir cada vez que me veía. Aprecie en sus ojos en una ocasión, una súplica, un ruego porque terminara sus días de una vez, pero me congelé y no lo hice. Lo sabía, Shaka ya no estaba interesado en luchar en mi contra, más bien luchaba contra sí mismo.

Se exponía demasiado, no parecía el mismo Shaka que conocía hacia años y que deseaba sobrevivir a toda costa, por sobre todas las cosas. Parecía que ya no estaba interesado en su vida. Aunque seguía moviéndose con demasiada gracia. Sus movimientos eran agiles, su velocidad sorprendente, lo invadía una vitalidad poco común. Había en él un desprendimiento de juventud que lo iluminaba, pero a la vez tenía la experiencia y ferocidad de quien ya tiene su vida hecha.

Ya no veía a Shun. Hacia demasiado tiempo que no lo veía. Estaba seguro de que él se encontraba refugiado en el lugar que tan celosamente me ocultaba Shaka.

Lo seguí por kilómetros, decenas… centenares. Fue eterna la distancia para mi maltrecho cuerpo. Después de ese recorrido me di cuenta de que rastrearlo y seguirlo era inútil. Me detuve un momento sentado en las enormes raíces de un árbol, mirando a las nubes, preguntándome el porqué de sus acciones, qué era lo que lo hacía actuar de esa manera. Perplejo intentaba descubrir que era lo que intentaba esconder o proteger. Perplejidad que duró solo fracción de segundos pues inmediatamente me di cuenta de que Shaka me alejaba de su pareja preñada.

Recordé el estado de Shun y la verdad me cayó como un rayo sobre el campo. Conté mentalmente el tiempo que había pasado desde que Shaka y él se habían conocido, más recientemente cuando lo había visto hacía dos meses en mi encuentro con Aioria, sus quejas, sus gestos. Era el tiempo suficiente para que esa criatura naciera. Estaba claro: el hijo de Shaka había venido al mundo y el intentaba protegerlos a ambos.

Los mantenía seguros en algún lugar cercano a mí, sin embargo, por más que lo intentara no encontraba el lugar donde vivían, y no podía descubrir a donde se dirigía Shaka cuando cazaba algo y caminaba por la selva vigilando, asegurándose de que no lo seguía.

El tiempo y las heridas, todas esas noches que pasó moribundo, preocupado por ambos, con insomnio. Todas esas penas parecían no haber pasado nunca por el resplandor de su mirada que había adquirido vitalidad de un tiempo acá. Aunque su cuerpo era otra cuestión, el alma de Shaka estaba llena de vida. Aunque no podía asegurarlo del todo podría estar aún alucinando cosas. Y no podría asegurarme pues él no me permitiría acercarme para míralo de cerca sin atacarme. Y aunque no quería que lo siguiera, protegiendo a su compañero, en ocasiones no parecía preocuparse mucho por alejarse de la mira asesina de mi arma.

Noté que cojeaba. Su pierna aún no se encontraba del todo bien y en ocasiones se detenía para recuperar el aliento a pesar de solo caminar de un lado para otro sin hacer nada en especial. Aunque lo intentaba ya no era el mismo cazador, fallaba en ocasiones, logrando sus presas escapar al filo peligroso de su daga. Pero eso solo pasaba con las presas de mayor peligro, como los tejones.

Lo acompañe de nuevo en otra de sus cacerías. Espere a que se descuidara lo suficiente, me escondí cuidándome de que su padre, el viento, delatara mi presencia. Pero todos estos años de fugas y persecuciones solo le habían servido para que sus sentidos se agudizaran más, que se convirtiera en una bestia de supervivencia. Sabía percibir la muerte en las señales más insignificantes, casi podía olfatear a muerte que mi arma cargaba, la presencia fría de las sombras acechándolo para darle su eterno descanso. Sabía como evitarla, como utilizar lo que le rodeaba para escapar del disparo de mi arma. De la muerte.

No pude darme cuenta de cuando percibió que lo vigilaba, todo ese día, de verdad me pareció que cazaba. Nada en su semblante me hizo pensar que sabía que lo seguía desde hace tiempo.

Se lanzó sobre varias presas: conejos, patos, venados… de todo tipo. Pero al momento de embestirlos los dejaba escapar en una carrera corta en la que parecía no esforzarse. Visiblemente estaba desinteresado en ellas. Caminaba y se escabullía entre los matorrales. Lo perdí varias veces de vista entre los árboles, pero lo encontraba en un par de segundos. Pero en una ocasión no lo encontré más. Despareció definitivamente.

Me detuve agitado, preocupado y asustado, vencido una vez más por su astucia. Mire alrededor con la respiración agitada, me sentí acorralado. En medio segundo había dejado de ser yo el perseguido y cazador, para ver el perseguido y la presa. De repente, detrás de mí apareció Shaka de atrás de uno de los árboles. Me miro largamente, fijamente a los ojos. Pero no vi odio, solo paz… pero había algo en su expresión.

Me di cuenta de que si hubiera querido matarme en ese momento lo habría logrado, pues estaba tan cerca de mí, que me degollaría antes de preparar el arma. Fue tan repentina su aparición que no supe que hacer en un largo tiempo, solo podía pensar en la situación, como esperó el momento para acorralarme.

En ese instante algo me vino a la mente. Shaka me lo dijo con esa acción, me enseño que pudo matarme en esa ocasión así como lo hubiera hecho en muchas otras. Podía matarme a la hora que quisiera, pues a pesar de ser yo quien lo cazaba, fue siempre él quien tuvo mejores oportunidades. Desde el principio había sido así y solo hasta ahora me daba cuenta de ello.

En esa ocasión él pudo matarme, pero no vi esa intención en el brillo extraño de sus ojos azules. Ni siquiera vi la intención cuando me decidí arriesgarme y alce el arma para apuntarle, pero él me ganó, como supuse por la distancia, y se arrojó sobre mí y me derribo, haciéndome caer al lodo, golpeándome la espalda con un par de piedras. Se detuvo, pero no para matare a pesar de haberlo podido conseguir al tenerme tendido de espaldas al suelo. Vi asustado, como el giraba el rostro levemente para mirarme una vez más sonriendo con malicia, para después alejarse en saltos agiles entre las espesura de la selva, dejándome solo con mi mente.

Shaka estaba cansado y al mismo tiempo descuidado. Se exhibía demasiado, como si no le importara ya que era lo que pasaba con él. No deseaba la muerte, pero tampoco le temía. De alguna manera parecía más liviano en sus responsabilidades. Me pareció que finalmente había aceptado su destino frente a mi arma, decidido a poner un alto a esa incansable persecución que tanto mal nos hacía ambos, a los tres, ofreciéndose al tiro de mi arma, sacrificándose.

Pero lo pensé mejor. La paz en sus ojos, en su paso y su manera de actuar. Es paz que desprendía no era la paz de un moribundo que había aceptado lo inevitable con resignación y esperaba el ultimo día con ansiedad, deseando ponerle fin a la angustia.

No, Shaka no era un moribundo resignado, había algo más.

Poco a poco lo vi transformarse en una sombra de lo que era cuando le conocí, del zodiaco hermoso y orgulloso de sí mismo y de su libertad para ser ahora un sacrificio que no lograba entender. Pero estaba feliz, irradiaba euforia por cada poro de su piel. Estaba tranquilo, era paciente… asombrosamente tranquilo y paciente.

A pesar de saber que no lograría nada, continúe persiguiéndolo durante casi una semana más. La escena se repitió en demasiadas ocasiones, aparecía de súbito frente a mí con su sonrisa maliciosa, retándome para después desaparecer como fantasma entre la maleza. En las noches, cuando intentaba descansar podía sentir sus ojos azules sobre mí, observándome, esperando un momento de distracción para asesinarme, para poder salvar de una vez por todas a su hijo y su pareja.

Sus pupilas suplicaban con algo de impaciencia, cansado y ansioso por un final pronto. Era un sentimiento tan extraño que poco a poco me cubrió por completo y llegue a tener la certeza de que Shaka quería ser dejado en paz, para morir o para vivir, tal vez solo descansar, pero quería hacerlo en paz.

Al mirar su cuerpo, delgado y demacrado, las heridas en sus brazos, en su pecho y rostro, su cabello enmarañado, me daba cuenta de que la paz le duraría poco tiempo, una paz limitada y demasiado corta.

Pero seguía férreo en mis asuntos, quería la cabeza de Shaka y no podía sentarme y esperar a que muriera por su cuenta. El dinero que los dioses me diera por su cabeza y la de su pareja e hijo, los muchos días que lograría sobrevivir con tres disparos, la idea de una vida en paz para mí no lograba salir de mi mente. No podía simplemente darme la vuelta y dejar todo este esfuerzo atrás, no podía ignorar mis necesidades para sentarme y esperar a que diera su último aliento al lado de la familia que quería proteger.

Me volví mezquino una vez más, solo importé yo. Me aferre a la conveniencia de mi vida como el cazador de los dioses, de los destructores de mi vida pasada y de la vida de mis hermanos, de aquellos que pretendían ser dueños de los dominios de Athenea. Yo ya estaba ligado a su mundo desde que maté al primer zodiaco a sangre fría, y en su mundo el dinero era lo más importante, se compraban muchas cosas con él, en especial la supervivencia y se asesinaba por él. Incluso estaba por encima de los lazos de sangre, ya había presenciado muchos casos donde padres se lo negaban a sus hijos  o que estos lo robaban a sus hermanos. El dinero era lo más importante, más que mi conciencia.

Sé que no es justo, y es completamente inmoral. Al principio me negaba a aceptar esas razones para matar animales y zodiacos, me negué muchas veces a pertenecer a ese mundo. Yo como zodiaco, como miembro del clan de Acuario, hijos de la nieve, jamás mate a nada más allá de mi propia necesidad y de mi familia, jamás lo hice por piezas de roca brillante con dibujos extraños. Eso era legado de Zeus, no de Athenea. Pero ahora, aunque sabía que no pertenecía del todo a aquel mundo, necesitaba del dinero para sobrevivir en él y necesitaba a Shaka muerto para recibirlo en grandes cantidades.

Shaka se dio cuenta de que volví a titubear, percibió que de nuevo me decidí. Se dio cuenta de que ya no quería esperarlo y por ello no lo volví a ver después de pensar en ello. Ya no se dejó caminar entre las sendas abiertas, no caminó por la orilla de los ríos tranquilos.

Me hacía a la idea de que pasaría el resto de mis días en esta selva, entre los árboles y los arroyos, buscándolos incansablemente, durmiendo en los árboles, delirando al borde de la muerte a causa de la fiebre que aún seguía en mí, pero un día, mientras dormitaba en una rama, escuche un pequeño murmullo que resonaba cerca de mi lugar de descanso.

Me levantó asustado pensando que Shaka finalmente se había decidido a atacarme, que había elegido finalmente el día en el que la batalla final se llevaría a cabo, que me había estado espiando para matar o ser matado.

Tome el arma entre mis manos y como pude bajé del árbol, mirando entre los arbustos, deambulando entre la espesa maleza. El murmullo seguía allí, suave y agudo, parecía provenir de todas partes. Pero extrañamente sonaba feliz.

Siguiendo el sonido llegue hasta un claro cerca de una montaña, donde los rayos de Leo llegaban hasta la tierra. Había mucho silencio, además del sonido de ese murmullo agudo. Pero me quedé allí, por lo menos en ese claro tenía la posibilidad de abatir a Shaka antes de que el intentara sorprenderme con una de sus apariciones repentinas.

En ese momento me di cuenta de que el murmullo venia de un lugar cercano a ese claro. Busque su origen con la mirada. Rodeé la montaña siguiendo ese sonido hasta que me di cuenta de que allí había una pequeña cueva. Entre en ella y dentro vi una pequeña criaturita que se removía sobre un pequeño manto elaborado de hojas. Parecía jugar con el movimiento de las sombras de las hojas que entraban a la cueva.

Intrigado caminé hacia ella y la alcé en brazos. Era un pequeñito de piel muy blanca, con sus mejillas y labios rosados. Tenía muy poco cabello, pero era claro, rubio. Sus hermosos ojos grises, como los niños al nacer, me miraron expectantes y sonrió ante mi mirada de incredulidad, pues yo no dejaba de ver una marca en su frente, la marca de virgo.

Enseguida me invadió un extraño sentimiento, uno que no sentía desde que era niño, la ilusión y alegría infantil corrió por todo mi cuerpo, pues sabía que finalmente había descubierto el secreto de Shaka, el motivo por el cual había estado pidiéndome que lo matara, la razón por la que quería sacrificarse. Ahora lo tenía entre mis brazos… y era hermoso.

Tenía al último descendiente del clan virgo entre mis brazos, era seguro que fuera su hijo, aquella descendencia  que había intentado encontrar durante tantos años en el Partenón.

Lo abracé con fuerza, sonriendo como un bobo, salí de la cueva con él en mi posesión. Cuando llegué de nuevo a la luz del sol me encontré de frente con un espectro hermoso que me miraba desde las sombras con un recipiente en las manos, el cual dejó caer al suelo en cuanto me vio, para después ver a la criatura entre mis brazos.

-¡Por favor!- susurró de manera suplicante, con los ojos húmedos.

Sollozó, las lágrimas acudieron a sus ojos mientras yo me quedé quiero mirando como quería huir, no sé si para llamar a Shaka, pero a la vez se debatía en acercarse a mí. Pero yo seguía con su hijo en brazos, y lo miraba a esos ojos cristalinos y grises mientras él me sonreía.

No dejaba de sonreír, tenía finalmente a la gran razón por la que Shaka se había esforzado tanto en alejarme de su refugio. Pero también había descubierto la razón por la cual había sido invadido de una inmensa felicidad y luminosidad así como había sido invadida la selva desde mi encuentro con Aioria. Este pequeño era el regalo de vida para el clan virgo.

Shaka quería ser dejado en paz para disfrutar el poco tiempo que le quedaba con su hijo y su pareja, pero estaba dispuesto a sacrificar eso si eso valía la supervivencia de su familia.

Miré al pequeño que se encontraba entre  mis brazos. Mire la mirada afligida del pequeño uke. Dudé, mi hice pequeño ante esto, frente al pequeño, a Shun, y Shaka. Me sentí como una basura, disminuido hasta el fondo en mis objetivos y valores.

Ya no veía sentido en la muerte de Shun y de su hijo. No se lo merecían, ninguna criatura que arriesga tanto su vida para lograr que alguien más logre tener el derecho de existir, para que tuviera paz, no merecía morir.

Sonreí para Shun y lentamente me acerqué a él, con pasos pausados y medidos para que no se asustara. Vi como él se acercó también, cauteloso, dudando de mis intenciones, pero con la esperanza en sus verdes esmeraldas. Cuando estábamos muy cerca y estaba a punto de darle al pequeño en brazos Shaka surgió de sorpresa entre los arboles con la daga entre las manos.

Me alejé del pequeño en el instante y apunte mi arma hacia él mientras la mirada suplicante de Shun me siguió. Los músculos de Shaka estaban tensos, me mostraba los dientes los cuales rechinaban con desesperación y ferocidad. En ese momento recordé que seguía con el pequeño en los brazos.

-¡Devuélvelo!- rugió furioso tomando posición de combate.

Sonreí a Shun. De nuevo me acerqué a él, esta vez con más cautela al saberme observado por los ojos de Shaka. Lentamente sentí el roce de las manos de Shun que me quitaba a la criatura de las manos con cuidado mientras sonreía.

El pequeño emitió una hermosa risita al reconocer a su padre, feliz de estar en su pecho, lejos de mis manos. Shun no dejó de observarme con el agradecimiento en esas bellas facciones mientras caminaba lentamente en reversa para alejarse de mí, para refugiarse de la batalla que seguro tendríamos. Al mismo tiempo, Shaka avanzó hacia mí, colocándose protectoramente frente a su familia.

-Perdona, Shaka- gimió el pequeño- solo fui por agua, yo…

-Está bien- lo interrumpió al mirarlo, dirigiéndole una sonrisa, para después enfrentarme.

Retrocedí y preparé el arma, seguro de que estaría obligado a usarla a pesar de dudarlo ahora. Pero éramos enemigos desde hacía tiempo, estábamos muy cansados y la rivalidad se hacía vieja. No podíamos seguir jugando con nuestras vidas. Miré detenidamente a Shaka y me di cuenta de que la herida en su costado, la que había recibido en nuestro último encuentro y de seguro la más mortal de todas, se había infectado. Mire sus ojos con preocupación, sin brillo y vagos, despojados de todo tipo de vivacidad, anunciando su muerte.

Sabía que no viviría lo suficiente para ver a su hijo convertirse en el zodiaco grande y astuto, orgullosos de su vida y libertas, como él lo había sido durante todos aquellos años en los cuales lo estuve cazando. Su vida y su muerte ya no estaban en mis manos, ahora estaban entregadas al tiempo que hasta ese momento había sido generoso con él, cuidándolo para que pudiese conocer el fruto de sus años de fuga, el resultado de su deseo de vida y libertad, la recompensa a su sufrimiento, pero sobre todo, el regalo de amor que Shun le entregaría. Seria nuestro padre Cronos el que elegiría el momento y sitio donde dormiría su último sueño, donde la muerte lo alcanzaría finalmente.

Al final, los espíritus habían concedido el deseo que Shaka suplicó cuando se encontró con aquél lobo que terminó de herirlo, le habían dado solo tiempo, no vida, pues esa era seguro que no duraría para siempre.

-Mátame ahora- dijo sin dejar si posición y sorprendiéndome a mí, al igual que Shun- es mi cabeza la que los dioses quieren, pero déjalos ir.

De nuevo me sentí inseguro y preso de mí mismo. Envidie de nuevo su libertad, esa libertad por la que luchó y por la que ahora estaba dispuesto a morir, solo para concedérsela a su hijo. Su muerte significaba la vida de su hijo, envidié eso, que después de su muerte el dejara un legado, mientras que tras mi muerte no pasaría nada.

Nunca supe lo que era luchar tanto por algo o por alguien, ni siquiera por mi vida misma, me abandone a las comodidades materiales mientras dejaba de lado mi comodidad espiritual. Me alejé de mi pasado.

Retrocedí con un nudo en la garganta, dándome cuenta finalmente de lo que había hecho.

Notas finales:

El que sigue es el final ;)

Dejen comentario, please

Saludos ;)


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