La última hora se me estaba haciendo insoportable, a decir verdad, Historia es una de mis materias favoritas y la profesora es excelente, creo que está de más describir con que atención la escuchan todos los vagos de mis compañeros, pero en mi mente solo hay lugar para una cosa: en cinco minutos terminará la hora, bajaré las escaleras y me encontraré con Reita, mi novio. Estoy feliz, hace una semana que no lo veo y todo este tiempo se ha convertido en una eternidad. Me imagino verlo llegar con su moto negra, su chaqueta de cuero, sus borcegos y esos pantalones anchos llenos de bolsillos… es tan sexy.
“Basta Shin, tranquilízate… solo un minuto…solo uno” pensé.
Nuestro noviazgo es “secreto” por llamarlo de alguna manera, solo mi mejor amigo sabe sobre mi sexualidad y Reita. Mis padres nunca me lo permitirían: Él tiene veinticuatro años y yo dieciocho, para ellos es demasiada diferencia de edad y como si eso no fuera suficiente ambos somos hombres, inaceptable. Detesto no poder gritar abiertamente que lo amo, tener que fingir ser el chico respetuoso, cordial y responsable, el hijo ideal. Por eso, lo que más me atrae de Reita es que es todo lo contrario a mí y cuando estoy solo con él, logra que salga a la luz quién realmente me gustaría ser. Bueno, algo así es mi vida, amor, mentiras y estudio.
- Shin, ¿Mañana hacemos el trabajo juntos? – me dijo Ko-ki, mientras guardaba todo en su mochila.
- Como siempre Ko ~
- Genial, no entiendo nada de esto… vaya que estás apresurado, ¿Acaso alguien con un pedazo de tela en su nariz tiene algo que ver? – insinuó.
Le guiñé un ojo y me despedí dándole un beso en su mejilla no sin antes recordarle que si alguien de mi familia llamaba a su casa diga que estoy con él, escuché que respondió algo a lo lejos, pero por el apuro no pude distinguir las palabras. Casi tropiezo por las escaleras y resbalo por el limpio suelo de la escuela, pero llegué con vida a la puerta y lo vi, tal como me lo había imaginado. Al pasar el portón sin saber por qué, comencé a caminar despacio, cambié mi expresión de ansiedad a una de tranquilidad. Se rió, lo vi.
- ¿Sabes que me encanta que finjas que no morías por volver a verme? – su voz grave y esa peculiar sonrisa de lado fueron suficientes para que algo en mi fallara y perdiera el control de mis movimientos.
Lo besé con necesidad enfrente de todos, no me importó nada ni nadie. Mis manos sostenían su cuello mientras que él se encargó de acariciar mi cabello y espalda, haciendo que nuestros cuerpos se pegaran y por consecuencia que nuestros miembros se rozaran. El encuentro fue muy intenso, no podía parar de besarlo, hasta que el aire comenzó a escasear, recordándome así, que no era el lugar indicado para montarnos aquella escena. Mordió mi labio inferior y se separó de mí. Miré desesperadamente a todos lados, pero cada individuo andaba en su mundo y solo personas que nunca me registraron se dieron cuenta de lo que hacía.
- Fue tu culpa – me apresuré en decir – espero que nadie se haya dado cuenta.
- Pides demasiado, no pretendas que te detenga si comienzas a besarme así – se relamió los labios – sube, esta vez vamos directo a mi casa.
Sin dudarlo ni un segundo le obedecí.