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Complejos de Padre por -Mikunami-

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Amo de casa

 

Su corazón palpitaba a mil por hora, sosteniendo trémulo el pedazo de papel. Tragó largo antes de darse el valor para observar el interior de la hoja; cuando sus pozos negros se posaron en lo escrito todo su sistema, por una décima de segundo, dejó de reaccionar. Sasuke por primera vez, deseó no haber pisado nunca un salón de clases.

Siete, un horrible siete de calificación era lo que marcaba la boleta. El Uchiha se quiso morir.

Todos son bueno en algo; todos son malos en algo. Desde hace mucho había escuchado aquellas frases en diversos lugares, recitada por cantidad de personas. Una realidad que no servía de nada cuando se era el ilustre portador de los genes Uchiha. Porque el clan marcaba, que sus hijos debían ser excelentes en TODO.

Naruto era pésimo en matemáticas, ciencias naturales y geografía; el negro neko continuamente tenía que instruirlo y ayudarlo a prepararse para los exámenes.

El Sabaku no tenía condición física y su nivel de lectura era bajo. Se esforzaba mucho, pero lograba sobresalir en clase.

Y Sai… sino aprendía a discernir cuando era apropiado proferir una opinión y cuando debía mantener la boca cerrada, saldría con una conducta muy baja. Además tenía problemas con ciencias sociales y ética; ya que siempre cuestionaba y debatía la moral social… y en la mayoría de los casos únicamente comentaba una sarta de idioteces.

Al contrario de los ejemplos anteriores, Sasuke era el prodigio de la clase, el niño todopoderoso cerebrito y atlético. Aquel cuya mirada de superioridad y sonrisa burlona, tenían un buen fundamento. El pequeño Uchiha se quiso dar un buen golpe en la cabeza cuando falló en la más patética de las clases -a través de sus ojos-, economía doméstica.

De haber ido a la escuela de alcurnia a la que su padre quería mandarlo, ni siquiera tomaría esa clase insulsa. No era su culpa el no poder cocinar, bordar y todas esas obsoletas actividades destinadas a los plebeyos. Por algo su familia tenía sirvientes.

Volvió la vista a la desagradable calificación, la cual pese a todo afectaría su promedio, cosa que no podía permitir. Juraba por su sangre Uchiha que categóricamente cambiaria ese siete por un diez.

Además era algo humillante que todos sus demás "amigos" hubiesen sacado mejores promedios que él; hasta Sai lo había logrado, presentando un ñoño bordado de flores con pajaritos azules; como odiaba a su primo y su estúpido talento para las manualidades.

Él le tuvo que rogar a Kurenai -quien era la tutora de esa materia- que le diera otra oportunidad, nunca en su corta vida se había abochornado tanto, esperaba no tener que repetir tan vergonzoso acto. Por lo menos la profesora, a la que ya conocía de años, accedió a realizarle una nueva prueba, con la que incluso alcanzaría una puntuación excelente, ahora todo lo que el niño bruno necesitaba hacer, era convertirse en un verdadero experto en el cuidado de la casa y la familia.

Vaya chiste de mal gusto que le jugaba la vida.

 

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

 

— ¡Reacciona! —el desconsiderado grito lo hizo salir de su ensimismamiento, dándose cuenta que era su turno de tirar los dados en el monopoly—. Estas muy raro —opinó su rubio amigo antes de realizar la jugada por él, por lo menos hoy quizás y le ganaría a su presumido compañero.

Sasuke se encontraba jugando como de costumbre en casa de Naruto; pero ahora estaba tan preocupado hallando una forma por la cual aprobar con excelencia esa estúpida materia que no ponía atención al tablero, de todas formas al final terminaría derrotando horriblemente al zorrito haciéndolo hipotecar todas sus propiedades. Naruto no tenía cabeza para los negocios, pese a que estos fuesen de ficción.

El pequeño Uchiha no se podía dar el lujo de contratar algún instructor particular, que le amaestrara en tales actividades; sus padres de alguna forma se terminarían enterando, y si no lo desheredaban por querer aprender cosas tan insulsas, lo harían por sacar tan vergonzosa calificación; quizás y hasta lo mandaría lejos de su rubio sol a un internado o peor, a un internado con Sai; era un riesgo que no se podía permitir

Su hermano de ninguna forma le podría ayudar con su problema esa ocasión; pese a que Itachi si sabía algo de cocina -y vaya que podía preparar manjares-, hace unas semanas había aceptado un curso en Alemania, vaya momento para decidirse a abandonar el nido.

El sombrío niño volvió su vista al juego; casi impresionándose de que Naruto poseyera un tercio de las propiedades, sí que debía estar distraído. Eso o el niño sol había hecho trato con algún horrible y gigantesco demonio que ahora rescindía en su interior y que le proporcionaba habilidades especiales. Bufó molesto Sasuke, vaya que la tele si pudría el cerebro.

— Ahora si te ganare baka, y no podrás hacer nada al respecto.

— Ya quisieras —le contestó el moreno con su sonrisilla autosuficiente.

— Niños sus bocadillos —dijo cantarina la madre pelirroja, al momento de ingresar en la estancia, donde los críos permanecían en su batalla de dados y fichas.

El Uchiha tomó uno de los panecillos que Kushina-san había colocado en la mesa; delicioso como de costumbre, pensó al momento de agarrar un segundo, vaya que la mujer preparaba platillos exquisitos.

— Y Naru, aquí tienes tu nuevo gorrito, con la ranita que tanto querías —dijo la dulce dama, colocando un tejido muy bien elaborado en la cabecilla de su retoño. Naruto sonrió dichoso deteniendo la partida por un instante, para aproximarse a un espejo y contemplar su nuevo accesorio.

Sasuke sintió un pinchazo fugaz de celos, era envidiable que Naruto tuviera una madre tan devota, siempre preparándole una dieta espléndida; fabricándole gran parte de su ropa, porque muchos de los conjuntos que usaba el niño de los cielos, eran hechos a mano, por las habilidades magistrales de la mujer, personalizando el inocente mundo de su hijo.

Además la pelirroja mantenía en perfecto orden la casa, el jardín y guardaba con cautela hasta el más mínimo detalle, presentando un hermoso cuadro a su alrededor, con olor a lavandas y canela.

¡Pero que tarado era! Como no se le ocurrió antes pedirle a la dulce Uzumaki, que lo instruyera en las labores domésticas; seguro que con su guía pasaría su materia con honores y toda la cosa.

— Kushina-san —exclamó el pequeño bruno llamando la atención de la mayor—. Me podría enseñar por favor a preparar comida así de rica —dijo rápido, mejor ir al grano desde el principio, de todas formas era muy improbable que la bermeja se negara a hacerle algún favor ¿Verdad?

— ¿Eh? —la cara de la mujer era todo un poema ¿De verdad Sasuke-kun le preguntó eso? No, sólo fue un fallo auditivo.

El silencio incomodo comenzaba a invadir el lugar.

— ¡Jajaja! —la suelta risa del otro chiquillo rompiendo el ambiente pesado no le pronosticó nada bueno a Sasuke ¿Qué acaso la pelirroja se negaría a enseñarle a guisar correctamente? —. Claro, mami cocinando —dijo sarcástico, intentando contener las carcajadas para no molestar en demasía a tu querida madre.

— Ya detente Naru, no es bueno burlarse de la personas —reprendió Kushina, ella misma no podía evitar sentirse hasta cierto punto incomoda—. Veras Sasu, lamento fallarte, pero la cocina no es algo que yo pueda enseñar —confesó con un discreto sonrojo y una nerviosa sonrisa; era horrible que siempre creyeran que era ella la que se encargaba de la comida ¿Cómo era posible que los roles, de lo que una pareja debía o no hacer estuviesen tan marcados hasta esos días?

— Pero usted siempre nos trae deliciosos bocadillos y postres, y la comida… no me va a negar que es casera —rebatió apresurado el niño, fijando la súplica en sus negros posos.

Si supera que la taheña era toda una inútil en lates menesteres. Antes de casarse con Minato, o cocinaban para ella o sobrevivía a base de enlatados; por dios aún recordaba el piso que compartía en la universidad, era una verdadera pocilga. Sí que se sacó la lotería al quedarse con el rubio maravilla.

— Mira Sasuke-kun, el que se encarga de todo eso es Minato, lo único que yo hago es recalentar los alimentos —confesó al final, para estupefacción del otro.

— Pero… él trabaja por la mañanas —no podía aceptar la idea, de que la única persona a la que le desagradaba por el simple hecho de ser él, fuese su salvación.

— Hace la comida antes de irse, es muy maniático cuando de preparar alimentos se trata, inclusive hasta me pone instrucciones de a que temperatura y cuánto tiempo lo tengo que dejar al fuego, también en qué orden le tengo que poner la guarnición o las salsas.

Sí, la vida lo odiaba.

— ¿Quien se encarga del jardín? —cuestionó, esperando no perderle algo del profundo respeto que le guardaba a la pelirroja.

— Minato.

— ¿Y de la limpieza?

— También él, y la ropa tejida que tiene Naruto él se la hizo.

— ¿Qué hace usted? —preguntó ido, más por curiosidad que por otra cosa, sin ninguna intención de molestar a la bermeja.

— Pues… antes era el sustento económico, ahora Minato también aporta a los gastos, pero mi función prioritaria es mantener la felicidad de la familia y los buenos modales.

Pocas personas se sentían tan orgullosas de su labor como la Uzumaki, porque al final de cuentas sin ella, ese hogar se volvería completamente disfuncional y caótico.

Sasuke estaba a punto de presentar un ataque de tics masivos por todo el cuerpo.

— ¡Hola familia! —y llegando en el mejor momento, la cereza que le faltaba al pastel—. Hoy pude escaquearme algo temprano del trabajo así que celebraremos con un platillo especial y… ahh hola mocoso —dijo refiriéndose al niño Uchiha, ya había madurado un tanto, quizás los nueve años no eran la gran cosa, pero ahora soportaba los motes amigables, y mocoso o chiquillo del diablo, no eran sobrenombres tan impropios después de todo.

Entonces Minato notó la mirada desvalida del sombrío amigo de su hijo, y como la vista de su esposa y querubín también se posaban en él. Un sudor frío le recorrió toda la columna.

Quizás habría sido buena idea quedarse a llenar papeleo.

 

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

 

Hora de la comida.

— ¿Que sabes exactamente de la cocina? —era un suplicio tener preguntarle eso ¿Que su esposa no sabía lo estresante que era estar trabajando en la universidad enseñando a un montón de mocosos horripilantes, para que llegase a su casa y se encontrarse con otro adefesio que pedía por su sabiduría? Pero ya que, todo fuese por la dicha de su pichoncito… eso y evitarse las horribles torturas posteriores.

Al final si algo le iba a mostrar al pálido escuincle, por lo menos Minato disfrutaría el proceso.

— Nada —respondió cabizbajo, no queriendo doblegar así su orgulloso carácter ¡Rayos! Que no se andaba por la vida viendo cómo se preparaba una carne asada; no era de su encanto que Minato-san estuviese ahí sólo con él, en un cuarto con muchos objetos punzocortante, pero tenía que recobrar su perfecto promedio y eso merecía cualquier sacrificio.

— Vamos todos saben algo, hasta mi Naru sabe preparar hotcakes, huevos, emparedados y ensaladas, quizás es un poco básico, pero uno puede sobrevivir con eso —pronunció ligeramente orgulloso el Namikaze; el procuraba que su hijo creciera integro, con conocimientos en tantos campos pudiese permitirse; el problema era que le daba un pánico irracional ver cerca del fuego o los cuchillos a su tesorito divino, así que Naru tampoco conocía tantos de las destrezas culinarias como él quisiera; por lo menos no era como Kushina. Dios, su primor podía quemar hasta el agua.

— De verdad Minato-san, no sé nada —insistió el niño bruno, con la cara roja, no era posible que admitiese ser un completo ignorante en algo.

El adulto suspiró decepcionado; no tenía opción, debería comenzar desde lo más básico con el demonio -ya no tan- chibi—. Ok, será más difícil y largo de lo que creí —al mal tiempo darle prisa—. Si quieres impresionar a tu profesora te recomiendo una comida de tres platillos. Lo primero es elegir correctamente el plato central, y de acuerdo a eso concentrarse en los complementarios.

Pelar, hervir, cocer, freír, triturar, batir y quien sabe cuántas cosas más; que la harina no era la correcta, que primero el agua y luego el aceite, que la carne se sazona antes de la cocción. Ahora entendía por qué no se había metido en eso de la cocina hasta que lo obligaron. Lo más frustrante era observar al rubio hacer todo con tanta pericia y facilidad, mientras él seguía rasgando sus dedos intentando utilizar el pelador de verduras.

Mientras tanto Minato… ya se estaba hartando de ver como el mocoso torpe desperdiciaba tanta comida, si el chiquillo insufrible no sabía ni como abrir un huevo sin destrozarlo.

Tres horas después ambos estaban tan artos del otro, que decidieron terminar con la lección; lo único que les faltaba era el postre, ya luego lo concretarían.

Lecciones de confección.

— Me imagino que tampoco sabes nada de corte y confección o de bordado y tejido —dijo burlón el rubio—. Que la aguja no se clave mucho en tu piel; ya que tus manos son muy suaves, se nota que eres todo un principito en casa —algún día se vengaría lenta y dolorosamente, le enseñaría a ese rubio risueño y malévolo que nadie pasa por sobre un Uchiha, especialmente Sasuke Uchiha. Ahora sólo le faltaba ocultar los cuatros curitas que tenía esparcidos en sus dedos. Malditos cuchillos no mantequilleros.

A cada enseñanza que le transmitía al de cabello obscuro, no podía evitar rememorar su pasado. Desde que tuvo edad para alcanzar la barra de la cocina, Minato fue el encargado del completo mantenimiento de su familia. Tsunade no era capaz de poner algo al fuego, sin que eso terminara convirtiendo en un incendio, así que la mujer se volvió una fanática de los restaurantes, que para algo tenía dinero; y su viejo, él era mucho mejor cocinando, cuando le apetecía, ósea en muy reservadas ocasiones, por ejemplo cuando se disculpaba con su hijo por volverle a causarle un trauma -físico, mental o moral-. Que lindos recuerdos de la infancia se cargaba nuestro padre favorito.

Como aquella ocasión que Jiraiya encontró a su hijo terminado de coser unas muñequeras a juego con un gorro de lana; el cano hombre por poco lo había llevado a un burdel para que su heredero no se desviara del buen camino ¿Qué era tan raro un muchacho heterosexual con manía por hacerse su propia ropa?

Casa limpia y hermosa.

— Las manchas se quitan mejor con vinagre de telas de algodón, para paños más delicados te aconsejo que las dejes remojar primero en leche, una a la vez o en diferentes recipientes, y lávalo todo con jabón neutro al final.

El lavado de la ropa era lo único que le faltaba por aprender a Sasuke; todo el día estuvo mordiéndose la lengua evitando pronunciar cualquier improperio, el Namikaze no le dio ni un descanso, ya sabía de donde había heredado el entusiasmo su amigo blondo. Ya casi era de noche y sentía que pronto desfallecería; pero antes muerto que quejarse como nena, él lo enfrentaría todo con la frente en alto y fingiendo que le hacía lo que el viento a la montaña.

— Bueno, mientras dejamos esto en la lavadora volvamos para terminar con el pastel, que ya casi es hora de cenar y te aseguro que a Naru le encantara algo dulce —pronunció mordaz Minato, colmando la poca paciencia de su víctima.

Un poco más, mantener la sonrisilla y evitar cometer asesinato a sus nueve años.

 

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

 

— Vaya Sasuke-kun, de verdad que tuviste un cambio muy gratificante. Te seré sincera mi objetivo no es dañarte, así que si te veía que realmente te esforzabas por sacar la materia te hubiese puesto el diez —en otras palabras si me dabas mucha lástima te regalaba la calificación—. Pero como veo que pusiste todo tu empeño y hasta me dejaste uno que otro tip, te guardo puntos para el próximo semestre —terminó de comentar Kurenai, sorprendida e igualmente encandilada por la pericia del pálido niño. Poniendo la dulce recompensa en su boleta de calificaciones. El pescado a la plancha que el Uchiha había preparado era una delicia que se merecía todo un diez—. Y dime ¿Le pediste a tu mamá que te enseñara todo esto? —curioseó, esperando haber unido a una madre con su hijo.

— No —respondió tajante el niño—. Le regalé mi orgullo al abominable padre de mi mejor amigo, del cual ahora espero vengarme.

 

Notas finales:

Antes que nada una enorme disculpa por el retraso; pase por una de las peores épocas que he tenido, no quería escribir bajo ese humor -de hecho no quería hacer nada-, luego me fue muy difícil recobrar las ideas y el ritmo de trabajo, espero que lo comprendan.

Bueno, técnicamente estoy a final de semestre y se supone que me van a dejar muchas tareas, exámenes bla, bla… por esta época me he fijado que me viene la inspiración así que no la desaprovecharé, no aseguro actualizaciones muy frecuentes, pero tampoco tendré retrasos tan dramáticos.

Espero que el capi haya sido de su agrado; la verdad lo que a mí se me da fatal es la cocina, no me gusta; tampoco sé tejer o algunas de esas actividades; lo demás que pongo son tips que a mí me han ayudado mucho en más de una ocasión.

Muchísimas gracias a todos los que me apoyan, especialmente a quienes se toman la molestia de dejar algún comentario:

gta; yahg; melissa; Chat Noir; Ab1Le; Midorico; katharsis; Kana_chan; desi_chan; karen-chi; Chibialexa; Eikou; Hakkusyo San, lullubell y Kotori-Sensei.

Cuídense y espero leernos pronto.


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