Cosas de chicas, cosas de chicas… ¡y un carajo, no! ¡Estaba harto! Tanto que, cuando entró a su habitación, tiró la puerta lo más fuerte que pudo, mas su ira se vio grandiosamente incrementada cuando la puerta, a milímetros de cerrarse con un fuerte estruendo, se quedó parada, detenida por el aire. Gruñendo, terminó de cerrar su puerta y se giró hacia su habitación, encontrando a su novio recostado en su cama y ¡oh, que novedad! Jugando con su condenado PSP.
“Queee raaaroo” pensó Toki lleno de sarcasmo.
Sin más tomó la almohada que estaba tirada a un paso de donde se encontraba él y la lanzó con todas su fuerzas contra la cabeza del pobre Matías. Este alzó asustado la mirada, pero al descubrir que solo se trataba de su novio (y no de su extraño hermanito menor que parecía tener una obsesión con golpearlo) sonrió de lado y de no haber notado casi de inmediato su expresión de enfado, se habría vuelto de nuevo a su juego.
-¡Estoy harto! –gritó molesto el menor de los dos, avanzando hacia la cama a grandes zancadas-. ¡Estos es el colmo!
-¿Qué cosa, cariñito? –preguntó bromeando Matías, sonriéndole divertido.
-Agh, creía haberte dicho que no me llamases así –masculló Toki, tomando la almohada que había segundo antes lanzado y golpeando con ella a su novio-. Y mi hermana, eso es lo que pasa.
-Me parece que tendrás que ser más específico, Derek –musitó Matías-. A menos que me vengas a hablar de las piernas de tu hermana, ahí si creo que nos hemos entendi...
No llegó a completar la frase, dado que Toki le había estampado la pobre almohada contra la cara. Matías rompió a reír, tratando de salirse de la cama y salvarse de los golpes de su novio. No es que Derek tuviese mucha fuerza, pero aún así no le agradaba la idea de que lo usase como saco de box. Trató de huír en dirección de la puerta, mas no llegó muy lejos, dados que había tropezado con otra almohada (¡¿Cuántas endemoniadas almohadas necesitaba Toki para dormir?!), por lo que cayó y quedó tendido en el suelo, circunstancia que el otro aprovechó para sentarse encima de su espalda, tomándolo de la nuca y presionándolo contra el suelo.
-Ok, ok, lo siento –balbuceó Matías entre risas-. Tú también tienes piernas muy lindas... ¡Agh!
-¡Idiota! –le espetó molesto el más pequeño, comemzando a pegarle un par de veces con la almohada, para luego tirársela y parase molesto.
-Auch –se quejó Matías parándose al verse libre del peso de su uke.
Toki se sentó en la cama, cruzándose de brazos, mientras que Matías tomó su PSP y lo dejó en un lugar seguro, antes de echarse de nuevo en la cama y pasar una mano por la espalda de su novio.
-Ya, lo siento, sabes que fue en broma...
-Permíteme que lo dude –le respondió cortante Toki, frunciendo el ceño.
-Oh, vamos, Toki –ronroneó Matías en su oído, levantándose y jalando a Derek hacia sus brazos.
-¡Suéltame! –protestó este comenzando a patalear-. Para empezar, ¿qué haces aquí?
-¿Cómo que qué hago aquí? –respondió Matías indignado y fingidamente dramático-. ¿No quieres acaso que te visite?
-No es eso, ¿cómo entraste?
-Ah, fácil –rió el seme-. Tu madre me dejó entrar.
-¿Y cómo es que no me dijo nada? –murmuró Derek molesto, haciendo un puchero.
-Mmh no sé, tal vez quiso darte una sorpresa.
-Y lo logró –masculló el menor.
-Ah sí, pero tú parecías muy molesto... ¿Qué pasó con tu hermana?
-Nada, olvídalo –trató de excusarse Toki, zafándose del agarre de su novio, mas este no se dejó hacer.
-Dímelo –susurró contra el cuello de su pareja, a lo que esta se sonrojó y trató de empujarlo, logrando solo que Matías lo abrazase más fuerte.
-Ok, ok, es solo que... ¡Agh, ya no puedo hacer nada en paz! Me echa de todas partes, diciendo que no puedo entrar porque están ella y sus amigas haciendo “cosas de chicas” –dijo haciendo las comillas con los dedos-. ¡Ya no puedo ni si quiera entrar tranquilamente a la cocina!
Matías rió por lo bajo, escuchando a Toki quejarse con él, cuando tuvo una idea de cómo trnauilizarlo un poco.
-Mmh, déjalas, las mujeres son así –ronroneó mientras comanzaba acariciar la espalda de Toki.
Este primero no se percató del avance, pero al sentir aquellas manos colarse por debajo de su polera, soltó un respingo. Las manos de Matías, a pesar de parar pegada todo el día a algún tipo de consola, siempre estaban frías y aquello siempre lograba erizarle la piel.
-Deja –trató de disuadir a Matías-. No estamos solos en casa...
Pero Matías no le hizo caso, sino que comenzó a besar su cuello, mordiqueándolo ligeramente de vez en cuando. Toki suspiró al sentir las manos de su novio posarse sobre su cintura y su lengua subir a su oreja, donde la boca de Matías se apoderó de su lóbulo.
-Oye Toki, ¿qué te parece si nosotros hacemos cosas de chicos? –ronroneó contento de tener a su novio donde más le gustaba.